Cuando era niño, hace muchos años, oí por primera vez, de boca de mis hermanos mayores y de sus amigos, un poema procaz que hablaba de historia, filosofía y religión. Era, quizás, una forma grosera y divertida de recordar las lecciones del colegio. Luego encontré una versión mecanografiada entre algún libro, que seguramente era un texto escolar. Uno de sus versos, quizás por su sabiduría infinita, me quedó grabado para siempre en la memoria: “Schopenauer, con duro pesimismo, decía que toda chocha era lo mismo”.
En alguna discusión reciente con mis compañeros del colegio recordé el verso, y eso incitó mi curiosidad por recuperar todo el poema. Una breve búsqueda en Internet me llevó al título y a fragmentos del poema. Su título es Breve historia del pene y aledaños, a través de los siglos y los años.
La historia del poema es compleja. Una fuente (¿Andrés Méndez? —la duda surge de que no es claro si los créditos para Andrés Méndez son por una ilustración, o por la nota publicada—, La hoja blanca, No. 5, septiembre de 2008, p. 21) afirma que es una composición oral inventada cerca de 1921 en el departamento de Santander, y que sus autores fueron los parlamentarios Jaime Barrera Parra y Arturo Regueros Peralta.
La revista El malpensante propone otra teoría. La revista, en su número 98, de junio de 2009, publicó “Dos poemas procaces”, y los atribuyó al poeta tolimense Arturo Camacho Ramírez. En una historia anexa, “Poemas procaces de boca en boca”, la revista explicó que Camacho Ramírez era un importante animador de tertulias de los años sesenta, que tenían lugar en el Café Windsor, el Automático o la bolera San Francisco, y de las que hacían parte Alberto Lleras Camargo, León de Greiff, Hernando Téllez, Ricardo Arbeláez Sarmiento, Gonzalo Mallarino, padre, y muchos otros. “Además de hablar de libros, contar chismes y especular sobre la política doméstica, los asistentes a esas tertulias hacían contribuciones para un libro de versos que estaban escribiendo entre todos: la Historia del pene y aledaños a través del tiempo y los años”. La revista publicó algunos versos del poema, o libro de poemas, y señaló que “El libro nunca apareció y todo se quedó en las palabras soltadas durante esas tertulias”. Cabe anotar que los “Dos poemas procaces” de Camacho Ramírez no parecen pertenecer a La historia del pene y aledaños.
En su número 100, de agosto de 2009, la revista retomó el tema. Repitió su versión de que el poema, o libro de poemas, fue el producto de “un montón de intelectuales medio borrachos y medio inspirados” que “comenzaron a soltar seguidillas de versos obscenos en algún café del centro de Bogotá. El arranque espontáneo se convirtió en un ejercicio habitual: se pasaban la pelota y entre todos iban armando los poemas que conformarían La historia del pene y aledaños a través de los siglos y los años”. Y la revista publicó más versos, esta vez enviados por un lector, León Darío Cadavid, quien, leyendo la edición 98, recordó unos papeles que tenía guardados desde hace casi cuarenta años, cuando estudiaba en el Liceo Antioqueño de Medellín, y los envió a la revista: eran cinco poemas más del supuesto libro.
Daniel Samper Pizano (“Historia del pene y aledaños”, Soho.com) también se ha interesado por el poema, y señala que, aunque es de autoría anónima, se pueden identificar muchas manos en su elaboración. Samper Pizano conoció el poema en sus épocas de bachillerato, e inicialmente lo juzgó contemporáneo. “Pero —cuenta Samper esta historia sobre sus orígenes, que no puedo menos que reproducir completa— me llevé enorme sorpresa un día en que, procurando recomponer los versos con algunos amigos, mi taita, que nos oía, enriqueció la velada con no menos de ocho o diez pareados que él había aprendido siendo un colegial en los años veinte. Esto quiere decir que la obra podría superar ya el centenario.
