Acabo de leerme el breve libro Salario mínimo: vivir con nada, de Andrés Felipe Solano (2015, Tusquets), basado en una crónica que el autor escribió para la revista Soho en 2007. Bien escrito, se entiende por qué la crónica en que está basado mereció una considerable atención: finalista del premio FNPI de 2008, y reimpresa en tres antologías de crónicas, una de ellas en lengua extranjera.
Sin embargo, el libro no fue para mí lo que yo esperaba que fuera. No quiero decir que el libro fue una decepción. No. No lo fue. Fue simplemente algo distinto a lo que yo esperaba. Yo, obsesionado con la idea de que la pobreza es una tragedia de una inmoralidad infinita que el sistema económico en el que vivimos no nos deja ver, buscaba en el libro de Solano una ratificación a mis prejuicios. En otros libros similares la he hallado, pero en el de Solano esperaba encontrar esa ratificación en un escenario más próximo a mi terruno. Yo quería saber qué es ser pobre en Colombia.
Y no, no encontré eso. Y no por el tecnicismo de que, estrictamente hablando, una persona que tiene un trabajo y gana el salario mínimo no es considerada una persona pobre en Colombia, aunque todos sabemos que sí lo es. Pero tal vez sí porque una cosa es ser pobre y otra cosa es vivir como pobre durante seis meses. Lo que no encontré en el libro de Solano es la experiencia de ser pobre. Claro, hay algunas descripciones de lo obvio: vivir en un arriendo barato. Gastar mucho dinero en transporte. Encontrar sitios baratos para comer. No poderse comprar los tenis con los que uno está obsesionado. Pero en el libro de Solano la experiencia de ser pobre es sustituida por otras cosas: la transformación de los barrios de Medellín de zonas de guerra a lugares relativamente tranquilos; el descubrimiento del restaurante con el plato de comida más barato; la descripción de algunos personajes, como el DJ o el travesti; la rutina del trabajo; la experiencia de una nueva vida familiar. De hecho, Solano dedica su libro a su “familia en Medellín”, y casi que se siente una cierta relación madre-hijo con su arrendadora, y una cierta tensión sexual con su “hermana política”.
Tal vez lo aterrador que encontré en el libro de Solano es que ser pobre es una experiencia a la que uno se acostumbra. Una vez uno sabe cuánto vale el arriendo, el transporte, la comida, uno se acostumbra, y vive la vida, y casi que describir cómo es la experiencia de ser
pobre se vuelve tan difícil como describir la experiencia de estar vivo. Porque todos lo sabemos: estar vivo no es cumplir con la rutina del trabajo, ir el fin de semana a algún sitio de esparcimiento, tener una relación afectiva. Estar vivo es otra cosa, pero parece que solo pudiera describirse contando la rutina del trabajo, la rumba del fin de semana, la naturaleza de la "infatuación", como se diría en inglés.
Tal vez uno no pueda contar cómo es ser pobre si uno sabe que su propia condición de pobreza es temporal y artificial. Todos podemos, lo digo por experiencia propia, acostumbrarnos a vivir con menos. La pregunta es eso en qué medida modifica nuestras posibilidades como seres humanos, nuestras expectativas, nuestro relacionamiento con los demás. Hasta qué punto es la pobreza una situación en la que uno escoge estar, como dice la gente de derecha, o si ella es mejor descrita como una condena de la que es imposible escapar, como dice la gente de izquierda.
Hablando de cosas relevantes, no un reloj caro, no un vestido fino, ¿puede un pobre aspirar a las mismas cosas fundamentales que un rico? Mi intuición es que no. Que a los pobres en una sociedad de ricos y pobres les estamos robando una parte de su dignidad, y a nosotros mismos, los ricos, una parte de nuestra decencia. Me resuena en la cabeza la frase que alguna vez leí en un libro de antropología sobre la actitud
de algún grupo étnico acerca de la pobreza: “un hombre pobre nos avergüenza a todos”. ¿Por qué, en la sociedad en la que vivo, todos parecemos haber perdido la vergüenza? ¿O será, simplemente, que los pobres no merecen ninguna consideración especial porque son exactamente igual que nosotros, solo que con menos plata?
Si la gente escoge vivir en la pobreza, ¿por qué tanta gente en nuestra sociedad escoge esa condición? Si la pobreza es una condena de la que no se puede escapar, ¿por qué condenamos a tanta gente en nuestra sociedad a esa condición? ¿O será, simplemente, que esas preguntas no
importan? ¿Será que, refiriéndose a lo fundamental, todos somos igualmente ricos o, peor aún, igualmente pobres?
Saturday, October 24, 2015
Saturday, February 21, 2015
La muerte de mi padre, hace un año
Mi padre murió el 23 de febrero de 2014. Al lado de su lecho de muerte escribí un texto, y luego, para su entierro, leí otro, que era en parte un poema de Auden y en parte un texto escrito por mí. Estos son los dos (o tres) textos. El poema de Auden lo transcribo en mi (mala) traducción al español y en su (potente) versión original en inglés.
Texto 1
En este preciso momento, estoy al lado de la camilla de mi padre, donde él yace inconsciente. Quién sabe si se vuelva a levantar. Hay que admitirlo, la hora de su muerte luce cercana, y yo, que me hice el propósito de estar lo más cerca de mis padres en los últimos años de sus vidas, no sé si esté preparado para verlo morir. Entiendo que la muerte es una característica inevitable de la vida, y que mi padre tuvo una vida larga y buena. Entiendo que las cosas están siendo como deben ser: que uno muera de viejo, y que los hijos entierren a los padres. Pero, la verdad, no deja de doler.
Qué tonto que en este momento todo lo que se me ocurre es un sentimiento de gratitud hacia Saludcoop. Sé que los últimos tiempos han sido de discusión sobre nuestro sistema de salud, y aquí está mi padre, muriendo en la camilla de una clínica de segunda categoría de una EPS intervenida y con profundos problemas. Y, sin embargo, aquí está mi padre, siendo razonablemente atendido por gente que, a pesar de todas las dificultades, sigue cumpliendo con su deber. En medio de lo que parece un hospital de guerra, ha habido momentos hasta humanos con mi padre, y no tengo más que agradecimiento por eso. Un buen sistema de salud es una característica esencial de una sociedad civilizada, y aquí en Colombia, aunque las instituciones fallen, las personas siguen trabajando y cumpliendo con su deber.
Pero volvamos a mi padre. Los instantes que está viviendo me obligan a preguntarme, otra vez, cuál es el sentido de todo esto. La vida es buena mientras dura, pero no es para siempre. Y la pregunta es si lo que uno hace mientras está vivo vale la pena. Y ciertamente hay vidas que han sido bien vividas: Shakespeare, Miguel Ángel, Leonardo, Martin Luther King. Pero inevitablemente viene el fin. Y no puedo dejar de pensar en ese cuasi mandato cristiano que nos conmina a pensar en la muerte. La imagen del santo aquel con una calavera en la mano; el letrero en algún cementerio que dice algo así como: “Recuerda que alguna vez nosotros fuimos lo que tú eres; que alguna vez tú serás lo que nosotros somos”. Parafraseando a Neruda, es tan corta la vida y tan larga la muerte. Recuerdo las catacumbas de alguna iglesia romana, decorada con huesos, o las momias de Guanajuato o de San Francisco, preservadas por el clima para recordarnos las vidas de los muertos.
Dicen los cristianos que uno, después de muerto, va al cielo, al purgatorio o al infierno. Un papa reciente dijo que el infierno no existe, que es un lugar figurado. Debe saber de qué está hablando, porque los papas son infalibles. Yo, por mi parte, no tengo esa fe. Yo creo que uno, después de muerto, no se va a ninguna parte. Uno simplemente deja de ser. No creo que haya un lugar donde pueda reencontrar a mi padre, ni donde él pueda reencontrarme a mí. Así que esto es. No habrá más almuerzos los sábados, o viajes a Medellín por carretera, o juegos de golf. Él, viejo, frágil, flaco, canoso, recostado en una camilla, es todo lo que queda de él. Y no por mucho más. Por ahora, todo lo que puedo hacer es llorar. Ya después quizás se calme el llanto y ceda el dolor. Quizás después no duela tanto, y solo queden las memorias y los recuerdos. Para él, ya nada importa. Para mí, la verdad, muy poco.
Texto 2
Funeral blues (Canción triste para un funeral)
W. H. Auden
Detengan todos los relojes, corten el teléfono,
Denle un hueso jugoso al perro para que no ladre;
Silencien los pianos y, con un redoble ensordinado,
Traigan el féretro, que se acerquen los dolientes.
Dejen a los aeroplanos sobrevolar quejumbrosos sobre nuestras cabezas
Garabateando en el cielo el mensaje: “Él Está Muerto”,
Pongan moños de papel crepé en los blancos cuellos de las palomas públicas,
Dejen que los policías de tránsito usen guantes de algodón negro.
Él era mi Norte, mi Sur, mi Este y Oeste,
Mi semana laboral y mi descanso dominical,
Mi medio día, mi media noche, mi conversación, mi canción;
Pensé que el amor duraría por siempre: me equivoqué.
Quién quiere estrellas ahora: apáguenlas todas;
Empaquen la luna y desmantelen el sol;
Desagüen el océano y talen el bosque.
Porque de ahora en adelante nada servirá.
Funeral Blues
Stop all the clocks, cut off the telephone,
Prevent the dog from barking with a juicy bone,
Silence the pianos and with muffled drum
Bring out the coffin, let the mourners come.
Let aeroplanes circle moaning overhead
Scribbling on the sky the message 'He is Dead'.
Put crepe bows round the white necks of the public doves,
Let the traffic policemen wear black cotton gloves.
He was my North, my South, my East and West,
My working week and my Sunday rest,
My noon, my midnight, my talk, my song;
I thought that love would last forever: I was wrong.
The stars are not wanted now; put out every one,
Pack up the moon and dismantle the sun,
Pour away the ocean and sweep up the wood;
For nothing now can ever come to any good.
Él era el capitán, el campeón, el más grande. Así siempre me pareció, incluso cuando ya era un saquito de huesos. Él siempre fue el hombre de la casa, incluso cuando él ya no era mi padre sino mi niño. Nunca me pareció más grande y gigante que cuando dejó de serlo. Hoy está ahí, derrotado, quieto, yerto, pero no siempre fue así. Hubo una época en que era tan grande que no podíamos verlo completo. Como una cordillera. Como un océano. Qué grande me parecía, pero nunca más que cuando, próximo a morir, lo cargué en mis brazos, como si fuera mi niño, y no mi padre.
Todo muerto es bueno, y más mi padre. Mi padre era bueno desde antes de morirse. Tuvo una vida larga y buena, y hoy que lo lloramos, debemos sentirnos felices de lo mucho que lo gozamos. Ya está bien que lo dejemos descansar. Mi viejo, mi padre, mi gigante. Los que le tengan algo que perdonar, perdónenlo. Aprécienlo en su mejor luz, que es como todos debemos ser juzgados. Sé que mi padre no era perfecto, pero cuánto lo era. No era expresivo, pero qué tierno era. Incluso no es cierto que fuera tacaño: era simplemente muy ordenado con su plata. Cuando todo era tempestad, él ponía orden en la borrasca. Él era el mástil que anunciaba que el barco, una vez más, llegaba a buen puerto. Qué columna vertebral era. Cómo dependíamos de él. Él era el árbol en el que buscábamos apoyo y sombra. Si mi madre es Venus o Mercurio, por su amor y su carrera loca, mi padre era el sol, era Atlas, sosteniendo el Universo. Él, digno y discreto siempre, nos enseñaba a mantenernos de pie. No recuerdo nunca a mi padre haberme ayudado a hacer una tarea en el colegio (y, la verdad, yo tampoco es que hiciera muchas), pero una y otra vez me llenó de lecciones. Nunca me compró unos guayos, pero me enseñó qué debía hacer para que yo pudiera comprarlos. Mi padre no hablaba, no decía las cosas, pero cuántas lecciones me dejó en la vida. Ah, padre, qué orgullo y qué admiración siento.
Aprendí la ternura de ver a mis padres caminar cogidos de la mano, más de 60 años después de haberse casado. Y el viejo era tan grande que parecía un gigante. Era el más grande, el campeón, el capitán. No siempre lo entendimos. Él no sabía explicar, y nosotros no siempre sabíamos entender. Aunque yo pegaba mejor, más lindo, más largo, él, de sapito en sapito, siempre me ganó en golf. Golpeaba corto, pero parejo. Yo despotricaba contra los bunkers, y él sorteaba los lagos. Él era el valor de la consistencia. El viejo. El grande. El gigante. Trabajó una vida, sacó adelante a una familia, quiso a una mujer. Qué solos vamos a sentirnos sin ti, mi viejo. Qué lindo va a ser recordarte. Te recuerdo, padre, trayendo billetes de todas partes del mundo para mi colección, billetes que hoy no sé dónde están; te recuerdo como un jinete imponente sobre un burro, en una becerrada en la que yo era un niño, y de la cual alguna foto guarda memoria; te recuerdo, ya viejo, sobre una yegua, recordando a una edad improbable tus dotes de chalán, de joven campesino, en un paseo que hicimos a Sesquilé, cuando quizás yo no había sentado raíces por allá. Y en ese paseo pasaste de chalán a navegante, mi viejo, mi aventurero, mi explorador. Basado en otra foto, mi cabeza inventa otra memoria sobre ti, porque yo todavía no había nacido: te recuerdo joven, bello, flaco, en aquellas épocas en que montar en avión era peligroso, posando en la proa del barco en el que ibas a conquistar el mundo. Mi explorador, mi descubridor, mi adelantado. Te recuerdo orgulloso de los parentescos que yo te inventaba, de don Juan de Castellanos, que no alcanzó a incluirte a ti en sus Elegías de varones ilustres de Indias, o de Dora Castellanos, una poetisa cuya potencia ustedes podrán comprobar a la entrada de los Jardines de Paz.
