Sunday, September 9, 2012

12-09-09: Un cuento de conquista imperial


A comienzos de este año intenté hacer una especialización en narración creativa en la Universidad Central. Fue una experiencia fallida, porque no pude conciliar el trabajo con el estudio. Pero este fue uno de los resultados de ese esfuerzo.

Quién sabe el momento exacto. Quizás fue en 1588, cuando la Armada Invencible de Felipe II de España no pudo derrotar a la marina inglesa de la reina Isabel. O tal vez fue en 1805, cuando la flota británica comandada por Horacio Nelson derrotó a la flota franco-española en Trafalgar. El caso es que Inglaterra se convirtió en la reina de los mares, y sus barcos sirvieron para establecer las más extensas rutas comerciales y el más grande imperio sobre la tierra. En su momento de mayor expansión, el imperio británico gobernó sobre un cuarto del territorio del planeta y sobre un quinto de su población. Desde la caída de Napoleón, en 1815, hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914, en lo que se conoce como el “siglo imperial”, Gran Bretaña fue el poder global por excelencia. Durante buena parte de ese período, el Reino Unido de Gran Bretaña (que reúne a Inglaterra, Escocia y Gales) e Irlanda del Norte fue regentado por Victoria, que fue reina durante el período 1837-1901, de modo que el esplendor inglés más o menos coincide con el período victoriano.

El poder británico no solo era económico, tecnológico y militar. Es cierto que los barcos ingleses llegaron a todos los rincones del planeta en busca de oportunidades comerciales, y que ese afán comercial era visto con desprecio por los enemigos de Inglaterra. Se cuenta que Napoleón, refiriéndose despectivamente de los británicos, repetía una frase que se encuentra publicada en La riqueza de las naciones de Adam Smith: la Inglaterra no es más que una nación de tenderos. Los franceses empezaron a llamar a esos nuevos ricos, a esos parvenus, “la pérfida Albión”. Pero fue sobre la base de las riquezas que produjo el comercio que Inglaterra construyó su imperio.

El imperio no fue solo comercial, sino que fue resultado de una feliz coincidencia de situaciones. Otro factor que contribuyó a su conformación fue el desarrollo tecnológico. Al tiempo con el desarrollo comercial, hubo un desarrollo tecnológico sin precedentes que luego fue bautizado en los libros de historia económica como la “revolución industrial”. Esta revolución tuvo como símbolos la máquina hiladora, la máquina de vapor y el ferrocarril. Así, el “centro” empezó a producir bienes manufacturados, y la “periferia” debió contentarse con producir las materias primas indispensables para el “centro”. El imperio fue el resultado de la reorganización a escala planetaria de la actividad económica.

De esta manera, Inglaterra no solo inventó el capitalismo industrial mundial, sino la justificación teórica de por qué ese arreglo estaba bien. Marx escribió, desde la British Library, que el hogar clásico del régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación que a él corresponden era Inglaterra, y David Ricardo escribió que el libre comercio es bueno para todos los que participan en él, y que ese principio explica por qué Francia y Portugal deben producir vino; América y Polonia, maíz; e Inglaterra,  bienes manufacturados.

Y de la mano del comercio, la economía y la tecnología vino el poder militar. La superioridad militar siempre se ha basado en la superioridad tecnológica. Pizarro y Cortés sometieron a incas y aztecas, a pesar de una apabullante inferioridad numérica, gracias esencialmente a tecnologías que los americanos desconocían: el barco trasatlántico, el caballo, el acero de la espada, la pólvora. Igual pasó con el imperio británico. Los ingleses llegaron con una tecnología que superaba todo lo conocido por los locales. Como escribió el poeta victoriano Hilaire Belloc, “Whatever happens, we have got / The Maxim gun and they have not” (suceda lo que suceda, nosotros tenemos / la ametralladora Maxim y ellos no).

Pero la más aterradora de las superioridades imperiales no era comercial, tecnológica o militar. Era moral. Para los británicos imperiales el mundo se dividía en dos: los civilizados y los salvajes. En la cúspide del mundo civilizado se hallaba el gentleman británico. Así como la Roma clásica se concebía a sí misma como una isla de civilización en un mar de barbarie, la Inglaterra victoriana se concebía a sí misma como un faro de civilización que debía orientar al resto del mundo. No se trataba solo de incorporar a los lugares más remotos del mundo a los flujos de comercio; se trataba de civilizarlos.

El programa era simple. Había que rellenar el mapa del mundo. Había que ir a todos los lugares de la tierra, y mapearlos. Y, en ese proceso, había que abrir nuevas rutas de comercio, y civilizar a los salvajes. Para este programa, el conocimiento geográfico era central. En 1830, los británicos crearon la Royal Geographic Society (RGS) en una usanza no muy distinta de la ya venerable Royal Society, creada en 1660 para promover el avance científico. Ya no era tolerable tener mapas de continentes de los que solo se conocían las costas. Había que mapear completamente el mundo. Y la RGS se dedicó a patrocinar expediciones para obtener el conocimiento geográfico del que se carecía.

Una de esas expediciones fue el viaje del Beagle alrededor del mundo. En 1825 el almirantazgo británico ordenó un viaje de reconocimiento de las costas meridionales de América del Sur. En 1826 dos barcos acometieron el viaje: el Adventure, bajo el mando de Phillip Parker King, quien además era el comandante en jefe de la expedición, y el Beagle, bajo el mando de Pringle Stokes. Durante el viaje, Stokes se suicidó, y, después de un período en el que King había designado como comandante del Beagle al segundo a bordo, el contraalmirante Robert Otway, Comandante en Jefe de la Estación Naval Sudamericana, localizada en Río de Janeiro, impuso como comandante del Beagle a su ayuda de órdenes, el joven teniente de 23 años Robert FitzRoy.

El nombramiento de FitzRoy como comandante del Beagle habría de tener consecuencias inesperadas. El joven comandante continuó con el trabajo científico del Beagle, concentrado en temas cartográficos e hidrográficos. Pero también embarcó a cuatro jóvenes indígenas de la Tierra del Fuego, tres hombres y una niña, se dice que como castigo porque su gente había robado un bote ballenero de la marina británica.

Así se inició un curioso experimento de ingeniería social. Los indígenas fueron bautizados con nombres ingleses (York Minster, Boat Memory, Jeremy —Jemmy— Button y Fuegia Basket) y llevados a Inglaterra. La idea era educarlos en las maneras inglesas y luego devolverlos al Cabo de Hornos, para que ellos se encargaran de llevar a su pueblo la civilización y el cristianismo. Boat Memory pronto sucumbió a la viruela en Inglaterra. Pero los otros tres fueron objeto de un considerable interés. Casi nadie en Inglaterra había visto de primera mano a un “salvaje”, de modo que su presencia en Londres causó sensación. De hecho fueron recibidos por el mismísimo rey de Inglaterra, Guillermo IV, y su esposa Adelaida.

Pero el experimento de ingeniería social no salió bien. Los problemas comenzaron cuando encontraron a York Minster y a Fuegia Basket “abrazándose amorosamente”. La noticia afectó profundamente a FitzRoy. Todo lo que les había enseñado, al parecer, no había servido para nada. Además, Fuegia tenía solo 11 años, y FitzRoy temía que un embarazo de una niña de esa edad fuera un escándalo nacional. Fitzroy decidió que había que devolverlos a su tierra.

Así nació el segundo viaje del Beagle, que terminaría por darle la vuelta al mundo. En ese viaje FitzRoy vio cómo su experimento de ingeniería social terminó por deshacerse en pedazos. Recién desembarcados, York Minster y Fuegia Basket robaron a Jemmy Button; el pueblo de Button arrasó la misión que los británicos establecieron en el Cabo de Hornos; el hijo de Button terminó como asesino de los marineros que se aventuraban por esas latitudes; y Fuegia Basket, convertida ya en una mujer madura, se encargaba de darles alivio sexual a esos mismos marineros.

Quizás haya servido como consuelo para FitzRoy que, durante el segundo viaje del Beagle, el hombre de ciencia que había buscado para que lo acompañara en el viaje, Charles Darwin, recopiló la abundante evidencia que después le serviría para formular la teoría de la evolución. Esta misma teoría, en manos de mentes victorianas tendenciosas, también serviría tanto para que los clérigos se burlaran de los antepasados simiescos de los evolucionistas, como para dar sustento teórico a la idea de la supremacía británica: esta no sería más que otro ejemplo de la “supervivencia de los más aptos”.

Otra de las expediciones patrocinadas por la RGS fueron los viajes de exploración de David Livingstone por el continente africano, con la esperanza de abrir el río Zambezi para el comercio y de descubrir el nacimiento del río Nilo. Livingstone “descubrió” las cataratas Victoria y duró “perdido” durante seis años en África hasta que Henry Morton Stanley, en una expedición financiada por el New York Herald, lo halló, saludándolo con una frase que haría historia: “Dr. Livingstone, I presume?” (¿El Dr. Livingstone, supongo?). El mote de Livingstone era “cristianismo, comercio y civilización”: un resumen perfecto de la mentalidad victoriana.

Para finales del siglo XIX, muy poco del mundo quedaba por mapear. Solo faltaban los polos y los Himalayas. Llegar a los polos se convirtió en una obsesión. Y ya no era solo una obsesión británica. Entre 1908 y 1909 dos americanos, Frederick Cook y Robert Peary, afirmaron haber llegado al polo norte, pero la afirmación de Cook pronto fue cuestionada, y la misma suerte corrió la afirmación de Peary, aunque un poco más tarde. Se volvió entonces un asunto de honor para los británicos llegar al polo sur. Había que hacerlo, además, al modo británico. Era una carrera, es cierto, pero no debía parecer una carrera. Se trataba de llegar primero, pero dando la apariencia de que el propósito prosaico de ser el primero en el polo sur estaba envuelto en un manto de investigación científica y de juego limpio.

Robert Falcon Scott hizo un primer intento. Luego Ernest Shackleton hizo un segundo. Estuvo a solo cien millas su objetivo, pero no lo logró. Entonces Scott lanzó su segunda expedición al polo sur, que lo haría eternamente famoso. Después de haber partido, recibió un telegrama del explorador noruego Roald Amundsen, quien había aparentado hacer un inofensivo viaje por aguas árticas, pero que ahora informaba que su verdadera meta era el polo sur. La conquista del polo sur era ahora una carrera.

