Hace algún tiempo, me compré una casa de campo muy bonita, cerca a Sesquilé, entre el embalse de Tominé y la laguna de Guatavita. La rebauticé "Cusmuy Cova da Iría". Mucha gente me pregunta qué quiere decir el nombre. Hace algún tiempo escribí esto para dar una explicación.
El nombre de la finca es “Cusmuy Cova da Iría”. Este nombre es una mezcla de dos elementos. Por una parte, “cusmuy” es una palabra de origen chibcha que, palabras más palabras menos, quiere decir “casa ceremonial”. El cusmuy, para los chibchas, es como la maloca para los indígenas amazónicos: es una casa de reunión. Por otra parte, Cova da Iría hace alusión al lugar exacto donde, en seis ocasiones, la primera de ellas el 13 de mayo de 1917, la Virgen María se apareció a tres niños pastores, Lucía, Jacinta y Francisco. Tal vez usted alguna vez haya cantado: “el 13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova da Iría”. Cova da Iría queda muy cerca del pueblo de Fátima, en Portugal. Por eso, en el santoral católico, el 13 de mayo es el día de Nuestra Señora de Fátima. Durante su visita a Fátima, la Virgen les reveló a los pastorcitos tres secretos, que ya han sido divulgados públicamente. El primero decía que los pastorcitos ya habían visto el infierno, en alusión, seguramente, a la Primera Guerra Mundial que estaba en curso cuando las apariciones de la Virgen. El segundo, en síntesis, predecía la Segunda Guerra Mundial. El tercero, y más críptico de todos, fue recientemente divulgado, con una interpretación del entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy papa Benedicto XVI. En su parte crucial, el secreto dice: “¡penitencia, penitencia, penitencia!”. Yo, a pesar de los esfuerzos del hoy papa, sigo sin entender muy bien qué quiere decir el tercer secreto de Fátima. La Virgen también predijo que Jacinta y Francisco morirían siendo niños, pero que Lucía tendría larga vida. De hecho, Jacinta y Francisco murieron de neumonía antes de convertirse en adolescentes, pero Lucía vivió para tomar los hábitos y tener muchos años: murió muy recientemente, en 2005. Se dice que unas 70 mil personas fueron testigos de la última aparición de la Virgen en Fátima, y desde entonces el lugar se ha vuelto un lugar de peregrinación.
La finca se llama “cusmuy Cova da Iría” por tres razones: la primera es que el nombre es una combinación de elementos indígenas y españoles, combinación que aún hoy es muy fuerte en la región. Los españoles llegaron a la región buscando oro y sal, y de ese encuentro de dos mundos terminó formándose el carácter nacional de Colombia. Es apropiado que el nombre de la casa recuerde el doble origen de nuestro carácter.
Es importante resaltar que el “cusmuy Cova da Iría” queda en la ruta hacia la laguna de Guatavita, laguna que ayudó a inspirar la leyenda de El Dorado, una de las dos principales leyendas indígenas que han llegado a nosotros sobre la laguna. Antes de recordar la leyenda de El Dorado, permítanme recordar brevemente la otra leyenda, que es una historia de infidelidad indígena: la leyenda cuenta que la infiel fue una india ---en algunas versiones conocida como Mengala; en otras, con otros nombres--- que era la mujer del cacique de los Guatavitas, por eso llamado el cacique Guatavita. Cuando el cacique se enteró de la infidelidad de su mujer, mandó castrar y matar al amante, llamado Tominé, y mandó preparar una sopa con sus partes nobles, que dio de beber a Mengala, sin que ella supiera la real naturaleza de lo que estaba bebiendo. Al enterarse ella de la muerte brutal de su amante y de la receta del brebaje que había bebido, decidió huir de Guatavita y buscar refugio, junto con su hija, en las aguas de la laguna, en las cuales vive desde entonces. En ese momento Guatavita entendió que su ataque de celos y venganza le había permitido deshacerse de Tominé, pero también había significado perder a Mengala y a su hija. Por tanto, decidió sacralizar las aguas de la laguna donde se había refugiado su mujer, e inició la costumbre de pagarle tributo en forma de pagamentos a la que, a pesar de su pecado, todavía amaba. Se cuenta que la india infiel, en las noches de luna menguante, sale de la laguna, y que se le puede ver errando por los alrededores, gimiendo y llorando por sus penas de amor, pero también tratando siempre de ayudar y proteger al pueblo al que se vio obligada a abandonar. El pueblo de Sesquilé todavía recuerda esta leyenda con sus “fiestas de la india infiel”.
