Saturday, May 12, 2007
07-05-12: ¿Hacia el centro, o hacia la izquierda?
¿Por qué creo que el Partido Liberal se tiene que mover al centro? Bien, básicamente por dos razones: uno, porque ahí están los votos, y dos, porque ahí está las propuestas serias. Miremos en primer lugar lo de los votos. Hace muy pocos días, El Tiempo (10 de mayo de 2005, p. 1-4) publicó los resultados de un estudio de las universidades Externado de Colombia y Wisconsin Madison, que muestra que los colombianos se sienten mayoritariamente de centro (42,2%), con un segundo lugar para la derecha (37,4%) y un tercer lugar para la izquierda (20,2%). Sin embargo, mientras los colombianos se asientan en el centro-derecha, el Partido Liberal escogió moverse hacia la izquierda. Por lo menos desde 1994 el Partido Liberal quedó dominado por sus vertientes más de izquierda. No es de sorprender que haya perdido el favor popular. Hoy, con la jefatura única de Gaviria aprobada en el Congreso de Medellín, el Partido parece empezar a librarse del dominio total de la izquierda, pero todavía la influencia de ésta es poderosa: por ejemplo, mientras el expresidente Gaviria quiere comprometer al liberalismo a apoyar a Enrique Peñalosa en su candidatura para la alcaldía de Bogotá, según un informe de El Tiempo (12 de mayo de 2007, p. 1-4), un sector del liberalismo, en el que estarían Ernesto Samper, Piedad Córdoba y Alfonso Gómez, pretendería conformar formalmente una tendencia de izquierda dentro del Partido, que apoyaría a la alcaldía de Bogotá al candidato del Polo Democrático Alternativo.
Ahora miremos lo de las propuestas serias. El Partido se afilió a la Internacional Socialista, y en el dilema socialdemocracia-neoliberalismo se alineó firmemente con la primera tendencia, aunque también había liberales neoliberales. Es interesante notar que en Colombia el debate entre socialdemocracia y neoliberalismo se inició al interior del Partido Liberal, pero luego, cuando la socialdemocracia fue adquiriendo el control del Partido, fue un debate que se dio entre partidos políticos, sin mucho éxito político para el liberalismo. Por otra parte, en una de sus peores facetas, al Partido cada vez más le costó distinguir entre izquierda y populismo. Hoy no es quizás exagerado decir que el Partido no tiene verdaderos izquierdistas, sino populistas. Los verdaderos izquierdistas se sienten más cómodos en el Polo.
De otra parte, creo que la izquierda tiene que reconstruirse conceptualmente. Desde la caída de la Cortina de Hierro, la izquierda no ha tenido la vanguardia ideológica. En estos días en que termina la era Blair en Gran Bretaña, es bueno recordar que su laborismo tuvo éxito porque abandonó muchos dogmas de izquierda y, en cierto sentido, se "thatcherizó". Creo que el mundo y Colombia requieren una reconstrucción de las ideas de izquierda, porque la idea de la justicia social, aunque ha sido relegada, no puede ser abandonada.
Mi hipótesis es la siguiente: al interior del Partido Liberal, siempre se ha entendido que el debate es entre socialdemocracia y neoliberalismo. Sin embargo, de manera polémica, yo creo que lo mejor es pensar que no hay contradicción entre las dos vertientes.
La idea es la siguiente: uno puede entender la socialdemocracia como la búsqueda del socialismo por medio de métodos democráticos. A mí me parece esencial la búsqueda de una sociedad más justa, y me parece que las peores injusticias del mundo surgen del acceso diferencial a los bienes materiales y a la generación de ingresos. Es decir, me parece que la injusticia social es esencialmente un fenómeno económico. Una pregunta clave es si la injusticia social se corrige por medio del socialismo. Yo, en una hipótesis que merece mucho más estudio, creo que sí. Creo que la sociedad sería más justa si los medios de producción no pudieran ser propiedad privada.
