El 4 de agosto de 2014, un joven de 16 años, Sergio Urrego,
decidió poner fin a su vida, debido al acoso que recibió por su condición
homosexual. Se lanzó desde lo alto de un centro comercial, no sin antes dejar
unas dramáticas cartas justificando su decisión. Fue acosado por sus compañeros,
por los directivos de su colegio y por los padres de un muchacho que fue su
pareja.
No cabe duda de que cosas así no deben ocurrir. Nadie debe ser
molestado por su condición sexual. En particular Sergio era un joven brillante
(uno de los 10 mejores Icfes del país), con un gran futuro por delante, de modo
que los matices trágicos de su muerte se acentúan por la pérdida de un ser
especialmente valioso. El tema llegó a los estrados judiciales y, después de
los usuales ires y venires, la Corte Constitucional falló, como debía ser, a
favor de la familia de Urrego. Para vergüenza de la Procuraduría, esta hizo
todo lo posible para entorpecer el fallo. Dentro de las disposiciones de la
Corte estuvo obligar al colegio a dar una declaración pública “donde se reconozca
que la orientación que asumió Sergio debía ser plenamente respetada por el
ámbito educativo” y exhortar al Ministerio de Educación a revisar si los
manuales de convivencia de los distintos colegios del país están dentro del
marco legal. De manera ilegal, el manual de convivencia del colegio donde
estudiaba Sergio tipificaba como “falta grave” la conducta homosexual.
El Ministerio de Educación, acatando el fallo de la Corte, produjo
una cartilla, titulada “Ambientes escolares libres de discriminación: 1.
Orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas en la Escuela:
Aspectos para la reflexión”. La cartilla contó con el apoyo del Fondo de
Población de las Naciones Unidas (Unfpa), el Fondo para la Infancia de las
Naciones Unidas (Unicef) y el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD).
La cartilla ha desatado la más increíble reacción adversa por
parte de sectores conservadores y diversas denominaciones confesionales de la
sociedad colombiana, incluida la Iglesia Católica. Hubo multitudinarias
manifestaciones en diversas ciudades de Colombia en contra de la denominada
“ideología de género”. Hubo comentarios abusivos en contra de la ministra de
Educación, cuyas inclinaciones homosexuales son bien conocidas, lo cual hace
preguntar: si la ministra puede ser acosada por su orientación sexual, ¿qué
cosas terribles no pasarán con miles de jóvenes homosexuales en los colegios
colombianos?
La triste verdad es que, a mi juicio, la famosa cartilla no está
bien orientada. Esta comienza por hacer una distinción entre el “sexo” y el
“género” de una persona: el sexo sería una condición biológica, que se
manifestaría principalmente a través de los genitales, y el género sería una
condición sociocultural, según la cual uno “escoge” ser hombre o mujer.
Tal vez la distinción entre sexo y género tenga alguna validez.
Tal vez mi sexo es masculino si, simplificadamente, yo tengo genitales
masculinos, y mi género es femenino si yo me siento mujer (independientemente
de cómo sean mis genitales). Sin embargo, lo que sí me parece completamente
equivocado es adscribir el sexo al ámbito de lo biológico y el género al ámbito
de lo sociocultural. Me parece que esta es una aplicación inadecuada del debate
pasado de moda entre naturaleza y crianza. Esto sugiere que las conductas
homosexuales son aprendidas, y que, si son aprendidas, pueden ser enseñadas, y
que, en una interpretación extrema, el ámbito escolar es un ámbito adecuado
para enseñar las tendencias de género de las personas. No es sorprendente que
esta visión equivocada levante la ira de los sectores conservadores.
La verdad es que me parece evidente que las definiciones de género
no son definiciones socioculturales, sino que pertenecen al fuero interno más íntimo
de las personas, donde operan factores tanto biológicos como psicológicos, que
no creo que a la fecha de hoy estén totalmente entendidos. Muy pocos maricas,
si es que alguno, lo son porque los “educaron” para ser maricas. Por el
contrario, muchos homosexuales lo son a pesar de la presión social para no
serlo. Sugerir que las definiciones de género son definiciones socioculturales
es completamente equivocado, y, como vimos con las marchas de días pasados, es
un error frente al cual la sociedad es muy sensible.
Lo que la sociedad y la cultura sí pueden ofrecer es un ambiente
tolerante u hostil para quienes su sexo no coincide con su género. La lección
que el caso de Sergio Urrego nos debió haber enseñado es que nadie puede ser
molestado por su condición sexual. Otras lecciones a partir de ese caso no solo
pueden ser equivocadas, sino que además pueden no contribuir a la causa del
reconocimiento de los derechos de los homosexuales.
Hay que admitirlo, la famosa cartilla está desenfocada. Pero ese
desenfoque no nos debe hacer perder de vista el enfoque fundamental: la
diversidad sexual debe ser reconocida y respetada. No vale la pena, con los
instrumentos diseñados para promover la tolerancia sexual, terminar promoviendo
una homofobia que en estos tiempos ya debería estar completamente enterrada.
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1 comment:
Lucido discernimiento. La dicotomia cultura /naturaleza no permite comprender que la predisposicion biologica impide relativizar de manera absoluta el poder de la influencia educativa y de la presion social en la preferencia sexual. La consecuencia es que con cartilla no habrá mas homosexuales y que sin ella tampoco habrá menos.Pero con ella sufriran menos los que sientan verguenza de tener una predisposiciin minoritaria
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