El caso es que Amundsen llegó de primero al polo sur, el 14 de diciembre de 1911. Su viaje fue rápido y libre de peligros. Scott también llegó al polo sur, unos 30 días después que Amundsen, el 17 de enero de 1912. El viaje de Scott, a diferencia del de Amundsen, no solo estuvo marcado por la decepción, sino también por la tragedia. No solo Scott vio que había sido derrotado en su intento por llegar al polo de primero, sino que, además, él y su grupo no fueron capaces de retornar con vida del intento. Scott vio morir a sus hombres uno a uno. Primero fue Edgar Evans quien cayó en un coma profundo y no se volvió a recuperar. Luego fue Lawrence Oates, quien sabía que estaba mal físicamente y que estaba demorando a sus compañeros. Decidió entonces cometer uno de los suicidios más famosos de la historia. El 16 de marzo de 1912 les dijo a sus compañeros que iba a dar una vuelta y que quizás le iba a tomar algún tiempo. Luego, el grupo restante fue atrapado por una tormenta que terminó por minar todas las provisiones y energías. Los tres hombres que quedaban murieron de frío, cansancio y hambre extremos  en el refugio precario de su tienda, a solo 11 millas de un depósito de abastecimientos que hubiera podido salvarles las vidas. Sus cuerpos, sus diarios, sus fotografías, fueron descubiertos posteriormente, y hoy son parte de la leyenda. Una cruz en Observation Hill, en la Antártida, recuerda a Scott y sus hombres. Está marcada con unas palabras de un poema de Tennyson: "One equal temper of heroic hearts, / Made weak by time and fate, but strong in will / To strive, to seek, to find, and not to yield" ("un temperamento similar de corazones heroicos / debilitados por el tiempo y la fortuna, pero fuertes en voluntad / Luchar, buscar, encontrar, y no ceder").

El éxito de Amundsen y el fracaso trágico de Scott han sido ampliamente discutidos. Amundsen fue al polo y volvió en trineos tirados por perros, que convenientemente iba sacrificando en la medida en que se agotaban las provisiones, para obtener carne fresca. Sus hombres dominaban la técnica del ski. Scott, por su parte, consideró todas las tecnologías posibles, incluidos los tractores mecánicos, los ponis siberianos y los perros, pero, al final, fueron sus hombres los que jalaron los trineos de provisiones por más de tres cuartas partes del viaje, una caminata de unas 1.600 millas en el frío antártico. Mil otros factores han sido considerados: el vestuario, la comida, el clima. Al final, Scott hizo responsable de su infortunio a la mala suerte. Amundsen, en cambio, sugirió que la mala suerte de Scott fue resultado de su mala preparación. El logro de Amundsen fue el resultado de una concentración exclusiva en el objetivo de llegar al polo, sin ninguna arandela científica, y de una cuidadosa preparación. Scott, por su parte, se convirtió en el símbolo del estoicismo británico frente a la adquisición de conocimiento y la adversidad. Desde el punto de vista británico, Amundsen no jugó limpio. No solo anunció que estaba en el juego solo hasta el último minuto, sino que hizo un uso de los perros de los trineos que era inconcebible para los británicos: Amundsen tenía previsto usar los perros, no solo como medio de locomoción, sino, horror de los horrores, también como alimento. Lord Curzon, el director de la RGS, al brindar por el éxito de Amundsen, lo hizo sarcásticamente en nombre de sus perros, un desplante que Amundsen respondería renunciando a la membresía honoraria de la Sociedad.

Conquistado el polo sur por los noruegos, a los británicos ya solo les quedaban dos metas: cruzar la Antártida por el polo y escalar el Everest. Shackleton intentó hacer lo primero, sin éxito, pero su viaje, que comenzó el 5 de diciembre de 1914, entró en la leyenda. Su barco, el Endurance, quedó atrapado en el hielo, que terminó despedazando la embarcación. La tribulación hizo campamento en el hielo, donde sobrevivió por casi dos años. Después de alcanzar tierra firme, Shackleton se lanzó al mar en un bote salvavidas para buscar rescate. Navegó unas 800 millas para llegar a las isla ballenera de South Georgia. Allí llegó en medio de un temporal. Tuvo que cruzar la isla (51 km) a pie para encontrar la ayuda que buscaba, que le permitió rescatar con vida, el 30 de agosto de 1916, a todos los hombres que había dejado en la Antártida.

La Primera Guerra Mundial demoró los intentos por conquistar el Everest. La guerra que habría de acabar todas las guerras terminó siendo una carnicería que acabó con la inocencia de quienes la sobrevivieron. El Everest era la última gran meta, el último gran objetivo para el orgullo británico. Entre 1921 y 1924 los británicos mandaron tres expediciones al Everest. De todas ellas formó parte George Mallory. La primera sirvió para reconocer el terreno. La segunda para entender que un ascenso sin oxígeno sería casi imposible. En la tercera se debía conquistar la cima. Poco antes de esa tercera expedición, en una gira por los Estados Unidos, a Mallory le preguntaron por qué quería ascender al Everest. Su respuesta se volvió famosa: "Because it's there" (porque está allá). En la tercera expedición, Mallory fue visto, junto con Sandy Irvine, "yendo fuerte hacia la cima". No se sabe si la alcanzó. Ninguno de los dos bajó con vida del intento.

Solo hasta 1953 se escaló el Everest. Para esa fecha, ya la India no formaba parte del Imperio Británico. Cinco años antes, el poderío británico había sido derrotado por un indio flacuchento que pregonaba la no violencia. La conquista del Everest, por un neozelandés y un nepalés, Edmund Hillary y Tenzing Norgay, no fue anunciada inmediatamente en el Reino Unido, para no opacar la ceremonia de coronación de la reina Isabel II. En 1978 Reinhold Messner, un italiano tirolés, escalaría por primera vez el Everest sin oxígeno suplementario, en lo que algunos consideran el primer "verdadero" ascenso de esa montaña. En 1996 un ascenso al Everest altamente comercializado cobró la vida de ocho personas en un solo día y de 15 en toda la temporada de escalada, lo que abrió un enorme debate sobre el propósito de subir a la montaña más alta del mundo.

En 1999 se armó una expedición sobre la idea de que, si Mallory en efecto había sido el primero en escalar el Everest, había una forma de saberlo: si había llegado a la cima, seguramente se habría tomado una foto, y la cámara, a esas alturas, debía haberse conservado. El propósito de la expedición era encontrar la cámara y, por esa vía, resolver de una vez por todas la pregunta de si Mallory había llegado a la cima del Everest. La cámara no fue encontrada, así que el misterio permanece. Pero la expedición encontró lo que es quizás un mayor trofeo: el cuerpo de Mallory. Alejado de la ruta que debía seguir, es claro que Mallory, el escalador por excelencia, había caído por una ladera y se había roto una pierna. Boca abajo, seguía aferrado a la montaña que le había costado la vida. Parte de su precario equipo ha sido después exhibido en algunos museos del mundo. Quizás es el cuerpo de Irvine el que tenga la cámara que devele el misterio de quién escaló el Everest primero. Pero, aunque su hacha fue hallada en 1933 y su cuerpo fue aparentemente visto por un escalador chino en 1975, nadie lo ha vuelto a ver.

En 1997 Gran Bretaña devolvió el control de Hong Kong a los chinos. Hace casi exactamente 100 años Scott murió en el polo sur. Quién sabe cuándo se acabaron los sueños imperiales británicos de conquistar todos los rincones del mundo. Pero todos los seres humanos seguimos, con diversos grados de éxito, en la tarea que Tennyson describió tan bien: luchar, buscar, encontrar y no ceder.

Sunday, September 2, 2012

12-09-02: En defensa del proceso de paz de Santos


El presidente Santos ha decidido dar uno de los pasos más audaces de su gobierno: iniciar un proceso de paz con las Farc y el ELN. El paso es audaz por muchas razones, pero una de las principales es que hay un numeroso e influyente grupo de enemigos de la paz dentro del establecimiento, que se opone a la estrategia de una paz negociada con la guerrilla. Sin embargo, según una encuesta reciente, una mayoría de la población (el 60 por ciento) apoya los acercamientos con la guerrilla.

Escribo esta nota porque, en mi opinión, el proceso de paz del presidente Santos merece apoyo. Creo que no hay que dejarse apabullar por las voces del establecimiento que se oponen al proceso de paz, que provienen especial, pero no únicamente, de la derecha. Que la derecha se oponga al proceso de paz no es sorprendente. Al fin y al cabo, ellos creen que el único guerrillero bueno es un guerrillero muerto, y que la única paz posible es la de la victoria militar.

A la derecha hay que reconocerle que nos enseñó que no había que ser derrotistas frente a la guerrilla, y que podíamos hacerle frente con un fortalecimiento del Estado. Y se alcanzaron logros notables, como las bajas de Raúl Reyes, el Mono Jojoy y Alfonso Cano. Las Farc están disminuidas, pero no derrotadas. La pregunta es si este es un buen momento para iniciar un proceso de paz, o si, por el contrario, iniciando conversaciones echamos para atrás todos los avances militares.

Yo convengo en que nuestra experiencia con los procesos de paz no ha sido la más favorable. Creo que el problema ha estado en la ingenuidad del establecimiento, que ha creído que la guerrilla quiere la paz. Yo creo que para la guerrilla las opciones tienen que ser claras: o acepta la paz o el Estado la destruye. Las negociaciones tienen que hacerse con la perspectiva clara de que, si la guerrilla no las acepta, el único futuro que le espera es un Estado decidido a perseguirlas y aniquilarlas.

Entonces, ¿para qué un proceso de paz? En síntesis, para ahorrarle sufrimiento al país. Si no hay proceso de paz, el Estado tendrá que ganar la guerra, y ese será un proceso doloroso. Si es posible, es preferible ahorrarse ese dolor. Además, un proceso de paz quizás sirva para tener una democracia más amplia, una cosa muy necesaria en una de las sociedades más desiguales del mundo.

