Uno de los avances más destacados dentro de las naciones civilizadas es el desarrollo de un Estado del Bienestar, entendido como un sistema comprensivo de seguridad social. Éste no ha estado exento de críticas y problemas económicos, pero es un indudable hito de la civilización. El mensaje clave del Estado del Bienestar es que ningún ciudadano debe estar sometido a los avatares de la vida sin ninguna protección.
En Colombia el sistema de seguridad social tiene muchos de los problemas de un sistema maduro, pero sin haberse desarrollado plenamente. Adicionalmente, se ha concentrado mucho en los componentes de salud y de pensiones, abandonando otros que son igualmente importantes.
Un buen sistema de seguridad social debe proteger al individuo durante todo su ciclo de vida. Al niño debe ofrecerle nutrición y educación preescolar adecuados, al joven debe ofrecerle una buena educación, al adulto debe ofrecerle un trabajo digno, con el que pueda sostenerse, y al anciano debe proveerle unos medios básicos para que se pueda sostener en su tercera edad. Y a todos debe ofrecerles una adecuada atención médica y vivienda a lo largo de la vida.
Me parece a mí que el elemento clave de un buen sistema de seguridad social es el trabajo. Me parece que, si un adulto tiene un trabajo digno, entonces puede atender a sus hijos y garantizarse una vejez tranquila. Puede mantenerse, pagar una vivienda y comprar un seguro médico que lo cobije a él y a su familia. Me parece que, si una sociedad fracasa en emplear a quienes están en edad de trabajar, está invitando al desastre. No hay determinante más importante de la pobreza que estar desempleado, ni hay una sensación más paralizante desde el punto de vista sicológico que la sensación de no ser valorado y de no sentirse útil, ni desperdicio mayor que un considerable número de personas que podrían estar haciendo algo y no hacen nada.
Por estas razones, me niego a pensar que el mercado laboral debe ser tratado como un mercado más, sujeto a las leyes de la oferta y la demanda, y que el desempleo es una consecuencia infortunada, pero necesaria, del ajuste económico. Creo que el objetivo más básico de una sociedad civilizada es garantizar el empleo a todos aquellos que lo estén buscando. Cuando los mercados de manera espontánea producen una situación de pleno empleo, o cercana a éste, se genera una señal de salud o vigor del sistema económico inigualable. Pero muchas economías, incluida la colombiana, están muy lejos de que los mercados logren producir esa señal, y por lo tanto se requiere una adecuada intervención del Estado.
Lo que sigue son pensamientos en borrador, que tratan de combinar la racionalidad económica con el imperativo moral de que todos los que quieran trabajar en una sociedad puedan hacerlo. Lo primero es reconocer que el primer objetivo, la prioridad, de un adecuado sistema de seguridad social no debe ser la salud o las pensiones, como en Colombia, sino el pleno empleo. Con pleno empleo de calidad, todo lo demás (salud, vivienda, pensiones) sigue. Sin empleo, otras protecciones que ofrezca la seguridad social son incompletas e insuficientes.
Pienso, pues, que la seguridad social debe poder ofrecer una garantía de trabajo básico a todo aquel que quiera trabajar. Esta idea contrasta con la que algunos han propuesto, de que todos los ciudadanos tienen derecho a un ingreso básico: “Dése a todos los ciudadanos un ingreso modesto, pero incondicional, y permítaseles complementarlo a voluntad con ingresos de otras fuentes” (ver Philippe Van Parijs, 2006, “Basic Income: A Simple and Powerful Idea for the Twenty-First Century”, en Ackerman, Alstott y Van Parijs, 2006, Redesigning Distribution, London: Verso, p. 3). Mi idea es distinta de la del ingreso básico. Aunque creo que todos los ciudadanos deben tener derecho a éste, creo que la diferencia clave entre los conceptos de trabajo básico e ingreso básico es la condicionalidad: el ingreso básico es incondicional; el trabajo básico otorga un ingreso básico condicionado a que los individuos estén trabajando.
Por lo tanto propongo un sistema de seguridad social en el cual cualquier ciudadano que no pueda encontrar empleo en el mercado lo halle automáticamente en el sistema de seguridad social. Surgen inmediatamente algunas preguntas. La primera es: ¿cómo se paga ese empleo? Para que ese empleo pueda pagarse, tiene que ser productivo, pero el hecho de que sea o no productivo no puede ser una excusa para no proveerlo. El imperativo es que, si la gente no halla empleo en otra parte, pueda hallarlo en el sistema de seguridad social. De modo que yo estaría dispuesto a montar el sistema, incluso si eso, en un principio, implicara un componente importante de subsidio por parte del Estado. Se puede pensar que el sistema de seguridad social ofrece un empleo de reserva, al que se accede si no hay empleo en otros sectores de la economía. También se podría pensar que el salario que se paga en el sistema de seguridad social es, de facto, el salario mínimo de la economía: si usted tiene mejores oportunidades laborales en otro lado, usted abandona el sistema de seguridad social. Pero, si usted no tiene otras oportunidades, le queda al menos el salario “mínimo” que paga el sistema.
