Sunday, March 27, 2011

11-03-27: Verdad, bondad, belleza

He venido leyendo un masivo libro sobre la historia intelectual de la humanidad titulado Ideas, de Peter Watson (2005). Como corresponde, no hay nada que invite más a tener ideas que leer sobre ellas. Podría tener varias entradas en mi blog dedicadas a este libro. Comencemos con ésta.

Watson, siguiendo la Tradición intelectual occidental de Bronowski y Mazlish (1960), afirma que una forma interesante de estructurar una historia de las ideas es alrededor de tres conceptos: lo cierto, lo bueno y lo bello. De esta manera, todos los esfuerzos intelectuales se podrían clasificar en una de esas categorías.

Watson considera otras formas de clasificación, pero ésta ha llamado mi atención. No me sorprende que provenga de Bronowski, cuyo Ascenso del hombre es uno de los libros que más me ha influenciado (aunque, para decir verdad, para escribir esta entrada hojeé rápidamente a Bronowski y Mazlish, y no encontré la referencia que hace Watson). Se me antoja que reflexionar sobre lo cierto, lo bueno y lo bello puede ser una guía de vida tan poderosa como fue formarse en las cuatro virtudes cardinales para los antiguos: la justicia, la prudencia, la templanza y la fortaleza, en unas versiones, o la sabiduría, la prudencia, el coraje, y la fortaleza, en otras.

Colombia sería un país muy distinto si se aplicara más a la búsqueda de lo cierto, lo bueno y lo bello. En cuanto a lo cierto, Colombia no se destaca ni por su actividad científica ni por su innovación. Se dice que el colombiano es recursivo, pero una cosa es ser recursivo y otra ser innovador. Cualquier medición desapasionada y seria de la actividad científica y de innovación dará unos pobrísimos resultados para Colombia. Colombia podrá ser un país de seres recursivos, pero no es un país de descubridores o inventores. De otra parte, el compromiso de los colombianos con la verdad es más bien bajo. No quiero decir que seamos un pueblo de mentirosos, pero, como lo pondría John Sudarski, nuestra fe en fuentes de información no validadas es muy alta.

En cuanto a lo bueno, Colombia, lamentablemente, no es un ejemplo moral. Uno de los principios morales en Colombia es “no dar papaya”, que significa no dar oportunidades para que otros saquen provecho de uno. Esto quiere decir que en nuestra sociedad no podemos esperar que a los vulnerables les vaya bien. Solo en un país como Colombia se puede inventar una frase como “usted podrá tener la vía, pero yo tengo el camión”. En nuestro país la definición de justicia es la de Trasímaco: “justicia es el interés del más fuerte”. No de otra manera se entiende, por ejemplo, que, para vergüenza de Colombia, Pablo Escobar haya sido congresista, o que los paramilitares hayan llegado, en un momento dado, a dominar el Congreso. En nuestro país son normales las matanzas, los robos, la corrupción y la captura del interés público por poderosos intereses privados. Colombia, en síntesis, no es un faro moral.

Por último, diría que Colombia tampoco cultiva la belleza. Aquí me parece que la evaluación no es tan mala como con la ciencia y, en particular, la moral, porque es en el terreno de lo bello donde Colombia ha tenido más trascendencia internacional, con figuras como García Márquez, Botero o Shakira. Colombia tiene un hermoso y variado arte popular. Pero basta caminar por las calles de Bogotá para darse cuenta de que la belleza no es un criterio predominante en el ambiente que construimos. Lo bello casi siempre cede frente a lo ordinario. Yo estoy convencido de que el entorno en el que vivimos marca fuertemente nuestro carácter. Hay ciudades como París o Roma, que incluso en el abandono lucen hermosas. Bogotá, claramente, no está en esas ligas. Los edificios públicos, que en otros lugares están hechos para impresionar por su belleza, en Colombia están hechos para impresionar por su bajeza.

Y el problema no es solo de Bogota. Hay que ver cómo ciertos bellos y pintorescos pueblitos colombianos crecen para convertirse en ciudades donde el gusto es la menor de las preocupaciones. Y el problema no es solo arquitectónico. En Colombia hay una preferencia por la ordinariez que se transmite a todo. Por ejemplo, en Colombia no hay comedia, sino farsa. La televisión no busca elevar, sino ponerse al nivel del pueblo. Las emisoras de música culta brillan por su ausencia. La oratoria, que alguna vez fue un arte cultivado en la política, hoy no se practica en absoluto. En síntesis, no hay una preferencia generalizada por el buen gusto.

Wittgestein alguna vez dijo que la ética y la estética son uno y lo mismo. Alguien más dijo que la ciencia era el arte del siglo XXI. Uno puede argumentar, por tanto, que hay una unidad profunda del quehacer intelectual. Un país que no cultiva la ciencia, la ética y la estética es un país que no cultiva lo noble del espíritu humano. Tal vez pedir que cultivemos lo cierto, lo bueno y lo bello es pedir demasiado para nuestro país en su conjunto, pero quizás si podríamos poner esos valores más alto en nuestras prioridades personales. Quizás uno no pueda cambiar al mundo, pero sí puede apegarse a unos valores que conduzcan a una vida significativa. Quizás en estos ámbitos el cambio es más importante en el nivel personal que en el colectivo.

No comments: