El
presidente Santos ha decidido dar uno de los pasos más audaces de su gobierno:
iniciar un proceso de paz con las Farc y el ELN. El paso es audaz por muchas
razones, pero una de las principales es que hay un numeroso e influyente grupo
de enemigos de la paz dentro del establecimiento, que se opone a la estrategia
de una paz negociada con la guerrilla. Sin embargo, según una encuesta reciente, una
mayoría de
la población (el
60 por ciento) apoya los acercamientos con la guerrilla.
Escribo
esta nota porque, en mi opinión, el proceso de paz del presidente Santos merece apoyo.
Creo que no hay que dejarse apabullar por las voces del establecimiento que se
oponen al proceso de paz, que provienen especial, pero no únicamente, de la derecha. Que
la derecha se oponga al proceso de paz no es sorprendente. Al fin y al cabo,
ellos creen que el único guerrillero bueno es un guerrillero muerto, y que la única paz posible es la de la
victoria militar.
A la
derecha hay que reconocerle que nos enseñó que no había que ser derrotistas frente a la guerrilla, y que podíamos hacerle frente con un
fortalecimiento del Estado. Y se alcanzaron logros notables, como las bajas de
Raúl
Reyes, el Mono Jojoy y Alfonso Cano. Las Farc están disminuidas, pero no
derrotadas. La pregunta es si este es un buen momento para iniciar un proceso
de paz, o si, por el contrario, iniciando conversaciones echamos para atrás todos los avances militares.
Yo
convengo en que nuestra experiencia con los procesos de paz no ha sido la más favorable. Creo que el
problema ha estado en la ingenuidad del establecimiento, que ha creído que la guerrilla quiere la
paz. Yo creo que para la guerrilla las opciones tienen que ser claras: o acepta
la paz o el Estado la destruye. Las negociaciones tienen que hacerse con la
perspectiva clara de que, si la guerrilla no las acepta, el único futuro que le espera es
un Estado decidido a perseguirlas y aniquilarlas.
Entonces,
¿para qué un proceso de paz? En síntesis, para ahorrarle
sufrimiento al país. Si
no hay proceso de paz, el Estado tendrá que ganar la guerra, y ese será un proceso doloroso. Si es
posible, es preferible ahorrarse ese dolor. Además, un proceso de paz quizás sirva para tener una
democracia más
amplia, una cosa muy necesaria en una de las sociedades más desiguales del mundo.
Sin
embargo, este proceso de paz se tiene que hacer recordando las lecciones del
pasado. En particular, el Estado no debe hacer concesiones mientras se llega a
los acuerdos, y mucho menos concesiones tan absurdas como el Caguán. Las Fuerzas Armadas deben
seguir confrontando a la guerrilla. Las Fuerzas Armadas no deben entender un
proceso de paz como un desprecio a su gestión. Por el contrario, si un
proceso de paz es hoy posible, es porque la guerrilla está más arrinconada que en el
pasado.
Incluso
si no cometemos los errores del pasado, existe la posibilidad de que cometamos
errores nuevos. Por lo tanto, algunos criterios de negociación son indispensables. De otra
parte, algún
tipo de veeduría
ciudadana del proceso también lo es. Es bueno que el gobierno se mueva oyendo las críticas. Algunas serán paralizantes, y el gobierno
tendrá que
saber cuándo
ignorarlas y cuándo
no. Pero, incluso si todo el proceso requiere alguna dosis de discreción y aun de confidencialidad,
eso tendrá que
combinarse con una ciudadanía informada y consultada.
De otra
parte, no se debe esperar demasiado del proceso de paz. Aun si es muy
exitoso, habrá
formas de violencia que no se erradicarán, porque dependen de la existencia del narcotráfico y de una sociología de la violencia muy difícil de erradicar. Sin embargo, un
mundo sin guerrilla pero con narcotráfico y bacrim es mejor que uno con guerrilla, narcotráfico y bacrim.
Santos
tiene toda la legitimidad y la sapiencia para adelantar el proceso de paz. Él ha sido el más acérrimo enemigo de la guerrilla.
No se puede decir que él negocia desde una posición de debilidad. Quizás tenga la vanidad de querer
ser el presidente que trajo la paz a Colombia, y esa vanidad no es buena.
Buscar la paz no se puede hacer con el incentivo de esperar un Nobel como
recompensa. Pero Santos ha sido, si no el principal contradictor de la
guerrilla, sí por
lo menos el segundo, y es, por decir algo, más "jodido" que el
primero, que en estos asuntos es más primario y básico.
Yo
entiendo que haya quienes quieran ponerle condiciones a la paz. Yo entiendo a
los que dicen "paz sí, pero con condiciones". A esos hay que oírlos. Pero a aquellos que dicen "yo soy enemigo de la
paz", o "yo soy amigo de la paz pero en abstracto, porque en concreto
sigo siendo amigo de la guerra", hay que ignorarlos. Si Colombia está en guerra, tiene que ser
porque la guerrilla quiere la guerra, no porque el establecimiento la quiera.
Si la guerrilla quiere guerra, no hay más remedio que combatirla y ganarla. Si la guerrilla no
quiere guerra, tiene que haber los instrumentos democráticos para incorporarla a la
sociedad.
La decisión de Santos de arrancar un
proceso de paz es valiente y digna de un estadista. Quizás el proceso fracase, pero hay
que intentarlo. Lo peor que nos puede pasar, si no se hacen egregias
embarradas, es quedar en el statu quo actual. La guerra es una desgracia y hay
que intentar la paz. La paz es civilización; la guerra es barbarie. Y, si nos mantenemos en la
barbarie, que sea por ellos, no por nosotros.
1 comment:
hermano, fajese un articulillo acerca de venezuela y lo que esta pasando alli, me interesa su punto de vista
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