Sin embargo, muchos argumentan, quizás con razón, que el capitalismo (o por lo menos alguna variedad del capitalismo), tan hábil para generar riqueza, no podría ni siquiera funcionar si no existe la propiedad privada de los medios de producción. Yo no estoy tan seguro. En las grandes corporaciones capitalistas modernas, la propiedad está separada del control, y el sistema parece funcionar. A veces hay abusos de los gerentes, qué duda cabe de ello, pero en general no son los propietarios quienes manejan las grandes compañías por acciones. Por lo tanto, me parece que es posible que, en la socialdemocracia, las empresas sean manejadas por unos gerentes, mientras que la propiedad sigue recayendo en algún mecanismo colectivo. Lo clave es que los gerentes de las compañías mantengan los mismos incentivos que tienen en un sistema capitalista tradicional: las compañías son para hacer plata.
Más en general, me parece que el socialismo tiene que funcionar en un régimen de mercado completamente operativo. No entiendo por qué en el socialismo las empresas deben perder los incentivos para producir utilidades, o por qué los precios de los bienes y servicios no pueden ser fijados por el mercado. En síntesis, me parece que el socialismo moderno debe hacer uso de los mercados; no debe tratar de sustituirlos. Es en este sentido, me parece a mí, que la socialdemocracia debe reencontrarse con el neoliberalismo. Importantes socialistas modernos, como Felipe González en España, Tony Blair en Gran Bretaña o Francois Mitterrand en Francia, nunca pretendieron acabar con los mercados (pero, hay que admitirlo, tampoco intentaron acabar con la propiedad privada de los medios de producción). De otra parte, me parece que la parte de "democracia" de la palabra "socialdemocracia" no se puede olvidar. Me parece que un socialismo moderno tiene que ser impecablemente democrático.
Para resumir, me parece que hay un socialismo "pragmático", que ha abandonado toda pretensión de acabar con la propiedad privada de los medios de producción, que respeta el funcionamiento de los mercados, y que busca la justicia social, tímidamente, a través de los mecanismos que provee la política fiscal: la tributación y el gasto. Pero también podría haber un socialismo "experimental", que, respetando el funcionamiento de los mercados y siendo plenamente democrático, buscaría acabar con la propiedad privada de los medios de producción. Esta, sostengo, es la utopía que la socialdemocracia moderna debe buscar. El primer paso en esa ruta, me parece, es abandonar el izquierdismo populista, que es incapaz de entender el funcionamiento de los mercados y la importancia de las restricciones presupuestales.
Tuesday, May 8, 2007
07-05-08: Contra el populismo
Esta regla, como toda regla que se respete, tiene sus excepciones. Internacionalmente, las más notables tienen que ver con los gobiernos conservadores recientes de Estados Unidos, que bajaron los impuestos pero subieron el gasto público, sobre todo en defensa, provocando un déficit fiscal considerable. En Estados Unidos, de manera paradójica, ahora el Partido Demócrata es el que suena defensor de la responsabilidad fiscal. Sin embargo, Colombia tiene que clasificar como una excepción notable a la regla: aquí es frecuente que los partidos políticos, todos los partidos, inconsistentemente pidan mucho gasto público y pocos impuestos. Pocos perciben que esta es una receta segura para el déficit fiscal. Y el déficit fiscal sólo se puede financiar con emisión monetaria o con endeudamiento público. En Colombia, está constitucionalmente prohibido emitir para financiar directamente el déficit, de modo que éste se traduce enteramente en mayor endeudamiento. Para enrevesar las cosas, muchos entienden que el déficit existe porque existe una gran deuda, cuando la cosa es exactamente al revés. Para estar seguros, es verdad que los intereses de la deuda incrementan el déficit fiscal, pero la existencia de la deuda siempre requiere un déficit previo. Es decir, hoy hay deuda porque ayer hubo déficit fiscal.
En síntesis, en Colombia parece legítimo pedir mucho gasto público y pocos impuestos. Esto, obviamente, genera déficit, que a su vez genera deuda. Entonces algún "inteligente" viene y propone que, como un remedio para combatir el déficit, no se pague la deuda, lo cual "liberaría" recursos para el gasto social. Frente a la insistencia ortodoxa de que la deuda pública hay que pagarla, algún "pensador" de izquierda se inventó el concepto de la "deuda social": si hay una deuda con las entidades financieras, también hay una deuda con los pobres, que esperan alimentación, educación, vestido, techo, salud y trabajo. El argumento es que, si pagar la deuda pública es prioritario, lo es aún más pagar la deuda social. Así queda cuadrado el círculo: la lección es que es posible gastar la plata que no hay.
