Monday, December 7, 2020

Un texto para la noche de velitas

Esta noche y mañana se celebra la noche de las velitas y la fiesta de la Inmaculada Concepción, que es el comienzo oficial de las celebraciones navideñas.

La fiesta de la Inmaculada Concepción tiene al menos dos significados:

En uno, se celebra que María fue concebida sin pecado; que ella estaba libre del pecado original.

En otro, se celebra el anuncio del arcángel San Gabriel a María de que ella, sin intervención de varón, va a ser la madre de Dios cuando Dios se haga hombre.

El anuncio del arcángel San Gabriel es muy especial: María va a ser la madre de Dios. Dios se va a hacer hombre. Dios va a estar entre nosotros, y va a compartir nuestras penas y alegrías.

En la teología cristiana, María es la madre de Jesús, y Jesús es el hijo de Dios. Dios se hace hombre en la persona de Jesús para traer esperanza a la humanidad.

En este año 2020 sí que necesitamos esa esperanza. En el plano personal, murieron dos perros que acompañaron a mi familia por tres lustros, murió mi tío y murió mi madre. Hace un año, mi madre me acompañó a mi charla del día de velitas. No sé cómo agradecer ese goce.

En el plano colectivo, una pandemia nos recordó que todo lo que tenemos es prestado. Que lo único que tenemos que verdaderamente importa son los seres queridos. La pandemia nos alteró radicalmente nuestro modo de vida y nos empobreció a muchos. Nos acostumbramos a los cantantes que nos cantan serenatas al medio día en frente de nuestras residencias, o a las familias que piden comida por las calles. Peor aún, a muchas familias la pandemia les arrebató seres queridos. Yo tengo amigos que sufrieron el virus. Aunque muchos sobrevivieron, algunos no. Y es inevitable sentir que esas muertes no tuvieron sentido, que la pérdida de esas vidas es especialmente dolorosa.

La pandemia reveló que nuestro estilo de vida es insostenible, que no podemos seguir promoviendo estilos de vida que condenan a la pobreza a muchos y que garantizan que no tendremos un planeta vivible en pocas décadas. La solidaridad que no nos acompaña en nuestro estilo de vida normal empezó a aflorar en la pandemia. En un año que trajo mucha muerte, tenemos que recordar el valor de la vida humana.

Siempre hemos sabido que la vida no es para siempre. No sé si la ciencia del futuro aleje el fantasma de la muerte, pero, por ahora, la vida es finita, y siempre ha sido así. Sabemos que hoy estamos vivos porque antes de nosotros hubo otros que nos concibieron y nos criaron. Más en general, hubo otros de quienes heredamos todo el conocimiento y la riqueza que hoy tenemos. La vida es preciosa, pero no es eterna. Debemos disfrutarla y agradecerla mientras la tengamos, y recordar y agradecer a los que ya no están, pero cuya existencia pasada explica que nosotros mismos estemos hoy acá.

La memoria humana es frágil para recordar a los vivos de otras épocas. Yo mismo tengo alguna consciencia de quiénes fueron mis abuelos, pero mis bisabuelos ya empiezan a entrar en una penumbra vaga, y de mis tatarabuelos no tengo la más mínima idea. Pero ellos, como yo, trataron de vivir sus vidas de la mejor manera posible dentro de las limitaciones que les correspondió en suerte, y yo soy un deudor directo de ellos.

Quién sabe si saldremos convertidos en mejores personas después de la pandemia. Pero tenemos que escuchar las voces de esperanza. Tenemos que escuchar al arcángel San Gabriel decirnos, a través de María, que Dios va a estar entre nosotros. Tenemos que recuperar el valor de la vida humana. No es solo “no matarás”, sino también “apreciarás todas las vidas presentes y pasadas”. No es solo “no matarás”, sino también “serás un dador de vida”.

Yo tengo fe en que el mensaje del arcángel San Gabriel a María tiene un significado profundo: no es solo que ella va a ser la madre de Dios, no es solo que Dios se hizo hombre. Es también que todos nosotros somos hijos de Dios, que todos estamos hechos a su imagen y semejanza, que todos somos hermanos de Jesús, que todos compartimos una experiencia de lo divino.