“Volví a saber del popular poema a mediados de los años sesenta, cuando Jaime Aguilera, un antiguo condiscípulo que ocupaba la secretaría de gobierno de Bogotá, llamó para anunciarme el envío de un regalo. Cada cierto tiempo, me dijo, las damas y damos de la Acción Católica protestaban por una supuesta ‘ola de pornografía escrita’ que ‘ahogaba’ a Bogotá; entonces la alcaldía mandaba a recoger en los quioscos unos cuantos folletos seudocientíficos y un centenar de revistas de señoritas semidesnudas, y exhibía el decomiso ante la prensa, para aplacar así la conciencia de estos píos ciudadanos que velaban por la castidad de la juventud bogotana. El regalo de Aguilera habría fascinado a cualquier representante de esa juventud. Era un panfleto de execrable tipografía y título altamente prometedor: ‘Historia del pene y aledaños a través de los siglos y los años’. ¡El famoso romance oral había hecho tránsito a la literatura impresa de Colombia!
“Conservé el delicioso cuaderno en mi cajón de joyas de la poesía, al lado de ‘Arroyo de amor’ y los poemas del reverendo Ruiz (‘Arroyo de amor’ es un poemario del vate de Garagoa (Boyacá) Nepomuceno de Jesús Alonso, que no puede faltar en ninguna loboteca. El dominico Ruiz firmó en 1824 un impagable poema contra los masones). Pasó mucho tiempo. Y en 1982, al morir el poeta Arturo Camacho Ramírez, su hijo, el ex embajador Julio Andrés, aficionado al género de poesía chueca, me envió fotocopias de un tesoro que había hallado en la mesa de noche del bardo. Eran ocho hojas escritas a máquina y corregidas a mano que recogían numerosos versos de la legendaria saga del pene y sus vecinos.
“Comenta al respecto el ex diplomático: ‘Se trata de una creación colectiva que fue haciéndose en la época del teatro de la Radio Nacional, y hay en ella aportes muy penetrantes de Otto de Greiff, Hernando Vega Escobar, Hernán Mejía y creo que también de Álvaro Mutis’.
“Entre los 364 versos recogidos en los papeles del autor de ‘Luna de arena’ figuraban muchos que conocíamos desde el colegio, en versiones exactas o cercanas. Pero florecían también ingeniosos y cultos aportes de Camacho y compañía”. Un verso en particular sugería que la mano de Camacho y de sus amigos había intervenido el poema durante el mandato de Eduardo Santos. Infiere entonces Samper que “Era, pues, el cuatrienio 1938-1942. En esa época, Ramírez y sus amigos andaban entre los veinte y los treinta años de edad, y tenían fresca la memoria de sus romances de adolescencia”.
Tal es la historia que he podido colegir del poema. En cuanto a su texto, he rescatado algunos versos. En algunos casos los repito, debido a diversas versiones. No sé el orden exacto de los versos. Pero una posibilidad es la siguiente:
En tiempos de bárbaras naciones
se usaban hasta el piso (suelo) los cojones.
(Aparentemente, este célebre comienzo es una variación de los siguientes versos, atribuidos al poeta y patriota italiano Ugo Fosco:
En tiempo de las bárbaras naciones
colgaban de una cruz a los ladrones;
mas hoy, en pleno siglo de las luces,
del pecho del ladrón cuelgan las cruces.
Otro comienzo del poema dice:
En tiempos de bárbaras naciones
se llevaban las pelotas en camiones.
Uno puede preguntarse cómo es que había camiones en la época de las bárbaras naciones)
Pero luego, en la edad de las cavernas,
los cojones llevábanse a las piernas.
(Así que el comienzo del poema puede quedar:)
En épocas de bárbaras naciones
se usaban hasta el suelo los cojones.
En cambio, en la edad de las cavernas
los cojones llevábanse a las piernas.
Los visigodos, pueblo muy sencillo,
los usaban tan solo hasta el tobillo
(Mas Carlomagno –hombre muy sencillo–
los llevaba tan solo hasta el tobillo)
y los fenicios, pueblo navegante,
inventaron la verga circulante.
Los troyanos, pueblo muy guerrero,
llevaban el escroto de sombrero,
y los caldeos, por demás soldados,
implantaron las turmas a los lados.