Te lo debimos haber dicho antes, viejito. Intentamos hacerlo. Intentamos decírtelo y hacértelo saber cuando aún era tiempo. Cuánto te queremos viejito, cuánta falta vas a hacerle a Leticia. Te la vamos a cuidar, viejito, no vamos a dejar que tu casa decaiga. Está bien que te hayas ido primero. Señálanos el camino, explorador, descubridor, adelantado. Ni muerto dejas de darnos lecciones. Ante tu muerte todo lo demás empequeñece. Ante tu muerte solo lo importante aflora. No importa más que sembrar amor, y ser humano. Cuídanos el puesto, que pronto te veremos. Has muerto de pie, como un gigante. Hablo por mí, por mi madre, por mis hermanos. Quiero agradecerles a todos, a los que están aquí y a los que nos han enviado sus condolencias sinceras, su compañía, que nos reconforta en estos momentos. Hablo, padre, por tu familia y por tus amigos, por los que están aquí y por los que no pueden verte. Hablo por tu IBM, por tu Club Rotario, por tu club de golf. Se te quiso, viejo, se te quiere. Has cedido la antorcha, pero la llama alumbra, y cómo conforta. Descansa ya, mi viejo, tu tarea está hecha. Descansa, capitán. Recuerda que se te quiso y se te quiere. Mi padre, mi flaco, mi niño. Ah, y gracias, padre. Mil veces gracias.
Texto 1
En este preciso momento, estoy al lado de la camilla de mi padre, donde él yace inconsciente. Quién sabe si se vuelva a levantar. Hay que admitirlo, la hora de su muerte luce cercana, y yo, que me hice el propósito de estar lo más cerca de mis padres en los últimos años de sus vidas, no sé si esté preparado para verlo morir. Entiendo que la muerte es una característica inevitable de la vida, y que mi padre tuvo una vida larga y buena. Entiendo que las cosas están siendo como deben ser: que uno muera de viejo, y que los hijos entierren a los padres. Pero, la verdad, no deja de doler.
Qué tonto que en este momento todo lo que se me ocurre es un sentimiento de gratitud hacia Saludcoop. Sé que los últimos tiempos han sido de discusión sobre nuestro sistema de salud, y aquí está mi padre, muriendo en la camilla de una clínica de segunda categoría de una EPS intervenida y con profundos problemas. Y, sin embargo, aquí está mi padre, siendo razonablemente atendido por gente que, a pesar de todas las dificultades, sigue cumpliendo con su deber. En medio de lo que parece un hospital de guerra, ha habido momentos hasta humanos con mi padre, y no tengo más que agradecimiento por eso. Un buen sistema de salud es una característica esencial de una sociedad civilizada, y aquí en Colombia, aunque las instituciones fallen, las personas siguen trabajando y cumpliendo con su deber.
Pero volvamos a mi padre. Los instantes que está viviendo me obligan a preguntarme, otra vez, cuál es el sentido de todo esto. La vida es buena mientras dura, pero no es para siempre. Y la pregunta es si lo que uno hace mientras está vivo vale la pena. Y ciertamente hay vidas que han sido bien vividas: Shakespeare, Miguel Ángel, Leonardo, Martin Luther King. Pero inevitablemente viene el fin. Y no puedo dejar de pensar en ese cuasi mandato cristiano que nos conmina a pensar en la muerte. La imagen del santo aquel con una calavera en la mano; el letrero en algún cementerio que dice algo así como: “Recuerda que alguna vez nosotros fuimos lo que tú eres; que alguna vez tú serás lo que nosotros somos”. Parafraseando a Neruda, es tan corta la vida y tan larga la muerte. Recuerdo las catacumbas de alguna iglesia romana, decorada con huesos, o las momias de Guanajuato o de San Francisco, preservadas por el clima para recordarnos las vidas de los muertos.
Dicen los cristianos que uno, después de muerto, va al cielo, al purgatorio o al infierno. Un papa reciente dijo que el infierno no existe, que es un lugar figurado. Debe saber de qué está hablando, porque los papas son infalibles. Yo, por mi parte, no tengo esa fe. Yo creo que uno, después de muerto, no se va a ninguna parte. Uno simplemente deja de ser. No creo que haya un lugar donde pueda reencontrar a mi padre, ni donde él pueda reencontrarme a mí. Así que esto es. No habrá más almuerzos los sábados, o viajes a Medellín por carretera, o juegos de golf. Él, viejo, frágil, flaco, canoso, recostado en una camilla, es todo lo que queda de él. Y no por mucho más. Por ahora, todo lo que puedo hacer es llorar. Ya después quizás se calme el llanto y ceda el dolor. Quizás después no duela tanto, y solo queden las memorias y los recuerdos. Para él, ya nada importa. Para mí, la verdad, muy poco.
Texto 2
Funeral blues (Canción triste para un funeral)
W. H. Auden
Detengan todos los relojes, corten el teléfono,
Denle un hueso jugoso al perro para que no ladre;
Silencien los pianos y, con un redoble ensordinado,
Traigan el féretro, que se acerquen los dolientes.
Dejen a los aeroplanos sobrevolar quejumbrosos sobre nuestras cabezas
Garabateando en el cielo el mensaje: “Él Está Muerto”,
Pongan moños de papel crepé en los blancos cuellos de las palomas públicas,
Dejen que los policías de tránsito usen guantes de algodón negro.
Él era mi Norte, mi Sur, mi Este y Oeste,
Mi semana laboral y mi descanso dominical,
Mi medio día, mi media noche, mi conversación, mi canción;
Pensé que el amor duraría por siempre: me equivoqué.
Quién quiere estrellas ahora: apáguenlas todas;
Empaquen la luna y desmantelen el sol;
Desagüen el océano y talen el bosque.
Porque de ahora en adelante nada servirá.
Funeral Blues
Stop all the clocks, cut off the telephone,
Prevent the dog from barking with a juicy bone,
Silence the pianos and with muffled drum
Bring out the coffin, let the mourners come.
Let aeroplanes circle moaning overhead
Scribbling on the sky the message 'He is Dead'.
Put crepe bows round the white necks of the public doves,
Let the traffic policemen wear black cotton gloves.
He was my North, my South, my East and West,
My working week and my Sunday rest,
My noon, my midnight, my talk, my song;
I thought that love would last forever: I was wrong.
The stars are not wanted now; put out every one,
Pack up the moon and dismantle the sun,
Pour away the ocean and sweep up the wood;
For nothing now can ever come to any good.
Él era el capitán, el campeón, el más grande. Así siempre me pareció, incluso cuando ya era un saquito de huesos. Él siempre fue el hombre de la casa, incluso cuando él ya no era mi padre sino mi niño. Nunca me pareció más grande y gigante que cuando dejó de serlo. Hoy está ahí, derrotado, quieto, yerto, pero no siempre fue así. Hubo una época en que era tan grande que no podíamos verlo completo. Como una cordillera. Como un océano. Qué grande me parecía, pero nunca más que cuando, próximo a morir, lo cargué en mis brazos, como si fuera mi niño, y no mi padre.
Todo muerto es bueno, y más mi padre. Mi padre era bueno desde antes de morirse. Tuvo una vida larga y buena, y hoy que lo lloramos, debemos sentirnos felices de lo mucho que lo gozamos. Ya está bien que lo dejemos descansar. Mi viejo, mi padre, mi gigante. Los que le tengan algo que perdonar, perdónenlo. Aprécienlo en su mejor luz, que es como todos debemos ser juzgados. Sé que mi padre no era perfecto, pero cuánto lo era. No era expresivo, pero qué tierno era. Incluso no es cierto que fuera tacaño: era simplemente muy ordenado con su plata. Cuando todo era tempestad, él ponía orden en la borrasca. Él era el mástil que anunciaba que el barco, una vez más, llegaba a buen puerto. Qué columna vertebral era. Cómo dependíamos de él. Él era el árbol en el que buscábamos apoyo y sombra. Si mi madre es Venus o Mercurio, por su amor y su carrera loca, mi padre era el sol, era Atlas, sosteniendo el Universo. Él, digno y discreto siempre, nos enseñaba a mantenernos de pie. No recuerdo nunca a mi padre haberme ayudado a hacer una tarea en el colegio (y, la verdad, yo tampoco es que hiciera muchas), pero una y otra vez me llenó de lecciones. Nunca me compró unos guayos, pero me enseñó qué debía hacer para que yo pudiera comprarlos. Mi padre no hablaba, no decía las cosas, pero cuántas lecciones me dejó en la vida. Ah, padre, qué orgullo y qué admiración siento.
Aprendí la ternura de ver a mis padres caminar cogidos de la mano, más de 60 años después de haberse casado. Y el viejo era tan grande que parecía un gigante. Era el más grande, el campeón, el capitán. No siempre lo entendimos. Él no sabía explicar, y nosotros no siempre sabíamos entender. Aunque yo pegaba mejor, más lindo, más largo, él, de sapito en sapito, siempre me ganó en golf. Golpeaba corto, pero parejo. Yo despotricaba contra los bunkers, y él sorteaba los lagos. Él era el valor de la consistencia. El viejo. El grande. El gigante. Trabajó una vida, sacó adelante a una familia, quiso a una mujer. Qué solos vamos a sentirnos sin ti, mi viejo. Qué lindo va a ser recordarte. Te recuerdo, padre, trayendo billetes de todas partes del mundo para mi colección, billetes que hoy no sé dónde están; te recuerdo como un jinete imponente sobre un burro, en una becerrada en la que yo era un niño, y de la cual alguna foto guarda memoria; te recuerdo, ya viejo, sobre una yegua, recordando a una edad improbable tus dotes de chalán, de joven campesino, en un paseo que hicimos a Sesquilé, cuando quizás yo no había sentado raíces por allá. Y en ese paseo pasaste de chalán a navegante, mi viejo, mi aventurero, mi explorador. Basado en otra foto, mi cabeza inventa otra memoria sobre ti, porque yo todavía no había nacido: te recuerdo joven, bello, flaco, en aquellas épocas en que montar en avión era peligroso, posando en la proa del barco en el que ibas a conquistar el mundo. Mi explorador, mi descubridor, mi adelantado. Te recuerdo orgulloso de los parentescos que yo te inventaba, de don Juan de Castellanos, que no alcanzó a incluirte a ti en sus Elegías de varones ilustres de Indias, o de Dora Castellanos, una poetisa cuya potencia ustedes podrán comprobar a la entrada de los Jardines de Paz.
Te lo debimos haber dicho antes, viejito. Intentamos hacerlo. Intentamos decírtelo y hacértelo saber cuando aún era tiempo. Cuánto te queremos viejito, cuánta falta vas a hacerle a Leticia. Te la vamos a cuidar, viejito, no vamos a dejar que tu casa decaiga. Está bien que te hayas ido primero. Señálanos el camino, explorador, descubridor, adelantado. Ni muerto dejas de darnos lecciones. Ante tu muerte todo lo demás empequeñece. Ante tu muerte solo lo importante aflora. No importa más que sembrar amor, y ser humano. Cuídanos el puesto, que pronto te veremos. Has muerto de pie, como un gigante. Hablo por mí, por mi madre, por mis hermanos. Quiero agradecerles a todos, a los que están aquí y a los que nos han enviado sus condolencias sinceras, su compañía, que nos reconforta en estos momentos. Hablo, padre, por tu familia y por tus amigos, por los que están aquí y por los que no pueden verte. Hablo por tu IBM, por tu Club Rotario, por tu club de golf. Se te quiso, viejo, se te quiere. Has cedido la antorcha, pero la llama alumbra, y cómo conforta. Descansa ya, mi viejo, tu tarea está hecha. Descansa, capitán. Recuerda que se te quiso y se te quiere. Mi padre, mi flaco, mi niño. Ah, y gracias, padre. Mil veces gracias.
Wednesday, January 28, 2015
Medina responde: Sobre renta básica universal (RBU) y socialismo
Hace poco publiqué unos comentarios sobre el libro El fénix rojo de Luis Fernando Medina. A raíz de eso, el me pidió escribir un "guest post" en mi blog respondiendo a mis comentarios. Todo un honor. Aquí va lo que escribió Luis Fernando. Obviamente, tendrá una respuesta.