Cuando Dios se encarnó en Jesús, no lo hizo para que nosotros dijéramos: “miren, ese señor Jesús que va allá es Dios”. No: lo hizo para recordarnos que la experiencia de lo divino no está fuera de nuestro alcance. San Francisco le decía a Dios: “Señor: ¡hazme un instrumento de tu fe!”. Digámosle nosotros a Dios: “Señor, ¡haznos un instrumento de respeto a la vida, tanto a la presente como a la pasada!”. Sigamos siendo fuente de vida. Agradezcamos la que tenemos y la que nos rodea. Y agradezcamos la que ya no está con nosotros. Honremos todas las formas de vida, porque así estamos honrando a Dios. Aunque estemos rodeados de muerte, honremos la vida, por breve e insensata que parezca, porque solo así estaremos mereciendo la vida eterna.

Sunday, June 2, 2019

Sobre la homosexualidad en la Iglesia Católica

Acabo de leer Sodoma: poder y escándalo en el Vaticano, de Frédéric Martel (2019, Bogotá: Rocaeditorial). Es una exhaustiva investigación sobre la homosexualidad en la Iglesia Católica. Tengo que admitir que el libro me impresionó mucho, y me causa una desesperanza profunda. La tesis del libro, según yo la veo, es que la Iglesia atrae más que su justa proporción de homosexuales al sacerdocio (podría ser que uno de cada dos seminaristas es homosexual), y que, entre más se escala en la jerarquía eclesiástica, mayor es la proporción de homosexuales. Entre arzobispos y cardenales, la homosexualidad podría estar entre el 75 y el 80%. El libro sugiere incluso que los papas recientes Pablo VI y Benedicto XVI pueden haber sido homosexuales, aunque quizás no practicantes.

Lo grave no es que la homosexualidad sea tan alta, sino que la Iglesia lo niegue, y que mantenga un discurso contra la homosexualidad. En otras palabras, el problema no es la homosexualidad, sino la hipocresía.

La verdad es que a la Iglesia Católica no le está yendo bien en los últimos años. De una parte, parece desconectada de su feligresía. Los que se declaran católicos son cada vez menos. Los más desencantados se declaran ateos o agnósticos. Los que insisten en cultivar su espiritualidad buscan ayuda en otras corrientes cristianas, que hoy parecen más dinámicas, o en prácticas orientales y New Age. Incluso los que perseveran en el catolicismo típicamente no comparten toda la doctrina: hoy las parejas que se dicen católicas tienen sexo antes del matrimonio, usan métodos contraceptivos, son frecuentemente infieles y se divorcian, todas esas prácticas rechazadas por la Iglesia.

De otra parte, los escándalos de pedofilia han sido todo menos puntuales, y apuntan a una grave, y despreciable, enfermedad dentro de la Iglesia, tema sobre el cual no profundiza Martel, que solo se concentra en la homosexualidad.

En síntesis, ser católico lo obliga a uno a creer en unas cosas, pero a hacer otras: una disonancia complicada. El libro de Martel sugiere que esa disonancia no solo afecta a la feligresía, sino que es aún mayor entre los sacerdotes y prelados de la Iglesia. La Iglesia mantiene un discurso a favor del celibato sacerdotal y en contra del sexo no reproductivo, la homosexualidad y el matrimonio de parejas del mismo sexo, pero la homosexualidad tan extendida dentro de sus propias filas desdice de todo eso. El libro de Martel sugiere que las autoridades eclesiásticas más homofóbicas están rodeadas de homosexuales o, en los peores casos, son homosexuales ellas mismas.

A estas alturas del paseo, ya es muy difícil sostener que la homosexualidad es una desviación o un pecado. Pero la Iglesia insiste en ello. El libro de Martel sugiere que la Iglesia insiste insincera, hipócritamente, en ello. La pregunta de fondo es por qué la Iglesia insiste en unos comportamientos que son prácticamente anti-naturales y tan alejados de la experiencia diaria de las personas normales. Porque lo anti-natural no es que haya homosexuales. Lo anti-natural es que a la gente se le impida gozar una sexualidad plena, lo que sea que eso quiera significar. ¿Por qué la Iglesia se opone al matrimonio sacerdotal y a la ordenación de mujeres? ¿Por qué la Iglesia condena a los divorciados y a los homosexuales? ¿Por qué condena prácticas como la masturbación, e insiste en que el sexo debe tener únicamente fines reproductivos?

