El pasado 14 de julio, Sergio Araújo publico una columna en el medio virtual Kien&ke (ver http://www.kienyke.com/2011/07/14/el-atajo-del-leon/), atacando a León Valencia. La W, en cabeza de Julio Sánchez, se hizo eco del debate planteado, y confrontó a los dos protagonistas (oír http://www.wradio.com.co/oir.aspx?id=1506913). Fue casi media hora de un debate que describe a las claras la tragedia y la esperanza de este país.
Lo primero es la tragedia. No sé si son, pero Araújo y Valencia sí representan un par de posiciones políticas muy encontradas en el país. Tan encontradas que en buena parte explican la ola de violencia que ha cubierto al país en las últimas décadas. La tragedia colombiana es que la confrontación entre izquierda y derecha es tan grande que ha terminado resolviéndose por la vía violenta.
En otros países hay una confrontación muy grande entre izquierda y derecha. En Estados Unidos, por ejemplo, la derecha es radical, y la izquierda no es una izquierda marxista, ni mucho menos. Pero el desencuentro político es tan grande que es capaz de paralizar al país. Mucho va de Bush a Obama, y en esa distancia quedan enterrados todo tipo de acuerdos, como por ejemplo el que permitiría dar salida a la crisis fiscal de Estados Unidos, o el que permitiría que hubiera un TLC entre ese país y Colombia.
La diferencia con Colombia es que en Estados Unidos no se matan entre sí. En Estados Unidos hay un debate ideológico, mientras que aquí hay un conflicto armado. El debate de las ideas en Colombia es muy sucio. En general, aquí no se debaten ideas, sino que se cuestionan individuos. De otra parte, la representación política de las ideas es deficiente. Uribe puede ser visto en Colombia como el principal promotor de las ideas de derecha en las últimas décadas, pero él provenía del Partido Liberal. Nuestro debate político no tiene altura intelectual, y por eso rápidamente conduce a la violencia.
Por eso oír hablando a Araújo y a Valencia tiene mucho de significativo. Fue un debate franco, pero con altura. Me gustó mucho oírlos hablar así. "A calzón quitao", como se dice, pero sin bajezas.
El punto de Araújo es que Valencia, con su pasado como guerrillero, no puede erigirse como estandarte moral de esta sociedad. Valencia admite que una persona que jamás ha delinquido tiene más pergaminos morales que una que sí, pero que él ha dejado su vida de guerrillero atrás e hizo un proceso de reincorporación a la vida civil y política aceptado por el Estado, con lo cual su voz no puede ser totalmente acallada. Valencia dice que él ha sido abierto sobre su pasado y le pide a Araújo que lo sea. Que la verdad es una parte fundamental de los procesos de reconciliación. Araújo responde que él nunca ha perdido su autoridad moral, que los crímenes de familia no existen, y que ni él ni su padre han sido condenados por la justicia.
Ambos tienen puntos. Está el punto del derecho a la presunción de la inocencia en una sociedad civilizada, y está el punto de la reincorporación plena a la vida civil. Al respecto, ¿tiene derecho un exguerrillero a volver a la vida civil? Yo no tengo el odio de que un guerrillero o un paramilitar hayan matado un miembro cercano de mi familia. Quizás soy demasiado urbano y no entiendo por lo que la gente de provincia ha tenido que pasar. Pero creo que la posibilidad de paz pasa por el hecho de que tanto exguerrilleros como exparamilitares genuinamente arrepentidos puedan reincorporarse a la vida civil y política. En un cierto sentido, eso me parece admirable. Me parece que personas como Gustavo Petro o León Valencia son muy importantes para nuestra sociedad. Hay gente que no puede perdonarlos. Sergio Araújo no puede perdonar a León Valencia. Yo creo que está en su derecho. Las acciones tienen consecuencias. Pero creo que esta sociedad no tendrá futuro si los antiguos adversarios no encuentran un terreno donde puedan discrepar sin asesinarse.
Uno no puede olvidar el punto fundamental de que la presencia de grupos guerrilleros y paramilitares es inadmisible. La violencia no es admisible. No es admisible el asesinato, el secuestro, la extorsión. Pero es necesario que los exasesinos, exsecuestradores y exextorsionistas puedan encontrar un terreno común de debate civilizado. Quizás, si abriéramos más esos espacios de debate, la violencia se volvería innecesaria.