Toda esta forma de pensar me parece absurda, por decir lo menos. Una buena definición de populismo es prometer resolver los problemas sociales con la plata que no hay. Por eso, si usted es de izquierda, y cree que el Estado debe gastar más en temas sociales, por lo menos sea consistente: pida que se paguen más impuestos, como mi amigo de marras.
Valga esta perorata para advertir de un mal muy frecuente en Colombia: hay quienes creen que el progreso social se puede hacer a costa de la racionalidad económica. Hay "valientes" que declaran que "el ser humano está por encima de la economía". Que, si de atender necesidades sociales se trata, uno no debería preocuparse por un mayor déficit fiscal, o por un poco más de inflación, o por cualquier otra enfermedad económica que se pueda producir como daño colateral. Si el costo de "lo social" es perjudicar lo económico, "lo social" lo vale todo.
Pamplinas. No he visto, no hay, no puede haber, progresos sociales donde no hay una economía capaz de producir riqueza. Lo económico no es enemigo de lo social. Todo lo contrario: es su requisito indispensable. Me parece que si la izquierda quiere progresar en un país como Colombia, tiene que separarse por completo del populismo. El populismo es un freno al progresismo, porque el progresismo populista es peor que la charlatanería: es un positivo peligro para quienes dice beneficiar.
Tuesday, May 1, 2007
07-05-01: Evaluando el congreso liberal
En cuanto liberal que no se siente muy bien representado por el Partido Liberal, y que la última vez que votó por él en unas elecciones presidenciales fue en 1990 (en 1994 el liberalismo se logró mantener en el poder, pero financiándose con el narcotráfico, y en 1998, 2002 y 2006 fue derrotado), mi esperanza en este congreso era que el Partido diera muestras de modernizarse, para que pueda volver a ser elegible. Modernizarse, para mí, significa abandonar la posición de izquierda populista, de antiuribismo y de distanciamiento de la opinión en la que se ha refugiado en los últimos años, que le ha valido dejar de ser la mayoría política.
Los años en el desierto le han servido, sin embargo, y es claro que el Partido se está repensando y reorganizando. No tanto como yo quisiera, pero ahí va avanzando. Me parecía que en el congreso la mejor esperanza para la modernización política radicaba en que el ex presidente César Gaviria se mantuviera como jefe único de la colectividad, y eso se logró. Otras cosas necesarias para su modernización, como la reforma de los estatutos, no se lograron de inmediato, pero se avanzó en ellas.
El congreso en sí mismo fue un evento muy interesante. En el primer día, el sábado 28, hubo discursos. Los primeros fueron los de los miembros de la mesa principal, en la que, notablemente, no había ni una sola mujer. En su orden, habló César Gaviria como director del Partido, Juan Fernando Cristo y Guillermo Rivera como voceros de las bancadas del Partido en el Congreso, Alfonso Gómez, realmente no sé muy bien a título de qué, Rafael Pardo, Rodrigo Rivera y Horacio Serpa como pre o candidatos liberales a la presidencia, y Eduardo Sarmiento, como presidente del consejo programático del Partido. Entre Rodrigo Rivera y Horacio Serpa hubo una pequeña alteración de la agenda para permitir que hablara una vocera a favor del acuerdo humanitario, la esposa del congresista Jorge Eduardo Gechem, secuestrado hace cinco años.
