Thursday, March 31, 2011

11-03-31: A favor de la liberación sexual

Hace unos días, oí que un amigo mío se refería a un viejo conocido que tengo como un "sátiro", es decir, como una persona que no era muy selectiva a la hora de escoger sus parejas sexuales. El comentario de mi amigo no fue formulado como una cuestión de hecho, sino como un juicio moral, que sugiere que una persona sin mucho recato sexual es indeseable (por obvias razones, tanto el amigo como el viejo conocido no serán identificados).

Debo decir que el comentario de mi amigo no me pareció apropiado. Una de las formas más expeditas de arruinar la reputación de una persona es cuestionar su sexualidad. Uno nunca dice con buena voluntad que una persona, y en especial una mujer, es "perra" o "zorra". De hecho, llama la atención que buena parte de las palabras que se consideran como groserías tienen un alto contenido sexual: "hijo de puta, marica, huevón". Tomadas literalmente, estas groserías quieren decir que lo peor que uno puede ser es hijo de una puta, maricón, o alguna otra cosa por el estilo. Esto sugiere que la sexualidad ha estado sometida a una serie de terribles restricciones sociales y morales, que han construido un tabú sobre ella, y que siguen operando, a pesar de las liberaciones sexuales de los años 1920 y 1960.

Estas consideraciones me hacen pensar que al mundo todavía le hace falta mucho recorrido en materia de liberación sexual. La comunidad homosexual ha hecho muchos avances en lograr que su condición sea socialmente aceptada, pero todavía hay mucho camino por recorrer. El sufrimiento que se ha causado por las normas sociales que no les dejan a las personas vivir libremente su sexualidad ha sido enorme, y no me refiero solo a los homosexuales. Tal vez hoy Oscar Wilde ya no iría a la cárcel, pero el número de vidas que se han arruinado por no poder disfrutar su sexualidad normalmente ha sido demasiado grande. Yo soy de la opinión de que aplicar una moralidad estrecha a la sexualidad es equivocado, y creo que ese estado de cosas debe cambiar. La sexualidad es una parte muy importante y compleja de la naturaleza humana que, en síntesis, debería disfrutarse y no lamentarse.

La aproximación del cristianismo a la sexualidad ha sido particularmente dañina, y en eso no se distinguen mucho católicos de protestantes. La asociación entre sexualidad y "pecado" me parece nefasta. Mientras la visión católica es formalmente más estrecha, también ha producido entre sus creyentes una disociación mayor entre lo que se profesa y lo que se practica. Es una tragedia, por ejemplo, que los sacerdotes católicos hayan sido acusados recientemente de tantos casos de comportamiento sexual indebido con menores. Eso no hay forma de mirarlo con buenos ojos.

Pero lo que sí se puede mirar más benignamente es la sensualidad que se desarrolla en ciertos países católicos. Yo soy de los que creen que el Carnaval de Río es un evento que tiene más probabilidades de surgir en un país católico que en un país protestante. Hay algo de sabrosura en la noción católica de que, como mañana habrá penitencia, hoy lo que debe haber es sensualidad, puesto que el que peca y reza empata. Algunos católicos que han aprendido a disfrutar el sexo lo han aprendido a disfrutar precisamente porque es pecado. Esto quizás no sea enteramente deseable, porque crea una disonancia entre la norma y su cumplimiento, pero es preferible a no disfrutar el sexo porque es pecado.

De otra parte, mientras los protestantes se precian de practicar una religión más racional y menos dogmática, muy frecuentemente terminan por validar una visión muy pacata de la sexualidad, como sucedió durante la era victoriana en Gran Bretaña, o como sucede actualmente con la derecha política de los Estados Unidos.

Defiendo un sexo sin culpa, libre de la noción de pecado. Me parece correcto que los jóvenes de hoy tengan claro que no hay que esperar al matrimonio para tener sexo, y que la sexualidad puede estar desvinculada de la reproducción. Me parece que cada persona y pareja deben encontrar libremente su equilibrio sexual. Algunas personas aceptarán el sexo casual y otras no. Algunas personas verán una relación necesaria entre sexo y relación emocional, y otras no. Algunas personas preferirán tener solo una pareja sexual, otras preferirán un comportamiento más promiscuo. Algunas mujeres querrán ser madres solteras, otras no. Algunas parejas decidirán tener mucho sexo, otras poco. Algunas parejas aceptarán experiencia sexuales por fuera de la pareja, otras no. Algunas personas aceptarán prácticas especiales, como el sadomasoquismo, y otras no. Cada individuo y pareja deben encontrar las reglas de su sexualidad. Para esto, la libertad para hablar de temas sexuales debe ser la máxima posible. Un ambiente de misterio y secretismo no contribuye al diálogo abierto, y favorece comportamientos solapados que no son deseables.

Cuando defiendo el sexo sin culpa no defiendo un sexo irresponsable. No me preocupa que una persona sea promiscua, pero sí me preocupa que haya embarazos no deseados. Ahora, también creo que, si llegan a ocurrir, hay que manejarlos de manera sensible, y no, por ejemplo, echando a la niña de la casa, por "puta". Creo que los jóvenes deben aprender a usar las tecnologías que permiten separar el sexo de la reproducción.