Yo no sé si León Valencia asesinó. Pero sí hizo parte de una organización que asesinaba. Sergio Araújo dice que nunca ha asesinado, y hay que creerle. La pregunta es quién contribuye hoy más a la paz. Antes de este episodio, yo nunca había leído a Sergio Araújo. Se ve que es un tipo controversial. En sus últimas columnas en Kien&ke, casa pleitos, no solo con Valencia, sino también con José Félix Lafaurie y con Salud Hernández. Se ve que va más por las personas que por las ideas. El lenguaje de sus columnas no contribuye a la paz.
Es muy importante el clima que uno ayuda a crear. Arias dice que él no tuvo nada qué ver con los desafueros en el programa AIS. Pero el clima lo creó él. Uribe puede decir que él no tuvo nada que ver con los falsos positivos y las chuzadas. Pero el clima lo creó él. Con esto no quiero sonar de izquierda. Me parece que Uribe hizo una cosa muy importante para este país, que fue decirle a la guerrilla que no pasará. Pero unas cosas vienen acompañadas de otras, y el país tiene que encontrar su balance.
Sonará ridículo en mi boca, pero, en el actual clima de cosas, es muy importante recordar la oración de San Francisco: "Señor, hazme un instrumento de tu paz". Hoy me parece que León Valencia es inofensivo, y le doy la bienvenida a los desarrollos sociales que han permitido que él se incorpore a la sociedad. Sergio Araújo seguramente tiene una verdad que merece ser contada y oída. Son los discursos que han manejado personajes como ellos los que nos han llevado a la guerra. Somos todos los que tenemos que poner los discursos que nos lleven a la paz.
Saturday, July 23, 2011
Sunday, July 3, 2011
11-07-03: Reflexiones sobre la justicia
Comencé a escribir este blog en 2007. En ese año hice muchas entradas. Luego, el número de entradas decayó. Uno podría decir que eso sucedió porque perdí el entusiasmo de publicar en mi blog. Nada más lejos de la verdad. Lo que sucedió fue que empecé a escribir un libro sobre ética y justicia, en el que ya llevo más de tres años y medio de intenso trabajo, que me robó mucho tiempo para escribir en mi blog.
Recibí muchos comentarios sobre mi libro. Me sugirieron partirlo en dos: la parte de ética y la parte de justicia. Tengo más lista la parte de justicia que la de ética, pero, al parecer, a pesar del apoyo que me brindó Carlos Caballero Argáez, el director de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, publicar cualquiera de las dos va a ser un ejercicio de persistencia que quizás exceda mi paciencia. En particular, he tenido que luchar contra la arrogancia intelectual de los académicos, en especial los economistas, que creen que demuestran su inteligencia diciéndole bruto a uno. Por eso es quizás irónico que yo haga esta entrada hoy tres de julio, día del economista.
Dado que publicar formalmente mi trabajo va, por decir lo menos, a tomar algo más de tiempo, he decidido publicar aquí un resumen de mis ideas sobre la justicia (si usted quiere leer el trabajo completo, tal como va hasta hoy, puede obtener una copia aquí). Son ideas académicas, con un sesgo economicista muy fuerte. Por tanto, quizás no sean lectura para todo el mundo. Pero espero que sí llamen la atención de todo aquel que tenga un interés formal en la justicia.
Mi trabajo se enmarca dentro del debate entre una sociedad libre y una sociedad justa. Como es bien conocido, el debate entre los principios de libertad y justicia es probablemente el principal debate político que existe. El debate entre la sociedad libre y la sociedad justa es el debate que, en términos políticos, separa a la derecha de la izquierda. Por lo tanto, creo que no me estoy metiendo en una discusión menor.
Una posición tradicional en economía, que yo llamaré la posición de la economía ortodoxa, se inclina fuertemente a favor de la sociedad libre. Un argumento típico de la economía ortodoxa es que la discusión sobre la sociedad justa es una discusión sobre juicios de valor, y que, por tanto, la economía, en cuanto ciencia, no tiene nada qué decir con respecto a la justicia. Muchos economistas célebres, como Friedrich von Hayek, James Buchanan o Milton Friedman, todos ellos premios Nobel de economía, se han puesto del lado de la sociedad libre.
