Continuando con mi serie sobre la democracia, quiero, en primer lugar, agradecer los comentarios que mi primera entrada sobre el tema generó. No esperaba tan nutrida reacción. Quiero agradecer las reacciones de todos, pero especialmente a María Fernanda Sánchez, Andrés López (quien acaba de publicar un libro sobre la historia de la lucha antidrogas en Colombia cuya presentación me muero por oír) y Ana Lucía Rodríguez por los comentarios que hicieron.
En esta entrada quiero desarrollar mi crítica a la idea de que, en una democracia, las mayorías eligen. Este
desarrollo está muy inspirado por los comentarios de Andrés López, quien esencialmente hizo dos observaciones sobre mi primera entrada: (1) que no es cierto que todas las democracias son mayoritarias, pues algunas, como Colombia, tienen sistemas electorales proporcionales, y (2) que los defectos de las democracias mayoritarias se corregirían simplemente añadiendo una segunda vuelta electoral.
En primer lugar, es importante distinguir, tal como hacen Shepsle y Bonchek (1997) (en la segunda edición de este libro solo Shepsle es acreditado como autor), entre métodos de votación y sistemas electorales. Un método de votación es el arreglo que un grupo se da para escoger una alternativa entre un grupo de alternativas (candidatos u opciones). Shepsle y Bonchek (1997) hacen énfasis en que el grupo es pequeño. Yo hago más énfasis en la idea de que un método de votación es el mecanismo que un grupo, ya sea pequeño o grande, se da para
tomar decisiones a través de una democracia directa, sin mediación de representantes. Por su parte, un sistema electoral
es el arreglo que un grupo se da para elegir los representantes a una legislatura. En otras palabras, se puede decir que un sistema electoral es un método de votación usado específicamente para resolver el problema de la elección de los miembros de una corporación.
Es bien conocido en la literatura (ver por ejemplo Shepsle y Bonchek, 1997, o Cox, 1997, p. 56) que los sistemas electorales son usualmente clasificados en dos tipos: (1) plurales o mayoritarios y (2) de representación proporcional. Aquí, desafortunadamente, surge un problema de nomenclatura. Dados estos nombres, se puede entender, equivocadamente, que, si un sistema electoral es de representación proporcional, entonces el método de votación no es mayoritario. Yo creo que esa interpretación es incorrecta. Yo creo que la interpretación correcta es: todos los métodos de votación que usamos en la actualidad son mayoritarios; dentro de esos métodos de votación existen unos sistemas electorales que podemos clasificar entre plurales y de representación proporcional (lo cual implica que los sistemas electorales tanto plurales como de representación proporcional son mayoritarios); y que, para evitar confusiones, no deberíamos llamar a los sistemas electorales plurales “mayoritarios”, porque eso puede dar la impresión equivocada de que los sistemas electorales de representación proporcional no son un método de votación mayoritario. Cuando se usa un sistema electoral de representación proporcional no se ha perdido la conexión de la democracia con la mayoría.
En segundo lugar, Andrés López sugiere que los problemas que yo señalo se resolverían simplemente con una segunda vuelta electoral. Aquí construyo un ejemplo para mostrar que la segunda vuelta no es suficiente para resolver los problemas de la democracia mayoritaria.
Suponga usted que la sociedad está dividida en tres grupos: la izquierda, el centro y la derecha. La izquierda, que tiene el 40% de la votación, prefiere al candidato I, pero el centro y la derecha, que tienen cada uno más o menos el 30% de la votación, están de acuerdo en que el candidato I es la peor opción. Sin embargo, el centro y la derecha están divididos en su opción más preferida. El centro prefiere al candidato C y la derecha prefiere al candidato D. Suponga, además, que hay un candidato B, que no es la primera opción de nadie, pero que
todos coinciden en que sería la segunda mejor opción. En síntesis, las preferencias de los tres grupos son así:
Izquierda: I, B, C o D
Centro: C, B, D, I
Derecha: D, B, C, I
Yo argumento que el candidato B es la opción que mejor representa el bien común en esta sociedad, pero la pregunta es: ¿B sería
escogido en una primera o segunda vuelta de un método de votación mayoritario? La respuesta es no. Si las elecciones son a una sola vuelta, tal como se eligen los alcaldes en Colombia, el ganador sería I, a pesar de que el 60% de la población lo considera la peor opción. Fatal, mejor dicho. Pero, si las elecciones fueran a dos vueltas, tal como se elige el presidente en Colombia, a la segunda vuelta pasarían I y C o D. Noten que, como ya dije, I es considerado la peor opción por el 60% del electorado, y que C o D son considerados la peor
o segunda peor opción por el 70% del electorado. Resulta muy claro que la segunda vuelta no resuelve los problemas del método de votación mayoritario. ¿Entonces qué los resuelve? Espere nuestra próxima entrada.
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