También creo que el sexo debe ser considerado. Una vez definidas las reglas del comportamiento sexual en una pareja, deben ser respetadas. Algunas personas reclaman exclusividad sexual y, si esas son las reglas del juego, deben ser respetadas.

Me parece incorrecto que adultos induzcan al sexo a menores (aunque aquí hay que hacer precisiones: una cosa es que un joven de 20 años tenga sexo con una jovencita de 14; otra que un cincuentón sodomice a un niño de siete). La prostitución infantil me parece abominable.

Los controles para evitar la expansión de las enfermedades sexualmente transmitidas también me parecen fundamentales. Es claramente incorrecto que una persona con una enfermedad sexualmente transmisible tenga sexo con otra sin protegerse y sin advertir los riesgos. En síntesis, un sexo sin culpa no es un sexo irresponsable.

Ciertamente necesitamos una nueva era. Una era en la cual las diversas manifestaciones de una sexualidad sana puedan florecer sin tapujos. El sexo es una hermosa manifestación de la naturaleza humana. Creo que el sexo contribuye a la realización individual. Aquellos que viven sexualmente reprimidos carecen de una dimensión fundamental para la realización personal. El sexo, sin duda, es una fuerza poderosa, que debe ser encauzada, pero no reprimida. Hay que pasar de la mojigatería a una plena y bien entendida libertad sexual. Y, ciertamente, la crítica chismosa surgida del comportamiento sexual de terceros debe ser inexistente en una sociedad civilizada.

Sunday, March 27, 2011

11-03-27: Verdad, bondad, belleza

He venido leyendo un masivo libro sobre la historia intelectual de la humanidad titulado Ideas, de Peter Watson (2005). Como corresponde, no hay nada que invite más a tener ideas que leer sobre ellas. Podría tener varias entradas en mi blog dedicadas a este libro. Comencemos con ésta.

Watson, siguiendo la Tradición intelectual occidental de Bronowski y Mazlish (1960), afirma que una forma interesante de estructurar una historia de las ideas es alrededor de tres conceptos: lo cierto, lo bueno y lo bello. De esta manera, todos los esfuerzos intelectuales se podrían clasificar en una de esas categorías.

Watson considera otras formas de clasificación, pero ésta ha llamado mi atención. No me sorprende que provenga de Bronowski, cuyo Ascenso del hombre es uno de los libros que más me ha influenciado (aunque, para decir verdad, para escribir esta entrada hojeé rápidamente a Bronowski y Mazlish, y no encontré la referencia que hace Watson). Se me antoja que reflexionar sobre lo cierto, lo bueno y lo bello puede ser una guía de vida tan poderosa como fue formarse en las cuatro virtudes cardinales para los antiguos: la justicia, la prudencia, la templanza y la fortaleza, en unas versiones, o la sabiduría, la prudencia, el coraje, y la fortaleza, en otras.

Colombia sería un país muy distinto si se aplicara más a la búsqueda de lo cierto, lo bueno y lo bello. En cuanto a lo cierto, Colombia no se destaca ni por su actividad científica ni por su innovación. Se dice que el colombiano es recursivo, pero una cosa es ser recursivo y otra ser innovador. Cualquier medición desapasionada y seria de la actividad científica y de innovación dará unos pobrísimos resultados para Colombia. Colombia podrá ser un país de seres recursivos, pero no es un país de descubridores o inventores. De otra parte, el compromiso de los colombianos con la verdad es más bien bajo. No quiero decir que seamos un pueblo de mentirosos, pero, como lo pondría John Sudarski, nuestra fe en fuentes de información no validadas es muy alta.

En cuanto a lo bueno, Colombia, lamentablemente, no es un ejemplo moral. Uno de los principios morales en Colombia es “no dar papaya”, que significa no dar oportunidades para que otros saquen provecho de uno. Esto quiere decir que en nuestra sociedad no podemos esperar que a los vulnerables les vaya bien. Solo en un país como Colombia se puede inventar una frase como “usted podrá tener la vía, pero yo tengo el camión”. En nuestro país la definición de justicia es la de Trasímaco: “justicia es el interés del más fuerte”. No de otra manera se entiende, por ejemplo, que, para vergüenza de Colombia, Pablo Escobar haya sido congresista, o que los paramilitares hayan llegado, en un momento dado, a dominar el Congreso. En nuestro país son normales las matanzas, los robos, la corrupción y la captura del interés público por poderosos intereses privados. Colombia, en síntesis, no es un faro moral.