Dentro del debate entre la sociedad libre y la sociedad justa, yo, basado en desarrollos recientes y no tan recientes de la teoría económica, desarrollos que puedo denominar de una economía alternativa, argumento a favor de una forma específica de sociedad justa.
Estos son los principales argumentos que planteo.
En primer lugar, la economía reinterpreta o formaliza el inmemorial debate entre libertad y justicia como un debate entre los criterios de eficiencia y equidad. La economía no supone que hay una contradicción intrínseca entre estos dos criterios. Por el contrario, la economía cree que estos dos criterios pueden ser alcanzados simultáneamente (esta es una de las principales consecuencias de los dos teoremas fundamentales del bienestar). Aunque la economía ortodoxa es ligera con el lenguaje, pues frecuentemente confunde la eficiencia con la optimalidad (piense en el criterio de "optimalidad" de Pareto, que apropiadamente debería llamarse criterio de "eficiencia" de Pareto), yo reservo el uso de la palabra "optimalidad" para describir las situaciones en las cuales la eficiencia y la equidad se alcanzan simultáneamente.
En segundo lugar, la construcción que se utiliza en economía para hallar la optimalidad social es una función de utilidad o bienestar social. Esta función formaliza la noción rousseauniana de la voluntad general. La situación social que maximiza el bienestar social es considerada óptima (y por lo tanto justa). Denomino a una teoría que se preocupa de hallar la forma específica de la función de utilidad social una teoría de la justicia.
En tercer lugar, el problema de la teoría de la justicia es formalmente equivalente al problema de la teoría de la elección social en economía y al problema de la negociación en teoría de juegos. Por lo tanto, los desarrollos en estas dos últimas teorías son útiles para reflexionar sobre la justicia.
En cuarto lugar, el principal aporte de la teoría de la elección social a la teoría de la justicia es el teorema de la imposibilidad de Arrow, que sostiene que, bajo ciertas condiciones, una de las cuales es el rechazo al uso de funciones de utilidad individual cardinales (con el fin de evitar las comparaciones interpersonales de bienestar), es imposible construir una función de utilidad social. Este resultado puede ser interpretado como sosteniendo que el concepto de la función de utilidad social no existe y que, por tanto, el principio político de la justicia intrínsecamente no tiene sentido. El único principio político que tendría sentido es el de la eficiencia, lo cual le daría un enorme apoyo teórico a los partidarios de la sociedad libre. El teorema de la imposibilidad de Arrow es el principal argumento teórico que poseen los defensores de la sociedad libre, y por lo tanto es el principal reto intelectual que tienen los defensores de la sociedad justa.
En quinto lugar, en la literatura hay dos formas de evadir el resultado del teorema de la imposibilidad de Arrow. Ambas suponen aceptar el uso de funciones de utilidad individual de tipo cardinal. La primera forma es desarrollar una teoría que permita hacer comparaciones interpersonales de bienestar. Esta vía, que contradice uno de los postulados más importantes de la economía ortodoxa (que las comparaciones interpersonales de bienestar no se pueden hacer), es utilizada por las formalizaciones económicas de las teorías utilitaria e igualitaria de la justicia. La segunda forma de evadir el teorema de Arrow es utilizar una forma funcional para la función de utilidad social que sea invariante ante transformaciones cardinales (o cardinalmente consistentes) de las funciones de utilidad individuales. Esta idea proviene de la teoría de la negociación en teoría de juegos.
En sexto lugar, sugiero que los supuestos que hay detrás de la propuesta para hacer comparaciones interpersonales de bienestar, en particular el supuesto de la empatía perfecta, son demasiado fuertes, y que, por tanto, la ruta para evadir el teorema de la imposibilidad de Arrow basada en hacer comparaciones interpersonales de bienestar sigue cerrada.
En séptimo lugar, señalo que aceptar la lógica de la cardinalidad de las funciones de utilidad individual y la invariancia de la función de utilidad social ante transformaciones cardinales (o cardinalmente consistentes) de las funciones de utilidad individuales es suficiente para entender por qué se producen ciertas paradojas de la votación, como la paradoja de Condorcet. En otras palabras, soy capaz de desnudar el error lógico que conduce a paradojas como la de Condorcet.