Hace unos años un gran amigo mío hizo una queja que se ha quedado conmigo desde entonces. Decía que cuando uno se mete al mundo académico lo hace con la ilusión de escribir para comenzar debates interesantes pero que luego los procedimientos necesarios para publicar son tan engorrosos y mezquinos que cuando finalmente el escrito de marras sale a la luz uno ya no tiene el más mínimo interés en la conversación que uno dizque quería iniciar. Por eso ha sido para mí un cambio muy placentero la experiencia de publicar “El Fénix Rojo”. A pocos meses de salir el libro a la luz ya he tenido el privilegio de que Daniel Castellanos haga algunos comentarios muy interesantes, manteniendo justo el tipo de intercambio que yo quería alentar cuando lo escribí. Abusando de su hospitalidad, voy a ocupar un poquito de espacio de su blog para responder a sus observaciones.
En aras de la brevedad, me voy a concentrar aquí en el tema del que más se ocupa Daniel, el de la relación entre la renta básica universal (RBU) y otras propuestas de reforma al sistema económico actual. No es el único tema y estoy seguro que Daniel tendrá reparos justificados a otras partes del libro, pero creo que este el asunto más polémico.
Realmente, las diferencias entre Daniel y yo en este punto son mucho menores de lo que un lector desprevenido podría creer. Daniel defiende en sus comentarios una propuesta que, si no lo interpreto mal, se acerca bastante a las nociones de “stakeholder capitalism” que han venido surgiendo en los círculos progresistas británicos. Más exactamente, Daniel propone un trípode de reformas: a. convertir las empresas en algo así como entidades de interés público y gestión privada, b. canalizar los ahorros a través de un banco público o banco ciudadano que asigne el capital respondiendo a mecanismos de mercado y c. erigir un programa público de empleo donde el Estado sea el “empleador de última instancia.”
En cuanto al punto b. no tengo desacuerdos. De un tiempo para acá se han alzado voces en Europa que proponen precisamente la creación de un Banco Ciudadano de Depósitos como una alternativa al actual sistema financiero para evitar los riesgos de insolvencia y fragilidad que tanto daño han hecho en los últimos años. A mí me parece una idea digna de estudiarse y, por lo poco que la he estudiado, la suscribo.
En lo que hace a los otros dos puntos, si los miramos con detenimiento vemos que la suma de las dos reformas está muy, muy cerca de un sistema de RBU. Yo haría, sin embargo, dos observaciones que me llevan a preferir la RBU. La idea a. es bastante atractiva como principio. A mí me parece que muchos problemas del capitalismo actual se podrían abordar democratizando la gestión empresarial, por lo menos un poco. Existen hoy en día conglomerados empresariales que son más grandes que muchos países y que funcionan como autocracias sin tomar en cuenta para nada su impacto sobre las comunidades en las que operan. El problema que yo veo es que, desde el punto de vista normativo no me parece correcto atar el ingreso de las personas a una empresa en particular, máxime dado que la economía actual es muy flexible y cambiante. Digamos, por ejemplo, dos ingenieros exactamente igual de calificados se gradúan el mismo día (digamos hace unos 15 años). Uno de ellos entra a trabajar en el sector de “Big Data” y el otro se queda en un sector más tradicional. Al pasar los 15 años, el primero se ha beneficiado de los enormes aumentos de productividad del “Big Data” mientras que el segundo permanece estancado, en ambos casos por razones que escapan al control de los individuos. Otra forma de verlo es que, en un mundo con alta movilidad del trabajo, no solo entre regiones geográficas sino también entre sectores económicos, para poner en marcha la idea de control democrático de las empresas habría que tener en cuenta que los “stakeholders” van cambiando todo el tiempo.
Yo no veo ambas opciones como antagónicas. Al contrario, creo que la RBU abriría espacio para la creación de empresas más democráticas. La RBU, en últimas, permitiría a los ciudadanos crear asociaciones productivas con reglas internas democráticas sin tener que esperar a que los dueños del capital se fijen en ellos. Podría pensarse en combinar los dos elementos: un programa de RBU que ayude a la creación de nuevas empresas cooperativas y democráticas y, al mismo tiempo, regulaciones que vayan actuando sobre las empresas que ya existen. Así no sería necesaria una “terapia de choque”. Al fin y al cabo, tratar de democratizar todo el aparato productivo de un tajo podría ser muy complejo. Sería mejor ir con cautela, dejando que, debidamente financiados con la RBU, los mismos ciudadanos vayan también creando nuevas opciones.
En cuanto a la comparación entre el “empleador de última instancia” y la RBU, yo entiendo que la RBU violenta la intuición de muchas personas de que nadie debe ganar dinero sin trabajar. Tengo mucho qué decir al respecto, pero por ahora me limitaré a decir que el escenario en el cual la gente masivamente deja de trabajar siempre me ha parecido muy alarmista. No olvidemos que con la RBU sigue siendo cierto que quien más trabaje más gana. Entonces, es posible que existan algunas pocas personas que prefieran quedarse con la RBU a ganar un poco más y al mismo tiempo ser productivos (cosa que a la inmensa mayoría nos gusta). Pero, yo siempre he creído que si hay alguien así, si hay alguien que de verdad, verdad, prefiere quedarse en la casa viendo TV y cobrando su RBU sin hacer nada útil, es mejor que esa persona se salga del mercado laboral. Es alguien que a donde quiera que vaya a trabajar va a estar saboteando el esfuerzo de los demás y enrareciendo el clima laboral. Mejor pagarle su modesta RBU y que se quede en la casa de donde no debería haber salido.
Para terminar por el momento (si de mí dependiera me quedaría discutiendo estos temas indefinidamente), diré que la RBU por sí sola no es socialismo. En eso estamos de acuerdo. Pero creo que la RBU es la posibilidad de crear un “socialismo desde abajo”, es la forma de dejar que sean los propios ciudadanos los que, gracias a la libertad que les permite la RBU, van buscando las formas más creativas y mutuamente benéficas de organizarse en busca no solo del bienestar material sino también de la autorealización individual y colectiva.
Nuevamente, le quiero dar las gracias a Daniel por sus comentarios y por su hospitalidad.
Hace unos años un gran amigo mío hizo una queja que se ha quedado conmigo desde entonces. Decía que cuando uno se mete al mundo académico lo hace con la ilusión de escribir para comenzar debates interesantes pero que luego los procedimientos necesarios para publicar son tan engorrosos y mezquinos que cuando finalmente el escrito de marras sale a la luz uno ya no tiene el más mínimo interés en la conversación que uno dizque quería iniciar. Por eso ha sido para mí un cambio muy placentero la experiencia de publicar “El Fénix Rojo”. A pocos meses de salir el libro a la luz ya he tenido el privilegio de que Daniel Castellanos haga algunos comentarios muy interesantes, manteniendo justo el tipo de intercambio que yo quería alentar cuando lo escribí. Abusando de su hospitalidad, voy a ocupar un poquito de espacio de su blog para responder a sus observaciones.
En aras de la brevedad, me voy a concentrar aquí en el tema del que más se ocupa Daniel, el de la relación entre la renta básica universal (RBU) y otras propuestas de reforma al sistema económico actual. No es el único tema y estoy seguro que Daniel tendrá reparos justificados a otras partes del libro, pero creo que este el asunto más polémico.
Realmente, las diferencias entre Daniel y yo en este punto son mucho menores de lo que un lector desprevenido podría creer. Daniel defiende en sus comentarios una propuesta que, si no lo interpreto mal, se acerca bastante a las nociones de “stakeholder capitalism” que han venido surgiendo en los círculos progresistas británicos. Más exactamente, Daniel propone un trípode de reformas: a. convertir las empresas en algo así como entidades de interés público y gestión privada, b. canalizar los ahorros a través de un banco público o banco ciudadano que asigne el capital respondiendo a mecanismos de mercado y c. erigir un programa público de empleo donde el Estado sea el “empleador de última instancia.”
En cuanto al punto b. no tengo desacuerdos. De un tiempo para acá se han alzado voces en Europa que proponen precisamente la creación de un Banco Ciudadano de Depósitos como una alternativa al actual sistema financiero para evitar los riesgos de insolvencia y fragilidad que tanto daño han hecho en los últimos años. A mí me parece una idea digna de estudiarse y, por lo poco que la he estudiado, la suscribo.
En lo que hace a los otros dos puntos, si los miramos con detenimiento vemos que la suma de las dos reformas está muy, muy cerca de un sistema de RBU. Yo haría, sin embargo, dos observaciones que me llevan a preferir la RBU. La idea a. es bastante atractiva como principio. A mí me parece que muchos problemas del capitalismo actual se podrían abordar democratizando la gestión empresarial, por lo menos un poco. Existen hoy en día conglomerados empresariales que son más grandes que muchos países y que funcionan como autocracias sin tomar en cuenta para nada su impacto sobre las comunidades en las que operan. El problema que yo veo es que, desde el punto de vista normativo no me parece correcto atar el ingreso de las personas a una empresa en particular, máxime dado que la economía actual es muy flexible y cambiante. Digamos, por ejemplo, dos ingenieros exactamente igual de calificados se gradúan el mismo día (digamos hace unos 15 años). Uno de ellos entra a trabajar en el sector de “Big Data” y el otro se queda en un sector más tradicional. Al pasar los 15 años, el primero se ha beneficiado de los enormes aumentos de productividad del “Big Data” mientras que el segundo permanece estancado, en ambos casos por razones que escapan al control de los individuos. Otra forma de verlo es que, en un mundo con alta movilidad del trabajo, no solo entre regiones geográficas sino también entre sectores económicos, para poner en marcha la idea de control democrático de las empresas habría que tener en cuenta que los “stakeholders” van cambiando todo el tiempo.
Yo no veo ambas opciones como antagónicas. Al contrario, creo que la RBU abriría espacio para la creación de empresas más democráticas. La RBU, en últimas, permitiría a los ciudadanos crear asociaciones productivas con reglas internas democráticas sin tener que esperar a que los dueños del capital se fijen en ellos. Podría pensarse en combinar los dos elementos: un programa de RBU que ayude a la creación de nuevas empresas cooperativas y democráticas y, al mismo tiempo, regulaciones que vayan actuando sobre las empresas que ya existen. Así no sería necesaria una “terapia de choque”. Al fin y al cabo, tratar de democratizar todo el aparato productivo de un tajo podría ser muy complejo. Sería mejor ir con cautela, dejando que, debidamente financiados con la RBU, los mismos ciudadanos vayan también creando nuevas opciones.
En cuanto a la comparación entre el “empleador de última instancia” y la RBU, yo entiendo que la RBU violenta la intuición de muchas personas de que nadie debe ganar dinero sin trabajar. Tengo mucho qué decir al respecto, pero por ahora me limitaré a decir que el escenario en el cual la gente masivamente deja de trabajar siempre me ha parecido muy alarmista. No olvidemos que con la RBU sigue siendo cierto que quien más trabaje más gana. Entonces, es posible que existan algunas pocas personas que prefieran quedarse con la RBU a ganar un poco más y al mismo tiempo ser productivos (cosa que a la inmensa mayoría nos gusta). Pero, yo siempre he creído que si hay alguien así, si hay alguien que de verdad, verdad, prefiere quedarse en la casa viendo TV y cobrando su RBU sin hacer nada útil, es mejor que esa persona se salga del mercado laboral. Es alguien que a donde quiera que vaya a trabajar va a estar saboteando el esfuerzo de los demás y enrareciendo el clima laboral. Mejor pagarle su modesta RBU y que se quede en la casa de donde no debería haber salido.
Para terminar por el momento (si de mí dependiera me quedaría discutiendo estos temas indefinidamente), diré que la RBU por sí sola no es socialismo. En eso estamos de acuerdo. Pero creo que la RBU es la posibilidad de crear un “socialismo desde abajo”, es la forma de dejar que sean los propios ciudadanos los que, gracias a la libertad que les permite la RBU, van buscando las formas más creativas y mutuamente benéficas de organizarse en busca no solo del bienestar material sino también de la autorealización individual y colectiva.
Nuevamente, le quiero dar las gracias a Daniel por sus comentarios y por su hospitalidad.
Monday, January 26, 2015
La izquierda y las elecciones griegas
Al momento de escribir estas líneas, se
están conociendo los resultados de las elecciones parlamentarias que definen el
nuevo gobierno de Grecia. El movimiento Syriza, de izquierda, liderado por
Alexis Tsipras, ganará las elecciones, y estará muy cerca de tener una mayoría
absoluta. Si lo logra, será una revolución, no solo en Grecia, sino también en
Europa.
La izquierda ha ganado popularidad en Grecia debido a las severas medidas de austeridad que se han impuesto, como consecuencia de la crisis económica y financiera que azotó al mundo desde 2008. Antes de la crisis, el nivel de vida griego se mantuvo con préstamos provenientes principalmente de bancos alemanes. El nivel de endeudamiento de los griegos superó sus posibilidades. Con la crisis, lo normal hubiera sido un default de la deuda y una devaluación de la moneda, pero lo primero era fatal para los bancos alemanes, principales prestamistas, y lo segundo estaba fuera de (casi) toda posibilidad, debido a que Grecia forma parte de la zona euro.
