Estoy obsesionado por tratar de explicar una contradicción: en la vida diaria estoy haciendo todos los esfuerzos que puedo, que no son muchos, para contribuir a que el Partido Liberal vuelva a una posición de centro, que le permita recuperar el favor popular. De otra parte, desde un punto de busca conceptual, estoy haciendo todos los esfuerzos que puedo, que tampoco son muchos, para reconstruir una visión de izquierda realmente vanguardista y atractiva. Estas dos cosas pueden parecer, a primera vista, contradictorias, y quizás lo sean. Es un dilema que tengo que explicar.
¿Por qué creo que el Partido Liberal se tiene que mover al centro? Bien, básicamente por dos razones: uno, porque ahí están los votos, y dos, porque ahí está las propuestas serias. Miremos en primer lugar lo de los votos. Hace muy pocos días, El Tiempo (10 de mayo de 2005, p. 1-4) publicó los resultados de un estudio de las universidades Externado de Colombia y Wisconsin Madison, que muestra que los colombianos se sienten mayoritariamente de centro (42,2%), con un segundo lugar para la derecha (37,4%) y un tercer lugar para la izquierda (20,2%). Sin embargo, mientras los colombianos se asientan en el centro-derecha, el Partido Liberal escogió moverse hacia la izquierda. Por lo menos desde 1994 el Partido Liberal quedó dominado por sus vertientes más de izquierda. No es de sorprender que haya perdido el favor popular. Hoy, con la jefatura única de Gaviria aprobada en el Congreso de Medellín, el Partido parece empezar a librarse del dominio total de la izquierda, pero todavía la influencia de ésta es poderosa: por ejemplo, mientras el expresidente Gaviria quiere comprometer al liberalismo a apoyar a Enrique Peñalosa en su candidatura para la alcaldía de Bogotá, según un informe de El Tiempo (12 de mayo de 2007, p. 1-4), un sector del liberalismo, en el que estarían Ernesto Samper, Piedad Córdoba y Alfonso Gómez, pretendería conformar formalmente una tendencia de izquierda dentro del Partido, que apoyaría a la alcaldía de Bogotá al candidato del Polo Democrático Alternativo.
Ahora miremos lo de las propuestas serias. El Partido se afilió a la Internacional Socialista, y en el dilema socialdemocracia-neoliberalismo se alineó firmemente con la primera tendencia, aunque también había liberales neoliberales. Es interesante notar que en Colombia el debate entre socialdemocracia y neoliberalismo se inició al interior del Partido Liberal, pero luego, cuando la socialdemocracia fue adquiriendo el control del Partido, fue un debate que se dio entre partidos políticos, sin mucho éxito político para el liberalismo. Por otra parte, en una de sus peores facetas, al Partido cada vez más le costó distinguir entre izquierda y populismo. Hoy no es quizás exagerado decir que el Partido no tiene verdaderos izquierdistas, sino populistas. Los verdaderos izquierdistas se sienten más cómodos en el Polo.
De otra parte, creo que la izquierda tiene que reconstruirse conceptualmente. Desde la caída de la Cortina de Hierro, la izquierda no ha tenido la vanguardia ideológica. En estos días en que termina la era Blair en Gran Bretaña, es bueno recordar que su laborismo tuvo éxito porque abandonó muchos dogmas de izquierda y, en cierto sentido, se "thatcherizó". Creo que el mundo y Colombia requieren una reconstrucción de las ideas de izquierda, porque la idea de la justicia social, aunque ha sido relegada, no puede ser abandonada.
Mi hipótesis es la siguiente: al interior del Partido Liberal, siempre se ha entendido que el debate es entre socialdemocracia y neoliberalismo. Sin embargo, de manera polémica, yo creo que lo mejor es pensar que no hay contradicción entre las dos vertientes.
La idea es la siguiente: uno puede entender la socialdemocracia como la búsqueda del socialismo por medio de métodos democráticos. A mí me parece esencial la búsqueda de una sociedad más justa, y me parece que las peores injusticias del mundo surgen del acceso diferencial a los bienes materiales y a la generación de ingresos. Es decir, me parece que la injusticia social es esencialmente un fenómeno económico. Una pregunta clave es si la injusticia social se corrige por medio del socialismo. Yo, en una hipótesis que merece mucho más estudio, creo que sí. Creo que la sociedad sería más justa si los medios de producción no pudieran ser propiedad privada.
Sin embargo, muchos argumentan, quizás con razón, que el capitalismo (o por lo menos alguna variedad del capitalismo), tan hábil para generar riqueza, no podría ni siquiera funcionar si no existe la propiedad privada de los medios de producción. Yo no estoy tan seguro. En las grandes corporaciones capitalistas modernas, la propiedad está separada del control, y el sistema parece funcionar. A veces hay abusos de los gerentes, qué duda cabe de ello, pero en general no son los propietarios quienes manejan las grandes compañías por acciones. Por lo tanto, me parece que es posible que, en la socialdemocracia, las empresas sean manejadas por unos gerentes, mientras que la propiedad sigue recayendo en algún mecanismo colectivo. Lo clave es que los gerentes de las compañías mantengan los mismos incentivos que tienen en un sistema capitalista tradicional: las compañías son para hacer plata.
Más en general, me parece que el socialismo tiene que funcionar en un régimen de mercado completamente operativo. No entiendo por qué en el socialismo las empresas deben perder los incentivos para producir utilidades, o por qué los precios de los bienes y servicios no pueden ser fijados por el mercado. En síntesis, me parece que el socialismo moderno debe hacer uso de los mercados; no debe tratar de sustituirlos. Es en este sentido, me parece a mí, que la socialdemocracia debe reencontrarse con el neoliberalismo. Importantes socialistas modernos, como Felipe González en España, Tony Blair en Gran Bretaña o Francois Mitterrand en Francia, nunca pretendieron acabar con los mercados (pero, hay que admitirlo, tampoco intentaron acabar con la propiedad privada de los medios de producción). De otra parte, me parece que la parte de "democracia" de la palabra "socialdemocracia" no se puede olvidar. Me parece que un socialismo moderno tiene que ser impecablemente democrático.
Para resumir, me parece que hay un socialismo "pragmático", que ha abandonado toda pretensión de acabar con la propiedad privada de los medios de producción, que respeta el funcionamiento de los mercados, y que busca la justicia social, tímidamente, a través de los mecanismos que provee la política fiscal: la tributación y el gasto. Pero también podría haber un socialismo "experimental", que, respetando el funcionamiento de los mercados y siendo plenamente democrático, buscaría acabar con la propiedad privada de los medios de producción. Esta, sostengo, es la utopía que la socialdemocracia moderna debe buscar. El primer paso en esa ruta, me parece, es abandonar el izquierdismo populista, que es incapaz de entender el funcionamiento de los mercados y la importancia de las restricciones presupuestales.
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