Un artículo del World Economic Forum (WEF) sugiere que el capitalismo está perdiendo apoyo. Como
soporte, el artículo menciona una encuesta de YouGov para el centro de pensamiento Legatum Institute, que dice que el 77% de los alemanes, el 64% de los británicos y el 55% de los estadounidenses adultos piensan que los pobres se vuelven más pobres y los
ricos más ricos en economías capitalistas.
La encuesta tiene otros resultados interesantes, sobre los
cuales el artículo del WEF no profundiza. Por ejemplo, solo el 49% de los
estadounidenses piensa que la libre empresa es mejor que el gobierno para sacar
a la gente de la pobreza, y ese porcentaje cae al 39% al otro lado del
Atlántico. En cambio, en países emergentes como India y Brasil, por cada
persona que piensa que el gobierno es mejor, hay seis que piensan que la libre
empresa es mejor. Esto apunta a una pobrísima percepción del gobierno en los
países emergentes, donde seguramente la corrupción gubernamental es campante y
rampante.
El problema con el capitalismo, según los encuestados, no es la desigualdad. Por lo menos seis de cada 10 personas en cada país encuestado creen que la pobreza es un problema mayor que la
desigualdad, y que el desempleo es peor que la existencia de multimillonarios.
El problema es que el capitalismo no está produciendo los bienes. Por lo menos la mitad de la ciudadanos en Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania no esperan que las vidas de sus hijos sean mejores
que las suyas. Estados Unidos y Gran Bretaña son particularmente pesimistas,
con solo 14% y 19% de acuerdo, respectivamente, con que “la próxima generación
probablemente será más rica, segura y saludable que la última”. Ese pesimismo
de los países desarrollados no es compartido por las economías emergentes.
El artículo del WEF sugiere que es hora de tener un nuevo
acuerdo, o contrato social. No podría yo estar más de acuerdo. El artículo señala,
correctamente, que los principales problemas del capitalismo tienen que ver con
la distribución del ingreso y de los beneficios de la globalización y la
tecnología.
Para resolver estos problemas, el artículo plantea tres
ideas, que deberían ser consideradas partes de un nuevo acuerdo sobre el
capitalismo. La primera es hacer una redistribución
significativa de la riqueza, de modo que cada cual tenga una participación
equitativa en la economía. Esta idea sería promovida por Thomas Piketty en su
libro Capital en el siglo XXI. Una variación de esta idea es desarrollar una
política tributaria y fiscal progresiva, todo lo contrario de lo que Trump está
tratando de hacer en Estados Unidos. La política fiscal progresiva tiene sus
méritos, pero uno que no tiene es atacar la enfermedad. Todo lo contrario: la
política fiscal progresiva se concentra en los síntomas, y por esa vía aumenta
la pugnacidad política.
La segunda idea es reintroducir protecciones contra las fuerzas del mercado para aquellos sin el seguro de un capital invertible. Dani Rodrik, en su libro Straight Talk on Trade, promovería esta idea.
La tercera idea sugiere rediseñar el
capitalismo. La empresa privada y la política pública necesitarían ser
realineadas para la creación de valor público, y esto requeriría cambiar la
forma como pensamos acerca de la economía. Esta sería la tesis de Mariana
Mazzucato, autora de The Entrepreneurial State, coeditora de Rethinking
Capitalism y fundadora del Institute for
Innovation and Public Purpose en el University College de la
Universidad de Londres.
Aunque todavía hay que pensar qué quiere
decir exactamente “rediseñar el capitalismo”, tengo que decir que simpatizo con
las ideas de Mazzucato. Desde mi punto de vista, el capitalismo tiene que ser
repensado, para estimular la idea del libre mercado como un espacio de
cooperación y no de competencia, y para cambiar las reglas de distribución de
los beneficios económicos de la cooperación.
En breve, yo creo que se requiere
una economía de mercado postcapitalista, y una democracia que no confunda
democracia con regla de la mayoría. En este artículo trato de mostrar que las
reglas distributivas del capitalismo son de las más inequitativas que uno pueda
concebir. Lo anterior me hace pensar que la idea más equivocada del capitalismo
es que el dueño del capital en una empresa es el dueño del excedente económico
que la empresa genera.
También estoy en contra de la idea de que lo democrático
es hacer lo que la mayoría quiere. Lo verdaderamente democrático es adoptar
políticas que causen el menor daño posible a cualquier grupo social, no que las mayorías tengan el derecho de imponerles políticas indeseadas a las minorías.
Hace muchos años, la caída de la Cortina de
Hierro hizo que Francis Fukuyama sugiriera que habíamos llegado al fin de la
historia. Hoy me parece más claro que nunca que la historia no se ha detenido,
y que sigue su curso. En algún momento del futuro, el capitalismo y las democracias plutocráticas nos parecerán una curiosidad del pasado, como las monarquías absolutas o la esclavitud.
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