Por último, diría que Colombia tampoco cultiva la belleza. Aquí me parece que la evaluación no es tan mala como con la ciencia y, en particular, la moral, porque es en el terreno de lo bello donde Colombia ha tenido más trascendencia internacional, con figuras como García Márquez, Botero o Shakira. Colombia tiene un hermoso y variado arte popular. Pero basta caminar por las calles de Bogotá para darse cuenta de que la belleza no es un criterio predominante en el ambiente que construimos. Lo bello casi siempre cede frente a lo ordinario. Yo estoy convencido de que el entorno en el que vivimos marca fuertemente nuestro carácter. Hay ciudades como París o Roma, que incluso en el abandono lucen hermosas. Bogotá, claramente, no está en esas ligas. Los edificios públicos, que en otros lugares están hechos para impresionar por su belleza, en Colombia están hechos para impresionar por su bajeza.

Y el problema no es solo de Bogota. Hay que ver cómo ciertos bellos y pintorescos pueblitos colombianos crecen para convertirse en ciudades donde el gusto es la menor de las preocupaciones. Y el problema no es solo arquitectónico. En Colombia hay una preferencia por la ordinariez que se transmite a todo. Por ejemplo, en Colombia no hay comedia, sino farsa. La televisión no busca elevar, sino ponerse al nivel del pueblo. Las emisoras de música culta brillan por su ausencia. La oratoria, que alguna vez fue un arte cultivado en la política, hoy no se practica en absoluto. En síntesis, no hay una preferencia generalizada por el buen gusto.

Wittgestein alguna vez dijo que la ética y la estética son uno y lo mismo. Alguien más dijo que la ciencia era el arte del siglo XXI. Uno puede argumentar, por tanto, que hay una unidad profunda del quehacer intelectual. Un país que no cultiva la ciencia, la ética y la estética es un país que no cultiva lo noble del espíritu humano. Tal vez pedir que cultivemos lo cierto, lo bueno y lo bello es pedir demasiado para nuestro país en su conjunto, pero quizás si podríamos poner esos valores más alto en nuestras prioridades personales. Quizás uno no pueda cambiar al mundo, pero sí puede apegarse a unos valores que conduzcan a una vida significativa. Quizás en estos ámbitos el cambio es más importante en el nivel personal que en el colectivo.

Saturday, March 19, 2011

11-03-19: Contra los libertarios

Un buen amigo mío, Jorge Eduardo Castro, a quien conocí hace varios años haciendo campaña política por Noemí Sanín, anda ahora en la onda de defender muy vocalmente las ideas libertarias. Yo no soy libertario, y en alguna parte escribí que los libertarios son mis "enemigos intelectuales". Jorge se preguntó entonces que él y yo qué veníamos siendo. "Amigos", pensé yo, pero no intelectuales. Quisiera explicar aquí las razones de mi desacuerdo con Jorge.

Los libertarios afirman que el valor por excelencia de una sociedad es la libertad. Esta idea, puesta así, no es muy controversial. Pero hay que entenderla en todo su contenido para ver por qué puede ser objeto de polémica. En primer lugar, los libertarios hablan de libertad entendida como libertad individual. Son los individuos los que deben gozar de la máxima libertad posible. Los individuos no son libres si se ven obligados a hacer cosas, o a no hacerlas. Los individuos solo son libres si sus acciones son voluntarias.

Esta noción de la voluntariedad de las acciones individuales es de suma importancia para los libertarios. Es con base en ella que los libertarios afirman que todo esfuerzo social, todo esfuerzo cooperativo, debe ser el resultado del consentimiento de las partes. Todo esfuerzo cooperativo debe ser el resultado de participaciones individuales voluntarias. Lo social debe respetar la voluntad individual. El individuo está primero que la sociedad. Por eso los libertarios privilegian mecanismos que favorecen la voluntariedad de las acciones individuales: el consenso en la arena política (defendido en especial por Buchanan) y el mercado en la arena económica (defendido en especial por Hayek).

Los libertarios afirman que la principal amenaza a la libertad individual es el Estado. Esta amenaza proviene de las facultades coercitivas que son inherentes a la función estatal. Por ejemplo, el Estado puede hacer tributar a los ciudadanos, incluso cuando éstos no han dado su consentimiento expreso para ser gravados. Puede que ese "consentimiento" haya surgido de una "voluntad popular" expresada en un cuerpo colegiado popularmente elegido, pero eso no es suficiente para los libertarios. De hecho, lo que harán los libertarios es negar que existe una "voluntad popular": los únicos que tienen una voluntad son los individuos. No hay una cosa tal como la voluntad "popular". Dado que el Estado puede obligar a los individuos a hacer cosas, o a no hacerlas, se convierte en la principal amenaza sobre la voluntariedad de las acciones individuales.

Los libertarios afirman que la principal justificación para que el Estado pueda inmiscuirse en las vidas de los individuos es la justicia social. La noción de justicia social implica que los individuos tenemos responsabilidades sociales, que somos responsables, no solo de nuestra suerte, sino de la suerte de los demás. Habría, por lo tanto, una obligación moral de ayudar a los demás, en especial a los menos favorecidos.