Grecia entonces negoció un rescate con Europa (Alemania), pero a cambio Alemania exigió un riguroso plan de austeridad, para garantizar que a los bancos alemanes se les pagaría puntualmente. Los griegos están hartos de la austeridad, que ellos perciben impuesta por el gobierno y los bancos alemanes, y de ahí el éxito de la izquierda en las elecciones. Para la izquierda griega, se trata de escoger entre el bienestar del pueblo griego o el bienestar de los banqueros alemanes. Y, puestas así las cosas, no hay mucha discusión.
Si la izquierda se sale con la suya, los pagos a los bancos alemanes cesarán. Si eso ocurre, entonces los bancos alemanes dejarán de financiar a Grecia. Sin financiación, Grecia se verá obligada a tomar medidas excepcionales. Una de ellas bien puede ser devaluar la moneda, es decir, salirse el euro. Y salirse del euro puede tener importantes consecuencias políticas para la unidad de Europa.
La verdad es que las economías alemana y griega pertenecen a dos ligas diferentes, y por lo tanto, tener una sola moneda para ellas no suena muy razonable. El euro existe más por razones políticas que económicas. Pero, si ciertos países —Grecia hoy, España mañana— empiezan a percibir que es más fácil, o laxo, conducir la política económica por fuera del euro que por dentro, ¿qué será de la idea de Europa? ¿Se ablandará Merckel para permitir que Europa subsista? Quizás no. Desde el punto de vista alemán, los griegos quieren vivir por encima de sus posibilidades y pasarles la cuenta a los alemanes. Desde el punto de vista griego, no tiene sentido que se atiendan primero las necesidades de los bancos alemanes que del pueblo griego.
Lo que está en juego son dos lógicas de ver el mundo. En una, hay que “poner primero a la gente”. En otra, lo correcto es “siempre pagar tus obligaciones financieras”: así se te puede seguir prestando. Lo cierto es que la severidad de la crisis económica le está dando un nuevo respiro a la izquierda en la periferia de Europa occidental, y lo que pueda salir de eso es incierto. Ojalá no sea una nueva decepción para el pueblo griego (y más adelante para el español).
La izquierda ha ganado popularidad en Grecia debido a las severas medidas de austeridad que se han impuesto, como consecuencia de la crisis económica y financiera que azotó al mundo desde 2008. Antes de la crisis, el nivel de vida griego se mantuvo con préstamos provenientes principalmente de bancos alemanes. El nivel de endeudamiento de los griegos superó sus posibilidades. Con la crisis, lo normal hubiera sido un default de la deuda y una devaluación de la moneda, pero lo primero era fatal para los bancos alemanes, principales prestamistas, y lo segundo estaba fuera de (casi) toda posibilidad, debido a que Grecia forma parte de la zona euro.
Grecia entonces negoció un rescate con Europa (Alemania), pero a cambio Alemania exigió un riguroso plan de austeridad, para garantizar que a los bancos alemanes se les pagaría puntualmente. Los griegos están hartos de la austeridad, que ellos perciben impuesta por el gobierno y los bancos alemanes, y de ahí el éxito de la izquierda en las elecciones. Para la izquierda griega, se trata de escoger entre el bienestar del pueblo griego o el bienestar de los banqueros alemanes. Y, puestas así las cosas, no hay mucha discusión.
Si la izquierda se sale con la suya, los pagos a los bancos alemanes cesarán. Si eso ocurre, entonces los bancos alemanes dejarán de financiar a Grecia. Sin financiación, Grecia se verá obligada a tomar medidas excepcionales. Una de ellas bien puede ser devaluar la moneda, es decir, salirse el euro. Y salirse del euro puede tener importantes consecuencias políticas para la unidad de Europa.
La verdad es que las economías alemana y griega pertenecen a dos ligas diferentes, y por lo tanto, tener una sola moneda para ellas no suena muy razonable. El euro existe más por razones políticas que económicas. Pero, si ciertos países —Grecia hoy, España mañana— empiezan a percibir que es más fácil, o laxo, conducir la política económica por fuera del euro que por dentro, ¿qué será de la idea de Europa? ¿Se ablandará Merckel para permitir que Europa subsista? Quizás no. Desde el punto de vista alemán, los griegos quieren vivir por encima de sus posibilidades y pasarles la cuenta a los alemanes. Desde el punto de vista griego, no tiene sentido que se atiendan primero las necesidades de los bancos alemanes que del pueblo griego.
Lo que está en juego son dos lógicas de ver el mundo. En una, hay que “poner primero a la gente”. En otra, lo correcto es “siempre pagar tus obligaciones financieras”: así se te puede seguir prestando. Lo cierto es que la severidad de la crisis económica le está dando un nuevo respiro a la izquierda en la periferia de Europa occidental, y lo que pueda salir de eso es incierto. Ojalá no sea una nueva decepción para el pueblo griego (y más adelante para el español).
Historia del pene y aledaños
Cuando era niño, hace muchos años, oí por primera vez, de boca de mis hermanos mayores y de sus amigos, un poema procaz que hablaba de historia, filosofía y religión. Era, quizás, una forma grosera y divertida de recordar las lecciones del colegio. Luego encontré una versión mecanografiada entre algún libro, que seguramente era un texto escolar. Uno de sus versos, quizás por su sabiduría infinita, me quedó grabado para siempre en la memoria: “Schopenauer, con duro pesimismo, decía que toda chocha era lo mismo”.
En alguna discusión reciente con mis compañeros del colegio recordé el verso, y eso incitó mi curiosidad por recuperar todo el poema. Una breve búsqueda en Internet me llevó al título y a fragmentos del poema. Su título es Breve historia del pene y aledaños, a través de los siglos y los años.
La historia del poema es compleja. Una fuente (¿Andrés Méndez? —la duda surge de que no es claro si los créditos para Andrés Méndez son por una ilustración, o por la nota publicada—, La hoja blanca, No. 5, septiembre de 2008, p. 21) afirma que es una composición oral inventada cerca de 1921 en el departamento de Santander, y que sus autores fueron los parlamentarios Jaime Barrera Parra y Arturo Regueros Peralta.
La revista El malpensante propone otra teoría. La revista, en su número 98, de junio de 2009, publicó “Dos poemas procaces”, y los atribuyó al poeta tolimense Arturo Camacho Ramírez. En una historia anexa, “Poemas procaces de boca en boca”, la revista explicó que Camacho Ramírez era un importante animador de tertulias de los años sesenta, que tenían lugar en el Café Windsor, el Automático o la bolera San Francisco, y de las que hacían parte Alberto Lleras Camargo, León de Greiff, Hernando Téllez, Ricardo Arbeláez Sarmiento, Gonzalo Mallarino, padre, y muchos otros. “Además de hablar de libros, contar chismes y especular sobre la política doméstica, los asistentes a esas tertulias hacían contribuciones para un libro de versos que estaban escribiendo entre todos: la Historia del pene y aledaños a través del tiempo y los años”. La revista publicó algunos versos del poema, o libro de poemas, y señaló que “El libro nunca apareció y todo se quedó en las palabras soltadas durante esas tertulias”. Cabe anotar que los “Dos poemas procaces” de Camacho Ramírez no parecen pertenecer a La historia del pene y aledaños.
En su número 100, de agosto de 2009, la revista retomó el tema. Repitió su versión de que el poema, o libro de poemas, fue el producto de “un montón de intelectuales medio borrachos y medio inspirados” que “comenzaron a soltar seguidillas de versos obscenos en algún café del centro de Bogotá. El arranque espontáneo se convirtió en un ejercicio habitual: se pasaban la pelota y entre todos iban armando los poemas que conformarían La historia del pene y aledaños a través de los siglos y los años”. Y la revista publicó más versos, esta vez enviados por un lector, León Darío Cadavid, quien, leyendo la edición 98, recordó unos papeles que tenía guardados desde hace casi cuarenta años, cuando estudiaba en el Liceo Antioqueño de Medellín, y los envió a la revista: eran cinco poemas más del supuesto libro.
Daniel Samper Pizano (“Historia del pene y aledaños”, Soho.com) también se ha interesado por el poema, y señala que, aunque es de autoría anónima, se pueden identificar muchas manos en su elaboración. Samper Pizano conoció el poema en sus épocas de bachillerato, e inicialmente lo juzgó contemporáneo. “Pero —cuenta Samper esta historia sobre sus orígenes, que no puedo menos que reproducir completa— me llevé enorme sorpresa un día en que, procurando recomponer los versos con algunos amigos, mi taita, que nos oía, enriqueció la velada con no menos de ocho o diez pareados que él había aprendido siendo un colegial en los años veinte. Esto quiere decir que la obra podría superar ya el centenario.
“Volví a saber del popular poema a mediados de los años sesenta, cuando Jaime Aguilera, un antiguo condiscípulo que ocupaba la secretaría de gobierno de Bogotá, llamó para anunciarme el envío de un regalo. Cada cierto tiempo, me dijo, las damas y damos de la Acción Católica protestaban por una supuesta ‘ola de pornografía escrita’ que ‘ahogaba’ a Bogotá; entonces la alcaldía mandaba a recoger en los quioscos unos cuantos folletos seudocientíficos y un centenar de revistas de señoritas semidesnudas, y exhibía el decomiso ante la prensa, para aplacar así la conciencia de estos píos ciudadanos que velaban por la castidad de la juventud bogotana. El regalo de Aguilera habría fascinado a cualquier representante de esa juventud. Era un panfleto de execrable tipografía y título altamente prometedor: ‘Historia del pene y aledaños a través de los siglos y los años’. ¡El famoso romance oral había hecho tránsito a la literatura impresa de Colombia!
“Conservé el delicioso cuaderno en mi cajón de joyas de la poesía, al lado de ‘Arroyo de amor’ y los poemas del reverendo Ruiz (‘Arroyo de amor’ es un poemario del vate de Garagoa (Boyacá) Nepomuceno de Jesús Alonso, que no puede faltar en ninguna loboteca. El dominico Ruiz firmó en 1824 un impagable poema contra los masones). Pasó mucho tiempo. Y en 1982, al morir el poeta Arturo Camacho Ramírez, su hijo, el ex embajador Julio Andrés, aficionado al género de poesía chueca, me envió fotocopias de un tesoro que había hallado en la mesa de noche del bardo. Eran ocho hojas escritas a máquina y corregidas a mano que recogían numerosos versos de la legendaria saga del pene y sus vecinos.
“Comenta al respecto el ex diplomático: ‘Se trata de una creación colectiva que fue haciéndose en la época del teatro de la Radio Nacional, y hay en ella aportes muy penetrantes de Otto de Greiff, Hernando Vega Escobar, Hernán Mejía y creo que también de Álvaro Mutis’.
“Entre los 364 versos recogidos en los papeles del autor de ‘Luna de arena’ figuraban muchos que conocíamos desde el colegio, en versiones exactas o cercanas. Pero florecían también ingeniosos y cultos aportes de Camacho y compañía”. Un verso en particular sugería que la mano de Camacho y de sus amigos había intervenido el poema durante el mandato de Eduardo Santos. Infiere entonces Samper que “Era, pues, el cuatrienio 1938-1942. En esa época, Ramírez y sus amigos andaban entre los veinte y los treinta años de edad, y tenían fresca la memoria de sus romances de adolescencia”.
Tal es la historia que he podido colegir del poema. En cuanto a su texto, he rescatado algunos versos. En algunos casos los repito, debido a diversas versiones. No sé el orden exacto de los versos. Pero una posibilidad es la siguiente:
En tiempos de bárbaras naciones
se usaban hasta el piso (suelo) los cojones.
(Aparentemente, este célebre comienzo es una variación de los siguientes versos, atribuidos al poeta y patriota italiano Ugo Fosco:
En tiempo de las bárbaras naciones
colgaban de una cruz a los ladrones;
mas hoy, en pleno siglo de las luces,
del pecho del ladrón cuelgan las cruces.
Otro comienzo del poema dice:
En tiempos de bárbaras naciones
se llevaban las pelotas en camiones.
Uno puede preguntarse cómo es que había camiones en la época de las bárbaras naciones)
Pero luego, en la edad de las cavernas,
los cojones llevábanse a las piernas.
(Así que el comienzo del poema puede quedar:)
En épocas de bárbaras naciones
se usaban hasta el suelo los cojones.
En cambio, en la edad de las cavernas
los cojones llevábanse a las piernas.
Los visigodos, pueblo muy sencillo,
los usaban tan solo hasta el tobillo
(Mas Carlomagno –hombre muy sencillo–
los llevaba tan solo hasta el tobillo)
y los fenicios, pueblo navegante,
inventaron la verga circulante.
Los troyanos, pueblo muy guerrero,
llevaban el escroto de sombrero,
y los caldeos, por demás soldados,
implantaron las turmas a los lados.
Los egipcios, con mucho disimulo,
las llevaban tenidas en el culo,
mas los judíos, con valor notorio,
lograron implantar el suspensorio.
Los asirios, que fueron muy valientes,
se agarraban el pene con los dientes.
