Mi padre murió el 23 de febrero de 2014. Al lado de su lecho de muerte escribí un texto, y luego, para su entierro, leí otro, que era en parte un poema de Auden y en parte un texto escrito por mí. Estos son los dos (o tres) textos. El poema de Auden lo transcribo en mi (mala) traducción al español y en su (potente) versión original en inglés.
Texto 1
En este preciso momento, estoy al lado de
la camilla de mi padre, donde él yace inconsciente. Quién sabe si se vuelva a
levantar. Hay que admitirlo, la hora de su muerte luce cercana, y yo, que me
hice el propósito de estar lo más cerca de mis padres en los últimos años de
sus vidas, no sé si esté preparado para verlo morir. Entiendo que la muerte es
una característica inevitable de la vida, y que mi padre tuvo una vida larga y
buena. Entiendo que las cosas están siendo como deben ser: que uno muera de viejo,
y que los hijos entierren a los padres. Pero, la verdad, no deja de doler.
Qué tonto que en este momento todo lo que
se me ocurre es un sentimiento de gratitud hacia Saludcoop. Sé que los últimos
tiempos han sido de discusión sobre nuestro sistema de salud, y aquí está mi
padre, muriendo en la camilla de una clínica de segunda categoría de una EPS
intervenida y con profundos problemas. Y, sin embargo, aquí está mi padre,
siendo razonablemente atendido por gente que, a pesar de todas las dificultades,
sigue cumpliendo con su deber. En medio de lo que parece un hospital de guerra,
ha habido momentos hasta humanos con mi padre, y no tengo más que
agradecimiento por eso. Un buen sistema de salud es una característica esencial
de una sociedad civilizada, y aquí en Colombia, aunque las instituciones
fallen, las personas siguen trabajando y cumpliendo con su deber.
Pero volvamos a mi padre. Los instantes
que está viviendo me obligan a preguntarme, otra vez, cuál es el sentido de
todo esto. La vida es buena mientras dura, pero no es para siempre. Y la
pregunta es si lo que uno hace mientras está vivo vale la pena. Y ciertamente
hay vidas que han sido bien vividas: Shakespeare, Miguel Ángel, Leonardo,
Martin Luther King. Pero inevitablemente viene el fin. Y no puedo dejar de
pensar en ese cuasi mandato cristiano que nos conmina a pensar en la muerte. La
imagen del santo aquel con una calavera en la mano; el letrero en algún cementerio
que dice algo así como: “Recuerda que alguna vez nosotros fuimos lo que tú
eres; que alguna vez tú serás lo que nosotros somos”. Parafraseando a Neruda,
es tan corta la vida y tan larga la muerte. Recuerdo las catacumbas de alguna
iglesia romana, decorada con huesos, o las momias de Guanajuato o de San
Francisco, preservadas por el clima para recordarnos las vidas de los muertos.
Dicen los cristianos que uno, después de
muerto, va al cielo, al purgatorio o al infierno. Un papa reciente dijo que el
infierno no existe, que es un lugar figurado. Debe saber de qué está hablando,
porque los papas son infalibles. Yo, por mi parte, no tengo esa fe. Yo creo que
uno, después de muerto, no se va a ninguna parte. Uno simplemente deja de ser.
No creo que haya un lugar donde pueda reencontrar a mi padre, ni donde él pueda
reencontrarme a mí. Así que esto es. No habrá más almuerzos los sábados, o
viajes a Medellín por carretera, o juegos de golf. Él, viejo, frágil, flaco,
canoso, recostado en una camilla, es todo lo que queda de él. Y no por mucho
más.
Por ahora, todo lo que puedo hacer es
llorar. Ya después quizás se calme el llanto y ceda el dolor. Quizás después no
duela tanto, y solo queden las memorias y los recuerdos. Para él, ya nada
importa. Para mí, la verdad, muy poco.
Texto 2
Funeral blues (Canción triste
para un funeral)
W. H. Auden
Detengan todos los relojes,
corten el teléfono,
Denle un hueso jugoso al perro
para que no ladre;
Silencien los pianos y, con un
redoble ensordinado,
Traigan el féretro, que se
acerquen los dolientes.
Dejen a los aeroplanos sobrevolar
quejumbrosos sobre nuestras cabezas
Garabateando en el cielo el
mensaje: “Él Está Muerto”,
Pongan moños de papel crepé en
los blancos cuellos de las palomas públicas,
Dejen que los policías de
tránsito usen guantes de algodón negro.
Él era mi Norte, mi Sur, mi
Este y Oeste,
Mi semana laboral y mi descanso
dominical,
Mi medio día, mi media noche,
mi conversación, mi canción;
Pensé que el amor duraría por
siempre: me equivoqué.
Quién quiere estrellas ahora:
apáguenlas todas;
Empaquen la luna y desmantelen
el sol;
Desagüen el océano y talen el
bosque.
Porque de ahora en adelante
nada servirá.
Funeral Blues
Stop all the clocks, cut off the
telephone,
Prevent the dog from barking
with a juicy bone,
Silence the pianos and with
muffled drum
Bring out the coffin, let the
mourners come.
Let aeroplanes circle moaning
overhead
Scribbling on the sky the
message 'He is Dead'.
Put crepe bows round the white
necks of the public doves,
Let the traffic policemen wear
black cotton gloves.
He was my North, my South, my
East and West,
My working week and my Sunday
rest,
My noon, my midnight, my talk,
my song;
I thought that love would last
forever: I was wrong.
The stars are not wanted now;
put out every one,
Pack up the moon and dismantle
the sun,
Pour away the ocean and sweep
up the wood;
For nothing now can ever
come to any good.
