Me acabo de enterar, a través de Twitter, de que el portal La silla vacía publicó un artículo, “Los
expertos que se le escaparon a Buen Gobierno”, que afirma que muchos
expertos que estuvieron vinculados con la Fundación Buen Gobierno terminaron en
otras campañas, en particular la de OIZ, y mencionan mi caso. Quiero precisar
la información, por lo menos en lo que a mí concierne. Para comenzar, siento
una profunda simpatía por Santos. A finales del año pasado, pensaba que, si el
país estaba abocado a una polarización entre el uribismo y el antiuribismo, yo
me inclinaría por lo segundo. Pero también pensaba que estaban dadas todas las
condiciones para una tercería, y, es más, la deseaba. Sin embargo, en ausencia
de esa tercería, no me quedaba duda de que yo debía apoyar el antiuribismo, o,
si ustedes quieren, el santismo.
Supe que la Fundación Buen Gobierno había organizado unas
mesas para estudiar temas programáticos, pero nunca asistí a sus reuniones.
Ahora me entero de que yo formaba parte de la lista de la mesa de empleo. Si me
hubiera enterado a tiempo, hubiera ido con gusto. Hice algunos intentos para
vincularme con la campaña: llamé a Juan José Echavarría algunas veces, pero
nunca obtuve respuesta. Quizás nunca recibió mis mensajes. Entiendo lo difícil
que es administrar a todas las personas que quieren vincularse a una campaña, y
supuse que ya tenían equipos lo suficientemente bien conformados. O quizás
simplemente hubo problemas de comunicación: la realidad es que nunca hice nada
en la campaña de Santos, aunque, lo reconozco, me hubiera gustado.
El tiempo pasó, y la campaña de Santos empezó a
desdibujarse. Empecé a creer en la posibilidad de una tercería. Aprovechando la
coincidencia de mi salida de Asobancaria, fui invitado a participar en la
campaña de Marta Lucía Ramírez, pero terminé vinculándome a la campaña de
Peñalosa. Pensé que tendría valor trabajar en una tercería que sería
refrescante para la política, y que incluso podría tener éxito político.
Trabajé breve pero lealmente en la campaña de Peñalosa, y, desde mi punto de
vista, esa es la única campaña en la que he trabajado en estas elecciones
presidenciales.
Después de la derrota de Peñalosa en primera vuelta, algunos
peñalosistas se han ido para donde Santos, otros al voto en blanco y otros
donde Zuluaga. Tal vez sería justo decir que algunos peñalosistas “políticos”
se han ido donde Santos, y algunos peñalosistas “técnicos” han sido invitados a
formar parte de la campaña de Zuluaga. Yo quiero dejar claro que, hasta hoy, no
me he ido a ninguna campaña. Entiendo que hoy (viernes 13 de junio) hay una
reunión entre peñalosistas “técnicos” y Zuluaga. Yo estoy invitado y, si voy,
sería mi primer contacto con Zuluaga en esta campaña, y sin lugar a dudas mi
presencia no podría ser interpretada como una “adhesión” a su campaña.
A Zuluaga como persona le tengo aprecio. Trabajé cerca de él
cuando fui coordinador del Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010 y luego
gerente nacional de competitividad. Tengo la mejor opinión de él como
individuo. Entiendo que la política lo ha puesto en una posición que no me
gusta, y me dolió mucho verlo diciéndole a Santos que es una persona a la cual
no se le puede tener respeto. Eso habló más mal de Zuluaga que de Santos. Pero
en fin. La política tiene ese tipo de cosas, y no hay que darle más importancia
de la que tiene.
Mi punto de fondo es el siguiente: prefiero para el país el
tipo de proyecto político que
representa Santos que el que representa Zuluaga. Algunos han dicho que aquí se
enfrentan los hombres auto-hechos de provincia contra los hombres herederos de
la oligarquía bogotana; los dueños del capital contra los dueños de la tierra; la
modernidad contra el feudalismo. Creo que hay algo de razón en todo eso. Pero,
como dijo Marcela Prieto, directora del Instituto de Ciencia Política, en una
entrevista reciente, los dos proyectos políticos no son tan distintos. Sin
embargo, sí se diferencian en un punto clave: la voluntad de una mayor apertura
democrática para lograr la paz. Yo creo profundamente en la necesidad de esa
mayor apertura democrática. Por eso voy a votar por Santos. Pero no por esa
razón voy a volver a Zuluaga mi enemigo. No sería coherente. Él y yo
compartiremos el futuro de nuestro país. Y, es más, si él logra desmarcarse de
Uribe, hasta no sería mal presidente de Colombia.
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