Wednesday, July 18, 2012

12-07-18: Sobre la terrible situación en el Cauca

La situación en el Cauca es muy grave. En principio, la crisis se desató por la solicitud de los indígenas de que el conflicto no sea sobre sus cabezas. Es difícil no sentir cierta simpatía con esa solicitud. Si Pedro y Pablo vienen a pelear a mi casa, es normal que yo les diga: "¡váyanse a pelear a otra parte!".

Sin embargo, la situación no es tan fácil. El punto es que las "partes" del conflicto no son equiparables. No es posible que los indígenas pidan que los que están peleando se vayan, porque una de las partes es el Estado colombiano, y no se puede pedir que el Estado colombiano se retire de una parte de Colombia.

Aún más, expulsar a las Fuerzas Militares de las zonas indígenas puede ser interpretado como un ataque contra las primeras, ataque al que sería completamente legítimo responder con fuerza. Hasta el momento las Fuerzas Militares han respondido de manera admirable, resistiendo la tentación de usar la fuerza frente a lo que puede ser visto como un acto de provocación, pero tiene que llegar el momento en que los indígenas entiendan que sus acciones son ilegales, y que, de persistir, deben ser confrontadas por el Estado.

Retirar al Estado del Cauca indígena sería un error, además, porque, si se retira el Estado, campea la guerrilla. Creer que es posible estar libres del Ejército y la guerrilla es una ingenuidad de los indígenas. Es difícil decir hasta qué punto el movimiento indígena está permeado por la guerrilla, pero lo que sí está claro es que un retiro del Ejército la favorece. Por lo tanto, el movimiento indígena, ya sea por ingenuidad o por malicia, y probablemente por una combinación de las dos, está jugando a favor de la guerrilla.

La lógica indígena (que, yo sospecho, se extiende a otros grupos poblacionales) de que el Estado colombiano es una abstracción que no les compete a ellos es inaceptable. La excepcionalidad indígena no puede llegar hasta el punto de creer que las normas del Estado no les aplican a ellos. No podemos repetir en grande la imagen de Francisco Rojas Birry tratando de escabullirse de la justicia con el argumento de que a él le aplica un fuero indígena. Que viva el Estado pluriétnico y multicultural; no un Estado por cada etnia y cultura. En Colombia habrá paz cuando todos aceptemos la majestad del Estado. Para que todos la acepten, quizás será necesario hacer nuestra democracia más inclusiva. A mí me parece que nuestra democracia ya es suficientemente inclusiva, y nuestros indígenas son particularmente bien tratados por nuestras instituciones, pero, si ciertos grupos poblacionales se sienten agraviados por ellas, habrá que oír sus quejas y corregir las instituciones donde sea necesario.

El tema del Cauca se complica porque allá se concentran todos los problemas de Colombia: grupos armados, narcotráfico, pobreza, tensiones étnicas, etc. El problema es muy difícil, pero, si podemos resolverlo allá, podemos resolverlo en todas partes. El Gobierno tiene que ir allá a dialogar. La línea de base del diálogo tiene que ser que el Estado no se retira. El Estado se queda. Pero el Estado no pueden ser solo Fuerzas Militares. La forma de resolver este conflicto es "ganar" a los indígenas para las instituciones. La oferta para los indígenas tiene que ser: "el Estado se va a quedar acá. Para que ustedes acepten la presencia del Estado, ¿qué quieren a cambio?". Y ahí arranca la negociación.

Algunos dirán que los indígenas ya han recibido mucho. La controversia entre indígenas y blancos en el Cauca data de la Conquista. Los indígenas se sienten agraviados por injusticias de 500 años, y los blancos se sienten cada vez más acorralados y amenazados. El expresidente Uribe tuiteó que los indígenas son el 20 por ciento de la población en el Cauca pero que tienen el 60 por ciento de la tierra, y que son los protagonistas de las invasiones. Los blancos juzgan que los indígenas para qué quieren la tierra si no saben explotarla. Dentro de los blancos caucanos hay algunas de las mentalidades más retardatarias de Colombia.

El lío social del Cauca es supremamente grave. La derecha tiene razón en que la fuerza pública no puede ser retirada. La izquierda tiene razón en que se requiere más presencia del Estado, de todo el Estado, y no solo de las Fuerzas Militares. Yo sí quiero ver al Ministerio del Interior y a todas las agencias sociales del Estado metidos de cabeza resolviendo el lío caucano. Si este lío puede ser resuelto a satisfacción de todas las partes, el lío de Colombia tiene solución.

Saturday, July 7, 2012

12-07-07: La derecha se quita la piel de oveja


Se ha dicho que el reciente homenaje a Fernando Londoño, en el que Álvaro Uribe fue el orador destacado, marca la ruptura de la derecha con el centro. La derecha quiere romper con el centro. Quiere organizarse como opción de poder (aunque ha gobernado, diluida o pura, desde 1998, es decir desde hace 14 años), y Uribe le está poniendo todo el empeño a esa causa. ¿Probables candidatos? Fernando Londoño mismo, si no está inhabilitado, u Óscar Iván Zuluaga (quien, me parece, sería una buena alternativa para ellos, porque es un tipo decente).