Tal vez se piense que tener unos estándares sexuales altos es importante, así sean inalcanzables. Lo único que eso causa es una sexualidad culpable, en la que las palabras “sexo” y “pecado” parecen ser sinónimas. Eso, claramente, está mal. La Iglesia no ayuda a buscar una sexualidad plena. Y está claramente peor cuando los curas predican pero no aplican. Y ya se llega al colmo cuando se descubre que dentro de los guardianes de la espiritualidad católica se descubren unas prácticas sexuales de lo más pervertidas, como la pedofilia.

El libro señala que el papa Francisco ha tratado de luchar contra toda esa hipocresía, pero que la lucha no es fácil. Los elementos ultraconservadores dentro de la Iglesia siguen siendo muy influyentes. La verdad es que necesitamos una Iglesia para seres humanos, con todas sus características y “defectos”, y no para ángeles perfectos. Necesitamos una Iglesia para pecadores, que somos todos los seres humanos. El concepto mismo de que todos somos pecadores y nacemos con el pecado original debería ser superado. A otros con el cuento de que debemos sentirnos permanentemente mal con nosotros mismos. Pero aquí ya me estoy metiendo en honduras teológicas que tal vez no me corresponden.

O tal vez sí. Yo mismo soy una contradicción frente al catolicismo. Criado en una familia muy católica, tengo muchas dudas frente al catolicismo tradicional. Tal vez yo pudiera definirme con el oxímoron de un agnóstico católico. Sin embargo, reconozco el papel del cristianismo en la cultura occidental, y me gustaría que ese papel siguiera siendo reconocido. No hay chance de que me vuelva cristiano no católico, o hinduísta, o budista, aunque respeto mucho esa religiones. De mis sacerdotes espero ejemplos de vida espiritual, y que algunos escojan la vida sacerdotal con ese propósito me conmueve profundamente. Pero, si voy a ser honesto, dudo, entre otras cosas, de que Jesús sea Dios y de que María haya sido virgen. Aunque cada vez más creo en el valor de la familia y de un sexo responsable, la actitud de la Iglesia frente al sexo me parece deplorable. Sigo creyendo que, en las enseñanzas de Jesús, hay una guía espiritual, si uno quiere, suficiente, pero no creo que la Iglesia actual interprete esa guía adecuadamente. Hoy me parece que, si uno quiere desarrollo espiritual, está esencialmente solo en esa tarea, o, peor aún, mal acompañado, por toda una literatura ligera de auto-superación y auto-ayuda.

El libro de Martel sugiere que hoy la Iglesia es más la "Puta de Babilonia" de la que habla Fernando Vallejo que la "Esposa de Cristo". Y la pregunta, dolorosa, triste, es: si la sal se corrompe, ¿qué se puede esperar del resto?

Friday, February 2, 2018

Análisis electoral 3

La empresa Cifras & Conceptos, en la cual trabajo, acaba de sacar su más reciente encuesta electoral. Es un sondeo con más de 2.800 encuestas, en 75 municipios del país. Es, por tanto, una encuesta muy robusta.

En los primeros lugares están Fajardo (19%) y Petro (16%). En otro lote están Vargas (10%) y Duque (8%). En un tercer lote están de la Calle (5%), Ramírez (5%), López (4%) y Ordóñez (3%).

En tendencias, Fajardo, Duque, Ramírez y Petro están subiendo, y Vargas y de la Calle están bajando, así que la encuesta es especialmente mala para los dos últimos. Ella fue hecha antes de que se conociera la unión de de la Calle y López. Hay que ver qué tanto cambia esto las cosas (yo creo que no mucho). De la Calle parece arrinconado en una izquierda que no es, realmente, su lugar.

