Monday, January 22, 2007

07-01-22: En defensa de la integración latinoamericana

Una de las grandes desgracias de América Latina es su incapacidad para integrarse. Europa fue el centro del mundo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya no quedó ninguna duda de que el centro de poder había pasado a Estados Unidos. Este país, del tamaño de un continente y con más de 250 millones de personas de población, es una economía demasiado poderosa comparada con cualquier país europeo tomado por separado. Pero si, separados, los aproximadamente 460 millones de europeos son débiles, ellos fueron capaces de entender que, unidos, probablemente conforman la economía más grande del mundo.

La Unión Europea no fue fácil. Hace menos de 70 años terminó la Segunda Guerra Mundial, en la que los europeos se mataron los unos a los otros en números colosales. Pero, a pesar de ese pasado, han logrado construir hoy una Unión que, si bien no opera en los asuntos del mundo como un solo país, sí le permite ser un polo de poder alternativo a Estados Unidos.

Por contraste, el estado de la integración en América es lamentable. La primera pregunta que se tiene que responder es si la integración americana debe incluir o no a los Estados Unidos. La iniciativa del Alca (Área de libre comercio de las Américas) no ha avanzado lo suficiente, por diversas razones. Pero si la integración de las Américas, incluyendo a Estados Unidos, es difícil de lograr, debido a las disparidades entre ese país y el resto de América, lo que es imperdonable es que los progresos en la integración latinoamericana sean tan modestos. Crudamente, Estados Unidos no necesita a América Latina para ser el país más poderoso del mundo. Esta realidad no puede llevar a Estados Unidos a concluir que puede tratar con desprecio a sus vecinos de patio. Algunos analistas opinan que la política exterior reciente de Estados Unidos ha ignorado a América Latina, y que por esa razón la está “perdiendo”. Sin lugar a dudas, el sentimiento antinorteamericano en América Latina va en aumento. Hugo Chávez, el presidente venezolano, lidera esa actitud. Colombia, creo yo de manera correcta, ha mantenido unos vínculos de cercanía con Estados Unidos. Pero Colombia tiene que tener una política exterior inteligente, en la que, al tiempo que sigue siendo un firme aliado de Estados Unidos, tiene una política de integración latinoamericana de largo plazo.

La idea de la integración latinoamericana ha sido lamentablemente reemplazada por los bloques subregionales, los tratados de libre comercio bilaterales y, más recientemente, por las alianzas con trasfondo político. Es una desgracia. Así como para que la Unión Europea marchara fue necesario que los dos grandes de Europa, Francia y Alemania, dos eternos rivales, se unieran para impulsarla, es bien posible que, para la integración latinoamericana, sea necesario que México y Brasil dejen de percibirse como rivales, y empiecen a percibirse como socios. La homogeneidad cultural latinoamericana es tan grande que las generaciones futuras tendrán dificultades para explicarse cuál fue el tipo de pequeñeces locales que impidieron avanzar más rápidamente en el propósito común. En un mundo crecientemente controlado por grandes países, o por bloques de países pequeños, la integración latinoamericana, aunque hoy parece muy distante, sigue siendo una necesidad.

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