Él era el capitán, el campeón,
el más grande. Así siempre me pareció, incluso cuando ya era un saquito de
huesos. Él siempre fue el hombre de la casa, incluso cuando él ya no era mi
padre sino mi niño. Nunca me pareció más grande y gigante que cuando dejó de
serlo. Hoy está ahí, derrotado, quieto, yerto, pero no siempre fue así. Hubo
una época en que era tan grande que no podíamos verlo completo. Como una
cordillera. Como un océano. Qué grande me parecía, pero nunca más que cuando,
próximo a morir, lo cargué en mis brazos, como si fuera mi niño, y no mi padre.
Todo muerto es bueno, y más mi
padre. Mi padre era bueno desde antes de morirse. Tuvo una vida larga y buena,
y hoy que lo lloramos, debemos sentirnos felices de lo mucho que lo gozamos. Ya
está bien que lo dejemos descansar. Mi viejo, mi padre, mi gigante. Los que le
tengan algo que perdonar, perdónenlo. Aprécienlo en su mejor luz, que es como
todos debemos ser juzgados. Sé que mi padre no era perfecto, pero cuánto lo
era. No era expresivo, pero qué tierno era. Incluso no es cierto que fuera
tacaño: era simplemente muy ordenado con su plata. Cuando todo era tempestad,
él ponía orden en la borrasca. Él era el mástil que anunciaba que el barco, una
vez más, llegaba a buen puerto. Qué columna vertebral era. Cómo dependíamos de
él. Él era el árbol en el que buscábamos apoyo y sombra. Si mi madre es Venus o
Mercurio, por su amor y su carrera loca, mi padre era el sol, era Atlas,
sosteniendo el Universo. Él, digno y discreto siempre, nos enseñaba a
mantenernos de pie. No recuerdo nunca a mi padre haberme ayudado a hacer una
tarea en el colegio (y, la verdad, yo tampoco es que hiciera muchas), pero una
y otra vez me llenó de lecciones. Nunca me compró unos guayos, pero me enseñó
qué debía hacer para que yo pudiera comprarlos. Mi padre no hablaba, no decía
las cosas, pero cuántas lecciones me dejó en la vida. Ah, padre, qué orgullo y
qué admiración siento.
Aprendí la ternura de ver a mis
padres caminar cogidos de la mano, más de 60 años después de haberse casado. Y
el viejo era tan grande que parecía un gigante. Era el más grande, el campeón,
el capitán. No siempre lo entendimos. Él no sabía explicar, y nosotros no siempre
sabíamos entender. Aunque yo pegaba mejor, más lindo, más largo, él, de sapito
en sapito, siempre me ganó en golf. Golpeaba corto, pero parejo. Yo
despotricaba contra los bunkers, y él sorteaba los lagos. Él era el valor de la
consistencia. El viejo. El grande. El gigante. Trabajó una vida, sacó adelante a
una familia, quiso a una mujer. Qué solos vamos a sentirnos sin ti, mi viejo.
Qué lindo va a ser recordarte. Te recuerdo, padre, trayendo billetes de todas
partes del mundo para mi colección, billetes que hoy no sé dónde están; te
recuerdo como un jinete imponente sobre un burro, en una becerrada en la que yo
era un niño, y de la cual alguna foto guarda memoria; te recuerdo, ya viejo, sobre
una yegua, recordando a una edad improbable tus dotes de chalán, de joven
campesino, en un paseo que hicimos a Sesquilé, cuando quizás yo no había
sentado raíces por allá. Y en ese paseo pasaste de chalán a navegante, mi
viejo, mi aventurero, mi explorador. Basado en otra foto, mi cabeza inventa otra
memoria sobre ti, porque yo todavía no había nacido: te recuerdo joven, bello,
flaco, en aquellas épocas en que montar en avión era peligroso, posando en la
proa del barco en el que ibas a conquistar el mundo. Mi explorador, mi
descubridor, mi adelantado. Te recuerdo orgulloso de los parentescos que yo te
inventaba, de don Juan de Castellanos, que no alcanzó a incluirte a ti en sus Elegías de varones ilustres de Indias, o
de Dora Castellanos, una poetisa cuya potencia ustedes podrán comprobar a la
entrada de los Jardines de Paz.
Te lo debimos haber dicho
antes, viejito. Intentamos hacerlo. Intentamos decírtelo y hacértelo saber
cuando aún era tiempo. Cuánto te queremos viejito, cuánta falta vas a hacerle a
Leticia. Te la vamos a cuidar, viejito, no vamos a dejar que tu casa decaiga. Está
bien que te hayas ido primero. Señálanos el camino, explorador, descubridor,
adelantado. Ni muerto dejas de darnos lecciones. Ante tu muerte todo lo demás
empequeñece. Ante tu muerte solo lo importante aflora. No importa más que
sembrar amor, y ser humano. Cuídanos el puesto, que pronto te veremos. Has
muerto de pie, como un gigante. Hablo por mí, por mi madre, por mis hermanos. Quiero
agradecerles a todos, a los que están aquí y a los que nos han enviado sus
condolencias sinceras, su compañía, que nos reconforta en estos momentos. Hablo,
padre, por tu familia y por tus amigos, por los que están aquí y por los que no
pueden verte. Hablo por tu IBM, por tu Club Rotario, por tu club de golf. Se te
quiso, viejo, se te quiere. Has cedido la antorcha, pero la llama alumbra, y
cómo conforta. Descansa ya, mi viejo, tu tarea está hecha. Descansa, capitán. Recuerda
que se te quiso y se te quiere. Mi padre, mi flaco, mi niño. Ah, y gracias,
padre. Mil veces gracias.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment