Tal como están las cosas hoy, Rafael Pardo será elegido candidato oficial del Partido Liberal a la presidencia de la República. Si eso pasa, será una buena cosa: Rafael Pardo es una de las mejores caras que el liberalismo tiene hoy para mostrar.
Sin embargo, muy probablemente Rafael Pardo no será presidente en 2010. Quizás ni siquiera pase a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Las encuestas, que siempre pueden cambiar, indican hoy que a la segunda vuelta pasarían Juan Manuel Santos y Sergio Fajardo. Desafío a los liberales a que desmientan la siguiente afirmación: “el Partido Liberal volverá a ser derrotado en las elecciones presidenciales de
Si el Partido Liberal vuelve a perder, no será por las falencias de su candidato, que, por el contrario, es uno muy bueno. Tampoco será por las falencias de su director, que es un hombre de Estado como ninguno, y al cual el Partido le debe más de un agradecimiento por los sacrificios recientes. Pero sí perderá por haber perdido la capacidad para interpretar a la sociedad y entender a Colombia. El viejo Partido Liberal, que en los años 1990 se dejó enredar por el clientelismo, el populismo y la mafia, hoy se enconcha en una posición de oposición ideologizada y obtusa que le impide ser alternativa de poder, y de la cual sus mejores hombres no pueden hacer nada distinto que escapar. Uribe, Santos, Vargas Lleras, Rivera, son apenas algunos de los nombres de gente que entendió que, dentro del Partido, tal como está, no había futuro. El Partido Liberal hoy no está en la vanguardia de la historia, sino en la retaguardia, avasallado por ella, perdido, tratando de entenderla. Sus representantes más visibles serían los candidatos menos elegibles. Es un pesar.
Las ideas liberales son necesarias para Colombia. El pesar es que el Partido Liberal ya no las representa. Las ideas liberales se han quedado expósitas, huérfanas. El Partido Liberal tiene que rearmar su doctrina alrededor de los tres temas sobre los cuales el presidente Uribe repite con insistencia: seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social.
Sobre los dos primeros, el Partido todavía debe desarrollar una doctrina creíble. El Partido Liberal no luce hoy un continuador adecuado de las políticas de seguridad democrática. Continuar esas políticas no significa mantenerlas al pie de la letra. Esas políticas deben ser ajustadas en muchos frentes, incluyendo el respeto a los derechos humanos y la incorporación de la seguridad ciudadana. Sin embargo, sería un error abandonar las políticas de seguridad democrática justo ahora. Empero, pareciera que el Partido Liberal es incapaz de interpretar creíblemente la partitura de la seguridad democrática.
Sobre el tema de la confianza inversionista, hace mucho que el Partido Liberal dejó de representar una opción de desarrollo económico creíble. No hay desarrollo sin creación de empresa y emprendimiento, pero el Partido Liberal de hoy no parece entender el papel que el sector privado juega en el desarrollo. En consecuencia, ignora ese papel completamente.
Por último, sobre el tema de la cohesión social, el Partido Liberal no tiene mejor propuesta que criticar los programas sociales del gobierno. El partido de lo social no tiene propuestas sociales, sino críticas a los ambiciosos programas sociales del gobierno. No es que estos programas no estén libres de críticas (uno, en efecto, les puede hacer muchas glosas), pero al partido de lo social no le luce nada bien criticar esos esfuerzos sociales por la inconfesable razón de que los réditos políticos de esos programas se los están llevando otros.
El dilema que enfrenta el Partido Liberal es simple: o se reinventa o se muere. Por el bien de Colombia, esperemos que no escoja la segunda opción.
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