Como ya vimos, Fajardo y Petro van ganando, y pasarían a segunda vuelta, pero todavía no tienen una ventaja robusta. Ninguno llega al 20%, y todavía falta el 11 de marzo, día de consultas y elecciones parlamentarias. Ese día, presumiblemente, se deben fortalecer los candidatos con maquinarias, y el candidato de la coalición de la derecha, que puede ser Ramírez o Duque. En este momento están empatados en la consulta, con 39% cada uno. Todavía hay que esperar para ver si algún candidato de la derecha se cuela a la segunda vuelta, lo cual es probable.

Un hecho destacado son los altos niveles de desfavorabilidad de prácticamente todos los candidatos relevantes. Quien tiene la mayor favorabilidad y el único neto positivo (diferencia entre favorabilidad y desfavorabilidad) es Fajardo (41% y 6%, respectivamente). De resto, todos los candidatos tienen menos favorabilidad y netos negativos. Vargas y Petro tienen niveles de desfavorabilidad de más del 50% (60% y 55%, respectivamente), lo cual los pone en una situación de desventaja, y hace muy difícil que cualquiera de los dos sea presidente. El caso de Vargas es particularmente preocupante, con un neto negativo de 33%. Todos los candidatos relevantes, excepto Fajardo, tienen un neto negativo de 20% o más. Esto sugiere que en Colombia se elegirá, no al más preferido, sino al que menos se odia.

Sin embargo, Petro y Vargas tienen los votos suficientes, si no para ser presidente, sí para influir decisivamente en la elección. A ambos les costará retirarse de la carrera presidencial, ya que los dos se preguntarán: ¿Y por qué habría de retirarme, si voy de segundo, o tercero, en la carrera presidencial? Pero una dosis de realismo político hace ver que es muy difícil que cualquiera de los dos sea elegido. Cómo den el paso al costado puede determinar mucha cosita. Por ejemplo, Petro podría hacer que el candidato del centro-izquierda fuera de la Calle y no Fajardo. Igualmente, Vargas podría determinar que el candidato de la derecha fuera el uribista o la conservadora independiente.

Hoy, en síntesis, luce como si la segunda vuelta fuera a ser entre Fajardo y el candidato de la coalición de la derecha. Las principales incertidumbres provienen de si Fajardo se desinflará después del 11 de marzo; de cuál será el candidato de la coalición de la derecha; y de cómo jugarán sus manos Petro y Vargas. Las cosas lucen cada vez más claras.

Saturday, December 9, 2017

El capitalismo está perdiendo apoyo

Un artículo del World Economic Forum (WEF) sugiere que el capitalismo está perdiendo apoyo. Como soporte, el artículo menciona una encuesta de YouGov para el centro de pensamiento Legatum Institute, que dice que el 77% de los alemanes, el 64% de los británicos y el 55% de los estadounidenses adultos piensan que los pobres se vuelven más pobres y los ricos más ricos en economías capitalistas.

La encuesta tiene otros resultados interesantes, sobre los cuales el artículo del WEF no profundiza. Por ejemplo, solo el 49% de los estadounidenses piensa que la libre empresa es mejor que el gobierno para sacar a la gente de la pobreza, y ese porcentaje cae al 39% al otro lado del Atlántico. En cambio, en países emergentes como India y Brasil, por cada persona que piensa que el gobierno es mejor, hay seis que piensan que la libre empresa es mejor. Esto apunta a una pobrísima percepción del gobierno en los países emergentes, donde seguramente la corrupción gubernamental es campante y rampante.

El problema con el capitalismo, según los encuestados, no es la desigualdad. Por lo menos seis de cada 10 personas en cada país encuestado creen que la pobreza es un problema mayor que la desigualdad, y que el desempleo es peor que la existencia de multimillonarios.

El problema es que el capitalismo no está produciendo los bienes. Por lo menos la mitad de la ciudadanos en Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania no esperan que las vidas de sus hijos sean mejores que las suyas. Estados Unidos y Gran Bretaña son particularmente pesimistas, con solo 14% y 19% de acuerdo, respectivamente, con que “la próxima generación probablemente será más rica, segura y saludable que la última”. Ese pesimismo de los países desarrollados no es compartido por las economías emergentes.