En octavo lugar, señalo que aceptar las condiciones del párrafo anterior (la lógica de la cardinalidad de las funciones de utilidad individual y la invariancia de la función de utilidad social ante transformaciones cardinales ---o cardinalmente consistentes--- de las funciones de utilidad individuales), más una condición de distribución igualitaria del poder, conduce a una forma específica de la justicia, inicialmente propuesta, en teoría de juegos, por Kalai y Smorodinsky y, en filosofía, por Gauthier.
En noveno lugar, si la forma de la justicia es la propuesta por Kalai-Smorodinsky-Gauthier, los sistemas electorales tradicionales, como el método de la mayoría, o los criterios de bienestar social "extremos", como el libertarianismo o el utilitarismo (que permiten una desigualdad extrema), o el igualitarismo (que exige una igualdad extrema), son injustos, porque no representan adecuadamente la voluntad general.
En décimo lugar, y en síntesis, una economía alternativa sí le permite a uno, no solo hablar de justicia, sino de una forma muy específica para la justicia. La justicia sí existe, y no es un concepto políticamente extremo. Esto debe servir para el correcto diseño de nuestras instituciones democráticas, que, en últimas, todo lo que deben hacer es expresar la verdadera voluntad popular. Democracia es justicia y justicia es democracia.
Recibí muchos comentarios sobre mi libro. Me sugirieron partirlo en dos: la parte de ética y la parte de justicia. Tengo más lista la parte de justicia que la de ética, pero, al parecer, a pesar del apoyo que me brindó Carlos Caballero Argáez, el director de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, publicar cualquiera de las dos va a ser un ejercicio de persistencia que quizás exceda mi paciencia. En particular, he tenido que luchar contra la arrogancia intelectual de los académicos, en especial los economistas, que creen que demuestran su inteligencia diciéndole bruto a uno. Por eso es quizás irónico que yo haga esta entrada hoy tres de julio, día del economista.
Dado que publicar formalmente mi trabajo va, por decir lo menos, a tomar algo más de tiempo, he decidido publicar aquí un resumen de mis ideas sobre la justicia (si usted quiere leer el trabajo completo, tal como va hasta hoy, puede obtener una copia aquí). Son ideas académicas, con un sesgo economicista muy fuerte. Por tanto, quizás no sean lectura para todo el mundo. Pero espero que sí llamen la atención de todo aquel que tenga un interés formal en la justicia.
Mi trabajo se enmarca dentro del debate entre una sociedad libre y una sociedad justa. Como es bien conocido, el debate entre los principios de libertad y justicia es probablemente el principal debate político que existe. El debate entre la sociedad libre y la sociedad justa es el debate que, en términos políticos, separa a la derecha de la izquierda. Por lo tanto, creo que no me estoy metiendo en una discusión menor.
Una posición tradicional en economía, que yo llamaré la posición de la economía ortodoxa, se inclina fuertemente a favor de la sociedad libre. Un argumento típico de la economía ortodoxa es que la discusión sobre la sociedad justa es una discusión sobre juicios de valor, y que, por tanto, la economía, en cuanto ciencia, no tiene nada qué decir con respecto a la justicia. Muchos economistas célebres, como Friedrich von Hayek, James Buchanan o Milton Friedman, todos ellos premios Nobel de economía, se han puesto del lado de la sociedad libre.
Dentro del debate entre la sociedad libre y la sociedad justa, yo, basado en desarrollos recientes y no tan recientes de la teoría económica, desarrollos que puedo denominar de una economía alternativa, argumento a favor de una forma específica de sociedad justa.
Estos son los principales argumentos que planteo.
En primer lugar, la economía reinterpreta o formaliza el inmemorial debate entre libertad y justicia como un debate entre los criterios de eficiencia y equidad. La economía no supone que hay una contradicción intrínseca entre estos dos criterios. Por el contrario, la economía cree que estos dos criterios pueden ser alcanzados simultáneamente (esta es una de las principales consecuencias de los dos teoremas fundamentales del bienestar). Aunque la economía ortodoxa es ligera con el lenguaje, pues frecuentemente confunde la eficiencia con la optimalidad (piense en el criterio de "optimalidad" de Pareto, que apropiadamente debería llamarse criterio de "eficiencia" de Pareto), yo reservo el uso de la palabra "optimalidad" para describir las situaciones en las cuales la eficiencia y la equidad se alcanzan simultáneamente.
