Sunday, October 2, 2016

Voto "sí" por la construcción de una nueva Colombia

Y bien, llegó el gran día. En pocas horas sabremos el resultado del plebiscito por la paz en Colombia, decisión que no vacilo en calificar como una de las más trascendentales en nuestra historia. Yo, como he tratado de hacerlo saber según mis modestos medios, no soy objetivo en la materia: estoy intelectual y emocionalmente comprometido con la paz.

He tratado de evaluar desapasionadamente los argumentos de los del “no”. El más sonoro que presentan es que vamos a entregar el país al comunismo. Eso simplemente no es verdad. Yo no le temo a 10, o si ustedes quieren, en una interpretación amañada de los acuerdos, 26 congresistas de las Farc por dos períodos. Y no solo no es verdad sino que demuestra una gran estrechez de criterio, al suponer implícitamente que nuestras instituciones, tal como están, están bien, y que transformarlas es un error. Nuestra democracia está tomada por el clientelismo y la corrupción; nuestra sociedad está fracturada por la desigualdad; nuestra cultura es la del avivato. Así que no vamos a entregar nuestro país al comunismo, pero sí tenemos que abrir las puertas para reflexionar sobre cómo tener una mejor democracia y una mejor economía de mercado.

Otro argumento importante de los del “no” es el de la impunidad: unos de los principales criminales de Colombia no solo no recibirán penas proporcionales sino que mantendrán sus derechos políticos. Eso es cierto. El sentido de repugnancia frente a las Farc es legítimo. Pero insistir en la “impunidad” que implican los acuerdos sigue reflejando una gran estrechez de miras. Aunque muy seguramente los diálogos de paz se dieron porque las Farc se persuadieron de que no podían ganar la guerra, no se puede tratar a los adversarios en un acuerdo de paz como se trata a los enemigos que han sido derrotados en una campaña militar de tierra arrasada.

Tienen razón los del “no” cuando señalan que muchos de las Farc merecerían grandes sanciones. Pero insistir en eso implica seguir sumiendo al país en el conflicto. Así que hay que tener la inteligencia de percibir que no siempre la justicia es revancha. Habrá justicia, aunque no será punitiva, sino restaurativa. Los vampiros deseosos de sangre en sus dientes dirán que eso no es suficiente. Pero ya somos muchos los que no deseamos vivir de la sangre. En todos los procesos de paz exitosos es necesario dejar el pasado atrás. Es mucho más importante mirar hacia adelante y construir unas nuevas condiciones para Colombia. Es muy importante evitar que una justicia entendida como venganza se interponga en el camino de la paz. 

Ciertos cristianos han pretendido presentar el voto por el “no” como un asunto de fe. Curiosa forma de entenderla. Según mi comprensión de la figura de Jesús, él es paz y amor. En varios pasajes del Nuevo Testamento Jesús dice que habrá más alegría en el cielo por encontrar una oveja descarriada que por no perder 99 (Mt 18:12-14). Porque “No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt 9:12-13). Los acuerdos de paz lo que confirman es la admisión de las Farc de que la transformación social no se logra por la vía de la violencia, el delito y el narcotráfico. Difícil conciliar el cristianismo, incluido el catolicismo, con el “no”. Si había alguna duda, afortunadamente el mismísimo papa la ha disipado. Gracias, Francisco, por apoyar el proceso de paz en Colombia. Tengo fe de que Dios habla por tu boca.

Hoy votaré “sí”, razonablemente confiado de no estarme equivocando, y me conmueve profundamente que una mayoría de colombianos se exprese de la misma manera: sería un triunfo de la sensatez y del sentido de humanidad.

Sé que el camino que abre un triunfo del “sí” no está exento, ni mucho menos, de dificultades. El triunfo del “sí” no elimina la violencia. Algunos de las Farc seguirán delinquiendo. El ELN continúa, aunque ya se ha anunciado que comienza la fase pública de las negociaciones con ellos. El narcotráfico y las bandas criminales no están todavía erradicados. La delincuencia común sigue siendo un azote. El triunfo del “sí” dejará, en todo caso, una Colombia dividida. La ampliación democrática no será fácil. Garantizar el desarrollo del campo tampoco. Requerimos, ni más ni menos, una nueva democracia. Una en la que quepan las Farc, y los paramilitares, ahora sin armas. Una que extirpe el asesinato, el secuestro, el robo, el narcotráfico. Una que elimine la corrupción. Una que sea capaz de atender las necesidades sociales de los más abandonados en Colombia. Y una que sea capaz de preservar las condiciones de libertad y ambiente para el crecimiento económico. Nada fácil lo que se nos viene.

Pero el triunfo del “sí” abre la esperanza de una nueva Colombia, gracias a la posibilidad de pensar y hacer las cosas distinto. Nada más noble que dedicarse a ayudar a construir esa nueva Colombia. Estoy en desacuerdo con el guerrillero, y con el paramilitar, pero, si deja de matar, no por eso tengo que matarlo, ni tengo que temer que me mate o me secuestre. Y estoy dispuesto a discutir con él, políticamente, para encontrar unas reglas del juego que nos beneficien a todos, y un discurso común que nos oriente como país. El mensaje que daremos al mundo será excepcional, y el mensaje que nos daremos a nosotros mismos será renovador y refundacional. Pasaremos de ser una Colombia avergonzada a ser una Colombia orgullosa de sí misma. A la construcción de esa nueva Colombia quiero dedicarme con todas mis energías.

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