Por estos días se produce la visita de Richard Dawkins a
Colombia. Dawkins es un famoso etólogo, nacido en Nairobi de padres británicos,
y “emeritus fellow” de New College, Oxford. Uno de sus libros más famosos es The God Delusion (traducido como El espejismo de Dios), en el que critica
la idea de Dios y de la religión. Debido a ese libro, se ha convertido en un
polemista en la materia, y por esa razón viene a Colombia, a sostener debates
con el padre jesuita Gerardo Remolina. Gracias a una gentil invitación del
embajador británico Peter Tibber, provocada por César Caballero, tuve la oportunidad de cenar personalmente con
Dawkins.
La discusión sobre Dios y la religión, a la que le he
gastado bastante tiempo en el pasado, y a la que todavía le reconozco algún mérito, ya no me parece tan interesante. Ese tipo de discusiones tiende a ser un diálogo de sordos (en cuanto al tiempo que le he metido a esas discusiones, he sostenido similares debates con mi
buen amigo Fernando Baena, quien en ellos ha jugado el papel del padre
Remolina, pero no desde el cristianismo, y a raíz de ellos escribí este texto. En cuanto al mérito que todavía les reconozco a este tipo de debates, ver la entrada anterior de este blog).
Me parece mucho más interesante la discusión que Dawkins
generó con el libro que lo volvió famoso, y que sigue siendo su libro más
leído: The Selfish Gene (El gen egoísta). En él, Dawkins afirmó cosas como esta: “Argumentaré que una cualidad predominante que se debe esperar en un gen exitoso es un egoísmo despiadado. Este egoísmo genético frecuentemente dará lugar a egoísmo en el comportamiento individual”. O
como esta: “Esté advertido de que si usted desea, tal como yo, construir una sociedad en la cual los individuos cooperan generosamente y sin egoísmo hacia un bien común, usted puede esperar poca ayuda de la naturaleza biológica. Tratemos de enseñar generosidad y altruismo, porque nacemos egoístas”.
De esta manera, Dawkins, desde la biología, se volvió uno de
los principales defensores de la doctrina del “egoísmo sicológico”, que afirma
que los seres humanos somos egoístas.
Para ser justos, como queda evidente de la cita que acabamos de mencionar,
Dawkins nunca defendió la doctrina paralela del “egoísmo ético”, que afirma que
los seres humanos debemos ser
egoístas.
El gen egoísta es un libro maravilloso, que tiene bien merecida su fama. Él expuso al gran
público los interesantísimos avances de la biología entre los años 60 y 80 del siglo
pasado, producidos por gigantes como G. C. Williams, W. Hamilton, J. M. Smith y
R. Trivers. Acaba de cumplir, en 2016, 40 años de ser publicado, y pocos libros
envejecen con tanta gracia. Sin embargo, el propio Dawkins, en su introducción
a la edición del trigésimo aniversario del libro, y en su epílogo a la edición
del cuadragésimo aniversario, admite que el título del libro, y frases como “nacemos egoístas”, son engañosos. Hoy Dawkins considera que un título adecuado
para su libro hubiera sido El gen cooperativo, en vez de El gen egoísta.
Un cambio de historia muy grande, ¿no? Es bueno tenerlo en cuenta. Hoy las
historias de que somos egoístas por naturaleza ya no son tan convincentes como
antes.
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