Por su parte, la leyenda de El Dorado dice que los caciques indígenas, completamente cubiertos de miel, a la cual se adhería oro en polvo, se bañaban así en la laguna de Guatavita, como forma de hacerles riquísimas ofrendas a los dioses, en una continuación de los pagamentos que inició el cacique Guatavita a la princesa Mengala. Los conquistadores españoles supusieron que la laguna debía estar repleta de riquezas, y las buscaron afanosamente. La montaña circundante muestra hoy el tajo que algunos cazadores de fortunas le hicieron, con el fin de poder secarla y extraerle sus tesoros. Igual sucedió con otras lagunas de la región. La de Siecha, por ejemplo, que queda arriba de Guasca, no sólo tiene el tajo, sino la placa recordatoria de la guaquería que dejaron unos cazafortunas británicos. Sin embargo, por fortuna, no pudieron desecar ni la una ni la otra, y sus riquezas, si existen, probablemente no han sido extraídas del todo. Sin embargo, no hay por qué dudar de la leyenda de El Dorado. Una célebre pieza de orfebrería precolombina, la “balsa muisca”, hallada en Pasca, Cundinamarca, y hoy exhibida en el Museo del Oro de Bogotá, sugiere que sí hubo un ritual en el cual un jefe indígena, completamente vestido de oro, abordaba una balsa, y quizás viajaba en ella hacia el centro de alguna laguna sagrada, para hacer ricas ofrendas a los dioses...
La segunda razón de por qué la finca se llama “cusmuy Cova da Iría” es que yo me hice a su propiedad un 13 de mayo. Los conquistadores españoles tenían la costumbre de poner a las tierras recién descubiertas nombres relacionados con el santo del día del descubrimiento, y yo, como buen conquistador español (según un estudio hecho por el Genographic Project de la National Geographic, mis genes paternos provienen, como los de todos los seres humanos, de África, pero en mi caso por vía de España ---lo cual, ciertamente, no era muy difícil de adivinar---), he decidido mantener la costumbre. “Cova da Iría” hace alusión directa a Nuestra Señora de Fátima, cuyo día se celebra el 13 de mayo.
La tercera razón es que yo quiero que ir al cusmuy Cova da Iría, la finca, sea como ir a Cova da Iría, el lugar en Portugal. Es decir, quiero que sea como una peregrinación. El tema de las peregrinaciones es muy importante para las religiones monoteístas. Uno puede entender el judaísmo como una larga peregrinación hacia la Tierra Prometida. De otra parte, el Islam impone a sus creyentes que, por muy pobres que sean, vayan en peregrinación por lo menos una vez en su vida a La Meca. Los musulmanes que han hecho la peregrinación usualmente lo resaltan pintando los santos lugares en el frente de sus casas.
Las peregrinaciones también han sido muy importantes para el cristianismo. Se recuerda al autor medieval Geoffrey Chaucer, quien escribió “Los cuentos de Canterbury”, una colección de historias que supuestamente contaba un conjunto de viajeros en su peregrinación desde Londres hasta la tumba de Thomas Beckett, en Canterbury. Se recuerdan, además, las cruzadas, que fueron una forma de peregrinación militar para reconquistar, de manos de los musulmanes, los Santos Lugares donde vivió y murió Cristo. Sin embargo, quizás la ruta de peregrinación más famosa del cristianismo medieval es la que se siguió, desde diversos lugares de Europa, para llegar a Santiago de Compostela, en Galicia, España. Es tan mágica Santiago que el nombre del patio central del cusmuy Cova da Iría le rinde homenaje: al patio yo lo llamo el “claustro de Compostela”. La palabra “Compostela” proviene del latín campus stellae: el campo de las estrellas: un nombre muy adecuado para el patio central de mi casa. Aún hoy es popular ir en peregrinación, a pie o en bicicleta, hasta Santiago la de España, en una travesía que es también un viaje de búsqueda personal. Así, los tres lugares de peregrinación más importantes del cristianismo sean quizás Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela, aunque Jesús mismo nunca estuvo ni en Roma ni en Santiago.
He tenido la fortuna de poder visitar esos tres lugares, y de recorrer algunos trechos de los trayectos de peregrinación hacia ellos. Sin embargo, nunca he estado en Fátima. Eso me parece apropiado: uno nunca termina de peregrinar; uno nunca llega, de verdad, al sitio de peregrinación. Por lo tanto, está bien que mi finca se llame “cusmuy Cova da Iría”: es el lugar de peregrinación, de búsqueda personal, al que todavía no he llegado.
Yo estoy persuadido de que, a todo aquel que haga la peregrinación de manera adecuada al cusmuy Cova da Iría, la laguna de Guatavita le tiene reservado un gran tesoro, aunque no necesariamente sea de oro.
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