El artículo del WEF sugiere que es hora de tener un nuevo acuerdo, o contrato social. No podría yo estar más de acuerdo. El artículo señala, correctamente, que los principales problemas del capitalismo tienen que ver con la distribución del ingreso y de los beneficios de la globalización y la tecnología. 

Para resolver estos problemas, el artículo plantea tres ideas, que deberían ser consideradas partes de un nuevo acuerdo sobre el capitalismo. La primera es hacer una redistribución significativa de la riqueza, de modo que cada cual tenga una participación equitativa en la economía. Esta idea sería promovida por Thomas Piketty en su libro Capital en el siglo XXI. Una variación de esta idea es desarrollar una política tributaria y fiscal progresiva, todo lo contrario de lo que Trump está tratando de hacer en Estados Unidos. La política fiscal progresiva tiene sus méritos, pero uno que no tiene es atacar la enfermedad. Todo lo contrario: la política fiscal progresiva se concentra en los síntomas, y por esa vía aumenta la pugnacidad política.

La segunda idea es reintroducir protecciones contra las fuerzas del mercado para aquellos sin el seguro de un capital invertible. Dani Rodrik, en su libro Straight Talk on Trade, promovería esta idea.

La tercera idea sugiere rediseñar el capitalismo. La empresa privada y la política pública necesitarían ser realineadas para la creación de valor público, y esto requeriría cambiar la forma como pensamos acerca de la economía. Esta sería la tesis de Mariana Mazzucato, autora de The Entrepreneurial State, coeditora de Rethinking Capitalism y fundadora del Institute for Innovation and Public Purpose en el University College de la Universidad de Londres.

Aunque todavía hay que pensar qué quiere decir exactamente “rediseñar el capitalismo”, tengo que decir que simpatizo con las ideas de Mazzucato. Desde mi punto de vista, el capitalismo tiene que ser repensado, para estimular la idea del libre mercado como un espacio de cooperación y no de competencia, y para cambiar las reglas de distribución de los beneficios económicos de la cooperación.

En breve, yo creo que se requiere una economía de mercado postcapitalista, y una democracia que no confunda democracia con regla de la mayoría. En este artículo trato de mostrar que las reglas distributivas del capitalismo son de las más inequitativas que uno pueda concebir. Lo anterior me hace pensar que la idea más equivocada del capitalismo es que el dueño del capital en una empresa es el dueño del excedente económico que la empresa genera.

También estoy en contra de la idea de que lo democrático es hacer lo que la mayoría quiere. Lo verdaderamente democrático es adoptar políticas que causen el menor daño posible a cualquier grupo social, no que las mayorías tengan el derecho de imponerles políticas indeseadas a las minorías.

Hace muchos años, la caída de la Cortina de Hierro hizo que Francis Fukuyama sugiriera que habíamos llegado al fin de la historia. Hoy me parece más claro que nunca que la historia no se ha detenido, y que sigue su curso. En algún momento del futuro, el capitalismo y las democracias plutocráticas nos parecerán una curiosidad del pasado, como las monarquías absolutas o la esclavitud.

Thursday, December 7, 2017

¿El socialismo produce egoísmo? No, Mr Prager.

Dennis Prager, un conservador que se desempeña como presentador de programas de radio, autor y fundador de la página web Prager University, que difunde videos de cinco minutos para desafiar “los perniciosos efectos intelectuales y morales del sistema de educación superior norteamericano”, en uno de sus videos exalta los méritos del capitalismo. Afirma que, aunque el capitalismo tiene fama de basarse en el egoísmo y de producirlo, el sistema que verdaderamente promueve el egoísmo es el socialismo. Este produciría personas y una sociedad mucho más egoístas y, una vez las produce, sería muy difícil revertir ese resultado.

Como ejemplo, Prager señala un discurso de 2010 de Barack Obama en el que, como presidente de los Estados Unidos, anunció que subía a 26 años la edad en que los hijos podían seguir dependiendo del seguro de salud de sus padres. Como respuesta, los jóvenes que lo escuchaban lo vitorearon vigorosamente.

