Sunday, June 12, 2011

11-06-12: El pragmatismo en la coyuntura política

En los últimos días, ha habido dos enfrentamientos muy interesantes en la política colombiana: por una parte, está el que opone a los uribistas y los santistas, y, por otra, está el que opone a Peñalosa y Mockus.

El enfrentamiento entre los uribistas y los santistas se debe, en esencia, a que los uribistas creen que Santos no hubiera llegado a la presidencia sin los votos de Uribe, y que aquél, una vez acomodado en el poder, se ha dedicado a "traicionar" las ideas de éste. Los perros rabiosos del uribismo se han dedicado a abusar verbalmente de Santos, y al propio Uribe se le han escapado algunos trinos manifestando su inconformidad. Santos, en general, se ha dedicado a ignorar a los uribistas.

Y hace bien. Uribe es, como debería ser, un periódico de ayer en la política colombiana. Una regla de etiqueta mínima en un país civilizado es que el presidente saliente desaparezca de la escena política.

Una discusión interesante es qué tanto Santos es la continuidad de Uribe. Ciertamente, así se vendió durante la campaña electoral. Pero, ya en la presidencia, se han visto diferencias entre Uribe y Santos. De forma y de fondo. El modelo Santos presidente parece haber sido del agrado del país. Su aprobación en las encuestas es muy alta, y ha logrado aproximarse al liberalismo sin desprenderse del uribismo, al menos el que no es tan fanático. Hoy Santos se perfila como el reunificador del liberalismo (y Ernesto Samper se apresta para impedirlo, relanzando el ala "socialdemócrata" del partido: la misma fórmula que alejó al liberalismo del poder desde 1998). El uribismo fanático sí está incómodo con Santos y con lo que llama esa agua tibia que no es chicha ni limoná.

Problema de ellos. Santos hace bien en desmarcarse de Uribe y en ser un presidente independiente. Con eso da muestras de un pragmatismo muy importante en política. Santos fue el vocero más locuaz en contra de Chávez antes de ser presidente, y ahora ha recompuesto las relaciones con Venezuela. Santos nombró ministros que parecían diseñados para molestar a Uribe, como Germán Vargas Lleras o Juan Camilo Restrepo. Uribe creyó que, para aprobar el TLC con Estados Unidos, bastaba congraciarse con los republicanos; Santos ha comprendido que, sin demócratas, no hay TLC. El gobierno de Santos ha pasado leyes que hubieran sido impensables bajo el gobierno de Uribe. Santos ha dicho que claro que hay conflicto, cosa que Uribe siempre se negó a aceptar. Santos ha puesto la seguridad democrática después de la prosperidad democrática; Uribe siempre sostuvo que el principal problema de la economía era la inseguridad. En síntesis, Santos pareció ser una cosa y terminó siendo otra, con la cual la mayoría de colombianos se sienten contentos.

A lo que parecía ser Santos se opusieron los verdes en la última contienda electoral. Los verdes recogieron las fuertes, aunque quizás no muy numerosas, antipatías que levanta Uribe. Los antiuribistas se reunieron alrededor de los verdes, y en particular alrededor de Antanas Mockus. En un momento pareció que Mockus iba a ser capaz de derrotar a Santos. Se habló de la ola verde. Pero luego vino el peor enemigo de Mockus, él mismo, e hizo el peor cierre de campaña que uno hubiera podido concebir. Mockus demostró no tener ningún tacto político.

Y lo está volviendo a demostrar. El ejercicio de los verdes en la campaña presidencial fue un ejercicio de esperanza: gente buena con ganas de juntarse para construir país. Ahí Mockus no se equivocó cuando se juntó con Peñalosa y Garzón. Fajardo no entendió el mensaje y se lanzó por la vía personalista: le fue mal. Mockus se equivocó cuando apareció la posibilidad real de que el candidato verde fuera presidente de la república. Como ya dije, hizo el peor cierre de campaña que uno pueda imaginar.

Y, para añadir insulto a la injuria, ahora se retira del Partido Verde porque éste escogió como candidato a la alcaldía de Bogotá a Peñalosa y aceptó el respaldo de Uribe. Ahí Mockus se equivoca: para ganar en política hay que sumar. Si Uribe quiere votar por Peñalosa, que lo haga. Si Peñalosa gana, ganan los verdes, no Uribe. Si Uribe no controla el gobierno de Colombia, porque Santos le salió independiente, mucho menos podrá controlar el gobierno de Bogotá, en cabeza de un partido que no es uribista.

Mockus dirá que tiene principios, y que esos principios le impiden sentarse en la misma mesa con Uribe. Una tontería. La línea entre los principios y el dogmatismo ciego es muy fina, y es fácil cruzarla. Uribe también tiene sus principios, y el hecho de que sean tan rígidos es lo que molesta a los antiuribistas. No es necesario ser extremista para tener principios, y Mockus se equivoca queriéndose definir como el extremo contrario de Uribe.

Aquí es donde hay que aprender lecciones de Santos: él también tiene sus principios, pero no deja que el dogmatismo lo ciegue. Si es necesario sentarse con Chávez, él se sienta. Es una tontería cuando los principios se oponen al logro de unos resultados deseables. Para los verdes, lo deseable es que el Partido Verde se consolide, y que Peñalosa llegue a la alcaldía. Mockus, sin tino político, compromete todo eso. Fajardo, que metió las patas una vez, ha aprendido la lección, y regaña a Mockus con toda la razón.

A Santos le ha servido su pragmatismo, y a Mockus le hubiera convenido aprender de él. Lo cual no quiere decir que Santos sea perfecto. El gobierno de Santos parece un buque que va más o menos en la dirección correcta, pero no con la suficiente velocidad. O, para utilizar un símil futbolístico, el gobierno de Santos hoy se parece más al Real Madrid que al Barcelona: está lleno de figuras, pero le hace falta empezar a ganar partidos. Sin embargo, por lo menos por ahora, la gente está contenta con él. El gobierno de Uribe tuvo muchos méritos, pero, cuando se trata de prolongar la influencia política más allá de lo debido, se cometen errores que comienzan a empañar la buena imagen de lo que se hizo. Santos le recuerda al país los beneficios de tener un uribismo sin Uribe.

No comments: