Se podría decir que los resultados del
plebiscito del 2 de octubre dejaron un país dividido. Medio país quedó saltando
de la dicha de que se le dijo “no” al “castrochavismo”, y medio país en
lágrimas por haber desperdiciado semejante oportunidad para la paz.
Yo, como bien se sabe, estaba
comprometido con el “sí”. Y perdí. Y la derrota fue como un puñetazo de Mike
Tyson: me dejó pasmado y tendido en la lona. He tratado de, como se dice ahora,
en un horrible anglicismo, “hacer sentido” de lo ocurrido, y estas son mis
reflexiones.
En primer lugar, creo que las principales
responsables del resultado del 2 son las Farc. Ellas, con su accionar demente
durante más de 50 años, han logrado alejarse de manera absoluta del pueblo
colombiano. Y, a la hora de pedir un poco de comprensión por parte de ese mismo
pueblo, no la han obtenido. Más de 50 años de embarradas no se borran de un
plumazo.
El hecho mondo y lirondo, el hecho
tozudo, es que mi posición perdió. No me queda sino respetar a los ganadores, y
pedir respeto por mi posición. En Colombia hay dos posiciones cuyo empate
virtual fuerza a que ambas sean tenidas en cuenta.
Y, tratando de ponerle buena cara al mal
tiempo, creo que en todo esto hay una oportunidad. El gran logro de Santos fue
volver el proceso de paz un proceso prácticamente ineludible. El gran logro de
Uribe fue mostrar que ese proceso avanzó por una ruta inaceptable para la mitad
de los colombianos (ya sé que algunos dirán que no fue la mitad, que la
abstención fue de más del 60%, etc. Lo cierto es que esa es la abstención
normal en Colombia, y no creo que haya que interpretarla, como algunos han
querido hacerlo, diciendo que al 60% le importa un bledo lo que pasa en este
país. Yo creo que la interpretación es otra, pero esa es otra discusión).
La lección que saco de todo esto es que
hay que integrar la “derecha” (perdón si la expresión no es la más adecuada,
pero voy a usarla por conveniencia) al proceso de paz. Algunos dirán que eso es
ilusorio: que, si la derecha se incorpora al proceso de paz, lo acaba. Es posible.
Pero quiero creer en la buena voluntad de la derecha: es su hora de demostrar
que sí quieren paz. Tienen dos opciones: confirmar que sí quieren, como lo
pregonaron, “paz sin impunidad”, paz con los debidos ajustes; o confirmar, como
lo sospechan muchos, que no quieren paz. Yo creo que la derecha no tiene más
remedio, a estas alturas del juego, que escoger la primera opción. Si la
derecha “corrige” los acuerdos, sería la gran salvadora y quedaría bien
posicionada para la carrera presidencial de 2018. En cambio, todo lo demás
sería confirmar la división de Colombia, y sería un albur político de grandes
proporciones. Sería confirmar, también, que la mayor oportunidad de paz en
Colombia fue arruinada por la derecha.
Confío en que nada de eso va a pasar.
Confío en que la derecha va a querer enderezar el proceso, no acabarlo. Al fin
y al cabo, tiene sentido. No tiene sentido que medio “establecimiento” logre
ponerse de acuerdo con las Farc, pero no con el otro medio “establecimiento”. Si
Santos pudo llegar a un acuerdo con Timochenko, tiene que ser posible llegar a
un acuerdo con Uribe. El orden de las cosas es que todo el “establecimiento” se
ponga de acuerdo primero entre sí, para luego hacer frente, de manera
coordinada, a las Farc. Porque una cosa que sí tengo en común con la derecha es
que creo que la actividad ilegal y armada de la guerrilla es nefasta.
Sé que lo que digo no es fácil. Aún no
están precisas las condiciones que la derecha va a plantear para rectificar los
acuerdos. Es posible que las Farc no las acepte. Pero la posición negociadora
de las Farc en este momento no es la más fuerte. No creo yo que sea correcto
abusar de la posición en que quedaron las Farc después del 2, pero ellas tienen
que entender que, si el país le dijo “no” al acuerdo alcanzado, este tiene que ser
modificado.
Me dirán que estoy loco. Que nada de eso
va a pasar. Que se acabó el proceso, y que Colombia perdió una oportunidad de
oro. No sé. La lección que saco de todo esto es que la verdadera paz también
implica ciertos gestos de grandeza de nuestra dirigencia, de la
guerrilla y de toda la sociedad. Difícilmente habrá paz en Colombia si la sociedad misma está dividida. Hoy, por primera vez en seis años, Santos y Uribe van a hablar. Esperemos
que nuestros dirigentes estén a la altura de las circunstancias.
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