¿Por qué Colombia necesita al Partido Liberal? Porque el país, comenzando con el gobierno de César Gaviria, inició un giro a la derecha cada vez más acentuado, que quizás ya ha ido demasiado lejos. A pesar de que no voté por Álvaro Uribe ni en 2002 ni en 2006 (en 2002 formé parte de la campaña de Noemí Sanín y en 2006 de la de Rodrigo Rivera), a mí no me cabe duda de que este giro era necesario, como lo ratificaron unas mayorías de colombianos asombrosas. Por una parte, era necesario que Colombia prestara más atención al desarrollo de los mercados, dado que el Estado estaba jugando un papel demasiado grande en la asignación de recursos, generando demasiada ineficiencia y muy poco beneficio social. Por otra parte, el Estado no podía continuar siendo perpetuamente “blando” con las guerrillas de izquierda.
El giro a la derecha ha tenido efectos benéficos para el país. El más notable de todos, amén de una mayor sensación de seguridad, ha sido una increíble recuperación del crecimiento, basada en un saludable repunte de la inversión. Sin embargo, el giro a la derecha quizás ha ido demasiado lejos. Su aspecto más desagradable ha sido la creciente influencia de los paramilitares en la vida económica, social y política de Colombia. En general, ha habido un ambiente de conservatización atípico para el carácter nacional. Como reacción, la izquierda se ha venido fortaleciendo cada vez más, de modo que un escenario posible para las elecciones presidenciales de 2010 es una confrontación entre la derecha y la izquierda, con un Partido Liberal radicalizado en la izquierda, quizás como un apéndice del Polo Democrático Alternativo.
Yo soy de los que creen que una victoria de la izquierda en las elecciones presidenciales no sólo no es una hecatombe, sino que es algo que sería conveniente para nuestro fortalecimiento democrático. Sin embargo, a pesar de la experiencia de Bogotá con Lucho Garzón y del Valle con Angelino Garzón, que yo juzgo como favorables, no creo que sea deseable una victoria de la izquierda en las elecciones presidenciales de 2010. Es decir, si gana, gana, y no sería el fin del mundo, ni mucho menos, pero todavía no me siento con ganas de hacerle campaña. Todavía hay demasiado izquierdista “mamerto”, que puede comprometer los avances en materia de seguridad y de confianza en el clima económico. Por eso un Partido Liberal con vocación de centro me parece indispensable para el país.
En el Congreso de abril se deben definir muchos aspectos importantes del futuro del Partido Liberal. Para empezar, se definirá si César Gaviria continúa en una dirección única, o si se adopta una dirección colegiada. En segundo lugar, se definirá si el Partido Liberal considera la colaboración con el gobierno en el Congreso en proyectos de interés nacional o si, por el contrario, se mantiene consistentemente en la oposición al gobierno del presidente Uribe. En tercer lugar, se definirá si el Partido Liberal es capaz de volver a encontrar una vocación de centro, con autonomía política, o si sigue dominado por las facciones más radicales de izquierda, capaces de coquetear con el Polo Democrático Alternativo. En cuarto lugar, se definirá si el Partido Liberal es capaz de volverles a abrir las puertas a todos los liberales que hoy no se sienten representados por el Partido (lo que le ha costado perder el favor popular), o si se mantiene en una postura rígida y excluyente, que invita a que haya más liberalismo que Partido Liberal. En quinto y último lugar, se definirá si el Partido puede aspirar a un nuevo liderazgo, o si sigue vinculado a un viejo liderazgo, asociado con el proceso 8.000 y derrotado políticamente.
En cada caso, me parece a mí, el Partido Liberal debe optar por la primera opción. César Gaviria debe mantenerse en la dirección única del Partido. El Partido Liberal debe abandonar la posición de oposición cerrada al gobierno (aunque sin aceptar posibles ofertas burocráticas). Debe recuperar una posición de centro. Debe abrirles las puertas a todos los liberales hoy por fuera del Partido. Y debe apuntarle a un nuevo liderazgo, desvinculado de los yerros del pasado.
Me parece que un Partido Liberal moderno debe cumplir con los siguientes dos requisitos mínimos:
- Ser tan distante de la guerrilla como de los paramilitares, en un clima de búsqueda de la paz sin concesiones a la lucha armada ilegal.
- Tener un discurso social muy fuerte, pero sin atentar contra el buen clima económico. En particular, el Partido Liberal debe aprender a ser responsable tanto en términos fiscales como inflacionarios, y a ser amistoso con la iniciativa privada.
En la coyuntura legislativa actual, se ha dejado saber que un cambio de actitud del liberalismo con respecto al gobierno podría significar apoyar a éste en algunos proyectos en el Congreso, y en otros no. Parece haber inclinación del liberalismo por votar favorablemente el TLC, pero no el acto legislativo sobre el Sistema General de Participaciones (SGP). Yo pensaría que el liberalismo debería votar ambos proyectos positivamente, porque ambos coinciden con los altos intereses de la patria. Si acaso, debería votar con más entusiasmo la reforma al SGP que el TLC. En el caso del SGP, la pregunta clave es si los intereses, por demás legítimos, de las regiones pueden llegar a comprometer la sanidad fiscal de la nación. Un partido responsable tiene que decir que no. Lo que permite que la nación sea viable no puede ser malo para las regiones. Eso lo tiene que entender el Congreso y el Partido Liberal. La oposición del Partido Liberal a la reforma del SGP muestra que el partido sigue siendo fiscalmente irresponsable, y por lo tanto no apto para gobernar. Yo defiendo la descentralización, pero no creo en una descentralización que es sinónimo de crisis fiscal. Otra cosa es que, después de aprobada la reforma al SGP, quede pendiente el tema del fortalecimiento de la descentralización, sobre el cual el país tiene que volver a pensar.
Por su parte, con respecto al TLC, yo creo que la prioridad principal del país debe ser aprobarlo. Pero los demócratas en Estados Unidos parecen interesados en que la negociación se reabra. Si ese fuese el caso, existe una oportunidad de oro para el Partido Liberal. Bajo el entendido de que el TLC es mejor tenerlo que no tenerlo, el Partido Liberal puede contribuir a solidificar la posición negociadora de Colombia en aquellos aspectos que se considere comprometen más los intereses nacionales. En especial, el diálogo que el Partido Liberal puede tener con el Partido Demócrata puede llegar a ser más constructivo que el que pueda tener el mismo Gobierno.
Mi posición ya ha sido criticada por “gavirouribista”, como la llamó Daniel Samper Pizano en una de sus columnas. Creo que se equivoca. Para comenzar, la química personal entre el presidente Uribe y el expresidente Gaviria es muy poca. El expresidente Gaviria ha tratado de mantener en alto la bandera liberal, aun desconociendo su propio discurso ideológico cuando fue presidente y convirtiéndose en una de las cabezas de la oposición a Uribe. En consecuencia, a Gaviria le tocó ver cómo su posición lo colocaba en una situación muy desfavorable en los sondeos de opinión, para no mencionar su tragedia familiar. Un liberalismo moderno no tiene que ser uribista. Pero sí tiene que dar señales de que cosas deseables, como la seguridad y el buen desempeño económico, recibirán continuidad si el liberalismo accede al poder. De otra forma no va a poder regresar a él.
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