Esta forma de pensar es aborrecida por los libertarios. Ellos no creen que los individuos tengan responsabilidades sociales. La única responsabilidad de un individuo es consigo mismo y, a lo sumo, con su familia. Los libertarios afirman que los individuos no pueden delegar la responsabilidad de su propio bienestar en el Estado. En suma, los libertarios niegan la importancia de la noción de justicia social. Es más, no hay valores propiamente sociales: la libertad es una libertad individual; si la justicia tiene que ser una justicia social, entonces ese concepto no existe. Igual cosa pasa con conceptos como la "voluntad popular" o el "bien común". Según los libertarios, esos conceptos sociales, en realidad, no existen.

En este sentido, los libertarios no solo afirman que la libertad individual es el valor social por excelencia. Lo que en realidad afirman es que la libertad individual es el único valor relevante. Según los libertarios, no es que haya una pluralidad de valores, dentro de los cuales el más destacado o importante es la libertad. No. Para ellos, la libertad es el único valor relevante. Es en este sentido que la posición libertaria aparece como extrema.

Se podría decir que las posiciones políticas son el resultado de balancear dos valores sociales fundamentales: la libertad y la justicia. Entre más se valore la justicia, más de izquierda se será. Entre más se valore la libertad, más de derecha se será. La extrema izquierda está dispuesta a acabar con la libertad con tal de implementar la justicia. La extrema derecha está dispuesta a enterrar la noción de justicia, para afirmar que solo existe la libertad. En esa posición están los libertarios.

Yo concuerdo con Isaiah Berlin en que en una sociedad sana hay una pluralidad de valores sociales. En este sentido, yo creo que uno no puede despreciar ni la libertad ni la justicia. Sin embargo, Berlin sugería que los valores eran inconmensurables e irreconciliables. En este sentido, encontrar el balance justo entre libertad y justicia sería muy complicado. Tal vez sea muy complicado, pero no imposible. John Rawls formuló una teoría de la justicia que, afirmando la primacía de la justicia para los arreglos sociales, no prescindía de la libertad: antes de ser justa, una sociedad debe ser libre. Pero lo más importante es que sea justa. Yo simpatizo con el esfuerzo rawlsiano y, aunque no concuerdo con todos sus detalles, creo en la urgencia de su llamado a una sociedad libre, pero, sobre todo, justa.

Hayek escribió que su argumento de que "en una sociedad de hombres libres cuyos miembros están autorizados para usar su propio conocimiento para sus propios propósitos el término 'justicia social' es totalmente carente de significado o contenido, es uno que por su propia naturaleza no puede ser probado". Este no es el lugar para entrar en discusiones técnicas, pero yo creo que lo que sí se puede probar es que la afirmación de que "el término 'justicia social' es totalmente carente de significado o contenido" es falsa. La justicia social es una noción que tiene sentido, y por esa razón los libertarios están equivocados.

Wednesday, March 16, 2011

11-03-16: ¿Precede la mente al cerebro?

El 24 de marzo de 2007 publiqué en mi blog una entrada sobre el debate mente-cerebro. Un viejo compañero del colegio, Fernando Baena, hoy conocido como el swami Amano Gavaksha, con quien siempre he tenido opiniones encontradas, lo que nunca nos ha impedido mantener una fuerte amistad, me hizo algunos comentarios el pasado 11 de febrero. Aquí se los respondo.

Querido Fernando:

Gracias por llamar mi atención sobre sus comentarios en mi blog. No los había leído. Nos darán tema para una interesante discusión. Como es costumbre, en términos generales estoy en desacuerdo con usted. Usted comienza citando una autoridad reconocida: Karl Pribram. Él está lejos de ser un charlatán. La cuestión es si usted lo está interpretando adecuadamente.

Según usted, la teoría holonómica del cerebro de Pribram explicaría por lo menos tres cosas:

  1. El "fracaso" de la neurofisiología al intentar "reducir el pensamiento a neuronas".
  2. El "fracaso" de la neurofisiología al intentar "localizar las funciones cognitivas y psicológicas en ciertas zonas fijas de tejidos".
  3. Que el cerebro no es la fuente de la conciencia. Según usted, esta aseveración es de Pribram.

Naturalmente, yo no soy ningún experto en la teoría holonómica del cerebro, pero no me parece claro que de esa teoría se puedan sacar las conclusiones que usted saca. He leído cuidadosamente la explicación que Pribram (2007) hace de su teoría, y no veo nada en ella que permita llegar a las conclusiones que usted saca.

Yo qué veo. Primero, que la neurociencia no ha fracasado al intentar "reducir el pensamiento a neuronas". Por el contrario, pienso que esa es la posición ortodoxa, compartida por la mayoría de neurocientíficos. Kandel (2006, p. 378), premio Nobel por sus estudios sobre el cerebro y la memoria, escribe que "hoy, la mayoría de los filósofos de la mente concuerdan en que lo que llamamos conciencia se deriva del cerebro físico". La dificultad está en que "algunos no coinciden con Crick en si ella podrá alguna vez ser estudiada científicamente". Más aún, Kandel (2006, p. 421) escribe que "yo señalé que todos los procesos mentales, desde los más prosaicos hasta los más sublimes, emanan del cerebro. [...] Desde los años 1980 la forma en la cual la mente y el cerebro deben ser unidos se ha vuelto más clara". Por lo tanto, yo no veo ningún fracaso de la neurociencia en reducir la mente al cerebro. Por el contrario, es fácil encontrar referencias de que esa es la posición ortodoxa.

Segundo, yo no veo que sea un propósito de la neurociencia "intentar localizar las funciones cognitivas y psicológicas en ciertas zonas fijas de tejidos". Por lo tanto, juzgar a la neurociencia por su "fracaso" en establecer esa localización me parece equivocado. Hasta usted admite que "se ha demostrado que ciertas zonas del cerebro se especializan en una funciones y otras en otras", pero yo no voy a blandir ese hecho en contra de usted. No veo por qué la neurociencia tiene que estar en principio comprometida con la localización funcional. Por el contrario, creo que, así como hay evidencia de que muchas funciones están localizadas, también hay evidencia de que muchas otras no lo están. Voy a mencionar tres ejemplos de esto último.

En primer lugar, Kandel (2006, p. 388) (perdón si cito esta referencia muy a menudo, pero no tengo a la mano todos mis libros de neurociencia, con los cuales podría citar otras referencias) menciona unos estudios que "también apoyan la idea de Crick y Koch de que, en la percepción, distintas áreas del cerebro están correlacionadas con una percepción (awareness) consciente e inconsciente de un estímulo" (énfasis añadido. Nótese la dificultad en traducir awareness).

En segundo lugar, hablando de la comprensión de la memoria, Kandel (2006, p. 423) es claro en afirmar que, para hacer avances en ese sentido, será necesario pasar del estudio de las partes constituyentes del cerebro al estudio del funcionamiento del cerebro como un sistema, es decir, como un todo. En otras palabras, parece ser que todo el cerebro tiene que ver con la función de la memoria.

En tercer lugar, un conjunto de científicos cuyo tema de investigación versa sobre las bases neuronales de la moral, reunidos para tratar de definir un consenso sobre el estado del arte en la materia, concluyeron, entre otras cosas, que muchas áreas del cerebro son utilizadas para el conocimiento moral, y que no hay un "centro moral" en el cerebro (Baumeister et ál., 2010).

En síntesis, el hecho de que la neurociencia no haya sido capaz de vincular ciertas áreas del cerebro con ciertas funciones mentales no quiere decir que la neurociencia haya fracasado. Cuando se ataca a la neurociencia por no haber logrado ese objetivo, se la está atacando por no alcanzar un objetivo que no tiene.

En tercer lugar, usted afirma que Pribram dice que el cerebro no es la fuente de la conciencia. Yo no sé si Pribram dice eso. En lo poco que he podido leer de ese autor, no hay una aseveración siquiera similar. Pero usted ciertamente sí cree eso. Esa creencia, por una parte, va en contravía de la posición ortodoxa en neurociencia en la actualidad (ver mis comentarios en el punto uno), y, por otra, es la primera de una serie de afirmaciones temerarias que usted hace. Las voy a listar de la siguiente manera:

  1. La mente no es el cerebro.
  2. El mundo no "está afuera".
  3. No somos nada más que un animal entre otros, es decir, somos más que un animal sometido a las leyes de la biología.
  4. La conciencia precede a la materia.
  5. La imagen del cerebro como un holograma es más correcta que la imagen de un cerebro hecho de partes como una máquina de piezas.
  6. Las anteriores afirmaciones están respaldadas por la "más estricta investigación científica".

Creo que esas seis afirmaciones son, para describirlas en una sola palabra, falsas. La única de esas afirmaciones para la cual usted cita evidencia científica es la afirmación 5, y esa afirmación está explícitamente desmentida por el autor que usted cita para respaldarse. El propio Pribram (2007) señala que "hay cuatro malas concepciones sobre la aplicación de las teorías holográficas y holonómicas --esto es, los procedimientos holonómicos-- a la función cerebral", una de las cuales sería que "la transformación de Fourier está globalmente distribuida a través de toda la corteza cerebral. Esto ha llevado a afirmaciones equivocadas tales como 'el cerebro es un holograma'. Solo un proceso cerebral particular es holonómico, el que tiene lugar en las transacciones que ocurren en su red de fibras finas".

Para ser enteramente justo, Pribram (2007) sí escribe algo que se aproxima a su posición. Él escribe que (voy a dejar la cita en el inglés original) "holographic and holonomic processes are truly “holistic” in that they spread patterns everywhere and everywhen to entangle the parts with one another. In this domain, space and time no longer exist and therefore neither does “causality” in Aristotle’s sense of “efficient causation”. This relation between cause and effect has served well as the coin of much of current science and the philosophy of science. However, Aristotle’s more comprehensive formal or formative causation is more appropriate to descriptions of more complex orders such as language and those composed by holographic and holonomic brain processes. Holism in this form is related to “holy” and “healthy”. My hope has been that as scientists begin to understand and accept the validity of holonomic processes as truly scientific, this understanding will help resolve the current estrangement between the sciences and the humanities, and between sophisticated pursuits of science and sophisticated pursuits of religion".

