Thursday, January 10, 2008

08-01-10: Diatriba contra la superación personal

Odio los libros de superación personal y de autoayuda, las iglesias de garaje y los sistemas de ventas multinivel que parecen una secta religiosa. Odio todas esas cosas. Odio los pastores evangélicos que llenan coliseos deportivos, predican por televisión y andan en Mercedes Benz. ¿Qué le vamos a hacer?

Entiendo que los seres humanos andamos en una búsqueda de propósito. Eso lo entiendo muy bien, y lo respeto. Lo que no entiendo muy bien es por qué eso tiene que caer en unos ejercicios de “espiritualidad” de la mayor ramplonería. Odio el camino fácil a una vida con sentido.

Ese camino fácil, hay que decirlo, es frecuentemente la salida de los fracasados. Qué horrible es esta frase, pero hay que decirla. “Pare de sufrir”, dice una iglesia de garaje. “Haga amigos”, dice un libro de superación personal. “Cuide lo más importante: su salud”, dice un sistema de ventas multinivel. En síntesis, “haz mucho dinero”, “mejora tus relaciones”, “tú puedes hacerlo”, “el cielo es la meta”, “ten éxito”, y la gente corre a oír semejante ramplonería.

No que yo tenga resueltos esos problemas. No gano mucho dinero, no me sobrarían más amigos, podría ser más feliz. Quizás yo mismo, para ganarme la vida, termine vendiendo productos de un sistema de ventas multinivel. En síntesis, siento que me hace falta mucho en materia de “superación personal”. Pero la pregunta es: ¿cómo voy a lograrlo? La lógica es la siguiente: como la vida es difícil, y uno no obtiene esas cosas con sólo pedirlas, entonces voy a irme por el camino fácil.

Esa lógica me enfurece. Y lo que más me ofende es que sus promotores se vuelven ricos con eso. La propaganda es tan insidiosa que uno no es nadie si no ha comprado el último libro, asistido a la última conferencia, comprado el último producto. La gente paga por esas cosas. La gente da el 10 por ciento de sus ingresos al pastor enriquecido, o paga 100.000 pesos por oír la charla del autor “transformacional” de moda, o realmente espera salir de pobre si logra poner debajo suyo uno y otro y otro nivel de ventas adicional. ¡Pobres seres humanos! ¿Nadie les explicó las leyes del crecimiento exponencial? ¿No han oído hablar de Charles Ponzi? ¿Nadie les contó la historia del inventor del ajedrez, que “cobró” su invento pidiéndole al rey un grano de cereal por el primer cuadro del tablero del juego, dos por el segundo, cuatro por el tercero y así sucesivamente, hasta ocupar los 64 cuadros del tablero? ¡Qué sorpresa la del rey cuando sus oficiales le informaron que el grano de todos sus graneros no es suficiente para pagar la “modesta” solicitud del astuto inventor! Pero todo está bien, con tal de que uno no sea el último de la cadena. Los promotores de la cadena tienen eso clarísimo…

Tengo una amiga que es tan mala, tan mala (bueno, en realidad no es tan mala), que me dejó comprar el libro El secreto sin advertirme, sin atreverse a darme su opinión personal. “Si quieres juzgarlo tienes que leerlo, ¿no?”, me dijo. Ante tan contundente argumento, lo compré, pirateado. Primero que todo, notemos qué libros se piratean en Colombia. Son los grandes éxitos editoriales: Las prepago, La confesión de Carlos Castaño, El secreto. ¡Qué excelsa compañía! Eso ya me debió haber advertido. Pero yo estaba dispuesto a seguir adelante con mi ejercicio de honestidad intelectual: “si quieres juzgarlo tienes que leerlo, ¿no?”. Afortunadamente lo compré pirateado: así no contribuyo a enriquecer a su autora. Además, semejante título en edición barata jamás adornará mi biblioteca.

¿Cuál es El secreto? El secreto es la “ley de la atracción”: lo semejante atrae a lo semejante. Tus pensamientos negativos atraen el mundo negativo en el que vives. Si piensas en positivo, tu mundo será positivo. Si quieres plata, piensa en plata. Vives en la pobreza porque sólo te quejas de que no tienes, pero nunca piensas en tener. ¿Cuál es la fórmula? Ojo que la fórmula la supieron Leonardo da Vinci, Newton, Einstein. Es una fórmula genial. Es en tres pasos, ten mucho cuidado. Es difícil entenderlos. Concéntrate. Aquí van. Paso 1: pide. Paso 2: ten fe. Paso 3: recibe. No te preocupes. La fórmula funciona para todo: hasta para perder peso.

Me repito los tres pasos, no se me vayan a olvidar: pide, ten fe, recibe. Bien, bien, bien. Si no recibes es que no pediste bien (“no sabes qué es lo que quieres”), o no tienes la suficiente fe (“no hay nada imposible para la fe verdadera”).

Si esto no es un consejo para débiles mentales, entonces no sé qué pueda serlo. Es un insulto a la inteligencia. Odio a mi amiga (bueno, en realidad no la odio) por haberme dejado botar 22.000 pesos (¿¡22.000 pesos!?: si seré imbécil) en semejante “chanda”, como dicen las nuevas generaciones. Le voy a cobrar esa plata, aunque aún no sé cómo. Ya veré. “Quiero mi dinero de vuelta”. “Voy a tener fe”. “Recibiré”.

Lo más terrible de todas estas cosas es que avanzan y me rodean como si fueran una plaga inevitable. Me rodean en mi entorno más cercano. Sé que la gente que cae en esas cosas merece respeto, que está buscando una salida, que incluso puede encontrar un consuelo genuino, pero… ¿así cómo hacemos?

¿En esto terminó Occidente? ¿Es este el progreso humano? ¿Cómo puede avanzar una sociedad si deja a sus grandes masas aferradas a la superstición, a la incultura, a la búsqueda fácil de sentido, a una fe ramplona y sin elaboración? ¿Es que se ha detenido el avance de la razón? El avance de la razón… Grave materia, que quizás merece otra entrada…

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