¿Cómo garantizar que el empleo sea productivo? Esta es una propuesta que obviamente puede ser refinada y mejorada: suponga usted que el Estado constituye grupos de personas incluidas en el programa. Cada grupo queda bajo la supervisión de un gerente, que tendría fundamentalmente dos responsabilidades: una, garantizar que los objetivos sociales del programa, sobre los cuales hablaré más adelante, se cumplan, y dos, garantizar que la fuerza laboral contenida en su grupo se utilice productivamente. La primera responsabilidad del gerente es mantener a su grupo laboralmente ocupado, así sea tapando huecos en las calles o recogiendo hojas en los parques.
El gerente administra los recursos del Estado que sirven para pagar los salarios de quienes están en su grupo del sistema de seguridad social. De esta manera, se puede entender que el gerente recibe una fuerza laboral a cero costo para él. Su deber es utilizarla de forma productiva, ya sea porque él mismo monta un proyecto productivo, o porque facilita esa fuerza productiva a otros proyectos. Al gerente se le deben otorgar unos incentivos tales que todos los ingresos que genere por encima de los costos laborales de su grupo sean ganancias para él. Los ingresos que sirvan para cubrir los costos laborales simplemente alivian el componente de subsidio del programa de seguridad social.
La idea general es que el sistema de seguridad social, al tiempo que provee un seguro contra el desempleo, provea incentivos para la iniciativa empresarial. Cualquier nuevo empresario que requiera mano de obra puede acudir al sistema de seguridad social y solicitar que le asignen un grupo de personas. El grupo es mano de obra a cero costo para el empresario. Éste monta su actividad económica y, cuando ésta sea productiva, cubre los costos del subsidio inicial otorgado por el Estado. De esta manera, un elemento clave del programa sería que un gerente no podría tener indefinidamente un grupo financiado con recursos del Estado. Sin embargo, también es clave que todo desempleado halle un grupo en el sistema de seguridad social.
El gerente, a cambio de disponer de mano de obra gratis (es decir, subsidiada por el Estado), adquiere algunas obligaciones de tipo social, por ser agente del sistema de seguridad social. La primera es garantizar que los empleados de su grupo son empleados formales, es decir, que cuentan con contratos laborales que respetan todos los requisitos de ley y que están inscritos en otros instrumentos de la seguridad social, como la salud y las pensiones. Al gerente también se le puede exigir que sus empleados estén inscritos en programas de mejoramiento de la capacidad laboral cuando sea necesario (es posible que muchos empleados del sistema de seguridad social tengan una educación deficiente, que haya que complementar, y, aunque ese no sea el caso, siempre es cierto que todos nosotros tenemos la posibilidad de mejorar nuestras capacidades laborales), y que sus dependientes estén bien atendidos. Por ejemplo, que sus hijos cumplan con algunas metas en materia de nutrición, salud y educación: esto sería parte de la condicionalidad por pertenecer al sistema de seguridad social que garantiza el empleo.
Naturalmente, las ideas que acabo de exponer son preliminares y, sometidas a crítica, pueden ser refinadas y mejoradas. Pero un mensaje esencial es clave. Una sociedad con desempleados es un pecado, tanto con los propios desempleados como con la misma sociedad. Las energías de la seguridad social hay que reenfocarlas hacia la erradicación del desempleo.
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2 comments:
Daniel, me surgen dos preguntas (inocentes, no son críticas) con relación al problema del empleo.
La primera es que a pesar de que no se quiera dejar la provisión del empleo al mercado, cómo se puede evitar que al no haber desempleados en el país los empresarios tengan que ofrecer salarios más altos para competir por los empleados, sin que esto sea reflejo de un crecimiento de la productividad. Un incremento de los salarios que no es reflejo de un incremento en la productividad no implica una reducción en la competitividad de las empresas?
La segunda es cómo se puede controlar la inflación cuando se da la situación anterior?
Saludos,
Sebastián Bitar.
Daniel, yo también soy del tercer cuadrante... y a mucho honor. Feliz de estarme "codeando" con eminencias como Gandhi y el Dalai Lama. Yo sí decía que mi afinidad por Oriente no podía ser infundada... No se sienta tan sólo... Yo creo que tenemos varios compatriotas vecinos de cuadrante... En un pequeño sondeo que hice, la cuota de tercer-cuadrantistas fue alta, suficientes para la tertulia que sugiere. Ánimo.
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