Con este mensaje quiero dar inicio a mi blog. En éste quiero expresar mis opiniones sobre temas que pueden ser de interés público. No son más que mis opiniones: es el mundo visto a través de mis anteojos.
Para comenzar diré que mi visión del mundo es una liberal. Creo que los individuos tienen derecho a hacer lo que quieran, mientras con sus acciones no hagan daño a los demás. Creo en un mundo de individualidades diversas. Creo en un mundo entendido a través de la razón, no de la fe o el dogma. No soy lo que comúnmente se entiende por un hombre religioso, aunque sí estoy persuadido de que quien no tiene una búsqueda "espiritual" intensa se pierde lo mejor de una buena vida. Soy culturalmente católico, pero no soy un católico practicante. Soy colombiano y amo profundamente a mi país, aunque, como todos los buenos amores, me hace llorar de vez en cuando. Soy políticamente liberal. Para algunos ser liberal es ser izquierdista (como en Estados Unidos); para otros ser liberal es ser conservador (como en Europa). Supongo que yo soy un liberal en el sentido norteamericano de la palabra, aunque soy un liberal más bien de centro.
Déjenme explicar esto bien. Soy liberal porque creo profundamente en la libertad individual y en la justicia social. Creo en la democracia. Creo que soy de un talante democrático, que es muy distinto de ciertas actitudes elitistas que muchos supuestos demócratas mantienen. Creo que la democracia que hay en el mundo y en Colombia es necesaria, pero no suficiente. Creo en la profundización democrática: creo en la importancia de que todos los seres humanos tengan el mismo poder. Creo que en una sociedad civilizada el Estado es laico, los homosexuales no son perseguidos y el aborto no es legalmente prohibido. Pienso que el narcotráfico es una de las peores desgracias que le han ocurrido a Colombia, pero creo que la mejor forma de combatirlo es una que ponga más énfasis en la responsabilidad individual en el consumo de drogas, y menos en una "guerra" contra la oferta de las mismas. Sin embargo, concedo que no tengo claros los lineamientos de lo que podría ser una nueva política para combatir el narcotráfico en Colombia. Entiendo que la idea de la corresponsabilidad internacional en el problema es importante, y que Colombia no puede legalizar sin más la producción y el comercio de las drogas.
Sin embargo, soy economista, y eso me ha conducido a tener una visión más bien conservadora de la actividad económica: creo en la disciplina fiscal, en una moneda sana y en el respeto al funcionamiento de los mercados y el sistema de precios. No estoy seguro de que eso signifique un respeto sacrosanto a la propiedad privada de los medios de producción, pero, por lo pronto, estoy convencido de que, mientras no entendamos cómo la propiedad privada se traduce en injusticia social, es mejor no interferirla, a no ser en casos de flagrante contradicción con el interés general. Sospecho que los mercados son el mejor método que se ha inventado hasta ahora para lograr eficiencia social, aunque no albergo muchas esperanzas sobre la capacidad de los mercados para lograr justicia social. Sin embargo, creo que, tratando de promover la justicia social, uno tiene que ser cuidadoso. Creo que uno no puede intervenir el sistema de precios a la ligera. No creo que, por tratar de promover la justicia, uno se pueda permitir acabar con la libertad. Creo que el fracaso de la Revolución Rusa consistió en olvidar los principios de la Revolución Francesa. Como Rawls, creo que no puede haber justicia sin libertad. Eso es lo que me hace un liberal relativamente conservador.
Ya he dicho que soy políticamente liberal. Esto también significa que siento que el partido político que mejor me representa en Colombia es el Partido Liberal (en Estados Unidos yo sería demócrata y en el Reino Unido laborista). Me sentí del Partido Liberal en mis veintes, pero luego, en mis treintas, sentí que el Partido Liberal no me representaba. La razón es que empecé a pensar que en Colombia había un fracaso enorme de la política, debido a que los políticos, especialmente en el Congreso, se dedicaban más a pensar en su propio bienestar que en el bienestar general. Eso, por supuesto, es corrupción. Pensé que el sistema político colombiano estaba completamente degradado por la corrupción resultante de un sistema basado en el clientelismo. En 1994 me sentí incapaz de votar por el candidato liberal Ernesto Samper, aún antes de saber sobre el escándalo de la infiltración de los dineros de la mafia en su campaña. Fue cuando estuve más distante del Partido Liberal. Algo similar debió suceder al país, pues el liberalismo perdió el poder desde 1998. Siendo el Partido Liberal el epítome de la acción política en Colombia, se convirtió en el símbolo de lo peor que la política colombiana tiene para ofrecer: un partido populista, clientelista, corrupto y con vínculos con el narcotráfico. Palabras fuertes, yo sé, pero no creo estar faltando a la verdad.
Sin embargo, el giro hacia la derecha que el país inició en 1990, y que yo aplaudí con algún entusiasmo, me parece que, en la mitad de la primera década del siglo XXI, ya ha ido demasiado lejos. Me parece que el país debe recobrar ciertos principios liberales. Sin embargo, todavía no me siento enteramente cómodo con el Partido Liberal que hoy existe. Me parece que todavía tiene mucho qué aprender si quiere volver a ser opción de poder. Pero esta será especulación de una próxima oportunidad. Hasta la próxima.
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