María Inés Agudelo ha renunciado a la dirección del Instituto Nacional de Concesiones (Inco) porque, bajo el efecto del alcohol, arrolló a un policía mientras conducía. Afortunadamente no lo mató, pero le causó lesiones de consideración. Todas mis simpatías están con María Inés. Se podrá decir que no soy neutro en esta discusión, porque estuve casado con ella y, a diferencia de otras separaciones, le sigo guardando un enorme cariño. A María Inés la admiro y la respeto.
Me parece que María Inés se equivocó renunciando, y el Ministro se equivocó aceptándole la renuncia. Según información de prensa, ella renunció porque “manejar con tragos tiene su consecuencia y en este momento quiero responder por esa falta”. Eso es cierto, y lo que ella dice es muestra de su decencia fundamental como ser humano. Supongo que María Inés debe responder por la responsabilidad que le quepa en el infortunado accidente. De eso no cabe duda. Atropellar a alguien cuando se está bajo el efecto del alcohol no es una cosa encomiable.
Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. No creo que ese accidente ponga en tela de juicio la capacidad de María Inés para dirigir el Inco, o la conveniencia de que lo haga (a menos que la sanción que le puedan imponer la inhabilite de alguna manera para ejercer el cargo). María Inés estaba haciendo una gran labor en una entidad que requería urgentemente una cirugía profunda. Ese proceso queda por lo menos temporalmente truncado. Colombia pierde una funcionaria honesta en un cargo fundamental, donde antes había imperado el desgreño y la corrupción. Además, con los escándalos que hoy azotan la contratación pública, el momento no podía ser más infortunado. Ese no puede ser un buen arreglo para el país.
Mi solidaridad está con el policía y con María Inés. Ella está actuando con gallardía en un país que no se caracteriza por esa cualidad. No quiero minimizar su falta, pero no creo que ella deba ser juzgada con una severidad innecesaria, entre otras razones porque no hay un ser humano perfecto, y todos requerimos cierta indulgencia. Supongo que éste será un duro golpe para ella. Ante eso, solo un mensaje: fortaleza de carácter, que ya ha demostrado antes. Estoy seguro de que las cualidades que le están sugiriendo que, por un sentido del deber exaltado, ella debe renunciar ahora, la harán volver a la escena nacional: Colombia no puede perderse de funcionarios como ella. Lo ideal sería que volviera a la dirección del Inco.
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