Thursday, April 22, 2010

10-04-22: Elegía de Lina Marulanda

Lina Marulanda ha muerto. Lina Marulanda, la hermosa presentadora y modelo paisa. Ha muerto, como dice la prensa, “en extrañas circunstancias”. Quizás fue un accidente, quizás se suicidó. Dicen que salía de su segundo divorcio, que estaba muy flaca, que estaba tomando antidepresivos. No faltarán especulaciones sobre su muerte. Hay algo similar en la muerte de Lina Marulanda a la de Marilyn Monroe. Quizás Lina se convierta en un mito. Quizás. Quizás descubramos que una mujer que estuvo para tenerlo todo terminó su vida sumida en la depresión. O que la belleza y la fama no alcanzan para lograr la felicidad. Qué pesar. Lina Marulanda era tan bella que debió haber merecido un final distinto. Quién sabe cómo debió haber muerto. Quién sabe si una bella debe morir vieja, cuando la belleza ya es solo un recuerdo, o si debe morir joven, con la figura que uno quisiera que la muerte inmortalice.

En un país obsesionado con la belleza femenina, donde son comunes las cirugías estéticas para alcanzar lo que la naturaleza no dio o lo que la naturaleza quita, donde los medios de comunicación están dominados por presentadoras que, más que comunicadoras, son modelos, Lina Marulanda brilló con luz propia. Qué belleza la que tenía. Lina era de una belleza tranquila, que podía competir sin complejos con la belleza elegante de Claudia Bahamón, o con la belleza irreverente de Laura Acuña, o con la belleza latina de Carolina Cruz, para no hablar de otras bellezas de menos gusto, como la de esa otra paisa, Natalia París. De todas ellas, Lina Marulanda era mi favorita.

No conocí a la Marulanda. Nunca hablé con ella. Compré algunas revistas solo por el placer de ver sus fotos. Una vez la tuve muy cerca: yo manejaba por la Circunvalar y, en un trancón, ella, al volante de un Mercedes, quedó al lado mío. La miré, pero no le dije nada. No le dije lo que pensaba. Que era la bella entre las bellas. Que no era de una belleza tonta. No le dije nada. Ella tomó su rumbo, y yo el mío. Por un momento nuestras vidas se cruzaron, y solo fue un momento. Hoy ella está muerta, y yo miro a la vida de frente. Un mundo sin Lina Marulanda es ciertamente menos bello y más incompleto. Duraste lo que dura la belleza: un suspiro. Y quedamos nosotros, para reflexionar sobre eso. Para pensar sobre la vida y sobre la muerte. Sobre lo intenso y breve que es este momento en el que estamos vivos. Adiós, Lina. Adiós para siempre.

2 comments:

dalvira said...

Me gustó su relato Daniel. El último párrafo me hace pensar con más fuerza en en todas las veces que cruzamos caminos con objetos, personas o simples ideas y no siempre son debidamente valoradas. La muerte, definitivamente, siempre será un motivo para volver sobre nosotros mismos.

liefmann said...

la belleza es efimera pero la vida es mejor vivirla sin tantas vanidades.
Como dijistela felicidad no solo es plata y belleza.

por cierto tio, desde cuando tan filosofo y tan interesado en el jet set colombiano?