Para Prager, esta respuesta es sorprendente, porque cree que ese anuncio, en vez de liberar a los jóvenes, los degrada, al prolongarles la dependencia de los padres. Él afirma que la gran aspiración de la juventud es independizarse de mamá y papá, y el estado benefactor y el socialismo destruyen esa aspiración. Él se sorprende de que, cada vez más, personas mayores de 30 años sigan viviendo con sus padres en los Estados Unidos, y cree que la explicación se encuentra en una mayor presencia del estado benefactor, que sustituye el cuidado de sí mismo por el cuidado estatal.

Debido a este último, la gente empieza a preguntarse: ¿cuántos beneficios recibiré del gobierno? ¿El gobierno pagará mi educación? ¿Pagará mi salud? ¿Cuál es la menor edad a la cual pueda retirarme? ¿Cuántas vacaciones pagadas puedo obtener? ¿Cuántos días de licencia remunerada por enfermedad? ¿O por paternidad o maternidad? Posteriormente, cada beneficio se convierte en un derecho.

Prager afirma que el socialismo priva a los seres humanos de gratitud. Si usted no es agradecido, no podría ser feliz y buena persona. Pero el socialismo enseñaría a no ser agradecido. ¿Por qué ser agradecido por beneficios a los cuales se tiene derecho? En vez de dar gracias, la gente se acostumbra a preguntar: ¿a qué más tengo derecho? El capitalismo, al enseñar a la gente a trabajar duro, a cuidar de sí mismo y a ganarse lo que recibe, produciría menos egoístas. El capitalismo enseña a trabajar más; el socialismo, a demandar más. Prager finalmente se pregunta: ¿cuál actitud es socialmente mejor?

El video de Prager es desafiante. Y es interesante aceptar el desafío. Para Prager, el enemigo del capitalismo es el socialismo. Y el capitalismo es superior. Yo no soy un defensor del capitalismo. Pero, para mí, la alternativa no es el socialismo. Para mí, la alternativa es un sistema de libre mercado con una asignación de derechos de propiedad y con unas reglas de distribución de la riqueza y el ingreso distintas. Prager no ve eso. Para él, el debate es capitalismo o socialismo.

Hay una burda simplificación en ese debate. Para Prager, la cuestión es simple: o yo me proveo mis beneficios, o me los provee el Estado. Y, si me los provee el Estado, entonces yo recibo un “regalo”. Y la pregunta es: ¿qué es mejor? ¿Que yo trabaje por mis cosas, o que el Estado me la “regale”? El punto es que la provisión de servicios de seguridad social por parte del Estado no es un regalo. Se tiene que pagar por ellos en la forma de impuestos. La pregunta de fondo es si una sociedad quiere proveer colectivamente los servicios incluidos en el Estado del Bienestar. Si sí, entonces debe pagar impuestos. Si no, no los paga, pero debe pagar privadamente por esos servicios. Prager no ve que un defensor consistente del Estado del Bienestar pide mayores beneficios colectivos, pero también es consciente de que eso requiere un mayor nivel de tributación. La pregunta se vuelve: ¿qué es mejor? ¿La provisión privada o colectiva de los servicios de seguridad social?

Una gran razón para que la provisión de servicios de seguridad social sea pública es que a veces los individuos no cuentan con las oportunidades necesarias para acceder a ellos de manera individual, porque el mercado no funciona de manera adecuada. Al respecto, es llamativo que Prager atribuya la mayor permanencia de los jóvenes en la casa de los padres a la mayor dependencia de las ayudas del Estado. “Los jóvenes ya no se independizan porque las ayudas estatales los ha vuelto perezosos”.

Pues bien, yo vivo en un país donde los jóvenes prolongan demasiado su estadía en la casa de los padres, pero eso no es atribuible a la generosidad de los auxilios estatales. Es atribuible, más bien, a la precariedad del mercado laboral, donde los jóvenes, en general, no pueden aspirar a salarios que les permita independizarse.

La seguridad social está para eso: para compensar las consecuencias sociales de las deficiencias del sistema económico. Pero Prager pareciera no percibir que el sistema económico tiene deficiencias, y que esas deficiencias hacen deseable contar con algunos mecanismos de protección social.