Por ser fieles esclavos los ilotas
a sus amos cargaban las pelotas
Y cuentan que en la Persia musulmana
Cambises se acostaba con su hermana
Cleopatra y Marco Antonio en las galeras
tiraban de todas las maneras.
En tanto Julio César solo pudo
masturbarse en el baño, por cornudo.
Otros muestran la chocha de Popea
como origen de toda gonorrea,
y que su hijo Nerón por todos lados
infectó de este mal a sus soldados.
Vencido Adán por femeninas tretas
a Eva preguntó: ¿Por dónde orinas?
Repuso ella, cogiéndose las tetas:
Yo me aguanto las ganas, ¿tú qué opinas?
Se presume que fue, de esta manera,
como el mundo llegó a la verraquera.
Y la herencia que de Eva se recibe
en los próximos versos se describe.
La Biblia en sus libros iniciales
poco habla de las partes genitales.
Pero se dice, con saber rotundo,
que el tórtolo es el eje de este mundo.
Dicen que el malparido de Caín
mató a un equino y le arrancó el toman.
Y, blandiendo tal arma con la mano,
a tortolazos liquidó a su hermano.
Y el Arcángel Gabriel caparlo quiso
más Caín escapó del paraíso
y refieren que errante y vagabundo
fue en eso de tirar el más profundo.
Se cuenta que en el Arca de Noé
tiraban acostados y de pie
y que en medio de tanta confusión
hasta la pulga tuvo menstruación
y que gozaban allí los animales
frotándose las partes genitales.
Noe, borracho que en la historia asoma,
tuvo fe inquebrantable en la “paloma”
y disponía de un servil copero
que usa ya bigote minutero.
Nos dice Babilonia la indiscreta
que Sansón se acabó por la bragueta
y que Dalila en memorable juerga
le peluqueó los pelos de la verga.
Dicen que Malaquías, el Profeta,
fue el primero en batirse la puñeta
y que Moisés, atravesando el Nilo,
se lo dejó mamar de un cocodrilo.
Diéronle a Sansón, ciencia infinita,
los dulces polvos de la Sulamita
(Diéronle a Salomón ciencia infinita
los dulces polvos de la sulamita)
y quiso, corrompido tan feroz,
clavar a un niño
y dividirlo en dos.
Cuentan que David cuando cantaba
con las manos el pene se agarraba
y que a Goliat, después de varias pruebas,
le asestó un caucherazo por las nuevas.
En el impúdico pueblo de Gomorra
fue común el marica y la machorra
(En el púdico pueblo de Gomorra
fue común el marica y la machorra)
y allí nació al conjuro de la magia
la pacífica y dulce blenorragia.
Es verdad que la vara de Moisés
hizo gotear el agua alguna vez.
San Francisco de Asís, varón tan sano,
al “pájaro” llamaba fiel hermano,
(San Francisco, varón humilde y sano,
al pájaro llamaba fiel hermano)
San Luis Gonzaga desde pequeñuelo
mostraba ya inclinaciones de pajuela.
Aquello de meterlo por delante
lo inventó Genoveva de Brabante.
Aquello de meterlo por la cola,
lo inventó san Ignacio de Loyola.
Tenía tan largo el pene Carlos Quinto
que lo llevaba como espada al cinto.
Y cuando iba a cazar a la montaña,
montaba en él su tienda de campaña.
Don Felipe Segundo, rey impuro,
introdujo en Europa el chancro duro,
pero ya desde tiempos de Hildebrando
se llevaba con lujo el chancro blando.
Y así, la Inquisición, con mano dura,
resolvió establecer la capadura
que consiste en dejar las vergas solas
sin la presencia augusta de las bolas.
César Borgia en sus locos desenfrenos
agarraba a Lucrecia por los senos,
y si ésta protestaba, con brutal cinismo,
sacaba el pene y la clavaba ahí mismo.
Y siempre, por político recelo,
lo llevaba parado Maquiavelo
y la orquitis que es mal tan indiscreto
lo produjo en la historia Luis Capeto.
Gargantúa tan largo lo tenía
que con la punta el sol oscurecía
y colosales eran sus tamaños
pues en su culo colgaban los amaños.
No obstante la púdica sonrisa
el pingo le gustaba a Monalisa
en tanto, la sin par María Antonieta,
prefería la lengua en la galleta.
En Francia con pasión y con denuedo
las bellas damas se metían el dedo,
y esto determinó que en los salones
empezaran a usarse los condones.
Y que el pene se untara con saliva
como única medida preventiva
que aparece más tarde reemplazada
por pura vaselina boricada.
Entre las cortesanas fue Friné
la primera en gustarle la miné
porque un amante que su gloria mengua
era de la “academia de la Lengua”.
A los acordes de "La Marsella",
hubo en Francia fruición por la "cabeza".
Sócrates predicaba el onanismo
con la frase “conócete a ti mismo”,
y el idealismo de Platón rebaja
y convierte el amor en pura paja.
(Sócrates predicaba el onanismo
con la frase: “Conócete a ti mismo”)
Sin embargo, el singular Platón
a Sócrates llamaba de guevón.
Descartes, en sus dudas, vacilaba
si su mujer también se la jugaba.
Y Kant sostiene que los polvos idos
solo son “ilusión de los sentidos”.
Schopenauer, con duro pesimismo,
decía que toda chocha era lo mismo.
Carlos Marx en sus obras sostenía
que la paja es cuestión de economía
Pero Hegel a la inversión le dio otro nombre:
“la explotación del hombre por el hombre”
(Carlos Marx en sus libros sostenía
que la paja es cuestión de economía)
y otros dicen que el cálido caudillo
simbolizó la verga en un martillo.
Stuart Mill bautizaba, rencoroso,
al silogismo “círculo vicioso”.
La Divina Comedia por delante
y por detrás representaba el Dante
El ilustre Jacinto Benavente
gozaba con ponérselo al sirviente
a la vez que a su mujer, Quevedo,
le sacaba la piedra con el dedo.
Con su Sexta y Novena, que conmueve,
Beethoven inventó el sesenta y nueve,
mientras Chopin, buscando un útil fin,
murió por el abuso del violín.
(Federico Chopin, con útil fin,
se acabó por el abuso del toman)
(Y cuentan que el gran músico Chopín
murió por el abuso del violín)
Se cuenta también que el conde Ciano
le tiraba a su suegro por el ano.
Al tan famoso conde Galatea
le prendieron la horrible gonorrea
y al sentirse con mal tan puerco sucio
sacó la espada y se cortó el prepucio.
El altivo señor Quemuenchatocha
agarraba a las indias por la chocha
y dispuso el cacique con acierto
seguir tirando hasta después de muerto.
Se cuenta que el cacique Nemequene
azotaba a las indias con el pene.
Los españoles gozaron un montón
descubriendo las Indias de Colón
Y también Belalcázar y Quezada
clavaban a las indias en manada.
Vino luego el gusto del trasero
con el Virrey Antonio Caballero.
Refieren que el ilustre Sabio Caldas
flora encontró bajo las faldas.
y sin descanso ejecutó Nariño
los "derechos del hombre" desde niño.
Simón Bolívar, genio consagrado,
fundó la orden de “El Cojón Rayado”.
Más tarde triunfó la berraquera
con el uso que al pingo dio Mosquera
quien confiscó a los padres jesuitas
doscientas veintitrés casas de citas.
Herrera Benjamín, sin un allegro,
llevaba en la bragueta un palo negro.
(Herrera Benjamín, sin un alegro,
llevaba en la bragueta un "Palonegro").
Así explicase con rudo castellano
todo el origen del linaje humano,
lo que quiere decir sin más disputas
que en el mundo hay muchos hijueputas.
Y con Eduardo Santos a conciencia
todos practican hoy la convivencia.
Tal es, desde tiempos ancestrales,
la historia de las partes genitales.
En alguna discusión reciente con mis compañeros del colegio recordé el verso, y eso incitó mi curiosidad por recuperar todo el poema. Una breve búsqueda en Internet me llevó al título y a fragmentos del poema. Su título es Breve historia del pene y aledaños, a través de los siglos y los años.
La historia del poema es compleja. Una fuente (¿Andrés Méndez? —la duda surge de que no es claro si los créditos para Andrés Méndez son por una ilustración, o por la nota publicada—, La hoja blanca, No. 5, septiembre de 2008, p. 21) afirma que es una composición oral inventada cerca de 1921 en el departamento de Santander, y que sus autores fueron los parlamentarios Jaime Barrera Parra y Arturo Regueros Peralta.
La revista El malpensante propone otra teoría. La revista, en su número 98, de junio de 2009, publicó “Dos poemas procaces”, y los atribuyó al poeta tolimense Arturo Camacho Ramírez. En una historia anexa, “Poemas procaces de boca en boca”, la revista explicó que Camacho Ramírez era un importante animador de tertulias de los años sesenta, que tenían lugar en el Café Windsor, el Automático o la bolera San Francisco, y de las que hacían parte Alberto Lleras Camargo, León de Greiff, Hernando Téllez, Ricardo Arbeláez Sarmiento, Gonzalo Mallarino, padre, y muchos otros. “Además de hablar de libros, contar chismes y especular sobre la política doméstica, los asistentes a esas tertulias hacían contribuciones para un libro de versos que estaban escribiendo entre todos: la Historia del pene y aledaños a través del tiempo y los años”. La revista publicó algunos versos del poema, o libro de poemas, y señaló que “El libro nunca apareció y todo se quedó en las palabras soltadas durante esas tertulias”. Cabe anotar que los “Dos poemas procaces” de Camacho Ramírez no parecen pertenecer a La historia del pene y aledaños.
En su número 100, de agosto de 2009, la revista retomó el tema. Repitió su versión de que el poema, o libro de poemas, fue el producto de “un montón de intelectuales medio borrachos y medio inspirados” que “comenzaron a soltar seguidillas de versos obscenos en algún café del centro de Bogotá. El arranque espontáneo se convirtió en un ejercicio habitual: se pasaban la pelota y entre todos iban armando los poemas que conformarían La historia del pene y aledaños a través de los siglos y los años”. Y la revista publicó más versos, esta vez enviados por un lector, León Darío Cadavid, quien, leyendo la edición 98, recordó unos papeles que tenía guardados desde hace casi cuarenta años, cuando estudiaba en el Liceo Antioqueño de Medellín, y los envió a la revista: eran cinco poemas más del supuesto libro.
Daniel Samper Pizano (“Historia del pene y aledaños”, Soho.com) también se ha interesado por el poema, y señala que, aunque es de autoría anónima, se pueden identificar muchas manos en su elaboración. Samper Pizano conoció el poema en sus épocas de bachillerato, e inicialmente lo juzgó contemporáneo. “Pero —cuenta Samper esta historia sobre sus orígenes, que no puedo menos que reproducir completa— me llevé enorme sorpresa un día en que, procurando recomponer los versos con algunos amigos, mi taita, que nos oía, enriqueció la velada con no menos de ocho o diez pareados que él había aprendido siendo un colegial en los años veinte. Esto quiere decir que la obra podría superar ya el centenario.
“Volví a saber del popular poema a mediados de los años sesenta, cuando Jaime Aguilera, un antiguo condiscípulo que ocupaba la secretaría de gobierno de Bogotá, llamó para anunciarme el envío de un regalo. Cada cierto tiempo, me dijo, las damas y damos de la Acción Católica protestaban por una supuesta ‘ola de pornografía escrita’ que ‘ahogaba’ a Bogotá; entonces la alcaldía mandaba a recoger en los quioscos unos cuantos folletos seudocientíficos y un centenar de revistas de señoritas semidesnudas, y exhibía el decomiso ante la prensa, para aplacar así la conciencia de estos píos ciudadanos que velaban por la castidad de la juventud bogotana. El regalo de Aguilera habría fascinado a cualquier representante de esa juventud. Era un panfleto de execrable tipografía y título altamente prometedor: ‘Historia del pene y aledaños a través de los siglos y los años’. ¡El famoso romance oral había hecho tránsito a la literatura impresa de Colombia!
“Conservé el delicioso cuaderno en mi cajón de joyas de la poesía, al lado de ‘Arroyo de amor’ y los poemas del reverendo Ruiz (‘Arroyo de amor’ es un poemario del vate de Garagoa (Boyacá) Nepomuceno de Jesús Alonso, que no puede faltar en ninguna loboteca. El dominico Ruiz firmó en 1824 un impagable poema contra los masones). Pasó mucho tiempo. Y en 1982, al morir el poeta Arturo Camacho Ramírez, su hijo, el ex embajador Julio Andrés, aficionado al género de poesía chueca, me envió fotocopias de un tesoro que había hallado en la mesa de noche del bardo. Eran ocho hojas escritas a máquina y corregidas a mano que recogían numerosos versos de la legendaria saga del pene y sus vecinos.
“Comenta al respecto el ex diplomático: ‘Se trata de una creación colectiva que fue haciéndose en la época del teatro de la Radio Nacional, y hay en ella aportes muy penetrantes de Otto de Greiff, Hernando Vega Escobar, Hernán Mejía y creo que también de Álvaro Mutis’.