Así que no basta con que Santos diga que no quiere pelear con Uribe. Uribe sí quiere pelear con Santos. Los uribistas no bajan a Santos de traidor. Esa pelea se va a dar, porque los uribistas quieren darla.

Es mejor aceptar ese hecho. Y, en consecuencia, no queda nada más que ponerse a armar el centro. El centro puede sonar medias tintas, y así quiere la derecha que suene. Es más: el gobierno Santos, que luce tan acomodaticio, está ayudando a que suene así. Peor aún, en este momento la única que suena con consistencia ideológica es la derecha. El centro está siendo acorralado y bombardeado.

Pero no tiene que ser así. Al centro hay que reconstruirlo, porque solo él nos va a salvar de los extremismos en Colombia. Con una derecha fortalecida, ¿a dónde va a voltear a mirar Colombia? ¿A un centro tan desorganizado que parece inexistente, o a una izquierda dividida entre un Polo desprestigiado y unos Progresistas inventándose, y tratando de acertar en Bogotá? El país tiene que volver a mirar al centro.

Para comenzar, hay que reconstruirlo ideológicamente. La primera premisa tiene que ser: “ni con la guerrilla ni con los paramilitares”. El enemigo de mi enemigo no es mi amigo. Aunque con una ideología propia, el centro tiene que aprender tanto de la derecha como de la izquierda, y convocarlas a ambas. El centro tiene que aprender de la derecha que la primera responsabilidad del Estado es defender la democracia. Pero la amenaza terrorista no proviene solo de la izquierda, y, más aún, no es legítimo promover el paramilitarismo y juntarse con el narcotráfico para combatir el terrorismo de izquierda.

El centro no puede ser visto como blandito con la violencia. Si bien la victoria militar no tiene que ser la única opción del Estado, sí tiene que ser una opción siempre disponible.

En el conflicto que se está luchando, el centro tiene que ser un escrupuloso defensor de los derechos humanos. Episodios como los de los falsos positivos no pueden ocurrir.

Otra premisa del centro tiene que ser la lucha contra el narcotráfico. El narcotráfico le ha hecho un enorme daño al país. Ha financiado la violencia y corrompido las instituciones. Así que el mensaje debe ser: “con los narcos, nada”.

Un mensaje clave del centro debe ser la unión. Uno de los lemas de Estados Unidos es “e pluribus unum”, que quiere decir algo así como que “de muchos hacemos uno”. La derecha en este momento está pregonando la división; el centro debe pregonar la unión. Uno puede pensar de Fernando Londoño lo que quiera, pero su atentado debe concitar un rechazo unánime, y la sanción social de ese hecho se debe dirigir a sus perpetradores, no al gobierno. La sociedad debe estar unida, no dividida, contra los retos.

El centro debe proponer una política social efectiva, financieramente viable y no asistencialista. El centro toma como muy grave el hecho de que Colombia sea uno de los países más desiguales del mundo.

Por último, el centro tiene que ser ejemplo de pulcritud en la política. Debe entender la política como un instrumento de promoción del bien común, no como un instrumento de promoción de intereses particulares. El centro debe expulsar a los hampones de la política. La reciente vergüenza de un Congreso de paramilitares no puede ocurrir con una victoria del centro.

Pero, más allá de la ideología, también hay que mirar de dónde va a salir el liderazgo político del centro. La derecha debe estar compuesta por el Partido Conservador y algunos sectores del Partido de la U. Otros sectores de este partido, el Partido Liberal, Cambio Radical y el Partido Verde tienen el compromiso de armar el centro. No hay un liderazgo obvio para hacerlo. ¿Santos, Vargas Lleras? El Partido Liberal, por ahora, no tiene nada qué ofrecer. Simón Gaviria todavía suena muy biche, y salió muy mal parado de la debacle de la reforma a la justicia. Dentro de los verdes (o, por lo menos, los exverdes), solo Fajardo suena con futuro presidencial, y no sin esfuerzo. Además, conocemos la tendencia de los (ex)verdes para dispararse en el pie. El centro, para ser viable, requiere urgentemente una renovación del liderazgo político: esa parece ser su mayor debilidad. Además, hay que resolver el balance entre “políticos” y “antipolíticos”, que puede dar al traste con la consolidación de un centro unificado.

El futuro político del centro no luce despejado. Pero, ahora que la derecha está dispuesta a despojarse de la piel de oveja, hay que preocuparse por cómo atajar al lobo. Lo peor que puede pasarle al país es que triunfe la polarización que la derecha está proponiendo.