Concuerdo con Prager en que una ética de responsabilidad individual es muy importante. Estoy de acuerdo en que personas de 30 años viviendo con los papás es una anomalía. Concuerdo también en que el asistencialismo destruye la responsabilidad individual. Adicionalmente, concuerdo en que una ética de los derechos, desvinculada de las obligaciones o responsabilidades, es muy peligrosa. Las sociedades que solo tienen derechos, y no obligaciones, no son viables.

Pero también creo que una ética de solidaridad es muy importante. Prager afirma que acostumbrar a los seres humanos a demandar servicios del Estado los vuelve egoístas. ¿Cómo puede ser egoísta una sociedad que admite pagar altos impuestos con el fin de proveer mecanismos de seguridad social para aquellos que no son tan afortunados?

Prager no ha producido una defensa creíble del capitalismo. De hecho, lo que ha hecho es ignorar los problemas del capitalismo. Por eso es tan importante prevenirse de retóricas como la suya, que, en una primera impresión, suenan convincentes, pero que, en una reflexión más profunda, son una simple defensa de un statu quo injusto.

Tuesday, December 5, 2017

Richard Dawkins y el egoísmo humano

Por estos días se produce la visita de Richard Dawkins a Colombia. Dawkins es un famoso etólogo, nacido en Nairobi de padres británicos, y “emeritus fellow” de New College, Oxford. Uno de sus libros más famosos es The God Delusion (traducido como El espejismo de Dios), en el que critica la idea de Dios y de la religión. Debido a ese libro, se ha convertido en un polemista en la materia, y por esa razón viene a Colombia, a sostener debates con el padre jesuita Gerardo Remolina. Gracias a una gentil invitación del embajador británico Peter Tibber, provocada por César Caballero, tuve la oportunidad de cenar personalmente con Dawkins.

La discusión sobre Dios y la religión, a la que le he gastado bastante tiempo en el pasado, y a la que todavía le reconozco algún mérito, ya no me parece tan interesante. Ese tipo de discusiones tiende a ser un diálogo de sordos (en cuanto al tiempo que le he metido a esas discusiones, he sostenido similares debates con mi buen amigo Fernando Baena, quien en ellos ha jugado el papel del padre Remolina, pero no desde el cristianismo, y a raíz de ellos escribí este texto. En cuanto al mérito que todavía les reconozco a este tipo de debates, ver la entrada anterior de este blog).

Me parece mucho más interesante la discusión que Dawkins generó con el libro que lo volvió famoso, y que sigue siendo su libro más leído: The Selfish Gene (El gen egoísta). En él, Dawkins afirmó cosas como esta: “Argumentaré que una cualidad predominante que se debe esperar en un gen exitoso es un egoísmo despiadado. Este egoísmo genético frecuentemente dará lugar a egoísmo en el comportamiento individual”. O como esta: “Esté advertido de que si usted desea, tal como yo, construir una sociedad en la cual los individuos cooperan generosamente y sin egoísmo hacia un bien común, usted puede esperar poca ayuda de la naturaleza biológica. Tratemos de enseñar generosidad y altruismo, porque nacemos egoístas”.

De esta manera, Dawkins, desde la biología, se volvió uno de los principales defensores de la doctrina del “egoísmo sicológico”, que afirma que los seres humanos somos egoístas. Para ser justos, como queda evidente de la cita que acabamos de mencionar, Dawkins nunca defendió la doctrina paralela del “egoísmo ético”, que afirma que los seres humanos debemos ser egoístas.

El gen egoísta es un libro maravilloso, que tiene bien merecida su fama. Él expuso al gran público los interesantísimos avances de la biología entre los años 60 y 80 del siglo pasado, producidos por gigantes como G. C. Williams, W. Hamilton, J. M. Smith y R. Trivers. Acaba de cumplir, en 2016, 40 años de ser publicado, y pocos libros envejecen con tanta gracia. Sin embargo, el propio Dawkins, en su introducción a la edición del trigésimo aniversario del libro, y en su epílogo a la edición del cuadragésimo aniversario, admite que el título del libro, y frases como “nacemos egoístas”, son engañosos. Hoy Dawkins considera que un título adecuado para su libro hubiera sido El gen cooperativo, en vez de El gen egoísta. Un cambio de historia muy grande, ¿no? Es bueno tenerlo en cuenta. Hoy las historias de que somos egoístas por naturaleza ya no son tan convincentes como antes.

