Wednesday, October 5, 2016

Si Santos y Timochenko pudieron llegar a un acuerdo, ¿por qué Santos y Uribe no?

Se podría decir que los resultados del plebiscito del 2 de octubre dejaron un país dividido. Medio país quedó saltando de la dicha de que se le dijo “no” al “castrochavismo”, y medio país en lágrimas por haber desperdiciado semejante oportunidad para la paz.

Yo, como bien se sabe, estaba comprometido con el “sí”. Y perdí. Y la derrota fue como un puñetazo de Mike Tyson: me dejó pasmado y tendido en la lona. He tratado de, como se dice ahora, en un horrible anglicismo, “hacer sentido” de lo ocurrido, y estas son mis reflexiones.

En primer lugar, creo que las principales responsables del resultado del 2 son las Farc. Ellas, con su accionar demente durante más de 50 años, han logrado alejarse de manera absoluta del pueblo colombiano. Y, a la hora de pedir un poco de comprensión por parte de ese mismo pueblo, no la han obtenido. Más de 50 años de embarradas no se borran de un plumazo. El hecho mondo y lirondo, el hecho tozudo, es que mi posición perdió. No me queda sino respetar a los ganadores, y pedir respeto por mi posición. En Colombia hay dos posiciones cuyo empate virtual fuerza a que ambas sean tenidas en cuenta.

Y, tratando de ponerle buena cara al mal tiempo, creo que en todo esto hay una oportunidad. El gran logro de Santos fue volver el proceso de paz un proceso prácticamente ineludible. El gran logro de Uribe fue mostrar que ese proceso avanzó por una ruta inaceptable para la mitad de los colombianos (ya sé que algunos dirán que no fue la mitad, que la abstención fue de más del 60%, etc. Lo cierto es que esa es la abstención normal en Colombia, y no creo que haya que interpretarla, como algunos han querido hacerlo, diciendo que al 60% le importa un bledo lo que pasa en este país. Yo creo que la interpretación es otra, pero esa es otra discusión).

La lección que saco de todo esto es que hay que integrar la “derecha” (perdón si la expresión no es la más adecuada, pero voy a usarla por conveniencia) al proceso de paz. Algunos dirán que eso es ilusorio: que, si la derecha se incorpora al proceso de paz, lo acaba. Es posible. Pero quiero creer en la buena voluntad de la derecha: es su hora de demostrar que sí quieren paz. Tienen dos opciones: confirmar que sí quieren, como lo pregonaron, “paz sin impunidad”, paz con los debidos ajustes; o confirmar, como lo sospechan muchos, que no quieren paz. Yo creo que la derecha no tiene más remedio, a estas alturas del juego, que escoger la primera opción. Si la derecha “corrige” los acuerdos, sería la gran salvadora y quedaría bien posicionada para la carrera presidencial de 2018. En cambio, todo lo demás sería confirmar la división de Colombia, y sería un albur político de grandes proporciones. Sería confirmar, también, que la mayor oportunidad de paz en Colombia fue arruinada por la derecha.

Confío en que nada de eso va a pasar. Confío en que la derecha va a querer enderezar el proceso, no acabarlo. Al fin y al cabo, tiene sentido. No tiene sentido que medio “establecimiento” logre ponerse de acuerdo con las Farc, pero no con el otro medio “establecimiento”. Si Santos pudo llegar a un acuerdo con Timochenko, tiene que ser posible llegar a un acuerdo con Uribe. El orden de las cosas es que todo el “establecimiento” se ponga de acuerdo primero entre sí, para luego hacer frente, de manera coordinada, a las Farc. Porque una cosa que sí tengo en común con la derecha es que creo que la actividad ilegal y armada de la guerrilla es nefasta.

Sé que lo que digo no es fácil. Aún no están precisas las condiciones que la derecha va a plantear para rectificar los acuerdos. Es posible que las Farc no las acepte. Pero la posición negociadora de las Farc en este momento no es la más fuerte. No creo yo que sea correcto abusar de la posición en que quedaron las Farc después del 2, pero ellas tienen que entender que, si el país le dijo “no” al acuerdo alcanzado, este tiene que ser modificado. Me dirán que estoy loco. Que nada de eso va a pasar. Que se acabó el proceso, y que Colombia perdió una oportunidad de oro. No sé. La lección que saco de todo esto es que la verdadera paz también implica ciertos gestos de grandeza de nuestra dirigencia, de la guerrilla y de toda la sociedad. Difícilmente habrá paz en Colombia si la sociedad misma está dividida. Hoy, por primera vez en seis años, Santos y Uribe van a hablar. Esperemos que nuestros dirigentes estén a la altura de las circunstancias.

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