“Entre los 364 versos recogidos en los papeles del autor de ‘Luna de arena’ figuraban muchos que conocíamos desde el colegio, en versiones exactas o cercanas. Pero florecían también ingeniosos y cultos aportes de Camacho y compañía”. Un verso en particular sugería que la mano de Camacho y de sus amigos había intervenido el poema durante el mandato de Eduardo Santos. Infiere entonces Samper que “Era, pues, el cuatrienio 1938-1942. En esa época, Ramírez y sus amigos andaban entre los veinte y los treinta años de edad, y tenían fresca la memoria de sus romances de adolescencia”.
Tal es la historia que he podido colegir del poema. En cuanto a su texto, he rescatado algunos versos. En algunos casos los repito, debido a diversas versiones. No sé el orden exacto de los versos. Pero una posibilidad es la siguiente:
En tiempos de bárbaras naciones
se usaban hasta el piso (suelo) los cojones.
(Aparentemente, este célebre comienzo es una variación de los siguientes versos, atribuidos al poeta y patriota italiano Ugo Fosco:
En tiempo de las bárbaras naciones
colgaban de una cruz a los ladrones;
mas hoy, en pleno siglo de las luces,
del pecho del ladrón cuelgan las cruces.
Otro comienzo del poema dice:
En tiempos de bárbaras naciones
se llevaban las pelotas en camiones.
Uno puede preguntarse cómo es que había camiones en la época de las bárbaras naciones)
Pero luego, en la edad de las cavernas,
los cojones llevábanse a las piernas.
(Así que el comienzo del poema puede quedar:)
En épocas de bárbaras naciones
se usaban hasta el suelo los cojones.
En cambio, en la edad de las cavernas
los cojones llevábanse a las piernas.
Los visigodos, pueblo muy sencillo,
los usaban tan solo hasta el tobillo
(Mas Carlomagno –hombre muy sencillo–
los llevaba tan solo hasta el tobillo)
y los fenicios, pueblo navegante,
inventaron la verga circulante.
Los troyanos, pueblo muy guerrero,
llevaban el escroto de sombrero,
y los caldeos, por demás soldados,
implantaron las turmas a los lados.
Los egipcios, con mucho disimulo,
las llevaban tenidas en el culo,
mas los judíos, con valor notorio,
lograron implantar el suspensorio.
Los asirios, que fueron muy valientes,
se agarraban el pene con los dientes.
Por ser fieles esclavos los ilotas
a sus amos cargaban las pelotas
Y cuentan que en la Persia musulmana
Cambises se acostaba con su hermana
Cleopatra y Marco Antonio en las galeras
tiraban de todas las maneras.
En tanto Julio César solo pudo
masturbarse en el baño, por cornudo.
Otros muestran la chocha de Popea
como origen de toda gonorrea,
y que su hijo Nerón por todos lados
infectó de este mal a sus soldados.
Vencido Adán por femeninas tretas
a Eva preguntó: ¿Por dónde orinas?
Repuso ella, cogiéndose las tetas:
Yo me aguanto las ganas, ¿tú qué opinas?
Se presume que fue, de esta manera,
como el mundo llegó a la verraquera.
Y la herencia que de Eva se recibe
en los próximos versos se describe.
La Biblia en sus libros iniciales
poco habla de las partes genitales.
Pero se dice, con saber rotundo,
que el tórtolo es el eje de este mundo.
Dicen que el malparido de Caín
mató a un equino y le arrancó el toman.
Y, blandiendo tal arma con la mano,
a tortolazos liquidó a su hermano.
Y el Arcángel Gabriel caparlo quiso
más Caín escapó del paraíso
y refieren que errante y vagabundo
fue en eso de tirar el más profundo.
Se cuenta que en el Arca de Noé
tiraban acostados y de pie
y que en medio de tanta confusión
hasta la pulga tuvo menstruación
y que gozaban allí los animales
frotándose las partes genitales.
Noe, borracho que en la historia asoma,
tuvo fe inquebrantable en la “paloma”
y disponía de un servil copero
que usa ya bigote minutero.
Nos dice Babilonia la indiscreta
que Sansón se acabó por la bragueta
y que Dalila en memorable juerga
le peluqueó los pelos de la verga.
Dicen que Malaquías, el Profeta,
fue el primero en batirse la puñeta
y que Moisés, atravesando el Nilo,
se lo dejó mamar de un cocodrilo.
Diéronle a Sansón, ciencia infinita,
los dulces polvos de la Sulamita
(Diéronle a Salomón ciencia infinita
los dulces polvos de la sulamita)
y quiso, corrompido tan feroz,
clavar a un niño
y dividirlo en dos.
Cuentan que David cuando cantaba
con las manos el pene se agarraba
y que a Goliat, después de varias pruebas,
le asestó un caucherazo por las nuevas.
En el impúdico pueblo de Gomorra
fue común el marica y la machorra
(En el púdico pueblo de Gomorra
fue común el marica y la machorra)
y allí nació al conjuro de la magia
la pacífica y dulce blenorragia.
Es verdad que la vara de Moisés
hizo gotear el agua alguna vez.
San Francisco de Asís, varón tan sano,
al “pájaro” llamaba fiel hermano,
(San Francisco, varón humilde y sano,
al pájaro llamaba fiel hermano)
San Luis Gonzaga desde pequeñuelo
mostraba ya inclinaciones de pajuela.
Aquello de meterlo por delante
lo inventó Genoveva de Brabante.
Aquello de meterlo por la cola,
lo inventó san Ignacio de Loyola.
Tenía tan largo el pene Carlos Quinto
que lo llevaba como espada al cinto.
Y cuando iba a cazar a la montaña,
montaba en él su tienda de campaña.
Don Felipe Segundo, rey impuro,
introdujo en Europa el chancro duro,
pero ya desde tiempos de Hildebrando
se llevaba con lujo el chancro blando.
Y así, la Inquisición, con mano dura,
resolvió establecer la capadura
que consiste en dejar las vergas solas
sin la presencia augusta de las bolas.
César Borgia en sus locos desenfrenos
agarraba a Lucrecia por los senos,
y si ésta protestaba, con brutal cinismo,
sacaba el pene y la clavaba ahí mismo.
Y siempre, por político recelo,
lo llevaba parado Maquiavelo
y la orquitis que es mal tan indiscreto
lo produjo en la historia Luis Capeto.
Gargantúa tan largo lo tenía
que con la punta el sol oscurecía
y colosales eran sus tamaños
pues en su culo colgaban los amaños.
No obstante la púdica sonrisa
el pingo le gustaba a Monalisa
en tanto, la sin par María Antonieta,
prefería la lengua en la galleta.
En Francia con pasión y con denuedo
las bellas damas se metían el dedo,
y esto determinó que en los salones
empezaran a usarse los condones.
Y que el pene se untara con saliva
como única medida preventiva
que aparece más tarde reemplazada
por pura vaselina boricada.
Entre las cortesanas fue Friné
la primera en gustarle la miné
porque un amante que su gloria mengua
era de la “academia de la Lengua”.
A los acordes de "La Marsella",
hubo en Francia fruición por la "cabeza".
Sócrates predicaba el onanismo
con la frase “conócete a ti mismo”,
y el idealismo de Platón rebaja
y convierte el amor en pura paja.
(Sócrates predicaba el onanismo
con la frase: “Conócete a ti mismo”)
Sin embargo, el singular Platón
a Sócrates llamaba de guevón.
Descartes, en sus dudas, vacilaba
si su mujer también se la jugaba.
Y Kant sostiene que los polvos idos
solo son “ilusión de los sentidos”.
Schopenauer, con duro pesimismo,
decía que toda chocha era lo mismo.
Carlos Marx en sus obras sostenía
que la paja es cuestión de economía
Pero Hegel a la inversión le dio otro nombre:
“la explotación del hombre por el hombre”
(Carlos Marx en sus libros sostenía
que la paja es cuestión de economía)
y otros dicen que el cálido caudillo
simbolizó la verga en un martillo.
Stuart Mill bautizaba, rencoroso,
al silogismo “círculo vicioso”.
La Divina Comedia por delante
y por detrás representaba el Dante
El ilustre Jacinto Benavente
gozaba con ponérselo al sirviente
a la vez que a su mujer, Quevedo,
le sacaba la piedra con el dedo.
Con su Sexta y Novena, que conmueve,
Beethoven inventó el sesenta y nueve,
mientras Chopin, buscando un útil fin,
murió por el abuso del violín.
(Federico Chopin, con útil fin,
se acabó por el abuso del toman)
(Y cuentan que el gran músico Chopín
murió por el abuso del violín)
Se cuenta también que el conde Ciano
le tiraba a su suegro por el ano.
Al tan famoso conde Galatea
le prendieron la horrible gonorrea
y al sentirse con mal tan puerco sucio
sacó la espada y se cortó el prepucio.
El altivo señor Quemuenchatocha
agarraba a las indias por la chocha
y dispuso el cacique con acierto
seguir tirando hasta después de muerto.
Se cuenta que el cacique Nemequene
azotaba a las indias con el pene.
Los españoles gozaron un montón
descubriendo las Indias de Colón
Y también Belalcázar y Quezada
clavaban a las indias en manada.
Vino luego el gusto del trasero
con el Virrey Antonio Caballero.
Refieren que el ilustre Sabio Caldas
flora encontró bajo las faldas.
y sin descanso ejecutó Nariño
los "derechos del hombre" desde niño.
Simón Bolívar, genio consagrado,
fundó la orden de “El Cojón Rayado”.
Más tarde triunfó la berraquera
con el uso que al pingo dio Mosquera
quien confiscó a los padres jesuitas
doscientas veintitrés casas de citas.
Herrera Benjamín, sin un allegro,
llevaba en la bragueta un palo negro.
(Herrera Benjamín, sin un alegro,
llevaba en la bragueta un "Palonegro").
Así explicase con rudo castellano
todo el origen del linaje humano,
lo que quiere decir sin más disputas
que en el mundo hay muchos hijueputas.
Y con Eduardo Santos a conciencia
todos practican hoy la convivencia.
Tal es, desde tiempos ancestrales,
la historia de las partes genitales.
Sobre El fénix rojo, de Luis Fernando Medina
Luis Fernando Medina, un destacado colombiano, PhD en economía de
la universidad de Stanford y profesor en la universidad Carlos III de Madrid,
acaba de publicar un ensayo que fue premio nacional en España y que bien merece
ser debatido en Colombia. Sus principales tesis son, a mi modo de ver, dos: (1)
el socialismo, lejos de estar abatido, tiene en la actualidad un espacio
abierto de oportunidades, y (2) la idea más concreta de realización del ideal
socialista en la actualidad es la renta básica universal (RBU).
Ambas tesis, si son miradas con detalle, pueden recibir comentarios y reparos, pero, si son miradas en términos generales, proponen un curso de acción que debería ser, si no implementado, sí por lo menos ampliamente considerado. Yo estoy de acuerdo con Medina en que se requiere una sociedad más igualitaria, en la que todos (y todas, para usar un lenguaje incluyente) tengan la posibilidad real de un ingreso justo. Sobre ese acuerdo básico hay que construir unas líneas teóricas sólidas y un programa para la acción: Colombia, y el mundo, necesitan avanzar en la construcción de un sistema económico mejor que el actual.
El problema es que el capitalismo ha demostrado ser muy bueno para generar riqueza, pero muy malo a la hora de repartirla. Desde cuando el capitalismo empezó a funcionar en forma, digamos que con la Revolución Industrial, se han generado unas enormes riquezas, pero también se han creado unas enormes brechas entre ricos y pobres. Dado que la riqueza está en la base del poder, la dinámica capitalista de concentración de la riqueza ha conducido también a una concentración internacional e intranacional del poder, que atenta contra la democracia. Internacionalmente, en el siglo XIX Inglaterra se convirtió en un imperio mundial, y en el siglo XX Estados Unidos, si no fue imperio en el sentido clásico, por lo menos sí impuso sus reglas al mundo (todos conocemos la nueva regla de oro: “El que pone el oro pone las reglas”). Intranacionalmente, ni en Estados Unidos ni en España ni en Colombia (por solo mencionar unos países) la gente está convencida de que el sistema que funciona en la actualidad es verdaderamente democrático: por eso en Estados Unidos y en España surgieron movimientos como Occupy Wall Street y 15-M (los “indignados”), respectivamente.
La versión idílica de los defensores del capitalismo es que, en este, todos tienen las puertas abiertas, y pueden hacer fortuna de acuerdo con sus capacidades, mientras que el Estado, que tiene facultades coercitivas, es decir, dictatoriales, tiende a concentrar el poder. Si algunos individuos o países son pobres hoy, en el capitalismo nada los detiene en su búsqueda de mayor prosperidad. Por eso, los defensores del capitalismo usualmente piden poco Estado, en nombre de la libertad, y mucho capitalismo, que premia a los que hacen las cosas bien. En esta versión, la desigualdad no es un problema, sino el justo premio para los que se esfuerzan y hacen las cosas bien y para los que no, y la democracia es que los individuos tengan libertad, especialmente para involucrarse en transacciones económicas no reguladas por el Estado.
En contra de la versión idílica de los defensores del capitalismo, los detractores de este dicen que donde más se concentra la riqueza, y por lo tanto el poder, es en el capitalismo, y que esa concentración de poder en la esfera económica tiende a dañar la calidad de la democracia, que es un mecanismo político de dispersión del poder. En esta visión la democracia es que todos tengan más o menos el mismo poder efectivo para hacer cosas: sin dinero, vastas capas de la población se quedan sin capacidad real para hacer nada, e, incluso si salieran de pobres, la enorme desigualdad las mantendría en una situación de subordinación que es injusta. ¿Deberíamos entonces mantener el capitalismo, por sus capacidades para generar riqueza, o deberíamos abandonarlo, por su efecto negativo sobre la distribución del ingreso y la calidad de la democracia? ¿Qué es la verdadera democracia? ¿Dejar que el capitalismo imponga sus reglas a la democracia, o dejar que la democracia imponga sus reglas al capitalismo?
Es en este contexto que el ensayo de Medina hace una contribución. Como ya dijimos, Medina propone una discusión principalmente sobre dos temas, el socialismo y la RBU. Los líos surgen cuando entramos a discutir los detalles. Con respecto al primer tema, cuando Medina habla de sus oportunidades, ¿qué quiere decir con “socialismo”? ¿Algo parecido a lo que pasa en Cuba, o en Venezuela, o en Argentina, o en Bolivia, o en Brasil, o en Ecuador, o en Chile, o en Uruguay, para solo referirnos a modelos latinoamericanos? Modelos de “socialismo” hay muchos. ¿Hay algún modelo socialista que funcione? Yo ciertamente no compraría lo que está pasando en Cuba, Venezuela o Argentina, pero me parece que lo que está pasando en Ecuador tiene aspectos interesantes (aunque no me gusta lo que pasa en materia de libertad de expresión), y me atraen mucho los modelos chileno y uruguayo. De modo que ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de socialismo?
Infortunadamente, Medina no es muy específico al respecto, y sobre eso todavía hace falta mucha reflexión. De manera muy general, se puede entender por “socialismo” un sistema económico que le da mucha importancia a la igualdad económica entre los seres humanos. ¿Qué tipo de socialismo queremos, si es que queremos alguno? Y, si queremos alguno, ¿estamos seguros de que funciona? El tipo de socialismo que yo visualizo, que está lejos de ser una idea terminada, admite que no podemos prescindir de la economía de mercado, ni de la libertad de empresa, ni del libre sistema de precios, ni de la democracia (en este sentido sería una forma de “socialdemocracia”), pero sí exigiría una cierta forma de propiedad pública del capital. Esta propuesta sale de la observación de que las peores desigualdades en el capitalismo provienen de la propiedad privada del capital, y de la tendencia de esta a ser altamente concentrada. Lo terrible del capitalismo es que la propiedad del capital tienda a recaer en unas pocas manos, y que eso genere una relación de poder en la que los dueños del capital mandan y pueden hacer dinero sin trabajar, mientras que los dueños del trabajo tienen que obedecer y trabajar para sobrevivir, si es que pueden. ¿Cómo abolir la propiedad privada del capital sin abolir la economía de mercado y la libertad de empresa y de precios? ¿Cómo garantizar que un capital no privado fluya a sus usos más rentables?
Una idea es que el capital solo pueda ser poseído, o usado (hay una diferencia), por personas jurídicas (empresas), no naturales, y que las personas jurídicas (empresas) solo puedan ser poseídas por sus trabajadores (personas naturales). Por ejemplo, ¿de quién debe ser el petróleo de un país? Uno supone que de la nación, pero, ¿cómo se beneficia el ciudadano de a pie de la explotación petrolera? En el caso colombiano, es el Estado el que se beneficia, no la nación, no la gente, a no ser de manera muy indirecta. O ¿de quién debe ser una carretera? Uno supondría que la carretera, siendo un capital físico, debería ser de todos, aunque una empresa privada pueda mantenerla y explotarla. Pero, por el usufructo de la carretera, por el arrendamiento de ese capital, la empresa privada debería pagar una renta del capital, que debería beneficiar a todos sus propietarios, es decir a todos. Si el capital puede ser poseído, en vez de solo usado, por las empresas, es más probable que haya más concentración del ingreso y de la riqueza. Sin embargo, en algunos casos será impráctico que el capital no sea de la empresa (por ejemplo, ¿no es más conveniente que los camiones que usa una empresa sean de ella, en vez de obligar a que sean arrendados?). Por lo tanto, esta distinción entre el capital poseído o usado por las empresas requiere una mayor elaboración, que por ahora queda pendiente.
En el esquema propuesto, habría total libertad de creación de empresa, y a los emprendedores habría que reconocerles algunos, o muchos, privilegios dentro de las empresas que creen (por ejemplo, el creador de una empresa siempre podrá conservar un puesto dentro de su equipo o junta de dirección). Sin embargo, en términos generales, dentro de las empresas debería operar algún tipo de régimen democrático entre los trabajadores, y unos topes máximos de desigualdad entre los salarios de los directivos y los trabajadores más rasos. Habría un mercado de capital, que se alimentaría de los ahorros de los trabajadores. Estos ahorros serían depositados en entidades financieras, gestoras del ahorro del público, y los trabajadores obtendrían por su ahorro la rentabilidad promedio que se obtenga en la(s) empresa(s) donde tengan depositado su ahorro. Habría una oferta y una demanda de capital: la oferta provendría de las entidades financieras, y la demanda provendría de las empresas del sector real (bienes y servicios). Pero el punto de fondo es que las personas no podrían poseer empresas en las que no trabajan, ni demandar remuneración por ser dueños de capital, más allá de la remuneración que reciba su ahorro en las entidades financieras.
¿Qué pasaría con los que no trabajan porque no pueden conseguir un empleo? Aquí es donde entra la discusión sobre la RBU. En mi concepción, el Estado debe ofrecer un, por llamarlo de alguna manera, “servicio público de empleo” a todo aquel que quiera trabajar y no pueda conseguirlo en el “sector privado”. De esta manera, toda persona que no pueda conseguir un trabajo en el “sector privado” siempre puede ir al servicio público de empleo y ser empleada. Ese servicio público de empleo debe ser distinto a tener un empleo público.
Naturalmente, el servicio público de empleo, que debe ser obligatorio para el Estado y voluntario para los ciudadanos, debe ofrecer un salario que no compita con los salarios del “sector privado”, y en ese sentido debe ser un “salario mínimo”. En otras palabras, el salario mínimo no debe ser una regulación que el Estado les impone a las empresas del “sector privado”, sino el salario que el Estado esté dispuesto a pagar a todos aquellos a los cuales el mercado laboral normal no les garantiza su derecho a trabajar. Naturalmente, la fijación del salario mínimo puede hacerse atendiendo a las consideraciones personales de capacitación y experiencia (por ejemplo, el salario mínimo puede ser mayor para quienes tienen estudios superiores y más experiencia laboral), y debe hacerse atendiendo a consideraciones económicas generales, como la condición y productividad del “sector privado”, y los costos fiscales de la medida. Los costos fiscales seguramente serán enormes, pero, si este programa es exitoso, todos (o por lo menos muchos de) los otros programas sociales del Estado pueden ser recortados o desmontados: al fin y al cabo, si la gente tiene trabajo, no necesita un Estado que le pague transferencias condicionadas, salud, educación, vivienda, seguro de desempleo, pensiones, etc. (aunque seguramente el Estado sí deberá seguir garantizando por lo menos algunos de estos servicios a aquellos que no están en edad o capacidad de trabajar).
En este sentido, toda persona debe tener garantizada una renta básica, que es universal, porque es para toda persona (en edad de trabajar), pero no es incondicional: si usted quiere trabajar, el Estado le garantiza el trabajo que usted tal vez no consiga en el “sector privado”, pero, para tener un ingreso, usted tiene que trabajar. A diferencia de ciertas ideas sobre la renta básica, aquí la renta básica no es incondicional: para conseguirla, usted tiene que trabajar.
¿Por qué creo que la renta básica no debería ser incondicional? Porque, si lo fuera, violaría, a mi modo de ver, un principio económico fundamental: que uno no puede obtener algo a cambio de nada, o para ponerlo en un lenguaje muy conocido por los economistas, que no hay almuerzos gratis. Con la renta básica incondicional un equilibrio lógicamente posible, pero económicamente insostenible, es que todos reciban renta y nadie trabaje. Esto sugiere que la RBU, para que sea sostenible, tiene que ser fijada a niveles bajos (¿muy bajos?): quizás así su eficacia sea limitada, pero algo es mejor que nada.
Un reto crucial del Estado es garantizar la productividad del trabajo que emplea con el servicio público de empleo. Una forma es ocuparlo en la provisión de obras y servicios públicos necesarios. Otra forma es “tercerizarlo”: el Estado bien podría alquilar al “sector privado” el trabajo que contrata de esta manera. Otro reto crucial del Estado es que ofrezca oportunidades de trabajo diversas, donde los individuos puedan ver satisfechas sus necesidades de realización personal. El programa de empleo público debe estar sometido a constante revisión, para que no se vuelva una carga fiscal más, sino que sea una forma productiva de emplear a la gente; para que ofrezca oportunidades de trabajo personalmente gratificantes a quienes no tengan otras opciones de trabajo; y para garantizar la movilidad de los trabajadores que hacen uso de él: la idea no es que los ciudadanos se eternicen en su uso, sino que puedan hacer en algún momento la transición al “sector privado”. En este sentido, el programa de empleo público debe venir acompañado de programas de capacitación para potenciar la empleabilidad de quienes hacen uso de él.
Una pregunta interesante es qué relación se ve entre el socialismo y la RBU. A pesar de que Medina acepta que la RBU ha tenido acogida incluso en sectores de derecha, al parecer, él ve un componente “socialista” en ella. Yo creo que el alcance de esta es menor: la RBU me parece una forma sofisticada de Estado del Bienestar. En muchos países se ha intentado montar una red básica de seguridad social. En Estados Unidos Obama apenas ha logrado universalizar una forma de servicio público de salud, y en Europa muchos países sufren con el peso de sus sistemas de seguridad social. No parece, pues, haberse encontrado el equilibrio. En Colombia nos hemos concentrado en tener un sistema de seguridad social en salud y pensiones, pero ni en Colombia ni en muchos otros países se respeta verdaderamente el derecho de la gente a trabajar, ni se percibe la enorme inmoralidad del desempleo, ni se entiende que la seguridad social es solo un paliativo menor frente al drama de no tener empleo. Quien tiene un empleo digno puede pagar su seguridad social, pero quien no tiene empleo, así tenga seguridad social, difícilmente puede realizar su potencial como ser humano (aunque, claro, siempre es peor no tener ni empleo ni seguridad social). La RBU me parece un paso interesante en la dirección correcta, pero es insuficiente para lograr una sociedad verdaderamente igualitaria. La RBU amplía el espacio de oportunidades para todos, pero no es igualitaria.
Naturalmente, todas estas son ideas preliminares, basadas en una reacción inicial al trabajo, merecidamente premiado, de Medina. Ni él ni yo tenemos todas las respuestas. El mérito del trabajo de Medina es abrir una discusión urgente e importante. El mérito mío, mucho menor, es tomar en serio el trabajo de Medina, en un país en el que estas discusiones tienden a caer rápidamente en el olvido. Yo propondría, para comenzar, un encuentro formal de quienes simpatizan con estas ideas, para debatirlas y empezar a poner detrás de ellas un grupo de respaldo, que las visibilice socialmente y las promueva políticamente. La verdad es que el sistema económico actual tiene que ser superado, por sus efectos sociales y ambientales nocivos. Se requiere un sistema económico y social que respete la libertad de los individuos, y que ofrezca dignidad y oportunidades para todos. El reto no es menor, pero es apasionante.
Ambas tesis, si son miradas con detalle, pueden recibir comentarios y reparos, pero, si son miradas en términos generales, proponen un curso de acción que debería ser, si no implementado, sí por lo menos ampliamente considerado. Yo estoy de acuerdo con Medina en que se requiere una sociedad más igualitaria, en la que todos (y todas, para usar un lenguaje incluyente) tengan la posibilidad real de un ingreso justo. Sobre ese acuerdo básico hay que construir unas líneas teóricas sólidas y un programa para la acción: Colombia, y el mundo, necesitan avanzar en la construcción de un sistema económico mejor que el actual.
El problema es que el capitalismo ha demostrado ser muy bueno para generar riqueza, pero muy malo a la hora de repartirla. Desde cuando el capitalismo empezó a funcionar en forma, digamos que con la Revolución Industrial, se han generado unas enormes riquezas, pero también se han creado unas enormes brechas entre ricos y pobres. Dado que la riqueza está en la base del poder, la dinámica capitalista de concentración de la riqueza ha conducido también a una concentración internacional e intranacional del poder, que atenta contra la democracia. Internacionalmente, en el siglo XIX Inglaterra se convirtió en un imperio mundial, y en el siglo XX Estados Unidos, si no fue imperio en el sentido clásico, por lo menos sí impuso sus reglas al mundo (todos conocemos la nueva regla de oro: “El que pone el oro pone las reglas”). Intranacionalmente, ni en Estados Unidos ni en España ni en Colombia (por solo mencionar unos países) la gente está convencida de que el sistema que funciona en la actualidad es verdaderamente democrático: por eso en Estados Unidos y en España surgieron movimientos como Occupy Wall Street y 15-M (los “indignados”), respectivamente.