Hubo discursos llenos de contenido, pero mal echados o mal recibidos, como los de César Gaviria, Juan Fernando Cristo, Guillermo Rivera, Rafael Pardo y Eduardo Sarmiento. El discurso de Gaviria, notablemente, fue silbado en algunos apartes. Las barras ruidosas claramente no eran gaviristas. Alfonso Gómez se atrevió a improvisar, y su discurso, vacío de contenido, no tuvo más méritos que algunos pasajes de oratoria veintejuliera. Aunque no soy objetivo, Rodrigo Rivera pronunció uno de los dos mejores discursos de la mesa principal. Logró que un público disperso e impaciente, y no necesariamente amigo, se calmara, le prestara atención y le aplaudiera de vez en cuando. Además, marcó una posición dentro del Partido. El otro gran discurso fue el de Horacio Serpa. En medio de un público amigo, produjo un discurso impresionante, no tanto por su contenido, frente al cual tengo serias reservas, sino por el fervor que despertó en la audiencia. Serpa se movió en su ambiente y produjo una actuación magistral. Ahora, lo que dijo fue, por lo menos, preocupante. Hizo una interpretación de la historia política en la cual las derrotas recientes del liberalismo no tienen nada que ver con él, no le reconoció ningún mérito al gobierno de Uribe, e hizo un emocionante, hay que admitirlo, llamado a la juventud para pertenecer a la izquierda liberal. Sólo Pardo y Rodrigo Rivera aludieron al hecho de que el liberalismo ha perdido las tres últimas elecciones presidenciales como un llamado a la necesidad de cambiar, pero me parece, nuevamente sin ninguna objetividad, que de los discursos sólo quedaron dos posiciones claras para el Partido: la izquierda serpista y el centro "riveral". Por último, habló Eduardo Sarmiento, después de Serpa. Quizás no es ninguna exageración decir que el único que lo oyó con atención fui yo, y quizás su éxito es que nadie lo oye. Es un pesar que el consejo programático del Partido esté totalmente dominado por la economía de Eduardo Sarmiento, que es de un intervencionismo totalmente pasado de moda. Uno de los aspectos que revelan la falta de modernización del Partido es que Eduardo Sarmiento es su economista de cabecera. Yo tengo mucho respeto por el doctor Sarmiento, pero ya es hora de que, al menos, le pongan alguna compañía que cante otra tonada.
Después de los discursos de la mesa principal hablaron quienes pidieron la palabra. Ya pocos los oyeron. Sin embargo, Piedad Córdoba, muy en su estilo, logró armar polvareda, hablando del gobierno "ilegítimo" de Uribe y de que ella podrá ser negra y mal hablada pero que no puede hablar de otra manera porque le duele la miseria y el hambre. Sin embargo, su perla fue proponer a Serpa como jefe único del Partido. Algunos comentaron que lo mejor del discurso de Piedad fue lo que no dijo, es decir, lo mejor fue que no se puso a atacar a Gaviria con fuego amigo. El caso es que, después de los discursos de Serpa y Córdoba, hay que admitir que la posición de Gaviria lucía debilitada.
Desde el punto de vista ideológico, las cosas lucen preocupantes para el Partido. Los dos grandes documentos ideológicos que circularon fueron el "manifiesto de Medellín", leído en su discurso por Juan Fernando Cristo, y el documento que leyó Eduardo Sarmiento en su discurso. De este último no pude conseguir copia; del primero sí (es increíble que, en el momento de escribir estas líneas, sólo el primero, y para esa gracia ninguno de los discursos, excepto el de Gaviria y el de Pardo, se pueden hallar en la página web, ya sea del Partido Liberal o del Instituto del Pensamiento Liberal). El manifiesto de Medellín tiene los siguientes puntos:
- Un referendo contra el acto legislativo que reforma el Sistema General de Participaciones.
- El apoyo al acuerdo humanitario.
- El rechazo a la posible injerencia de los grupos armados por fuera de la ley en las elecciones regionales de octubre.
- El apoyo a la reforma urbana.
- El apoyo a una política social distinta del "asistencialismo" y "paternalismo" del gobierno nacional.
- La necesidad de corregir las desigualdades, no sólo entre ciudadanos, sino entre regiones.
- La preocupación por los recursos naturales.
- La crítica a la forma como fue negociado el TLC.
- El apoyo a una salida negociada al conflicto.
- La crítica a la corrupción.
- La oposición al gobierno de Álvaro Uribe.
De esos 11 puntos, estoy francamente en desacuerdo con el primero, el nueve y el once, y tengo mis reservas con los puntos dos y ocho. Tener reparos sobre cinco de los once puntos del manifiesto de Medellín señala que la ideología liberal todavía tiene mucho por hacer para seducirme totalmente.