En segundo lugar, la construcción que se utiliza en economía para hallar la optimalidad social es una función de utilidad o bienestar social. Esta función formaliza la noción rousseauniana de la voluntad general. La situación social que maximiza el bienestar social es considerada óptima (y por lo tanto justa). Denomino a una teoría que se preocupa de hallar la forma específica de la función de utilidad social una teoría de la justicia.
En tercer lugar, el problema de la teoría de la justicia es formalmente equivalente al problema de la teoría de la elección social en economía y al problema de la negociación en teoría de juegos. Por lo tanto, los desarrollos en estas dos últimas teorías son útiles para reflexionar sobre la justicia.
En cuarto lugar, el principal aporte de la teoría de la elección social a la teoría de la justicia es el teorema de la imposibilidad de Arrow, que sostiene que, bajo ciertas condiciones, una de las cuales es el rechazo al uso de funciones de utilidad individual cardinales (con el fin de evitar las comparaciones interpersonales de bienestar), es imposible construir una función de utilidad social. Este resultado puede ser interpretado como sosteniendo que el concepto de la función de utilidad social no existe y que, por tanto, el principio político de la justicia intrínsecamente no tiene sentido. El único principio político que tendría sentido es el de la eficiencia, lo cual le daría un enorme apoyo teórico a los partidarios de la sociedad libre. El teorema de la imposibilidad de Arrow es el principal argumento teórico que poseen los defensores de la sociedad libre, y por lo tanto es el principal reto intelectual que tienen los defensores de la sociedad justa.
En quinto lugar, en la literatura hay dos formas de evadir el resultado del teorema de la imposibilidad de Arrow. Ambas suponen aceptar el uso de funciones de utilidad individual de tipo cardinal. La primera forma es desarrollar una teoría que permita hacer comparaciones interpersonales de bienestar. Esta vía, que contradice uno de los postulados más importantes de la economía ortodoxa (que las comparaciones interpersonales de bienestar no se pueden hacer), es utilizada por las formalizaciones económicas de las teorías utilitaria e igualitaria de la justicia. La segunda forma de evadir el teorema de Arrow es utilizar una forma funcional para la función de utilidad social que sea invariante ante transformaciones cardinales (o cardinalmente consistentes) de las funciones de utilidad individuales. Esta idea proviene de la teoría de la negociación en teoría de juegos.
En sexto lugar, sugiero que los supuestos que hay detrás de la propuesta para hacer comparaciones interpersonales de bienestar, en particular el supuesto de la empatía perfecta, son demasiado fuertes, y que, por tanto, la ruta para evadir el teorema de la imposibilidad de Arrow basada en hacer comparaciones interpersonales de bienestar sigue cerrada.
En séptimo lugar, señalo que aceptar la lógica de la cardinalidad de las funciones de utilidad individual y la invariancia de la función de utilidad social ante transformaciones cardinales (o cardinalmente consistentes) de las funciones de utilidad individuales es suficiente para entender por qué se producen ciertas paradojas de la votación, como la paradoja de Condorcet. En otras palabras, soy capaz de desnudar el error lógico que conduce a paradojas como la de Condorcet.
En octavo lugar, señalo que aceptar las condiciones del párrafo anterior (la lógica de la cardinalidad de las funciones de utilidad individual y la invariancia de la función de utilidad social ante transformaciones cardinales ---o cardinalmente consistentes--- de las funciones de utilidad individuales), más una condición de distribución igualitaria del poder, conduce a una forma específica de la justicia, inicialmente propuesta, en teoría de juegos, por Kalai y Smorodinsky y, en filosofía, por Gauthier.
En noveno lugar, si la forma de la justicia es la propuesta por Kalai-Smorodinsky-Gauthier, los sistemas electorales tradicionales, como el método de la mayoría, o los criterios de bienestar social "extremos", como el libertarianismo o el utilitarismo (que permiten una desigualdad extrema), o el igualitarismo (que exige una igualdad extrema), son injustos, porque no representan adecuadamente la voluntad general.
En décimo lugar, y en síntesis, una economía alternativa sí le permite a uno, no solo hablar de justicia, sino de una forma muy específica para la justicia. La justicia sí existe, y no es un concepto políticamente extremo. Esto debe servir para el correcto diseño de nuestras instituciones democráticas, que, en últimas, todo lo que deben hacer es expresar la verdadera voluntad popular. Democracia es justicia y justicia es democracia.
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