La versión idílica de los defensores del capitalismo es que, en este, todos tienen las puertas abiertas, y pueden hacer fortuna de acuerdo con sus capacidades, mientras que el Estado, que tiene facultades coercitivas, es decir, dictatoriales, tiende a concentrar el poder. Si algunos individuos o países son pobres hoy, en el capitalismo nada los detiene en su búsqueda de mayor prosperidad. Por eso, los defensores del capitalismo usualmente piden poco Estado, en nombre de la libertad, y mucho capitalismo, que premia a los que hacen las cosas bien. En esta versión, la desigualdad no es un problema, sino el justo premio para los que se esfuerzan y hacen las cosas bien y para los que no, y la democracia es que los individuos tengan libertad, especialmente para involucrarse en transacciones económicas no reguladas por el Estado.
En contra de la versión idílica de los defensores del capitalismo, los detractores de este dicen que donde más se concentra la riqueza, y por lo tanto el poder, es en el capitalismo, y que esa concentración de poder en la esfera económica tiende a dañar la calidad de la democracia, que es un mecanismo político de dispersión del poder. En esta visión la democracia es que todos tengan más o menos el mismo poder efectivo para hacer cosas: sin dinero, vastas capas de la población se quedan sin capacidad real para hacer nada, e, incluso si salieran de pobres, la enorme desigualdad las mantendría en una situación de subordinación que es injusta. ¿Deberíamos entonces mantener el capitalismo, por sus capacidades para generar riqueza, o deberíamos abandonarlo, por su efecto negativo sobre la distribución del ingreso y la calidad de la democracia? ¿Qué es la verdadera democracia? ¿Dejar que el capitalismo imponga sus reglas a la democracia, o dejar que la democracia imponga sus reglas al capitalismo?
Es en este contexto que el ensayo de Medina hace una contribución. Como ya dijimos, Medina propone una discusión principalmente sobre dos temas, el socialismo y la RBU. Los líos surgen cuando entramos a discutir los detalles. Con respecto al primer tema, cuando Medina habla de sus oportunidades, ¿qué quiere decir con “socialismo”? ¿Algo parecido a lo que pasa en Cuba, o en Venezuela, o en Argentina, o en Bolivia, o en Brasil, o en Ecuador, o en Chile, o en Uruguay, para solo referirnos a modelos latinoamericanos? Modelos de “socialismo” hay muchos. ¿Hay algún modelo socialista que funcione? Yo ciertamente no compraría lo que está pasando en Cuba, Venezuela o Argentina, pero me parece que lo que está pasando en Ecuador tiene aspectos interesantes (aunque no me gusta lo que pasa en materia de libertad de expresión), y me atraen mucho los modelos chileno y uruguayo. De modo que ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de socialismo?
Infortunadamente, Medina no es muy específico al respecto, y sobre eso todavía hace falta mucha reflexión. De manera muy general, se puede entender por “socialismo” un sistema económico que le da mucha importancia a la igualdad económica entre los seres humanos. ¿Qué tipo de socialismo queremos, si es que queremos alguno? Y, si queremos alguno, ¿estamos seguros de que funciona? El tipo de socialismo que yo visualizo, que está lejos de ser una idea terminada, admite que no podemos prescindir de la economía de mercado, ni de la libertad de empresa, ni del libre sistema de precios, ni de la democracia (en este sentido sería una forma de “socialdemocracia”), pero sí exigiría una cierta forma de propiedad pública del capital. Esta propuesta sale de la observación de que las peores desigualdades en el capitalismo provienen de la propiedad privada del capital, y de la tendencia de esta a ser altamente concentrada. Lo terrible del capitalismo es que la propiedad del capital tienda a recaer en unas pocas manos, y que eso genere una relación de poder en la que los dueños del capital mandan y pueden hacer dinero sin trabajar, mientras que los dueños del trabajo tienen que obedecer y trabajar para sobrevivir, si es que pueden. ¿Cómo abolir la propiedad privada del capital sin abolir la economía de mercado y la libertad de empresa y de precios? ¿Cómo garantizar que un capital no privado fluya a sus usos más rentables?
Una idea es que el capital solo pueda ser poseído, o usado (hay una diferencia), por personas jurídicas (empresas), no naturales, y que las personas jurídicas (empresas) solo puedan ser poseídas por sus trabajadores (personas naturales). Por ejemplo, ¿de quién debe ser el petróleo de un país? Uno supone que de la nación, pero, ¿cómo se beneficia el ciudadano de a pie de la explotación petrolera? En el caso colombiano, es el Estado el que se beneficia, no la nación, no la gente, a no ser de manera muy indirecta. O ¿de quién debe ser una carretera? Uno supondría que la carretera, siendo un capital físico, debería ser de todos, aunque una empresa privada pueda mantenerla y explotarla. Pero, por el usufructo de la carretera, por el arrendamiento de ese capital, la empresa privada debería pagar una renta del capital, que debería beneficiar a todos sus propietarios, es decir a todos. Si el capital puede ser poseído, en vez de solo usado, por las empresas, es más probable que haya más concentración del ingreso y de la riqueza. Sin embargo, en algunos casos será impráctico que el capital no sea de la empresa (por ejemplo, ¿no es más conveniente que los camiones que usa una empresa sean de ella, en vez de obligar a que sean arrendados?). Por lo tanto, esta distinción entre el capital poseído o usado por las empresas requiere una mayor elaboración, que por ahora queda pendiente.
En el esquema propuesto, habría total libertad de creación de empresa, y a los emprendedores habría que reconocerles algunos, o muchos, privilegios dentro de las empresas que creen (por ejemplo, el creador de una empresa siempre podrá conservar un puesto dentro de su equipo o junta de dirección). Sin embargo, en términos generales, dentro de las empresas debería operar algún tipo de régimen democrático entre los trabajadores, y unos topes máximos de desigualdad entre los salarios de los directivos y los trabajadores más rasos. Habría un mercado de capital, que se alimentaría de los ahorros de los trabajadores. Estos ahorros serían depositados en entidades financieras, gestoras del ahorro del público, y los trabajadores obtendrían por su ahorro la rentabilidad promedio que se obtenga en la(s) empresa(s) donde tengan depositado su ahorro. Habría una oferta y una demanda de capital: la oferta provendría de las entidades financieras, y la demanda provendría de las empresas del sector real (bienes y servicios). Pero el punto de fondo es que las personas no podrían poseer empresas en las que no trabajan, ni demandar remuneración por ser dueños de capital, más allá de la remuneración que reciba su ahorro en las entidades financieras.
¿Qué pasaría con los que no trabajan porque no pueden conseguir un empleo? Aquí es donde entra la discusión sobre la RBU. En mi concepción, el Estado debe ofrecer un, por llamarlo de alguna manera, “servicio público de empleo” a todo aquel que quiera trabajar y no pueda conseguirlo en el “sector privado”. De esta manera, toda persona que no pueda conseguir un trabajo en el “sector privado” siempre puede ir al servicio público de empleo y ser empleada. Ese servicio público de empleo debe ser distinto a tener un empleo público.
Naturalmente, el servicio público de empleo, que debe ser obligatorio para el Estado y voluntario para los ciudadanos, debe ofrecer un salario que no compita con los salarios del “sector privado”, y en ese sentido debe ser un “salario mínimo”. En otras palabras, el salario mínimo no debe ser una regulación que el Estado les impone a las empresas del “sector privado”, sino el salario que el Estado esté dispuesto a pagar a todos aquellos a los cuales el mercado laboral normal no les garantiza su derecho a trabajar. Naturalmente, la fijación del salario mínimo puede hacerse atendiendo a las consideraciones personales de capacitación y experiencia (por ejemplo, el salario mínimo puede ser mayor para quienes tienen estudios superiores y más experiencia laboral), y debe hacerse atendiendo a consideraciones económicas generales, como la condición y productividad del “sector privado”, y los costos fiscales de la medida. Los costos fiscales seguramente serán enormes, pero, si este programa es exitoso, todos (o por lo menos muchos de) los otros programas sociales del Estado pueden ser recortados o desmontados: al fin y al cabo, si la gente tiene trabajo, no necesita un Estado que le pague transferencias condicionadas, salud, educación, vivienda, seguro de desempleo, pensiones, etc. (aunque seguramente el Estado sí deberá seguir garantizando por lo menos algunos de estos servicios a aquellos que no están en edad o capacidad de trabajar).
En este sentido, toda persona debe tener garantizada una renta básica, que es universal, porque es para toda persona (en edad de trabajar), pero no es incondicional: si usted quiere trabajar, el Estado le garantiza el trabajo que usted tal vez no consiga en el “sector privado”, pero, para tener un ingreso, usted tiene que trabajar. A diferencia de ciertas ideas sobre la renta básica, aquí la renta básica no es incondicional: para conseguirla, usted tiene que trabajar.
¿Por qué creo que la renta básica no debería ser incondicional? Porque, si lo fuera, violaría, a mi modo de ver, un principio económico fundamental: que uno no puede obtener algo a cambio de nada, o para ponerlo en un lenguaje muy conocido por los economistas, que no hay almuerzos gratis. Con la renta básica incondicional un equilibrio lógicamente posible, pero económicamente insostenible, es que todos reciban renta y nadie trabaje. Esto sugiere que la RBU, para que sea sostenible, tiene que ser fijada a niveles bajos (¿muy bajos?): quizás así su eficacia sea limitada, pero algo es mejor que nada.
Un reto crucial del Estado es garantizar la productividad del trabajo que emplea con el servicio público de empleo. Una forma es ocuparlo en la provisión de obras y servicios públicos necesarios. Otra forma es “tercerizarlo”: el Estado bien podría alquilar al “sector privado” el trabajo que contrata de esta manera. Otro reto crucial del Estado es que ofrezca oportunidades de trabajo diversas, donde los individuos puedan ver satisfechas sus necesidades de realización personal. El programa de empleo público debe estar sometido a constante revisión, para que no se vuelva una carga fiscal más, sino que sea una forma productiva de emplear a la gente; para que ofrezca oportunidades de trabajo personalmente gratificantes a quienes no tengan otras opciones de trabajo; y para garantizar la movilidad de los trabajadores que hacen uso de él: la idea no es que los ciudadanos se eternicen en su uso, sino que puedan hacer en algún momento la transición al “sector privado”. En este sentido, el programa de empleo público debe venir acompañado de programas de capacitación para potenciar la empleabilidad de quienes hacen uso de él.
Una pregunta interesante es qué relación se ve entre el socialismo y la RBU. A pesar de que Medina acepta que la RBU ha tenido acogida incluso en sectores de derecha, al parecer, él ve un componente “socialista” en ella. Yo creo que el alcance de esta es menor: la RBU me parece una forma sofisticada de Estado del Bienestar. En muchos países se ha intentado montar una red básica de seguridad social. En Estados Unidos Obama apenas ha logrado universalizar una forma de servicio público de salud, y en Europa muchos países sufren con el peso de sus sistemas de seguridad social. No parece, pues, haberse encontrado el equilibrio. En Colombia nos hemos concentrado en tener un sistema de seguridad social en salud y pensiones, pero ni en Colombia ni en muchos otros países se respeta verdaderamente el derecho de la gente a trabajar, ni se percibe la enorme inmoralidad del desempleo, ni se entiende que la seguridad social es solo un paliativo menor frente al drama de no tener empleo. Quien tiene un empleo digno puede pagar su seguridad social, pero quien no tiene empleo, así tenga seguridad social, difícilmente puede realizar su potencial como ser humano (aunque, claro, siempre es peor no tener ni empleo ni seguridad social). La RBU me parece un paso interesante en la dirección correcta, pero es insuficiente para lograr una sociedad verdaderamente igualitaria. La RBU amplía el espacio de oportunidades para todos, pero no es igualitaria.
Naturalmente, todas estas son ideas preliminares, basadas en una reacción inicial al trabajo, merecidamente premiado, de Medina. Ni él ni yo tenemos todas las respuestas. El mérito del trabajo de Medina es abrir una discusión urgente e importante. El mérito mío, mucho menor, es tomar en serio el trabajo de Medina, en un país en el que estas discusiones tienden a caer rápidamente en el olvido. Yo propondría, para comenzar, un encuentro formal de quienes simpatizan con estas ideas, para debatirlas y empezar a poner detrás de ellas un grupo de respaldo, que las visibilice socialmente y las promueva políticamente. La verdad es que el sistema económico actual tiene que ser superado, por sus efectos sociales y ambientales nocivos. Se requiere un sistema económico y social que respete la libertad de los individuos, y que ofrezca dignidad y oportunidades para todos. El reto no es menor, pero es apasionante.
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