No aprobar el acto legislativo que reforma el Sistema General de Participaciones compromete la salud fiscal del país, y sería una irresponsabilidad mayúscula. Sería el más típico populismo, que promete más descentralización y más recursos para la educación y la salud con la plata que no hay. Para ponerlo claramente, según cálculos del propio Partido Liberal, si el acto legislativo se aprueba, entonces el gobierno "dejaría" de transferirles a las regiones unos 50 billones de pesos entre 2008 y 2016. Una reforma tributaria exitosa recoge unos dos billones de pesos. Entonces, no aprobar el acto legislativo costaría unas 25 reformas tributarias exitosas. Es decir, casi que habría que hacer tres reformas tributarias exitosas por año entre 2008 y 2016 para poder financiar la no aprobación del acto legislativo. Es este tipo de irresponsabilidades lo que francamente no me gusta del Partido Liberal. No dudo que la descentralización tiene que fortalecerse, pero es claro que, si seguimos pensando que descentralización es lo mismo que más gasto fiscal, es que no hemos pensado la descentralización lo suficiente, y lo único que estamos haciendo es proponer una ruta segura hacia el descalabro económico.
El apoyo a una salida negociada al conflicto es un error tanto estratégico como político. Estratégico, porque el conflicto no tiene salida negociada si la guerrilla no quiere negociar. El gobierno debe hablar si la guerrilla, con sinceridad, quiere hablar, pero el Estado no debe insistir en el diálogo si la guerrilla no quiere hablar. Si la guerrilla no quiere hablar, al Estado no le queda más remedio que usar la fuerza legítima de la democracia. Y es un error político porque yo sí quiero ver, en esta época derechizada, quién va a ganar las elecciones diciendo que la paz se gana con diálogo en vez de con una estrategia de fortalecimiento de la capacidad disuasiva del Estado.
En tercer lugar está el tema de la oposición a Uribe. Me parece ridículo que el liberalismo se siga definiendo por su antiuribisimo. Mientras el Partido Liberal siga haciendo política contra alguien, y en particular desconociendo los obvios avances hechos durante las administraciones Uribe, no será más que un partido del resentimiento, indigno de dirigir el país. Ser un mal perdedor no es una buena razón para ser ganador. Me parece mucho más sensato tener una posición de independiencia que una de oposición.
Con respecto al tema del acuerdo humanitario, vacilo entre dos posiciones. De una parte, entiendo perfectamente la necesidad de hacer algo por los secuestrados, que llevan años en esa situación. De otra parte, me parece muy difícil que el Estado muestre debilidad en este tema, haciendo así que el secuestro se convierta en un arma legítima de presión política. Aunque la situación de los secuestrados es un horror, no estoy seguro de que el tiempo del acuerdo humanitario ya ha llegado.
Por último, el Partido Liberal es vago frente al TLC. Por una parte, se declara amigo del libre comercio. Por otra, denuncia que la forma como se negoció el TLC no consulta los intereses del país. Todavía no es claro que el Partido esté a favor o en contra del TLC. A mí me parece que el país debe tener TLC, y que, si el Partido Liberal considera que algunos aspectos de su negociación son inconvenientes, debe aprovechar su cercanía con el Partido Demócrata para resolverlos. Pero el país no se puede quedar sin TLC. Me parece que éste es el criterio último.
Me gustaría hacer comentarios específicos sobre las propuestas del consejo programático leídas por Eduardo Sarmiento, pero, como dije antes, me fue imposible obtener el documento.
En síntesis, el Partido se sigue debatiendo entre la izquierda serpista y el centro que ahora mejor encarnan Rodrigo Rivera y, de manera menos rutilante en el congreso, Rafael Pardo. Algunos dirán que Gaviria está buscando su reelección, pero yo creo que él es honesto cuando dice que no es así. La izquierda no tiene candidatos creíbles para el 2010. Alfonso Gómez no es el gallo para la pelea. El tránsito hacia el centro es inevitable, no sólo porque la izquierda no tiene con quién, a menos que quiera volver a perder con Serpa, sino también porque es en el centro donde están los votos. Las barras del congreso liberal fueron serpo-cordobistas, pero los votos fueron gaviristas: el Partido se está moviendo en la dirección correcta. Lentamente, pero en la dirección correcta.