Los egipcios, con mucho disimulo,
las llevaban tenidas en el culo,
mas los judíos, con valor notorio,
lograron implantar el suspensorio.
Los asirios, que fueron muy valientes,
se agarraban el pene con los dientes.
Por ser fieles esclavos los ilotas
a sus amos cargaban las pelotas
Y cuentan que en la Persia musulmana
Cambises se acostaba con su hermana
Cleopatra y Marco Antonio en las galeras
tiraban de todas las maneras.
En tanto Julio César solo pudo
masturbarse en el baño, por cornudo.
Otros muestran la chocha de Popea
como origen de toda gonorrea,
y que su hijo Nerón por todos lados
infectó de este mal a sus soldados.
Vencido Adán por femeninas tretas
a Eva preguntó: ¿Por dónde orinas?
Repuso ella, cogiéndose las tetas:
Yo me aguanto las ganas, ¿tú qué opinas?
Se presume que fue, de esta manera,
como el mundo llegó a la verraquera.
Y la herencia que de Eva se recibe
en los próximos versos se describe.
La Biblia en sus libros iniciales
poco habla de las partes genitales.
Pero se dice, con saber rotundo,
que el tórtolo es el eje de este mundo.
Dicen que el malparido de Caín
mató a un equino y le arrancó el toman.
Y, blandiendo tal arma con la mano,
a tortolazos liquidó a su hermano.
Y el Arcángel Gabriel caparlo quiso
más Caín escapó del paraíso
y refieren que errante y vagabundo
fue en eso de tirar el más profundo.
Se cuenta que en el Arca de Noé
tiraban acostados y de pie
y que en medio de tanta confusión
hasta la pulga tuvo menstruación
y que gozaban allí los animales
frotándose las partes genitales.
Noe, borracho que en la historia asoma,
tuvo fe inquebrantable en la “paloma”
y disponía de un servil copero
que usa ya bigote minutero.
Nos dice Babilonia la indiscreta
que Sansón se acabó por la bragueta
y que Dalila en memorable juerga
le peluqueó los pelos de la verga.
Dicen que Malaquías, el Profeta,
fue el primero en batirse la puñeta
y que Moisés, atravesando el Nilo,
se lo dejó mamar de un cocodrilo.
Diéronle a Sansón, ciencia infinita,
los dulces polvos de la Sulamita
(Diéronle a Salomón ciencia infinita
los dulces polvos de la sulamita)
y quiso, corrompido tan feroz,
clavar a un niño
y dividirlo en dos.
Cuentan que David cuando cantaba
con las manos el pene se agarraba
y que a Goliat, después de varias pruebas,
le asestó un caucherazo por las nuevas.
En el impúdico pueblo de Gomorra
fue común el marica y la machorra
(En el púdico pueblo de Gomorra
fue común el marica y la machorra)
y allí nació al conjuro de la magia
la pacífica y dulce blenorragia.
Es verdad que la vara de Moisés
hizo gotear el agua alguna vez.
San Francisco de Asís, varón tan sano,
al “pájaro” llamaba fiel hermano,
(San Francisco, varón humilde y sano,
al pájaro llamaba fiel hermano)
San Luis Gonzaga desde pequeñuelo
mostraba ya inclinaciones de pajuela.
Aquello de meterlo por delante
lo inventó Genoveva de Brabante.
Aquello de meterlo por la cola,
lo inventó san Ignacio de Loyola.
Tenía tan largo el pene Carlos Quinto
que lo llevaba como espada al cinto.
Y cuando iba a cazar a la montaña,
montaba en él su tienda de campaña.
Don Felipe Segundo, rey impuro,
introdujo en Europa el chancro duro,
pero ya desde tiempos de Hildebrando
se llevaba con lujo el chancro blando.
Y así, la Inquisición, con mano dura,
resolvió establecer la capadura
que consiste en dejar las vergas solas
sin la presencia augusta de las bolas.
César Borgia en sus locos desenfrenos
agarraba a Lucrecia por los senos,
y si ésta protestaba, con brutal cinismo,
sacaba el pene y la clavaba ahí mismo.
