Saturday, June 23, 2012

12-06-23: Sobre "el polvo mañanero"

En una cita de fisioterapia, me encontré con una revista tipo ¡Hola! que contaba que a Arnold Schwarzenegger se le acababa el matrimonio, por mujeriego. Creo que es una noticia vieja, pero eso es lo que uno hace en los consultorios: leer noticias de ayer. En la prensa también vi la noticia de un arzobispo argentino que había sido pillado en poses muy "amistosas" con una amiga en una playa mexicana. Todos sabemos la triste historia de Tiger Woods, quien, en la cima de su carrera, también fue expuesto por tener una multitud de relaciones extramaritales. El escándalo le interrumpió la carrera, y hoy no es el mismo golfista que antes. Ejemplos de individuos que fueron expuestos al escarnio público por dedicarse a la más humana de las actividades, el sexo, un tilín por fuera de las reglas sociales, abundan.

En vez de censurar a los individuos, yo creo que llegó la hora de cambiar las reglas sociales. Las reglas sobre el sexo han causado incontables sufrimientos e infelicidad a los seres humanos que tratan de conformarse a ellas y no pueden, y es hora de repensarlas. Acabo de leer un libro de Ryan y Jethá (2010), Sex at Dawn: The Prehistoric Origins of Modern Sexuality, que fundamenta esa idea. El libro dice que la monogamia y el matrimonio no son naturales, sino el producto de una evolución cultural surgida a raíz de la introducción de la agricultura. Antes de esta, es decir, por prácticamente toda la historia de la existencia de nuestra especie, los seres humanos habrían sido abiertamente promiscuos (uso esta palabra sin su connotación moral). Pero con la agricultura aparece la propiedad privada y el sexo se vuelve una posesión más.

¿No sería un sexo más abierto una característica de una sociedad mejor? Yo creo que sí. Admito que los celos son una cosa difícil de superar. La teoría tradicional de la sicología evolutiva sugiere que los celos son naturales porque ningún hombre quiere comprometer recursos en la crianza de un niño que no es suyo, y ninguna mujer quiere que aparezca otra a consumir los recursos que el hombre debería gastar dentro de su familia nuclear. Pero esta teoría sugiere, en esencia, que todo sexo es reproducción, y también prostitución: un intercambio de acceso sexual por recursos. Sin embargo, sabemos que el sexo tiene más dimensiones que estas, así las Iglesias se empeñen en enseñarnos que el único fin legítimo del sexo es la reproducción.

De otro lado, hay evidencias biológicas muy fuertes a favor de la idea de que los seres humanos somos promiscuos: el dimorfismo sexual (mayor tamaño de los hombres que de las mujeres); el tamaño del pene y de los testículos, y la posición externa de estos, en los hombres; la ovulación oculta, la receptividad permanente, la líbido y los senos de las mujeres; y la evidencia de competencia de esperma en el tracto reproductivo femenino. Si los seres humanos estamos programados para tener sexo recreativo, y no solo procreativo, y para que el sexo contribuya a la cohesión social, como claramente sucede entre nuestros parientes cercanos los bonobos, la satanización del sexo no monogámico ha sido un grave error, que ha causado incontable dolor.

Lentamente la sociedad vuelve a una concepción más liberal del sexo. Hoy el divorcio y el sexo prematrimonial son permitidos (bueno: por lo menos en Occidente. También acabo de ver la noticia de una pareja en algún país musulmán que va a ser apedreada porque concibió un hijo por fuera del matrimonio. ¡Por Dios! ¿No es eso primitivo?). La monogamia serial (tener una pareja tras otra, a pesar del dolor, para no hablar de los gastos en abogados, que causa romper una relación establecida) se ha vuelto común. Los homosexuales encuentran un ambiente más tolerante (aunque todavía hace falta avanzar mucho más).

Pero persiste la condena a las personas altamente sexuales y al sexo casual. Persiste la condena a los "perros" masculinos y, especialmente, a las "putas" femeninas, que son gente buena en otros aspectos. Además, las parejas se tienen que divorciar cuando no pueden resolver sus problemas sexuales, o le tienen que echar la culpa al sexo por otros problemas de pareja. Que tire la gente como quiera. Que cada pareja resuelva sus reglas sexuales. Ese es problema de cada pareja. Bendecidos los que encuentran en una relación monogámica satisfacción plena. Pero, como nos muestra la experiencia, ese no es el caso para muchas personas. No utilicemos el sexo como la excusa para acabar con una pareja que no funciona en otros planos. Una sociedad sexualmente más liberal permitiría a los individuos vivir más en consonancia y armonía con su fuero interno, y sería más franca y menos mentirosa. En suma, sería una mejor sociedad.

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