Se ha dicho que el reciente homenaje a
Fernando Londoño, en el que Álvaro Uribe fue el orador destacado, marca la
ruptura de la derecha con el centro. La derecha quiere romper con el centro. Quiere
organizarse como opción de poder (aunque ha gobernado, diluida o pura, desde
1998, es decir desde hace 14 años), y Uribe le está poniendo todo el empeño a
esa causa. ¿Probables candidatos? Fernando Londoño mismo, si no está
inhabilitado, u Óscar Iván Zuluaga (quien, me parece, sería una buena
alternativa para ellos, porque es un tipo decente).
Así que no basta con que Santos diga que
no quiere pelear con Uribe. Uribe sí quiere pelear con Santos. Los uribistas no
bajan a Santos de traidor. Esa pelea se va a dar, porque los uribistas quieren
darla.
Es mejor aceptar ese hecho. Y, en
consecuencia, no queda nada más que ponerse a armar el centro. El centro puede
sonar medias tintas, y así quiere la derecha que suene. Es más: el gobierno
Santos, que luce tan acomodaticio, está ayudando a que suene así. Peor aún, en
este momento la única que suena con consistencia ideológica es la derecha. El
centro está siendo acorralado y bombardeado.
Pero no tiene que ser así. Al centro hay
que reconstruirlo, porque solo él nos va a salvar de los extremismos en
Colombia. Con una derecha fortalecida, ¿a dónde va a voltear a mirar Colombia? ¿A
un centro tan desorganizado que parece inexistente, o a una izquierda dividida
entre un Polo desprestigiado y unos Progresistas inventándose, y tratando de
acertar en Bogotá? El país tiene que volver a mirar al centro.
Para comenzar, hay que reconstruirlo
ideológicamente. La primera premisa tiene que ser: “ni con la guerrilla ni con
los paramilitares”. El enemigo de mi enemigo no es mi amigo. Aunque con una
ideología propia, el centro tiene que aprender tanto de la derecha como de la
izquierda, y convocarlas a ambas. El centro tiene que aprender de la derecha
que la primera responsabilidad del Estado es defender la democracia. Pero la
amenaza terrorista no proviene solo de la izquierda, y, más aún, no es legítimo
promover el paramilitarismo y juntarse con el narcotráfico para combatir el
terrorismo de izquierda.
El centro no puede ser visto como
blandito con la violencia. Si bien la victoria militar no tiene que ser la
única opción del Estado, sí tiene que ser una opción siempre disponible.
En el conflicto que se está luchando, el
centro tiene que ser un escrupuloso defensor de los derechos humanos. Episodios
como los de los falsos positivos no pueden ocurrir.
Otra premisa del centro tiene que ser la
lucha contra el narcotráfico. El narcotráfico le ha hecho un enorme daño al
país. Ha financiado la violencia y corrompido las instituciones. Así que el
mensaje debe ser: “con los narcos, nada”.
Un mensaje clave del centro debe ser la
unión. Uno de los lemas de Estados Unidos es “e pluribus unum”, que quiere
decir algo así como que “de muchos hacemos uno”. La derecha en este momento
está pregonando la división; el centro debe pregonar la unión. Uno puede pensar
de Fernando Londoño lo que quiera, pero su atentado debe concitar un rechazo
unánime, y la sanción social de ese hecho se debe dirigir a sus perpetradores,
no al gobierno. La sociedad debe estar unida, no dividida, contra los retos.
El centro debe proponer una política
social efectiva, financieramente viable y no asistencialista. El centro toma
como muy grave el hecho de que Colombia sea uno de los países más desiguales
del mundo.
Por último, el centro tiene que ser
ejemplo de pulcritud en la política. Debe entender la política como un
instrumento de promoción del bien común, no como un instrumento de promoción de
intereses particulares. El centro debe expulsar a los hampones de la política.
La reciente vergüenza de un Congreso de paramilitares no puede ocurrir con una
victoria del centro.
Pero, más allá de la ideología, también
hay que mirar de dónde va a salir el liderazgo político del centro. La derecha
debe estar compuesta por el Partido Conservador y algunos sectores del Partido
de la U. Otros sectores de este partido, el Partido Liberal, Cambio Radical y
el Partido Verde tienen el compromiso de armar el centro. No hay un liderazgo
obvio para hacerlo. ¿Santos, Vargas Lleras? El Partido Liberal, por ahora, no
tiene nada qué ofrecer. Simón Gaviria todavía suena muy biche, y salió muy mal
parado de la debacle de la reforma a la justicia. Dentro de los verdes (o, por
lo menos, los exverdes), solo Fajardo suena con futuro presidencial, y no sin
esfuerzo. Además, conocemos la tendencia de los (ex)verdes para dispararse en
el pie. El centro, para ser viable, requiere urgentemente una renovación del
liderazgo político: esa parece ser su mayor debilidad. Además, hay que resolver
el balance entre “políticos” y “antipolíticos”, que puede dar al traste con la
consolidación de un centro unificado.
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