En esos casos no siempre reacciono igual. A veces me tomo la molestia de decir: "señor: ¡respete!"; a veces simplemente aprovecho la oportunidad para hacer, para mis adentros, un poco de sociología amateur.
La pregunta es por qué un acto tan grosero es tan común en una sociedad como la colombiana. En Inglaterra las cosas son tan distintas que alguna vez un extranjero caracterizó a los ingleses como un pueblo que siempre hace colas ordenadas, incluso cuando solo hay una persona: ¡los ingleses hacen una ordenada fila de uno!
Yo tomo el desprecio por las colas como una manifestación profunda de la índole moral de los colombianos: en el fondo de nuestro etos como sociedad está la creencia de que el otro no importa, que no debe ser respetado, que yo estoy primero que él.
Algunos sostienen que el principio fundamental de la ética es la valoración del otro. Según ésto, uno no podría tener una visión ética de las cosas si no toma en cuenta el punto de vista de los otros. Esta idea está detrás de las doctrinas de filósofos morales tan distintos como Adam Smith o John Rawls.
Aún más: uno podría decir que la principal discusión ético-política es la discusión de si uno debe comportarse de manera egoísta (pensando primariamente en el bienestar de uno), o altruista (pensando primariamente en el bienestar de los demás). Esta discusión subyace al debate entre capitalismo y socialismo. En el capitalismo se legitima la búsqueda del interés particular, mientras que en el socialismo no.
Pues bien, aunque en Colombia nuestra Constitución nos dice que somos un "Estado Social de Derecho", la evidencia preliminar provista por la sociología amateur nos dice que en nuestro país realmente creemos que el otro no importa y que no debe ser respetado. En estas circunstancias, ¿cuándo respeta uno al otro? Solo cuando es más fuerte, no cuando es más débil. Ser débil en una sociedad como la nuestra es una desgracia.
Yo creo que ese desinterés por el otro está en la base de nuestros problemas como sociedad. No hemos podido construir una sociedad justa porque no pensamos adecuadamente en los intereses de los otros: gastamos mucho más tiempo pensando cómo hacemos prevalecer nuestros intereses sobre los de los demás. Eso lo tenemos tan incorporado que ya se hace de manera inconsciente, y por lo tanto nos cuesta trabajo reflexionar sobre algo que se nos ha vuelto invisible.
También es interesante interpretar la tecnología que se desarrolla para evitar las colas como una aproximación de la tecnología que desarrolla la sociedad para superar los problemas sociales. Una solución obvia para las colas es poner más cajeros, es decir, ampliar las oportunidades. ¿Pero aquí cómo debemos proceder? ¿Haciendo una cola por cajero? Esta es la práctica común en Colombia, pero no parece justa: la gente trata de cambiarse de una cola a otra, dependiendo de cuál se mueve más rápido. Es evidente que la gente aprovecha la multiplicidad de cajeros como una excusa para adelantarse a los que estaban primero: "ah, señor, es que ese cajero estaba vacío". De esta manera, aunque hay varios cajeros, la lógica de que el otro no importa continúa.
Otra tecnología es poner cordones para hacer respetar las colas. Pero estos cordones, cuando se hace más de una cola, sirven para enfatizar la discriminación, no para eliminarla. Esto es particularmente obvio en los bancos donde hay filas especiales para los titulares o los clientes VIP, o en los cines donde se venden boletas con tarjetas prepago.
Por último, está el papel de los individuos. He descubierto, por ejemplo, que, si usted no es cliente de un banco, pero hace la cola de los titulares, el cajero lo atiende igual. Esto, obviamente, genera incentivos para que uno se haga en la cola rápida, así no tenga el "derecho" de hacerse en ella. Y también está la presión ciudadana. Es manifiesto que la gente tiende a respetar más las colas si quienes las hacen protestan sonoramente cuando alguien intenta pasarse de listo. Esa presión social me parece fundamental.
Es interesante ver cómo se va construyendo una cultura social en un fenómeno tan simple como las colas. Quizás aprender a hacer colas no nos vuelva desarrollados, pero apreciar cómo las hacemos sí nos indica, de manera simple, el grado de desarrollo social que tenemos.
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