De esta manera, Pribram no es ajeno a una interpretación mística de su propuesta científica. La pregunta es qué tan ortodoxa es esa interpretación en los círculos científicos. Al respecto, yo tengo mis serias dudas.

Creo que, en el fondo, nuestras diferencia se reducen a que usted tiene una visión utópica extrema, que usted describe así: "Veremos y viviremos en un mundo plenamente amoroso, dadivoso, próspero, cuando nos hayamos puesto todos las gafas de la cosmovisión holística. Entonces la paz no nos parecerá una meta, sino un punto natural de partida". A usted le gustaría que la ciencia respaldara esa visión utópica.

Yo, por otra parte, percibo claramente que las cosas no son como deben ser. Eso no quiere decir que yo crea que el statu quo está bien. Pero yo uso la ciencia, no para justificar el mundo en el que deberíamos vivir, sino para entender el mundo en el que vivimos en la realidad. La ciencia es un instrumento de transformación en cuanto nos dice cómo podemos, dadas las restricciones del mundo real, utilizarlas para transformar la realidad. Pero la utopía no la pone la ciencia, sino nosotros, seres humanos que no somos más que simios levantados, y no ángeles caídos.

Referencias

Baumeister, Roy, Paul Bloom, Joshua Greene et ál. (2010), "Consensus Statement: A Statement of Consensus Reached Among Participants at the Edge The New Science of Morality Conference", Washington, CT, June 20-22, 2010. http://www.edge.org/3rd_culture/morality10/morality_consensus.html.

Kandel, Eric R. (2006), In Search of Memory: The Emergence of a New Science of Mind, New York: W. W. Norton and Co.

Pribram, Karl (2007), "Holonomic Brain Theory", Scholarpedia, 2(5):2735, http://www.scholarpedia.org/article/Holonomic_brain_theory.

Friday, March 4, 2011

11-03-04: ¿Qué es ser liberal?

Discutamos qué es ser liberal. Una forma divertida de hacerlo es contrastar la posición liberal contra una serie de principios conservadores. Para tal fin, escojo los principios conservadores según los expone Kirk (2009).

El primer principio es:

El conservador cree en la existencia de un orden moral perdurable.

¿En qué no cree el liberal? ¿En la existencia de un orden moral? ¿O en que el orden moral no es perdurable? Naturalmente, los liberales creen en un orden moral. Quizás no sea el mismo de los conservadores, pero naturalmente creen en un orden moral.

La concepción moral de los liberales quizás se puede resumir en la noción de que, en caso de conflicto entre el interés particular y el interés colectivo, prima éste último. Para los conservadores, en cambio, el interés particular es supremo, y la existencia del interés colectivo es cuestionable.

Kirk (2009, p. 43) anota que "el conservador cree que todas las cuestiones sociales, en el fondo, no son más que asuntos de moral privada. Bien entendida, esta afirmación es rotundamente cierta". Naturalmente, los liberales piensan lo contrario: la moralidad privada es secundaria frente a la moralidad pública o colectiva. Para el liberal, la moralidad conservadora es estrecha y pacata.

Lo anterior es consecuencia de que los conservadores tienden a resaltar la primacía del individuo, es decir, tienden a argumentar que el individuo es más importante que la sociedad, mientras que los liberales tienden a resaltar la primacía de la sociedad, es decir, tienden a argumentar que la sociedad es más importante que el individuo.

Los liberales quizás crean, además, que el orden moral no es perdurable. Kirk (2009, p. 43) afirma que, para los conservadores, "las verdades morales son inalterables". En consecuencia, para el liberal, el conservador es un dogmático moral. La moralidad conservadora es fundamentalista, entre otras razones porque los conservadores son más propensos a aceptar las razones morales de la religión.

Frente al conservador, el liberal puede parecer un relativista moral, aunque hay muchos liberales que hacen énfasis en diversos aspectos universales de la moral. El liberal tiende a aceptar más fácilmente el razonamiento moral utilitario y consecuencialista.

El segundo es:

El conservador abraza las costumbres, las convenciones y la continuidad.

Este es un punto de clara diferencia. El liberal, claramente, no las abraza. El liberal no ve mérito per se en la tradición. La tradición puede y debe ser cuestionada. Las cosas se deben hacer por una razón, y la tradición no es una razón suficiente. Si la razón no está clara, no hay por qué hacer las cosas de una determinada manera. Los liberales acogen, valoran y promueven el cambio. La razón es simple: los liberales están insatisfechos con el statu quo, mientras que los conservadores se sienten conformes con él. Se puede decir que los conservadores son optimistas, o por lo menos conformistas, con respecto al orden social existente. Los liberales, por el contrario, son pesimistas con respecto al orden social existente, y creen, por lo tanto, que hay que cambiarlo. No es casual que un intelectual de izquierda como Tony Judt (2010), al juzgar el orden social existente, titule su análisis Algo va mal (Ill Fares the Land). Un conservador, por el contrario, señalaría que no todo es terrible. Sin mucha exageración, los conservadores comparten la opinión del doctor Pangloss, de creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Para los conservadores, todo intento de cambio se basa en la búsqueda de una utopía, y toda búsqueda de utopías está destinada al fracaso. Kirk (2009, p. 47) escribe que: "Aspirar a la utopía es dirigirse hacia el desastre". ¿La razón? "No hemos sido creados para la perfección". Como veremos más abajo, la posición anti-utópica de los conservadores surge de su profundo pesimismo antropológico. La palabra más temida en el léxico conservador es "revolución". Los liberales tampoco abrazan sin reservas esa palabra, pero sí se podría decir que una de las palabras más apreciadas en el léxico liberal es "evolución", que, en su sentido más estricto, significa cambio.