Sin embargo, este proceso de paz se tiene que hacer recordando las lecciones del pasado. En particular, el Estado no debe hacer concesiones mientras se llega a los acuerdos, y mucho menos concesiones tan absurdas como el Caguán. Las Fuerzas Armadas deben seguir confrontando a la guerrilla. Las Fuerzas Armadas no deben entender un proceso de paz como un desprecio a su gestión. Por el contrario, si un proceso de paz es hoy posible, es porque la guerrilla está más arrinconada que en el pasado.

Incluso si no cometemos los errores del pasado, existe la posibilidad de que cometamos errores nuevos. Por lo tanto, algunos criterios de negociación son indispensables. De otra parte, algún tipo de veeduría ciudadana del proceso también lo es. Es bueno que el gobierno se mueva oyendo las críticas. Algunas serán paralizantes, y el gobierno tendrá que saber cuándo ignorarlas y cuándo no. Pero, incluso si todo el proceso requiere alguna dosis de discreción y aun de confidencialidad, eso tendrá que combinarse con una ciudadanía informada y consultada.

De otra parte, no se debe esperar demasiado del proceso de paz. Aun si es muy exitoso, habrá formas de violencia que no se erradicarán, porque dependen de la existencia del narcotráfico y de una sociología de la violencia muy difícil de erradicar. Sin embargo, un mundo sin guerrilla pero con narcotráfico y bacrim es mejor que uno con guerrilla, narcotráfico y bacrim.

Santos tiene toda la legitimidad y la sapiencia para adelantar el proceso de paz. Él ha sido el más acérrimo enemigo de la guerrilla. No se puede decir que él negocia desde una posición de debilidad. Quizás tenga la vanidad de querer ser el presidente que trajo la paz a Colombia, y esa vanidad no es buena. Buscar la paz no se puede hacer con el incentivo de esperar un Nobel como recompensa. Pero Santos ha sido, si no el principal contradictor de la guerrilla, sí por lo menos el segundo, y es, por decir algo, más "jodido" que el primero, que en estos asuntos es más primario y básico.

Yo entiendo que haya quienes quieran ponerle condiciones a la paz. Yo entiendo a los que dicen "paz sí, pero con condiciones".  A esos hay que oírlos. Pero a aquellos que dicen "yo soy enemigo de la paz", o "yo soy amigo de la paz pero en abstracto, porque en concreto sigo siendo amigo de la guerra", hay que ignorarlos. Si Colombia está en guerra, tiene que ser porque la guerrilla quiere la guerra, no porque el establecimiento la quiera. Si la guerrilla quiere guerra, no hay más remedio que combatirla y ganarla. Si la guerrilla no quiere guerra, tiene que haber los instrumentos democráticos para incorporarla a la sociedad.

La decisión de Santos de arrancar un proceso de paz es valiente y digna de un estadista. Quizás el proceso fracase, pero hay que intentarlo. Lo peor que nos puede pasar, si no se hacen egregias embarradas, es quedar en el statu quo actual. La guerra es una desgracia y hay que intentar la paz. La paz es civilización; la guerra es barbarie. Y, si nos mantenemos en la barbarie, que sea por ellos, no por nosotros.

Monday, August 20, 2012

12-08-20: Reichel-Dolmatoff: ¿un nazi?


Vi la acusación esta mañana. Rocío Rubio publicó en Facebook que no había que juzgar a Gerardo Reichel-Dolmatoff antes de tiempo. No entendí muy bien la alusión. Busqué un poco, y ahí estaba. Un artículo en la revista Arcadia señalaba que el antropólogo más famoso de Colombia, Gerardo Reichel-Dolmatoff, ya fallecido, tenía un pasado nazi. Las acusaciones no son ligeras: que formó parte del Partido Nacional Socialista (nazi), de las SS y de la guardia personal de Hitler, y que fue un asesino.

El artículo de Arcadia está basado en hallazgos del antropólogo colombiano, radicado en La Florida, Estados Unidos, Augusto Oyuela-Caycedo, expuestos el pasado 17 (o 18) de julio en el 54 Congreso Internacional de Americanistas, que tuvo lugar en la Universidad de Viena, Austria (ver la presentación aquí). La cita no podía ser más adecuada, a los cien años del nacimiento de Reichel en su país de origen. Sin embargo, quizás la conmemoración no salió del todo como se esperaba, debido a la presentación de Oyuela-Caycedo. De alguna manera, el mito se empezaba a desmoronar.

Lo primero que hay que decir es que tanto el artículo de Arcadia como las investigaciones de Oyuela-Caycedo parecen serios. Si ese es el caso, ¿qué debemos pensar de Reichel-Dolmatoff? Es divertido leer lo que escriben los comentaristas del caso en Internet, que revelan distintas opiniones: que Reichel-Dolmatoff no es tan respetable como se pensaba (alguien más o menos dice: “ya me lo imaginaba: yo sí recuerdo sus frases racistas”; otro señala, más o menos, que “ahí está pintada la academia en Colombia: liderada por un tipo —refiriéndose a Reichel— sin títulos académicos”); que Oyuela-Caycedo es un pintado en la pared; o que el periodista que escribió el artículo de Arcadia, Camilo Jiménez Santofimio, solo tiene propósitos amarillistas.

Culpar a Oyuela-Caycedo o a Jiménez Santofimio por decir lo que dicen me parece estúpido. Ellos solo hacen su trabajo, y me parece que lo están haciendo bien. Oyuela-Caycedo está desenterrando una verdad incómoda, pero no por eso no había que desenterrarla. Me imagino que para eso están los arqueólogos: para desenterrar verdades. Los únicos puntos, me parece a mí, son si las acusaciones son verdaderas o no, y, si lo son, cómo debemos reinterpretar al hombre.

Yo no soy experto ni en antropología ni en Reichel-Dolmatoff. Sé que fue un antropólogo muy importante en Colombia, quizás el más importante, y leí algunos textos de él. Recuerdo en particular su artículo en la Nueva historia de Colombia. Una búsqueda rápida en Internet revela que su biografía tiene vacíos importantes. Esos vacíos son llenados en parte por las investigaciones de Oyuela-Caycedo. Pero estas no nos cuentan toda la historia. Oyéndolas, parece claro que Reichel-Dolmatoff sí tuvo un pasado nazi, y que alcanzó a ser asesino por esa afiliación.

Sin embargo, también parece claro que tuvo una crisis, que fue buscado y expulsado por el partido nazi, y que terminó refugiándose al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, si entiendo bien, en Colombia. No se cambió el nombre, pero dejó de utilizar su primer nombre y españolizó su segundo nombre: pasó de ser Erasmus a Gerardo. Así que la cuestión es la siguiente: ¿debemos condenarlo por su pasado nazi, a pesar de su ilustre carrera en Colombia? ¿Qué hubiéramos pensado si, digamos, en 1980 hubiera aparecido un cazador judío de nazis que hubiera dicho que uno de nuestros mayores intelectuales, que fue crucial para entender mejor la diversidad de nuestro país, era en realidad, o por lo menos en una vida pasada, un criminal nazi?

No conozco los detalles de la vida de Reichel-Dolmatoff, y parece que no hay expertos en ella. Oyuela-Caycedo señala que poco sabemos lo que sucedió entre 1936 y 1937. Pero parece claro que Reichel-Dolmatoff, en su juventud, fue nazi, y que luego cambió completamente de opinión. Sin lugar a dudas, Reichel-Dolmatoff creció en un ambiente en el cual era muy difícil no ser pro-nazi. Oyuela-Caycedo provee evidencia de que un primo de él murió en los campos de batalla rusos luchando a favor del nazismo. Pero algo hizo cambiar de opinión a Reichel-Dolmatoff. Sobre eso sabemos muy poco. Es de sabios rectificar, digo yo. Además, Reichel-Dolmatoff había dejado de ser nazi antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, es decir, no fue uno de los que abandonó el barco solo cuando ya era evidente que se estaba hundiendo. No. Algo lo hizo recapacitar, y asumir el costo de huir del nazismo, antes de que este provocara la catástrofe. Una vez en Colombia se volvió miembro de Francia Libre, un movimiento de apoyo al esfuerzo antinazi en América.

Así que el caso de Reichel abre preguntas éticas interesantes: ¿debemos perdonar a un asesino solo porque se arrepintió y llevó después una vida ejemplar? ¿Manchan las nuevas revelaciones la vida y obra del hombre? Yo pienso que cada cual debe pagar por lo que hace. Si Reichel-Dolmatoff fue nazi, y fue asesino por ser nazi, él debe ser responsable por eso. Pero Reichel-Dolmatoff fue más que eso. Quizás lo que fue después tuvo mucho qué ver con lo que fue antes. Quizás sus investigaciones académicas tenían una motivación personal insospechada. Qué curiosa sería la historia si así fuera: por una vía extraña, el nazismo, proponente de la superioridad racial aria, tuvo como consecuencia la exploración y celebración de la diversidad racial colombiana. Reichel-Dolmatoff dijo que Colombia debía sentirse orgullosa de ser una nación mestiza. Nadie mejor que él para decirlo.

Para los que ven a Reichel-Dolmatoff como el maestro, estas nuevas revelaciones sobre su vida deben caer como un baldado de agua fría. Pero, bien vistas las cosas, quizás no debería ser así. El caso de Reichel-Dolmatoff solo personifica los terribles dilemas a los que se vieron sometidos millones de personas por culpa del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Algunos fueron nazis convencidos, y murieron en los campos de batalla. Algunos no murieron, y se vieron obligados a cambiar su ideología con la derrota. Otros, en medio del camino, se dieron cuenta de que el nazismo necesitaba, cuando menos rectificaciones. Ahí estaban, por ejemplo, Rommel, y von Stauffenberg, y ambos pagaron con sus vidas. El viraje de Reichel-Dolmatoff fue más temprano. Mi ejemplo favorito es, sin embargo, el de Ernesto Bein, el “prof”, que huyó de Alemania cuando el nazismo se expandía, y encontró refugio, para siempre, en el Gimnasio Moderno de Bogotá. Conocí al “prof” y tuve que investigar sobre su vida para el número de El Aguilucho, la revista de los estudiantes del Moderno, cuando el “prof” murió, pero nunca tuve la suerte de ir como estudiante a su finca en Tabio: ya estaba muy enfermo. Bein, como Reichel-Dolmatoff, fueron exiliados de la gran Alemania que terminaron en Colombia huyendo del nazismo. Ambos hombres sabios. Ambos hicieron mejor a Colombia. Reichel de manera más pública y Bein de manera más discreta. Siempre he creído que a los hombres hay que juzgarlos en su mejor luz. Quizás la juventud de Reichel-Dolmatoff no fue su mejor momento. Pero supo sobreponerse y llevar posteriormente una vida ejemplar, que lo honra a él y que nos beneficia a nosotros los colombianos. Sepamos que fue un hombre, un ser humano, sometido a presiones terribles, y que fue capaz de liberarse de ellas. Dejémoslo descansar en paz.