Friday, December 1, 2017

La relación entre ciencia y religión en Colombia

Richard Dawkins, el famoso biólogo inglés, defensor de la teoría de la evolución y denunciante del “espejismo de Dios” (The God Delusion), viene a Colombia, a sostener otra de sus famosas polémicas sobre la existencia de Dios. Para tal efecto, Cifras y Conceptos preparó una reveladora encuesta, realizada entre 1.795 personas de 11 ciudades de Colombia.

Los resultados son interesantes. Para comenzar, el 97% de los colombianos cree en un Dios. La gran mayoría de los colombianos (83%) podría ser calificada como teísta, o en el peor de los casos, como deísta (9%). Menos del 10% son agnósticos o ateos.

El 93% cree que Jesús es el hijo de Dios y el 90% cree en el perdón de los pecados. Pero solo el 71% cree en la Virgen María, que es un porcentaje cercano al de los encuestados que se declaran cristianos católicos (74%). El catolicismo ha decrecido en Colombia en términos relativos. Sigue siendo una mayoría, pero le están mordiendo terreno, principalmente los cristianos no católicos, que ahora son el 16% de la población. En el 10% restante están los no cristianos, que pueden tener o no otra religión. 

Una cosa es profesar una religión, y otra practicarla. Solo el 43% de los encuestados va a misa o al culto cada semana. Los cristianos no católicos van más a sus cultos que los católicos. El 56% de los no católicos va al culto cada semana, mientras que solo el 44% de los católicos hace lo mismo.

En un hallazgo clave, la creencia en Dios o en la religión es muy superior a la creencia en la vida en otros planetas, en la vida inteligente en otros planetas, en la teoría de la evolución y en la teoría del big bang. Solo el 44% de los encuestados cree en la teoría de la evolución, y solo el 28% en el big bang. Tal vez somos más como Penny que como Sheldon Cooper. La religión, pero no la ciencia, ha calado en la mentalidad colombiana.

Surge entonces la pregunta: ¿ser religioso inhibe el desarrollo de una mentalidad científica? Es a este debate que viene Dawkins a Colombia. Pero aquí surge otra pregunta: ¿las ideas científicas han tenido poca penetración en Colombia debido a la prevalencia de las ideas religiosas, o es más bien debido a una ignorancia generalizada sobre los temas científicos?

Según los datos, hay una clara correlación entre no ser cristiano y ser más abierto a aceptar las teorías científicas. De manera significativa, las mayores diferencias son con los cristianos no católicos. En otras palabras, la difusión del cristianismo no católico está relacionada con una mayor actitud anti-científica. El nivel de ingreso también parece estar negativamente relacionado con los niveles de religiosidad y positivamente relacionado con la aceptación de las teorías científicas, pero no de manera muy significativa.

Ciertas actitudes sociales también están mediadas por la religiosidad. Por ejemplo, una gran mayoría de colombianos está a favor de penas drásticas contra delincuentes que abusan de mujeres y niños. De otro lado, los colombianos están divididos, más o menos mitad y mitad, entre mantener o derogar los acuerdos de paz. Por último, los colombianos mantienen posiciones más bien conservadoras frente a la legalización de la marihuana, el matrimonio de parejas del mismo sexo y la legalización del aborto. Pero, mientras que las actitudes frente a los dos primeros temas no cambian mucho dependiendo de la posición frente a la religión, las actitudes frente a los tres temas finales sí: los no cristianos son mucho más propensos a tolerar la legalización de la marihuana, el matrimonio de parejas del mismo sexo y la legalización del aborto.

Con esta evidencia, ¿es posible decir que la religión es el opio del pueblo? Por lo pronto, es posible decir que, donde hay mucha religión, hay poca ciencia, y hay valores sociales conservadores. El cristianismo no católico acentúa esa tendencia. En mi fuero íntimo, sospecho que no hay contradicción entre ser religioso y ser científicamente ilustrado, pero para que no haya esa contradicción se requiere ejercer la religión de manera muy sofisticada, lo cual no parece ser el caso en Colombia.