El tercero es:

Los conservadores creen en lo que podríamos llamar el principio normativo.

Esto quiere decir que los conservadores "subrayan la importancia de las normas" (Kirk, 2009, p. 45, énfasis en el original). Para los liberales, por el contrario, las personas están por encima de las normas. Las normas pueden ser cuestionadas, derogadas y, si el bien mayor lo exige, violadas. Las normas se evalúan por el bien que causan, y su existencia no les otorga una dignidad sacrosanta.

El cuarto es:

Los conservadores se guían por el principio de la prudencia.

Los liberales no. La prudencia, por sí sola, conduce a la inmovilidad y al mantenimiento del statu quo. La prudencia es un principio típico de la vejez, cuando los seres humanos ya no están dispuestos a asumir riesgos. No es natural querer aplicar ese principio a toda la vida. Es natural que los niños y los jóvenes arriesguen y exploren. Por tanto, los liberales hacen un balance entre el arrojo y la prudencia. Los liberales no hacen de la prudencia un valor supremo, sino que lo constrastan con otros.

El quinto es:

Los conservadores atienden al principio de la diversidad.

Esta es una forma curiosa de poner las cosas. Los conservadores no atienden al principio de la diversidad. Lo que pasa es que los conservadores, por decir lo menos, no valoran la igualdad, especialmente la económica. Kirk (2009, p. 47) escribe que: "la igualación económica no es compatible con el progreso económico". Desde mi punto de vista, aceptar la desigualdad económica no es lo mismo que atender al principio de la diversidad. Dado el apego conservador a las ideas de autoridad y orden, los conservadores no aprecian la diversidad social. Los liberales, por el contrario, son tolerantes de la diversidad en los proyectos y estilos de vida. Por lo menos en términos sociales, los liberales son mucho más tolerantes a un ambiente diverso y, por qué no decirlo, hasta caótico y anárquico. Pero esa situación se invierte cuando ya no estamos hablando en términos sociales, sino económicos. En este caso, los conservadores son los anárquicos, y los liberales los intervencionistas. Se puede decir, en resumen, que los liberales son igualitarios en lo económico pero no en lo social, mientras que los conservadores son igualitarios en lo social, pero no en lo económico.

El sexto es:

Los conservadores no pueden excederse, dado su apego al principio de imperfectibilidad.

Kirk (2009, p. 47) escribe que "Los conservadores bien saben que la naturaleza humana presenta graves deficiencias. El hombre es un ser imperfecto, y porque lo es, la creación de un orden social perfecto es una imposibilidad". En síntesis, los conservadores son antropológicamente pesimistas. Esto tiene la consecuencia paradójica de que los conservadores son socialmente optimistas, en el sentido de que creen que el mundo en el que vivimos es el mejor mundo en el que podemos vivir: no podemos pedirle más a la naturaleza humana.

Para los conservadores, la imperfectibilidad humana obliga a cada individuo a tener que luchar contra sus propias fallas y limitaciones. Ese es el papel de la moral. Un individuo es inmoral cuando no es capaz de imponerse frente a sus propias debilidades. Por eso, un "verdadero" conservador "no puede excederse", porque eso significaría ceder frente a las propias debilidades. Por eso "todas las cuestiones sociales, en el fondo, no son más que asuntos de moral privada". El liberal, por el contrario, tiende a no ser demasiado severo frente a las debilidades humanas, porque juzga que la naturaleza humana no es algo que deba lamentarse, sino disfrutarse. El liberal juzga, además, que la naturaleza humana es altamente maleable, y que la educación y el afecto juegan un papel muy importante en el control de los aspectos más indeseables de la naturaleza humana. En síntesis, el liberal no comparte el pesimismo antropológico de los conservadores.

El séptimo es:

Los conservadores están convencidos de que la libertad y la propiedad están estrechamente relacionadas.