Sunday, August 12, 2012

12-08-12: Londres 2012

Los juegos olímpicos tienen una magia especial. Su lema, citius, altius, fortius (más rápido, más rápido, más fuerte), habla de la naturaleza indomable del espíritu humano. En los juegos se compite contra otros, pero principalmente contra uno mismo.

En los juegos olímpicos compiten los países, y uno llora emocionado cuando alguien del propio país logra algún éxito, pero también cuando alguien de otro país logra una marca que parecía imposible. Así triunfa, no solo ese país, sino todo el género humano.

Los juegos son una fiesta de las naciones, una afirmación de las costumbres, un abrazo multinacional y multicultural. Cuántos de nosotros no hemos aprendido que un país existe porque lo hemos visto desfilando en la apertura de unos juegos olímpicos.

Así como la llegada del hombre a la luna fue un logro de Estados Unidos, pero también un logro de toda la humanidad, cada atleta victorioso le da una medalla a su país, pero también a cada uno de nosotros. Ellos, los atletas, rompen marcas en nombre de nosotros, los que estamos fuera de forma, los que estamos viejos, los que tenemos alguna discapacidad, los que no poseemos una genética tan excepcional, o poseemos un kilo de más. Los juegos son para asombrarse de la perfección que los seres humanos pueden lograr.

Los juegos hablan de la dedicación a un objetivo, de dar todo de sí, de competir con todo, pero sin olvidar la gallardía. Los juegos hablan de esos conceptos tan inasibles que son el espíritu deportivo y el juego limpio.

Los juegos son una celebración de la juventud, de la belleza física, de lo que pueden hacer los seres humanos con sus cuerpos. Y uno se pregunta si hay límites a lo que los seres humanos pueden hacer. Claro que los hay, pero siempre nos preguntamos si una décima de segundo más, un centímetro más, un kilo más, son posibles. Y a veces los logramos.

Los juegos hablan del amor al deporte. De hecho, hasta hace no mucho tiempo, los deportistas debían ser amateurs, "amantes" del deporte. Hoy los jugadores olímpicos también pueden ser profesionales, porque los juegos también tienen la vocación de atraer a los mejores, y cada vez más es posible que los deportistas vivan del deporte.

El orgullo nacional está claramente asociado con los juegos. Los juegos olímpicos solo han sido suspendidos por las guerras mundiales, y no cabe duda sobre qué debería preferir un ser humano civilizado. Hitler quiso demostrar la superioridad del nazismo en los juegos de 1936, y no lo logró, porque un atleta negro norteamericano, el legendario Jesse Owens, demostró ser el mejor del mundo. Los negros norteamericanos quisieron llamar la atención sobre su lucha por los derechos civiles en Estados Unidos recibiendo, en los juegos de México de 1968, sus medallas con un puño, enfundado en un guante negro, levantado en alto. Los palestinos quisieron llamar la atención sobre su causa matando atletas israelíes en las olimpíadas de Munich de 1972. La guerra fría también se luchó en los olímpicos. Si los Estados Unidos no fueron a Moscú en 1980, la Unión Soviética no fue a Los Ángeles en 1984. Así como China mostró su ascenso a la supremacía mundial ganando los juegos de 2008, Estados Unidos demuestra que aún es el líder mundial ganando los juegos de 2012. Colombia dio muestras de lo que puede ser ocupando la posición 38 en los olímpicos, la tercera mejor en América Latina, después de Cuba y Brasil, y por encima de México y Argentina. Y qué orgullosos nos sentimos de Mariana Pajón y de nuestros otros atletas. Ellos nos han mostrado que un futuro mejor es posible. Y Gran Bretaña demuestra su civilidad y su decoro quedando de tercera en los juegos que ella misma, impecablemente, organizó. A veces hasta sospecho que ese error inicial de confundir la bandera de Corea del Norte con la del Sur fue premeditado, y tenía como objetivo mandar un mensaje subliminal. Y entre los más destacados atletas británicos estuvo un refugiado somalí, Mohamed Farah, un negro flaco y bello que se convirtió en medallista de oro en los 5.000 y 10.000 metros. Qué símbolo hermoso de lo que significa ser civilizado hoy en día.

Ciertos intelectuales han pensado mal del deporte. Del fútbol se ha dicho que son 22 tipos en calzoncillos corriendo detrás de una pelota. Todos los deportes podrían ser trivializados de igual manera. Lo cierto es que los seres humanos somos poco más que seres juguetones. En vez de Homo sapiens, podemos haber sido, como propone Johan Huizinga, Homo ludens. La vida es un juego. No más y no menos que eso. Y no hay mejores juegos que los juegos olímpicos.

Wednesday, July 18, 2012

12-07-18: Sobre la terrible situación en el Cauca

La situación en el Cauca es muy grave. En principio, la crisis se desató por la solicitud de los indígenas de que el conflicto no sea sobre sus cabezas. Es difícil no sentir cierta simpatía con esa solicitud. Si Pedro y Pablo vienen a pelear a mi casa, es normal que yo les diga: "¡váyanse a pelear a otra parte!".

Sin embargo, la situación no es tan fácil. El punto es que las "partes" del conflicto no son equiparables. No es posible que los indígenas pidan que los que están peleando se vayan, porque una de las partes es el Estado colombiano, y no se puede pedir que el Estado colombiano se retire de una parte de Colombia.

Aún más, expulsar a las Fuerzas Militares de las zonas indígenas puede ser interpretado como un ataque contra las primeras, ataque al que sería completamente legítimo responder con fuerza. Hasta el momento las Fuerzas Militares han respondido de manera admirable, resistiendo la tentación de usar la fuerza frente a lo que puede ser visto como un acto de provocación, pero tiene que llegar el momento en que los indígenas entiendan que sus acciones son ilegales, y que, de persistir, deben ser confrontadas por el Estado.

Retirar al Estado del Cauca indígena sería un error, además, porque, si se retira el Estado, campea la guerrilla. Creer que es posible estar libres del Ejército y la guerrilla es una ingenuidad de los indígenas. Es difícil decir hasta qué punto el movimiento indígena está permeado por la guerrilla, pero lo que sí está claro es que un retiro del Ejército la favorece. Por lo tanto, el movimiento indígena, ya sea por ingenuidad o por malicia, y probablemente por una combinación de las dos, está jugando a favor de la guerrilla.

La lógica indígena (que, yo sospecho, se extiende a otros grupos poblacionales) de que el Estado colombiano es una abstracción que no les compete a ellos es inaceptable. La excepcionalidad indígena no puede llegar hasta el punto de creer que las normas del Estado no les aplican a ellos. No podemos repetir en grande la imagen de Francisco Rojas Birry tratando de escabullirse de la justicia con el argumento de que a él le aplica un fuero indígena. Que viva el Estado pluriétnico y multicultural; no un Estado por cada etnia y cultura. En Colombia habrá paz cuando todos aceptemos la majestad del Estado. Para que todos la acepten, quizás será necesario hacer nuestra democracia más inclusiva. A mí me parece que nuestra democracia ya es suficientemente inclusiva, y nuestros indígenas son particularmente bien tratados por nuestras instituciones, pero, si ciertos grupos poblacionales se sienten agraviados por ellas, habrá que oír sus quejas y corregir las instituciones donde sea necesario.

El tema del Cauca se complica porque allá se concentran todos los problemas de Colombia: grupos armados, narcotráfico, pobreza, tensiones étnicas, etc. El problema es muy difícil, pero, si podemos resolverlo allá, podemos resolverlo en todas partes. El Gobierno tiene que ir allá a dialogar. La línea de base del diálogo tiene que ser que el Estado no se retira. El Estado se queda. Pero el Estado no pueden ser solo Fuerzas Militares. La forma de resolver este conflicto es "ganar" a los indígenas para las instituciones. La oferta para los indígenas tiene que ser: "el Estado se va a quedar acá. Para que ustedes acepten la presencia del Estado, ¿qué quieren a cambio?". Y ahí arranca la negociación.

Algunos dirán que los indígenas ya han recibido mucho. La controversia entre indígenas y blancos en el Cauca data de la Conquista. Los indígenas se sienten agraviados por injusticias de 500 años, y los blancos se sienten cada vez más acorralados y amenazados. El expresidente Uribe tuiteó que los indígenas son el 20 por ciento de la población en el Cauca pero que tienen el 60 por ciento de la tierra, y que son los protagonistas de las invasiones. Los blancos juzgan que los indígenas para qué quieren la tierra si no saben explotarla. Dentro de los blancos caucanos hay algunas de las mentalidades más retardatarias de Colombia.

El lío social del Cauca es supremamente grave. La derecha tiene razón en que la fuerza pública no puede ser retirada. La izquierda tiene razón en que se requiere más presencia del Estado, de todo el Estado, y no solo de las Fuerzas Militares. Yo sí quiero ver al Ministerio del Interior y a todas las agencias sociales del Estado metidos de cabeza resolviendo el lío caucano. Si este lío puede ser resuelto a satisfacción de todas las partes, el lío de Colombia tiene solución.

Saturday, July 7, 2012

12-07-07: La derecha se quita la piel de oveja


Se ha dicho que el reciente homenaje a Fernando Londoño, en el que Álvaro Uribe fue el orador destacado, marca la ruptura de la derecha con el centro. La derecha quiere romper con el centro. Quiere organizarse como opción de poder (aunque ha gobernado, diluida o pura, desde 1998, es decir desde hace 14 años), y Uribe le está poniendo todo el empeño a esa causa. ¿Probables candidatos? Fernando Londoño mismo, si no está inhabilitado, u Óscar Iván Zuluaga (quien, me parece, sería una buena alternativa para ellos, porque es un tipo decente).

Así que no basta con que Santos diga que no quiere pelear con Uribe. Uribe sí quiere pelear con Santos. Los uribistas no bajan a Santos de traidor. Esa pelea se va a dar, porque los uribistas quieren darla.

Es mejor aceptar ese hecho. Y, en consecuencia, no queda nada más que ponerse a armar el centro. El centro puede sonar medias tintas, y así quiere la derecha que suene. Es más: el gobierno Santos, que luce tan acomodaticio, está ayudando a que suene así. Peor aún, en este momento la única que suena con consistencia ideológica es la derecha. El centro está siendo acorralado y bombardeado.

Pero no tiene que ser así. Al centro hay que reconstruirlo, porque solo él nos va a salvar de los extremismos en Colombia. Con una derecha fortalecida, ¿a dónde va a voltear a mirar Colombia? ¿A un centro tan desorganizado que parece inexistente, o a una izquierda dividida entre un Polo desprestigiado y unos Progresistas inventándose, y tratando de acertar en Bogotá? El país tiene que volver a mirar al centro.

Para comenzar, hay que reconstruirlo ideológicamente. La primera premisa tiene que ser: “ni con la guerrilla ni con los paramilitares”. El enemigo de mi enemigo no es mi amigo. Aunque con una ideología propia, el centro tiene que aprender tanto de la derecha como de la izquierda, y convocarlas a ambas. El centro tiene que aprender de la derecha que la primera responsabilidad del Estado es defender la democracia. Pero la amenaza terrorista no proviene solo de la izquierda, y, más aún, no es legítimo promover el paramilitarismo y juntarse con el narcotráfico para combatir el terrorismo de izquierda.

El centro no puede ser visto como blandito con la violencia. Si bien la victoria militar no tiene que ser la única opción del Estado, sí tiene que ser una opción siempre disponible.

En el conflicto que se está luchando, el centro tiene que ser un escrupuloso defensor de los derechos humanos. Episodios como los de los falsos positivos no pueden ocurrir.

Otra premisa del centro tiene que ser la lucha contra el narcotráfico. El narcotráfico le ha hecho un enorme daño al país. Ha financiado la violencia y corrompido las instituciones. Así que el mensaje debe ser: “con los narcos, nada”.

Un mensaje clave del centro debe ser la unión. Uno de los lemas de Estados Unidos es “e pluribus unum”, que quiere decir algo así como que “de muchos hacemos uno”. La derecha en este momento está pregonando la división; el centro debe pregonar la unión. Uno puede pensar de Fernando Londoño lo que quiera, pero su atentado debe concitar un rechazo unánime, y la sanción social de ese hecho se debe dirigir a sus perpetradores, no al gobierno. La sociedad debe estar unida, no dividida, contra los retos.

El centro debe proponer una política social efectiva, financieramente viable y no asistencialista. El centro toma como muy grave el hecho de que Colombia sea uno de los países más desiguales del mundo.

Por último, el centro tiene que ser ejemplo de pulcritud en la política. Debe entender la política como un instrumento de promoción del bien común, no como un instrumento de promoción de intereses particulares. El centro debe expulsar a los hampones de la política. La reciente vergüenza de un Congreso de paramilitares no puede ocurrir con una victoria del centro.

Pero, más allá de la ideología, también hay que mirar de dónde va a salir el liderazgo político del centro. La derecha debe estar compuesta por el Partido Conservador y algunos sectores del Partido de la U. Otros sectores de este partido, el Partido Liberal, Cambio Radical y el Partido Verde tienen el compromiso de armar el centro. No hay un liderazgo obvio para hacerlo. ¿Santos, Vargas Lleras? El Partido Liberal, por ahora, no tiene nada qué ofrecer. Simón Gaviria todavía suena muy biche, y salió muy mal parado de la debacle de la reforma a la justicia. Dentro de los verdes (o, por lo menos, los exverdes), solo Fajardo suena con futuro presidencial, y no sin esfuerzo. Además, conocemos la tendencia de los (ex)verdes para dispararse en el pie. El centro, para ser viable, requiere urgentemente una renovación del liderazgo político: esa parece ser su mayor debilidad. Además, hay que resolver el balance entre “políticos” y “antipolíticos”, que puede dar al traste con la consolidación de un centro unificado.

El futuro político del centro no luce despejado. Pero, ahora que la derecha está dispuesta a despojarse de la piel de oveja, hay que preocuparse por cómo atajar al lobo. Lo peor que puede pasarle al país es que triunfe la polarización que la derecha está proponiendo.

Sunday, June 24, 2012

12-06-24: Soluciones para la crisis congresional

La polémica sobre la reforma a la justicia ha puesto nuevamente sobre el tapete el tema de la reforma del Congreso. Este órgano, sobre todo en nuestro medio, nunca ha tenido buena fama, pero sigue siendo un pilar fundamental de la democracia. La Constitución de 1991 intentó sustituir la democracia representativa por la participativa, es decir, intentó sustituir los políticos por los ciudadanos, pero fracasó, seguramente porque la política es una actividad muy especializada, que es muy difícil de sustituir, y porque en Colombia no hay propiamente ciudadanía. Cerrar el Congreso es siempre un llamado a un autoritarismo hirsuto, que no es conveniente.

Me propongo aquí ofrecer algunas propuestas de reforma del Congreso inacabadas: son borradores más que versiones definitivas, que todo lo que pretenden es humedecer el apetito de una discusión sobre la materia. Tres elementos me parecen esenciales: (1) una mejor elección de los miembros del Congreso, (2) un Congreso más parlamentario, y (3) una reducción de los poderes congresionales. Las propuestas (2) y (3) se pueden entender como variaciones de un mismo tema, y creo que la segunda variación me gusta más que la primera. Veamos.

Una mejor elección
Comencemos por decir que no hay sistemas electorales perfectos. Pero algunos pueden ser verdaderamente perversos. En Colombia la forma de elegir a los congresistas dista de ser buena, pero algunos la justifican diciendo que lo que llega al Congreso es lo que da la tierrita. Yo creo que la tierrita puede dar mejores frutos, pero que los incentivos para que ellos lleguen a los órganos de representación popular están muy distorsionados. El principal problema, a mi modo de ver, es que al Congreso siempre llegan candidatos de minorías y no de mayorías. Un congresista con 75.000 votos es un barón electoral, pero, para un país con más de 20 millones de votantes, ser elegido con 75.000 votos es muy poco. El problema se trató de corregir impidiendo que hubiera más de una lista por partido, pero el voto preferente volvió a abrir la posibilidad de que se elijan candidatos minoritarios.

Al respecto, de manera simple, lo que yo propongo es que cada ciudadano pueda votar por tantos candidatos cuantos escaños tenga la circunscripción electoral en la que esté votando. Por ejemplo, si en Bogotá se eligen 17 representantes a la Cámara, uno debería poder votar por 17 nombres. Esto significa sustituir el voto preferente por el voto aprobatorio.

Naturalmente, la introducción del voto aprobatorio también abre la discusión sobre la conveniencia de tener circunscripciones electorales con muchos escaños. Tal vez 17 por circunscripción son demasiados, para no hablar del Senado, donde hay 100 en la circunscripción nacional. Sin embargo, la propuesta de reducir el número de escaños por circunscripción (y seguramente, en consecuencia, de aumentar el número de circunscripciones) implica, en términos técnicos, proponer un sistema electoral más mayoritario, y eso tiene consecuencias que van más allá de lo que quiero proponer acá. Por ahora mi propuesta simplemente consiste en que, si se está ofreciendo más de un cargo, uno pueda votar por un número de personas igual al número de cargos que hay en disputa.

Una justificación técnica de mi propuesta va más allá de estas notas, pero el punto de fondo es que, para tener un buen sistema electoral, es importante que los votantes manifiesten, no solo cuál candidato les gusta más, sino el ordenamiento de todos los candidatos según las preferencias de los votantes. No basta con que estos expresen sus primeras preferencias; es necesario que expresen sus preferencias completas.

Un Congreso más parlamentario
Lo que sucedió con la reforma a la justicia es que el Congreso demostró una cierta autonomía frente a temas que el Gobierno terminó juzgando (demasiado tarde) inconvenientes. La pregunta es por qué el Congreso puede aprobar leyes que al Gobierno no le gustan. La respuesta es simple: porque en Colombia tenemos un régimen presidencial, y en los regímenes presidenciales el legislativo es nominalmente independiente del ejecutivo. Naturalmente, la independencia no es total: en Colombia el ejecutivo tiene formas de controlar, así sea imperfectamente, al Congreso, incluida la facultad del Gobierno de "avalar" leyes durante el trámite legislativo. Sin embargo, queda espacio para la iniciativa congresional. El problema es que en Colombia el poder que responde mejor a un electorado ilustrado es el ejecutivo, no el legislativo. En otras palabras, el costo político de pasar una mala ley es mayor para el Gobierno que para el Congreso.

Una posibilidad, entonces, es que se formalice la noción de que ninguna ley se puede aprobar sin aval gubernamental. Eso es lo que sucede, en la práctica, en los regímenes parlamentarios. Esto le daría un poder muy grande al Gobierno, pero la pregunta es si ese poder es inapropiado. En la actualidad, el Gobierno (y el sector privado, a través del cabildeo) gasta mucho tiempo tratando de atajar iniciativas legislativas inconvenientes. Eso es ineficiente. Hoy medimos la eficiencia del Congreso por el número de leyes que aprueba, y eso es absurdo. Colombia ya tiene demasiadas leyes sin cumplir, para no hablar del número de leyes a secas. Se debe privilegiar la función del Congreso como espacio para el debate político, y se debe reducir la función del Congreso como productor de leyes.

Una reducción de los poderes congresionales
Consideremos la idea más loca de todas, que podría definirse como un intento de recuperar la democracia participativa. ¿Por qué no tener un Congreso donde se debatan las leyes, pero que no tenga la facultad de aprobarlas? La facultad final de aprobarlas recaería en la ciudadanía. Esta propuesta tiene la dificultad obvia de que a la ciudadanía no se la puede estar convocando a cada rato para votar leyes, a menos que cambiemos el concepto de qué es una ley. Las leyes menores podrían ser aprobadas por el Gobierno en la forma de decretos-leyes, y para la aprobación de las leyes mayores sí se convocaría a la ciudadanía. Naturalmente, existe un grado de arbitrariedad en la distinción entre leyes menores y mayores. Esa distinción podría hacerla una minoría calificada en el Congreso. Por ejemplo, bajo el esquema propuesto, el Gobierno hace las leyes, que son vigorosamente debatidas en el Congreso. De ese debate, el Gobierno puede incorporar mejoras en sus iniciativas, o puede ignorar los consejos de sus opositores. Si éstos creen que el tema vale la pena, entonces pueden pedir que el tema sea aprobado por la ciudadanía.

Esta propuesta forzaría a que los debates en el Congreso se hicieran de cara, y no a espaldas, de la opinión pública, a que los políticos tuvieran una permanente interacción de ideas con la ciudadanía, y a que fueran verdaderos líderes políticos. Me dirán que esta idea es muy loca. Pero nuestro régimen confía mucho en la representación. ¿No es un extremo que en Colombia se pueda hacer una reforma constitucional sin preguntarle a la ciudadanía y decidida solo por un grupúsculo de congresistas? Yo propongo movernos hacia el otro extremo, el de la participación, que en algunos casos puede conducir a una gran abstención en la votación de las leyes, por su naturaleza técnica y especializada. Pero que les abrirá las puertas a todos los interesados para manifestarse, arrebatando a las camarillas políticas el control de los temas de interés nacional.

Saturday, June 23, 2012

12-06-23: Sobre "el polvo mañanero"

En una cita de fisioterapia, me encontré con una revista tipo ¡Hola! que contaba que a Arnold Schwarzenegger se le acababa el matrimonio, por mujeriego. Creo que es una noticia vieja, pero eso es lo que uno hace en los consultorios: leer noticias de ayer. En la prensa también vi la noticia de un arzobispo argentino que había sido pillado en poses muy "amistosas" con una amiga en una playa mexicana. Todos sabemos la triste historia de Tiger Woods, quien, en la cima de su carrera, también fue expuesto por tener una multitud de relaciones extramaritales. El escándalo le interrumpió la carrera, y hoy no es el mismo golfista que antes. Ejemplos de individuos que fueron expuestos al escarnio público por dedicarse a la más humana de las actividades, el sexo, un tilín por fuera de las reglas sociales, abundan.

En vez de censurar a los individuos, yo creo que llegó la hora de cambiar las reglas sociales. Las reglas sobre el sexo han causado incontables sufrimientos e infelicidad a los seres humanos que tratan de conformarse a ellas y no pueden, y es hora de repensarlas. Acabo de leer un libro de Ryan y Jethá (2010), Sex at Dawn: The Prehistoric Origins of Modern Sexuality, que fundamenta esa idea. El libro dice que la monogamia y el matrimonio no son naturales, sino el producto de una evolución cultural surgida a raíz de la introducción de la agricultura. Antes de esta, es decir, por prácticamente toda la historia de la existencia de nuestra especie, los seres humanos habrían sido abiertamente promiscuos (uso esta palabra sin su connotación moral). Pero con la agricultura aparece la propiedad privada y el sexo se vuelve una posesión más.

¿No sería un sexo más abierto una característica de una sociedad mejor? Yo creo que sí. Admito que los celos son una cosa difícil de superar. La teoría tradicional de la sicología evolutiva sugiere que los celos son naturales porque ningún hombre quiere comprometer recursos en la crianza de un niño que no es suyo, y ninguna mujer quiere que aparezca otra a consumir los recursos que el hombre debería gastar dentro de su familia nuclear. Pero esta teoría sugiere, en esencia, que todo sexo es reproducción, y también prostitución: un intercambio de acceso sexual por recursos. Sin embargo, sabemos que el sexo tiene más dimensiones que estas, así las Iglesias se empeñen en enseñarnos que el único fin legítimo del sexo es la reproducción.

De otro lado, hay evidencias biológicas muy fuertes a favor de la idea de que los seres humanos somos promiscuos: el dimorfismo sexual (mayor tamaño de los hombres que de las mujeres); el tamaño del pene y de los testículos, y la posición externa de estos, en los hombres; la ovulación oculta, la receptividad permanente, la líbido y los senos de las mujeres; y la evidencia de competencia de esperma en el tracto reproductivo femenino. Si los seres humanos estamos programados para tener sexo recreativo, y no solo procreativo, y para que el sexo contribuya a la cohesión social, como claramente sucede entre nuestros parientes cercanos los bonobos, la satanización del sexo no monogámico ha sido un grave error, que ha causado incontable dolor.

Lentamente la sociedad vuelve a una concepción más liberal del sexo. Hoy el divorcio y el sexo prematrimonial son permitidos (bueno: por lo menos en Occidente. También acabo de ver la noticia de una pareja en algún país musulmán que va a ser apedreada porque concibió un hijo por fuera del matrimonio. ¡Por Dios! ¿No es eso primitivo?). La monogamia serial (tener una pareja tras otra, a pesar del dolor, para no hablar de los gastos en abogados, que causa romper una relación establecida) se ha vuelto común. Los homosexuales encuentran un ambiente más tolerante (aunque todavía hace falta avanzar mucho más).

Pero persiste la condena a las personas altamente sexuales y al sexo casual. Persiste la condena a los "perros" masculinos y, especialmente, a las "putas" femeninas, que son gente buena en otros aspectos. Además, las parejas se tienen que divorciar cuando no pueden resolver sus problemas sexuales, o le tienen que echar la culpa al sexo por otros problemas de pareja. Que tire la gente como quiera. Que cada pareja resuelva sus reglas sexuales. Ese es problema de cada pareja. Bendecidos los que encuentran en una relación monogámica satisfacción plena. Pero, como nos muestra la experiencia, ese no es el caso para muchas personas. No utilicemos el sexo como la excusa para acabar con una pareja que no funciona en otros planos. Una sociedad sexualmente más liberal permitiría a los individuos vivir más en consonancia y armonía con su fuero interno, y sería más franca y menos mentirosa. En suma, sería una mejor sociedad.

Sunday, April 1, 2012

12-04-01: El terrible caso de la muerte de Luis Andrés Colmenares

El 30 de octubre de 2010, Luis Andrés Colmenares Escobar, un joven a la sazón de veinte años de edad, fue a una fiesta de Halloween con sus amigos de la Universidad de los Andes. Nunca volvió a casa: murió en extrañas circunstancias. Naturalmente, una cosa así no debería ocurrir. Lo que debe ocurrir es que un joven que va a una fiesta vuelva a su casa a descansar. Por eso la muerte de Colmenares ha sido un llamado de atención sobre la consciencia colectiva colombiana.

El caso de la muerte de Luis Andrés ha sido objeto de enorme especulación en corrillos y redes sociales, y de intenso seguimiento en los medios de comunicación. A pesar de la típica indolencia colombiana frente a los actos de violencia, los elementos de este caso se han prestado para una atención desmedida por parte de la ciudadanía y los medios, y para el morbo. Luis Andrés y su acompañante esa noche, Laura Milena Moreno, eran ambos jóvenes estudiantes de la elitesca Uniandes; ambos eran miembros de familias de provincia con éxito profesional en la capital; la de él, una familia guajira que ha llegado lejos a través de la contaduría y la revisoría fiscal, y la de ella, una familia con vínculos en Casanare, que ha hecho fortuna en el negocio petrolero; hay algunos elementos que hacen creer que, detrás de la muerte de Luis Andrés, existe un crimen pasional.

Si hubiera que ponerle un título a la telenovela que se está formando, tal vez no sería "Los ricos también lloran", sino "Los ricos también se ponen los cachos y se matan". Puede que este título falte a la verdad, pero satisface plenamente las ansias de telenovela que se han formado en torno de este caso. Y hacerle justicia a la verdad parece difícil porque, aunque la historia es bien conocida, también es muy confusa: solo la conocemos por boca de dos jovencitas, la ya mentada Laura Moreno y otra amiga de Luis Andrés, Jessy Mercedes Quintero, que hoy tienen casa por cárcel por encubrir los hechos.

Según ellas, Luis Andrés fue con sus amigos de universidad a una fiesta de Halloween; a altas horas de la madrugada salió de la fiesta en compañía de Laura y Jessy a comprar un perro caliente; luego Jessy quedó atrás y, solo en presencia de Laura, Luis Andrés cayó al caño del parque El Virrey en Bogotá y, en teoría, las lesiones causadas por la caída le provocaron la muerte. Laura dice que lo vio caer.

La primera pregunta es: ¿por qué cayó Luis Andrés al caño? Algunas versiones apuntaron a un suicidio. Laura y Jessy defienden la hipótesis de que la caída fue un accidente, probablemente debido a que Luis Andrés estaba alicorado y no en pleno control de sus facultades. La implicación es que, si la caída de Luis Andrés fue un accidente, entonces no hay responsables por su muerte.

Pero hay varios problemas con esa historia. El primero es que cualquiera que conozca el caño de El Virrey sabe que es muy improbable matarse por una caída ahí.

El segundo es que el cuerpo de Colmenares no fue encontrado inmediatamente después de que supuestamente cayó al caño, sino muchas horas después. Colmenares habría caído hacia las tres de la mañana del 31 de octubre, y solo fue encontrado entre las siete y nueve de la noche de ese mismo día. Es decir, el cuerpo estuvo perdido más de 12 horas. Y estuvo perdido, no porque no se lo buscara (tarea que en efecto llevaron a cabo los bomberos), sino porque no apareció. Nuevamente, cualquiera que conozca el caño sabe que ese no es un lugar donde un cuerpo se pierda fácilmente.

El hecho de que el cuerpo hubiera estado perdido por tanto tiempo le añade un toque de incredulidad a la historia de Laura y Jessy. Yo sé, por experiencia propia, que, si voy con una amiga y caigo a una quebrada, lo típico que sucede es que la amiga me ayuda a levantarme de mi caída y atiende mis lesiones. Mas Laura Moreno dice que vio caer a su amigo pero que lo perdió de vista, y por tanto no lo pudo ayudar, en un lugar donde es muy difícil perder de vista a una persona.

Un tercer problema de la historia de Laura y Jessy es que los dictámenes de Medicina Legal indican que Luis Andrés murió de forma violenta. La pregunta es si la violencia que el cuerpo revela es consistente con un accidente. Infortunadamente, la primera necropsia que se le practicó al cuerpo no pareció ser muy detallada, y simplemente señaló que la muerte de Luis Andrés se debió a un trauma en la cabeza y una asfixia por inmersión en líquido, lo cual podría ser consistente con la hipótesis de una caída voluntaria o accidental. Sin embargo, una segunda necropsia, al parecer contratada por lo padres de la víctima, mostró que el cuerpo de Luis Andrés no tenía una herida sino siete, y que además tenía heridas producidas con arma blanca. En este caso la hipótesis del accidente queda completamente descartada.

Pero no hay sino que ver las fotos de la cara del cadáver de Luis Andrés para convencerse de que él no murió por una caída. Es manifiesto que fue sometido a un período de intensa violencia, que le costó la vida. Uno de los amigos de Luis Andrés y Laura, Guillermo Alfonso Martínez, que decía que no tenía por qué dudar de la versión de su amiga Laura, cambió de opinión cuando vio las fotos. La defensa ha dicho que este uso de las fotos ha sido una manipulación de la fiscalía, pero yo debo confesar que tuve una reacción similar a la de Guillermo cuando vi las fotos, y no me siento particularmente manipulado. Me parece que es perfectamente legítimo preguntarse si esas fotos son consistentes con la historia que se está contando.

Ahora, si Luis Andrés murió porque fue sometido a una golpiza, la pregunta es por qué Laura y Jessy insisten en la hipótesis del accidente. Es esa insistencia la que las tiene en la situación de casa por cárcel, y podría implicar una severa condena para ellas.

El caso está rodeado de una serie de aspectos llamativos. El primero es la aparente negligencia del trabajo inicial adelantado por Medicina Legal y la Fiscalía. Es increíble que la primera evidencia que aportó Medicina Legal haya servido para apuntalar el tratamiento que la Fiscalía le dio inicialmente al caso, que fue el de un suicidio o accidente. Tuvo que cambiarse al fiscal del caso para que empezara a explorarse la hipótesis del homicidio.

Lesly del Pilar Rodríguez fue la médica forense que practicó la primera necropsia. Ella explica los resultados de su trabajo con base en las debilidades de los procedimientos de la policía judicial (CTI), la sobrecarga de trabajo y la evidencia de la situación, que a su juicio hizo innecesarios procedimientos adicionales. Según reportes de prensa, la médica afirmó que la de Luis Andrés fue una "muerte violenta a determinar" debido a un trauma en cráneo y asfixia por sumersión en líquido. Debido a la notoriedad del caso, el director de Medicina Legal se vio obligado a expedir un comunicado, defendiendo la reputación de su entidad, afirmando que los hallazgos de la primera necropsia no fueron desmentidos por la segunda, y sosteniendo que Medicina Legal siempre ha dicho que la muerte de Luis Andrés fue una muerte violenta.

El segundo aspecto llamativo es la injerencia de terceros en el caso, lo cual ha servido para mucha especulación. La mamá y la abogada de Carlos Cárdenas, un joven del cual ya hablaremos más adelante, en este momento tienen medida de aseguramiento domiciliaria por entorpecer la investigación y tratar de cambiar el fiscal que está llevando el caso. La pregunta es por qué la mamá de Cárdenas estaría interesada en hacer una cosa así. Al parecer, Carlos Cárdenas es un exnovio de Laura Moreno que estuvo en la fatídica fiesta de Halloween. Eso ha servido para alimentar la especulación de que la muerte de Luis Andrés fue un crimen pasional en el que Laura complotó con una de sus parejas, Carlos, para deshacerse de la otra, Luis Andrés.

La especulación ha llegado a afirmar que el grado de influencia de Cárdenas y su mamá se debe a que el joven sería familiar de Jorge y Mauricio Cárdenas, el anterior director de la Federación Nacional de Cafeteros y el actual Ministro de Minas. El Ministro, en su cuenta de Twitter, ha desmentido esa especie, lo cual muestra que aquí se está hablando más de lo que se debe. Yo creo que lo del complot de Carlos, Laura y Jessy para matar a Luis Andrés está lejos de ser probado, pero sin lugar a dudas un sector de la opinión ya condenó a los tres por la muerte de Colmenares. Aquí la fuerza de los rumores ha sido increíble.

Por último, está el papel de la Universidad de los Andes. El caso ha alcanzado una gran notoriedad en parte porque muchos de los implicados eran estudiantes de esa Universidad, la cual supuestamente educa la élite de este país, y a mí me afecta personalmente, no solo porque soy su egresado, sino porque recientemente he sido profesor de ética allá. Al parecer, la universidad ha escogido mantener el más riguroso silencio sobre el tema. Su posición no es fácil. Sin embargo, surgen dos tipos de preguntas: uno, ¿qué clase de ciudadanos está formando los Andes, supuestamente la mejor universidad del país?, y dos, ¿cómo se debería comportar la universidad en este terrible caso? Sobre lo primero, lo mínimo que uno debiera esperar es que todos salieran vivos de una fiesta de uniandinos. Ese es un estándar de comportamiento que uno esperaría que se cumpliera en toda ocasión. La universidad no se puede convertir simplemente en el reflejo de la decadencia moral de la sociedad colombiana. La universidad debe hacer saber que ser uniandino exige unos estándares de comportamiento que están por encima de lo que se ha vuelto común en la sociedad. Si la universidad está haciendo bien su tarea, entonces no puede ser un espejo de la sociedad, sino un faro para ella.

Sobre lo segundo, me parece que la universidad debería exigir claridad sobre los hechos y justicia. Al fin y al cabo, uno de sus estudiantes, según la mejor evidencia disponible, fue asesinado. Yo soy de la opinión, que puede ser equivocada, de que Luis Andrés no murió de forma accidental. Como uniandino, como profesor de ética de esa universidad, creo que los Andes deberían tener un papel más activo en reclamar verdad y justicia en el caso de Luis Andrés, e insto a todos los que saben una parte de la verdad a que la revelen, y a aquellos que no la saben a que no la inventen. La aterradora sensación de encubrimiento que rodea a este caso debe ser removida.

Saturday, March 17, 2012

12-03-17: Sobre la desaparición de la versión impresa de la Encyclopaedia Britannica

Hace muy pocos días se hizo el anuncio público de que la versión impresa de la Encyclopaedia Britannica (EB) iba a desaparecer. Para los nostálgicos como yo, ese anuncio no dejó de causar pesar. En el artículo del New York Times donde leí por primera vez esa noticia, había una descripción precisa del tipo de comprador promedio de la EB: fuera de las bibliotecas y las universidades, los individuos de clase media que querían señalar su ascenso socio-intelectual exhibiendo en su casa los bellos y costosos volúmenes de la EB, así les tocara pagarlos a cuotas. Conozco la sensación, porque yo, hace quizás unos 15 años, me compré una de esas enciclopedias. Fue una sensación de logro, y todavía hoy me siento orgulloso de exhibir esos libros en la biblioteca de mi casa de campo. Son unos libros bellos, y es hermoso leerlos.

Mi fascinación con las enciclopedias comenzó en la niñez. En la casa de mis padres había dos enciclopedias, que todavía andan por ahí. Una era una versión en español de la EB. La otra era una enciclopedia producida por una editorial española. La EB en español era una versión reducida del original en inglés, pero a mí me parecía maravillosa. Tenía unas imágenes traslúcidas sobre el cuerpo humano y un atlas que me fascinaban. Nada qué ver con la enciclopedia española. Eran dos formas distintas de registrar el conocimiento. Cuando aprendí a montar en bicicleta, leí la Britannica en español para ver si eso me facilitaba el equilibrio. Cuando, con un conjunto de amigos de barrio, pintamos una cancha de tenis en la calle cerrada de en frente de mi casa, consulté en la enciclopedia de mi casa las medidas de la cancha.

Pero la EB ha sucumbido a la presión de los tiempos, la Internet y Wikipedia. Toda una época ha pasado. Naturalmente, la noción de una enciclopedia fue popularizada por los franceses, con Le Breton, Diderot, D’Alembert y Jaucourt a la cabeza. El logro de Jaucourt es especialmente notable: se dice que aportó 17.266 artículos a la Enciclopedia, lo que significa que escribió en promedio ocho artículos al día entre 1759 y 1765. La Enciclopedia francesa fue quizás el mayor símbolo de la Ilustración y del Siglo de las Luces, y un motor detrás de la Revolución Francesa. Pero fue la EB, inicialmente publicada en 1768, la que trajo ese espíritu hasta el presente. De “Britannica” la EB ya no tenía mucho, pues fue comprada en 1901 por unos editores norteamericanos. A pesar de que ellos, para popularizarla, le redujeron el tono académico, también contribuyeron a consolidar la reputación de que la EB es la mejor enciclopedia de referencia general que existe.

Así que lo que está muriendo no es solo un conjunto de libros impresos. Esta muriendo una ambición. La ambición de reunir todo el conocimiento del mundo en un solo lugar. El sueño de creer que el conocimiento es socialmente transformador. La estética del libro impreso. La noción de que el conocimiento está definido por lo que los expertos dicen que es el conocimiento.

La nueva era quizás no rompe del todo con esas ambiciones, pero sí las modifica. La Internet ha puesto a disposición de todos prácticamente toda la información disponible. Antes, tener información era símbolo de cultura. Hoy, tener información ya no es tan importante, porque la Internet y Google la han democratizado. Hoy lo importante es cómo procesar esa información. Hoy importa más, no el que sabe, sino el que entiende qué quiere decir la información.

Wikipedia ha alterado radicalmente la noción de qué debe ser una enciclopedia. En primer lugar, tiene muchos más artículos que los que la EB puede aspirar a tener. En segundo lugar, es gratis. Esto implica que el modelo de negocio de Wikipedia tiene que ser muy distinto del de, por ejemplo, la EB. A mí me parece radical la idea de Wikipedia de que el conocimiento no es para venderlo, sino para ponerlo a disposición de todos de manera gratuita. En tercer lugar, cualquiera puede escribir un artículo en Wikipedia. Esto sirvió mucho para desprestigiarla frente a las enciclopedias tradicionales, pero creo que hoy esa actitud se está revaluando. Para comenzar, Wikipedia ha definido unas guías editoriales. Adicionalmente, parece haber estudios que sugieren que la confiabilidad de los artículos de Wikipedia no es inferior a la de otras enciclopedias más tradicionales, que cuentan con editores y procesos editoriales más reconocidos. Por último, hay una pregunta de fondo: ¿qué es el conocimiento? ¿Lo que un grupo cerrado de expertos dice que es conocimiento, o lo que la gente en su conjunto, en una discusión abierta, define como conocimiento?

Esta discusión me parece del mayor interés. Cuando estaba en la Universidad, me tocó leer sobre la metodología de la ciencia. ¿Cuál es el método científico? Yo, un racionalista, siempre admiré el poder de la ciencia. Por tanto, desprecié un libro de Paul Feyerabend que se llamaba Contra el método. Me pareció la típica basura seudointelectualoide opuesta a lo cierto y a lo correcto.

Hoy, debo admitir, tengo mis dudas. Detrás del discurso “científico” de los científicos sociales muchas veces hay de todo, menos ciencia. A veces hay intereses manifiestamente políticos. A veces hay, en analogía con lo que en el sicoanálisis freudiano se llama “envidia del pene” (el momento de reacción de las niñas cuando descubren que no tienen pene), “envidia de la física”, que sugiere que no puede haber ciencia social si esta no sigue las formas de la física, en particular la tendencia a ser expresada en abstrusas expresiones matemáticas. Las mejores teorías de los economistas son embestidas por violentas crisis económicas y financieras. En fin.

El problema que quiero plantear es cómo se deben relacionar la ciencia y la democracia en una sociedad moderna. Philip Kitcher ha escrito un interesante libro sobre eso. La ciencia moderna se ha vuelto autoritaria y tiránica. Ciencia es lo que los expertos dicen que es ciencia. ¿Pero cómo son elegidos los expertos? Ahí hay una sociología que merece ser estudiada, porque los expertos son un club que vigila cuidadosamente su membresía. ¿Citas Wikipedia y no Nature en tus trabajos académicos? ¿No tienes PhD? ¿Tu PhD es de una universidad dudosa? ¿No publicas mucho? ¿Tu trabajo no ha sido revisado por pares? ¿Solo publicas en revistas de segundo nivel? La EB de alguna manera representa la noción del conocimiento como un club. Pero el modelo Wikipedia sugiere que nada de esas cosas es realmente relevante. El modelo Wikipedia es un modelo democrático del conocimiento.

De otra parte, ¿qué hacer cuando una sociedad desarrolla una mentalidad anticientífica? Por ejemplo, ¿qué hacer cuando en Estados Unidos se extiende un conservatismo basado en un fundamentalismo religioso, que se opone a la teoría de la evolución y a la investigación con células madre? El modelo Wikipedia sugiere que el conocimiento es lo que la comunidad abierta define qué es conocimiento. Esto genera unas dinámicas muy interesantes. Esas dinámicas pueden, ciertamente, conducir a grandes transformaciones sociales, en la misma línea de los enciclopedistas franceses del siglo XVIII. La Internet fue clave para activar a los “indignados” o a los miembros del movimiento “Occupy Wall Street”, y está siendo clave para pedir que se capture a Joseph Kony. De modo que quizás lo único que estamos perdiendo con la desaparición de la versión impresa de la EB son unos bellos libros con letras doradas en los lomos. Siento nostalgia por esos tiempos, pero quizás el futuro habrá de traernos mejores cosas.

Saturday, February 4, 2012

12-02-04: ¿Qué es lo malo, exactamente, del capitalismo?


La crisis económica y financiera mundial que comenzó en 2007 ha tenido diversos efectos. En un plano teórico, ha cuestionado las doctrinas neoliberales y ha ayudado a revivir el pensamiento keynesiano. También ha servido para resaltar la importancia de la regulación en el sistema financiero. Es famosa la declaración de Alan Greenspan ante el Congreso de Estados Unidos, cuando afirmó que se equivocó al creer que los mercados financieros eran capaces de autorregularse.

En un plano práctico, la crisis ha puesto en aprietos a algunas de las economías más importantes del mundo, ha puesto un signo de interrogación sobre la sobrevivencia del euro, ha hecho volver los ojos a los méritos del denominado “capitalismo de estado”, que se practica particularmente en algunas economías emergentes, especialmente China, y ha desatado un movimiento mundial de inconformidad con el “sistema”, que en Estados Unidos se ha denominado “Occupy Wall Street” y en Europa “los indignados”. Este movimiento reclama, de manera vaga, una verdadera democracia, y resiente el excesivo poder de las grandes corporaciones y las entidades financieras. Es indudable que el sistema financiero suscita particular animadversión. Según ese movimiento, el “sistema” debe funcionar a favor del 99%, y no a favor del 1% que supuestamente se está beneficiando ahora.

Yo no creo que los movimientos de “Occupy” y de “los indignados” sean una amenaza real al capitalismo sin una elaboración teórica más profunda. Sin embargo, sería un error ignorarlos completamente. Las señales de inconformidad con el “sistema” no se pueden pasar por alto. El problema es entender qué es, exactamente, lo que está mal con el capitalismo actual. La revista “The Economist”, de forma no muy sorprendente, señala que el “capitalismo de estado” no es una alternativa real al “capitalismo de mercado”.

Un problema que me parece importante del capitalismo actual, y que es particularmente agudo en los mercados financieros, es la tendencia a la especulación. En teoría, una virtud de los mercados es que hallan por sí mismos el “precio correcto” de las cosas. Sin embargo, es evidente que los mercados fallan en esa tarea, y en ningún lugar de manera más clara que en los mercados financieros. El problema es que la lógica de mercado no excluye la especulación, sino que la incentiva. Un especulador es una persona que compra hoy un bien con la expectativa de que suba de precio mañana, para poder venderlo con ganancia. De esta manera, las expectativas de cómo se comportarán los precios son determinantes en el comportamiento de los especuladores. Por ejemplo, si yo creo que los precios de las viviendas seguirán subiendo, es buen negocio comprar una casa hoy. Si todos creemos que los precios de las viviendas seguirán subiendo, los precios subirán, así solo sea porque todos creemos que así será: es el fenómeno de las profecías autocumplidas. En estos casos, como dicen los economistas, los precios se separan de sus “fundamentales”, y se forman unas “burbujas” de precios. Estas fluctuaciones de los precios, muy lejos de sus “verdaderos” niveles de equilibrio, pueden causar violentas fluctuaciones económicas, que generan la ilusión de progreso en épocas de auge, y un dolor muy real en épocas de crisis. La posibilidad de la especulación, sobre todo financiera, crea la sensación en mucha gente de que los financieros pueden enriquecerse sin generar ningún valor real para la economía.

Pero un problema más de fondo se ha puesto de presente con la discusión de las llamadas leyes SOPA y PIPA en Estados Unidos (SOPA es la sigla de Stop Online Piracy Act y PIPA es la sigla de Protect IP Act). Estas leyes tienen como objetivo detener la piratería digital. La Internet ha puesto al alcance de todos unos volúmenes de información antes inimaginables, y hoy es muy fácil tener acceso a un libro, una canción, una película, en Internet, sin tener que pagar un peso. Esas leyes pretendían cambiar este estado de cosas. Sin embargo, varios gigantes de la informática se opusieron a esas leyes, y por el momento su paso por el Congreso ha sido suspendido.

Yo creo que esa no es una discusión menor. En el pasado no se cuestionaba que los medios de producción debían ser privados. La tierra se privatizó, y los medios de producción producidos por el hombre también se privatizaron. Con la creación de las sociedades anónimas, el capital físico se volvió capital financiero, negociable en bolsas de valores. También se desarrolló la convención de que eran los dueños del capital los que contrataban al trabajo, y no al revés. Esto dio un poder muy real a los dueños del capital sobre los dueños del trabajo. Una empresa es usualmente todo menos un lugar democrático: una empresa es un lugar muy jerárquico, donde la voluntad que es ley es la voluntad de los dueños del capital de la empresa, y los trabajadores simplemente obedecen o se marchan.

La era digital ha revitalizado la idea de que las ideas no deben tener dueño. Esta es una noción revolucionaria. El autor de un libro o de una película no podría beneficiarse por vender su obra. Las ideas serían propiedad de todos. Pero, si las ideas pueden ser propiedad de todos, ¿por qué no puede serlo el capital físico o la tierra? La tecnología ha abaratado tanto la difusión de las ideas que ya parece impráctico querer impedir su difusión por medio de patentes y derechos de propiedad.

Una pregunta de fondo es quién debe ser dueño de qué. Responder mal esa pregunta conduce a injusticias sin nombre. Por ejemplo, cuando los españoles llegaron a América, introdujeron una noción de propiedad privada de la tierra que es la raíz de muchas de las fracturas sociales de la América Latina de hoy. ¿Era justo que los españoles fueran los dueños de la tierra, y que los indios y los negros fueran los que la trabajaban? A mi modo de ver, la respuesta es claramente no. La discusión con el capital físico y financiero será seguramente más intensa, pero no deja de llamar la atención que, incluso en Estados Unidos, la idea de que las ideas no deben ser propiedad de nadie va ganando la partida. Yo creo que es de discusiones como ésta de donde van a venir las reformas radicales al funcionamiento de los mercados.