Sunday, August 12, 2012

12-08-12: Londres 2012

Los juegos olímpicos tienen una magia especial. Su lema, citius, altius, fortius (más rápido, más rápido, más fuerte), habla de la naturaleza indomable del espíritu humano. En los juegos se compite contra otros, pero principalmente contra uno mismo.

En los juegos olímpicos compiten los países, y uno llora emocionado cuando alguien del propio país logra algún éxito, pero también cuando alguien de otro país logra una marca que parecía imposible. Así triunfa, no solo ese país, sino todo el género humano.

Los juegos son una fiesta de las naciones, una afirmación de las costumbres, un abrazo multinacional y multicultural. Cuántos de nosotros no hemos aprendido que un país existe porque lo hemos visto desfilando en la apertura de unos juegos olímpicos.

Así como la llegada del hombre a la luna fue un logro de Estados Unidos, pero también un logro de toda la humanidad, cada atleta victorioso le da una medalla a su país, pero también a cada uno de nosotros. Ellos, los atletas, rompen marcas en nombre de nosotros, los que estamos fuera de forma, los que estamos viejos, los que tenemos alguna discapacidad, los que no poseemos una genética tan excepcional, o poseemos un kilo de más. Los juegos son para asombrarse de la perfección que los seres humanos pueden lograr.

Los juegos hablan de la dedicación a un objetivo, de dar todo de sí, de competir con todo, pero sin olvidar la gallardía. Los juegos hablan de esos conceptos tan inasibles que son el espíritu deportivo y el juego limpio.

Los juegos son una celebración de la juventud, de la belleza física, de lo que pueden hacer los seres humanos con sus cuerpos. Y uno se pregunta si hay límites a lo que los seres humanos pueden hacer. Claro que los hay, pero siempre nos preguntamos si una décima de segundo más, un centímetro más, un kilo más, son posibles. Y a veces los logramos.

Los juegos hablan del amor al deporte. De hecho, hasta hace no mucho tiempo, los deportistas debían ser amateurs, "amantes" del deporte. Hoy los jugadores olímpicos también pueden ser profesionales, porque los juegos también tienen la vocación de atraer a los mejores, y cada vez más es posible que los deportistas vivan del deporte.

El orgullo nacional está claramente asociado con los juegos. Los juegos olímpicos solo han sido suspendidos por las guerras mundiales, y no cabe duda sobre qué debería preferir un ser humano civilizado. Hitler quiso demostrar la superioridad del nazismo en los juegos de 1936, y no lo logró, porque un atleta negro norteamericano, el legendario Jesse Owens, demostró ser el mejor del mundo. Los negros norteamericanos quisieron llamar la atención sobre su lucha por los derechos civiles en Estados Unidos recibiendo, en los juegos de México de 1968, sus medallas con un puño, enfundado en un guante negro, levantado en alto. Los palestinos quisieron llamar la atención sobre su causa matando atletas israelíes en las olimpíadas de Munich de 1972. La guerra fría también se luchó en los olímpicos. Si los Estados Unidos no fueron a Moscú en 1980, la Unión Soviética no fue a Los Ángeles en 1984. Así como China mostró su ascenso a la supremacía mundial ganando los juegos de 2008, Estados Unidos demuestra que aún es el líder mundial ganando los juegos de 2012. Colombia dio muestras de lo que puede ser ocupando la posición 38 en los olímpicos, la tercera mejor en América Latina, después de Cuba y Brasil, y por encima de México y Argentina. Y qué orgullosos nos sentimos de Mariana Pajón y de nuestros otros atletas. Ellos nos han mostrado que un futuro mejor es posible. Y Gran Bretaña demuestra su civilidad y su decoro quedando de tercera en los juegos que ella misma, impecablemente, organizó. A veces hasta sospecho que ese error inicial de confundir la bandera de Corea del Norte con la del Sur fue premeditado, y tenía como objetivo mandar un mensaje subliminal. Y entre los más destacados atletas británicos estuvo un refugiado somalí, Mohamed Farah, un negro flaco y bello que se convirtió en medallista de oro en los 5.000 y 10.000 metros. Qué símbolo hermoso de lo que significa ser civilizado hoy en día.

Ciertos intelectuales han pensado mal del deporte. Del fútbol se ha dicho que son 22 tipos en calzoncillos corriendo detrás de una pelota. Todos los deportes podrían ser trivializados de igual manera. Lo cierto es que los seres humanos somos poco más que seres juguetones. En vez de Homo sapiens, podemos haber sido, como propone Johan Huizinga, Homo ludens. La vida es un juego. No más y no menos que eso. Y no hay mejores juegos que los juegos olímpicos.

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