Los conservadores ven la propiedad en la base de la civilización. Kirk (2009, p. 47) escribe que: "Las grandes civilizaciones se han levantado sobre la base de la propiedad privada". Los liberales no ven un vínculo tan estrecho entre libertad y propiedad, y no idealizan tanto el papel de la propiedad en la historia de la humanidad. Los conservadores creen que el acceso desigual a la propiedad es el resultado de procesos en su mayoría justos, y que la desigualdad económica que este acceso desigual a la propiedad genera no solo no es preocupante, sino que es deseable, en cuanto provee los incentivos para que quienes están en la parte baja de la pirámide se esfuercen por progresar. Los liberales creen que las condiciones de acceso a la propiedad no siempre han sido igualitarias, y que la desigualdad económica, en cualquier caso, es lamentable. Los liberales tienden a aceptar una distinción entre libertad formal y libertad real, es decir, opinan que no hay una libertad real si no se poseen los medios para disponer de una cierta holgura económica, y que hay una responsabilidad social en otorgar los medios económicos a quienes carecen de ellos. Los conservadores ven en la tributación un robo que el Estado les hace a los individuos, una violación al principio de "conservar el fruto del propio trabajo" (Kirk, 2009, p. 48). De otra parte, no ven que haya una responsabilidad social en otorgar los medios económicos a quienes carecen de ellos. Por el contrario, la responsabilidad es individual: cada individuo es, y debe ser, responsable de velar por sí mismo. Desde el punto de vista conservador, remover esa responsabilidad individual es profundamente paternalista y, en últimas, inmoral: la prueba más básica de que un ser humano ha madurado es que puede valerse por sí mismo.

El octavo es:

Los conservadores apoyan las comunidades voluntariamente consentidas, en la misma medida en que se oponen al colectivismo involuntario.

Los conservadores creen que la forma correcta de toma de decisiones colectivas, por lo menos en principio, es el consenso. Desde el punto de vista conservador, el consenso tiene dos virtudes. La primera es que el consenso respeta las preferencias individuales. Si una decisión se toma por consenso, se puede decir que es una decisión colectiva que se acepta voluntariamente en el plano individual. Con el método del consenso, si un individuo no acepta una decisión colectiva, siempre tiene la oportunidad de vetarla. Por lo tanto, con el método del consenso una decisión colectiva nunca puede ir en contra de los intereses de ningún individuo.

Esta propiedad es exclusiva del método del consenso. Cualquier otro método de toma de decisiones colectivas implica que las preferencias de algunos individuos pueden ser violentadas. En otras palabras, cualquier otro método de toma de decisiones implica algún grado de coerción sobre algún subconjunto de individuos. Desde el punto de vista conservador, esa coerción es inaceptable, porque viola los derechos de los individuos de esa minoría.

La segunda virtud del método del consenso, por lo menos a ojos de los conservadores, es que éste genera una tendencia a preservar el statu quo. Dicho de otra manera, los conservadores prefieren dejar las cosas como están a imponer una decisión colectiva sobre una minoría. Para los liberales, por el contrario, no es obvio que una minoría deba tener el poder de vetar los procesos de cambio que una mayoría acuerda.

La noción de que los conservadores apoyan las decisiones comunitarias siempre que éstas sean voluntariamente consentidas explica el rechazo de los conservadores al Estado. Según los conservadores, el Estado no puede imponerles obligaciones a los individuos. Para el conservador, el individuo está por encima del Estado. Para el liberal, ocurre lo contrario. La comunidad está por encima del individuo, y la voluntad comunal se expresa a través del Estado. Por lo tanto, el Estado tiene el derecho de imponer sus decisiones sobre la minoría de individuos que no las aceptan.

El noveno es:

Los conservadores entienden que es necesario poner prudente freno al poder y las pasiones humanas.

Me es difícil aceptar que este principio, por lo menos en lo que tiene que ver con el prudente freno al poder, es caracterizadamente conservador. Detrás de este principio está la idea de que el poder absoluto es corruptor, y de que, por tanto, debe haber división de poderes. La cuestión es si la aversión al poder absoluto es liberal o conservadora. Cuando inicialmente se planteó la división de poderes, la amenaza del poder absoluto provenía principalmente de regímenes monárquicos, y la actitud conservadora en ese momento era preservar la monarquía. Lo liberal era defender la división de poderes. Hoy, la amenaza del poder absoluto, en algunos casos, ha provenido de regímenes de izquierda. Es legítimo entender que un conservador está en contra de Estados que reclaman poderes absolutos con la excusa de que representan la voluntad popular, pero los liberales, aunque sí aceptan que la voluntad popular les otorga a los Estados un mandato para la acción, no necesariamente aceptan que el poder del Estado tenga que ser absoluto. En principio, la idea de los derechos individuales, y en particular la idea de los derechos individuales frente al Estado, es una idea liberal.

El décimo y último es:

Los conservadores inteligentes comprenden que una sociedad vigorosa requiere el reconocimiento y conciliación de los permanente y lo mutable.

Yo diría que este principio es seguido, no por los conservadores inteligentes, sino por las personas inteligentes. Yo no diría que este principio es conservador o liberal, sino un simple principio de sensatez.

Referencias

Judt, Tony (2010), Algo va mal, Taurus.

Kirk, Russell (César Vidal, editor) (2009), Qué significa ser conservador: (en 15 lecciones), Madrid: Ciudadelalibros.