Y siempre, por político recelo,
lo llevaba parado Maquiavelo
y la orquitis que es mal tan indiscreto
lo produjo en la historia Luis Capeto.
Gargantúa tan largo lo tenía
que con la punta el sol oscurecía
y colosales eran sus tamaños
pues en su culo colgaban los amaños.
No obstante la púdica sonrisa
el pingo le gustaba a Monalisa
en tanto, la sin par María Antonieta,
prefería la lengua en la galleta.
En Francia con pasión y con denuedo
las bellas damas se metían el dedo,
y esto determinó que en los salones
empezaran a usarse los condones.
Y que el pene se untara con saliva
como única medida preventiva
que aparece más tarde reemplazada
por pura vaselina boricada.
Entre las cortesanas fue Friné
la primera en gustarle la miné
porque un amante que su gloria mengua
era de la “academia de la Lengua”.
A los acordes de "La Marsella",
hubo en Francia fruición por la "cabeza".
Sócrates predicaba el onanismo
con la frase “conócete a ti mismo”,
y el idealismo de Platón rebaja
y convierte el amor en pura paja.
(Sócrates predicaba el onanismo
con la frase: “Conócete a ti mismo”)
Sin embargo, el singular Platón
a Sócrates llamaba de guevón.
Descartes, en sus dudas, vacilaba
si su mujer también se la jugaba.
Y Kant sostiene que los polvos idos
solo son “ilusión de los sentidos”.
Schopenauer, con duro pesimismo,
decía que toda chocha era lo mismo.
Carlos Marx en sus obras sostenía
que la paja es cuestión de economía
Pero Hegel a la inversión le dio otro nombre:
“la explotación del hombre por el hombre”
(Carlos Marx en sus libros sostenía
que la paja es cuestión de economía)
y otros dicen que el cálido caudillo
simbolizó la verga en un martillo.
Stuart Mill bautizaba, rencoroso,
al silogismo “círculo vicioso”.
La Divina Comedia por delante
y por detrás representaba el Dante
El ilustre Jacinto Benavente
gozaba con ponérselo al sirviente
a la vez que a su mujer, Quevedo,
le sacaba la piedra con el dedo.
Con su Sexta y Novena, que conmueve,
Beethoven inventó el sesenta y nueve,
mientras Chopin, buscando un útil fin,
murió por el abuso del violín.
(Federico Chopin, con útil fin,
se acabó por el abuso del toman)
(Y cuentan que el gran músico Chopín
murió por el abuso del violín)
Se cuenta también que el conde Ciano
le tiraba a su suegro por el ano.
Al tan famoso conde Galatea
le prendieron la horrible gonorrea
y al sentirse con mal tan puerco sucio
sacó la espada y se cortó el prepucio.
El altivo señor Quemuenchatocha
agarraba a las indias por la chocha
y dispuso el cacique con acierto
seguir tirando hasta después de muerto.
Se cuenta que el cacique Nemequene
azotaba a las indias con el pene.
Los españoles gozaron un montón
descubriendo las Indias de Colón
Y también Belalcázar y Quezada
clavaban a las indias en manada.
Vino luego el gusto del trasero
con el Virrey Antonio Caballero.
Refieren que el ilustre Sabio Caldas
flora encontró bajo las faldas.
y sin descanso ejecutó Nariño
los "derechos del hombre" desde niño.
Simón Bolívar, genio consagrado,
fundó la orden de “El Cojón Rayado”.
Más tarde triunfó la berraquera
con el uso que al pingo dio Mosquera
quien confiscó a los padres jesuitas
doscientas veintitrés casas de citas.
Herrera Benjamín, sin un allegro,
llevaba en la bragueta un palo negro.
(Herrera Benjamín, sin un alegro,
llevaba en la bragueta un "Palonegro").
Así explicase con rudo castellano
todo el origen del linaje humano,
lo que quiere decir sin más disputas
que en el mundo hay muchos hijueputas.
Y con Eduardo Santos a conciencia
todos practican hoy la convivencia.
Tal es, desde tiempos ancestrales,
la historia de las partes genitales.
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