Saturday, February 4, 2012

12-02-04: ¿Qué es lo malo, exactamente, del capitalismo?


La crisis económica y financiera mundial que comenzó en 2007 ha tenido diversos efectos. En un plano teórico, ha cuestionado las doctrinas neoliberales y ha ayudado a revivir el pensamiento keynesiano. También ha servido para resaltar la importancia de la regulación en el sistema financiero. Es famosa la declaración de Alan Greenspan ante el Congreso de Estados Unidos, cuando afirmó que se equivocó al creer que los mercados financieros eran capaces de autorregularse.

En un plano práctico, la crisis ha puesto en aprietos a algunas de las economías más importantes del mundo, ha puesto un signo de interrogación sobre la sobrevivencia del euro, ha hecho volver los ojos a los méritos del denominado “capitalismo de estado”, que se practica particularmente en algunas economías emergentes, especialmente China, y ha desatado un movimiento mundial de inconformidad con el “sistema”, que en Estados Unidos se ha denominado “Occupy Wall Street” y en Europa “los indignados”. Este movimiento reclama, de manera vaga, una verdadera democracia, y resiente el excesivo poder de las grandes corporaciones y las entidades financieras. Es indudable que el sistema financiero suscita particular animadversión. Según ese movimiento, el “sistema” debe funcionar a favor del 99%, y no a favor del 1% que supuestamente se está beneficiando ahora.

Yo no creo que los movimientos de “Occupy” y de “los indignados” sean una amenaza real al capitalismo sin una elaboración teórica más profunda. Sin embargo, sería un error ignorarlos completamente. Las señales de inconformidad con el “sistema” no se pueden pasar por alto. El problema es entender qué es, exactamente, lo que está mal con el capitalismo actual. La revista “The Economist”, de forma no muy sorprendente, señala que el “capitalismo de estado” no es una alternativa real al “capitalismo de mercado”.

Un problema que me parece importante del capitalismo actual, y que es particularmente agudo en los mercados financieros, es la tendencia a la especulación. En teoría, una virtud de los mercados es que hallan por sí mismos el “precio correcto” de las cosas. Sin embargo, es evidente que los mercados fallan en esa tarea, y en ningún lugar de manera más clara que en los mercados financieros. El problema es que la lógica de mercado no excluye la especulación, sino que la incentiva. Un especulador es una persona que compra hoy un bien con la expectativa de que suba de precio mañana, para poder venderlo con ganancia. De esta manera, las expectativas de cómo se comportarán los precios son determinantes en el comportamiento de los especuladores. Por ejemplo, si yo creo que los precios de las viviendas seguirán subiendo, es buen negocio comprar una casa hoy. Si todos creemos que los precios de las viviendas seguirán subiendo, los precios subirán, así solo sea porque todos creemos que así será: es el fenómeno de las profecías autocumplidas. En estos casos, como dicen los economistas, los precios se separan de sus “fundamentales”, y se forman unas “burbujas” de precios. Estas fluctuaciones de los precios, muy lejos de sus “verdaderos” niveles de equilibrio, pueden causar violentas fluctuaciones económicas, que generan la ilusión de progreso en épocas de auge, y un dolor muy real en épocas de crisis. La posibilidad de la especulación, sobre todo financiera, crea la sensación en mucha gente de que los financieros pueden enriquecerse sin generar ningún valor real para la economía.

Pero un problema más de fondo se ha puesto de presente con la discusión de las llamadas leyes SOPA y PIPA en Estados Unidos (SOPA es la sigla de Stop Online Piracy Act y PIPA es la sigla de Protect IP Act). Estas leyes tienen como objetivo detener la piratería digital. La Internet ha puesto al alcance de todos unos volúmenes de información antes inimaginables, y hoy es muy fácil tener acceso a un libro, una canción, una película, en Internet, sin tener que pagar un peso. Esas leyes pretendían cambiar este estado de cosas. Sin embargo, varios gigantes de la informática se opusieron a esas leyes, y por el momento su paso por el Congreso ha sido suspendido.

Yo creo que esa no es una discusión menor. En el pasado no se cuestionaba que los medios de producción debían ser privados. La tierra se privatizó, y los medios de producción producidos por el hombre también se privatizaron. Con la creación de las sociedades anónimas, el capital físico se volvió capital financiero, negociable en bolsas de valores. También se desarrolló la convención de que eran los dueños del capital los que contrataban al trabajo, y no al revés. Esto dio un poder muy real a los dueños del capital sobre los dueños del trabajo. Una empresa es usualmente todo menos un lugar democrático: una empresa es un lugar muy jerárquico, donde la voluntad que es ley es la voluntad de los dueños del capital de la empresa, y los trabajadores simplemente obedecen o se marchan.

La era digital ha revitalizado la idea de que las ideas no deben tener dueño. Esta es una noción revolucionaria. El autor de un libro o de una película no podría beneficiarse por vender su obra. Las ideas serían propiedad de todos. Pero, si las ideas pueden ser propiedad de todos, ¿por qué no puede serlo el capital físico o la tierra? La tecnología ha abaratado tanto la difusión de las ideas que ya parece impráctico querer impedir su difusión por medio de patentes y derechos de propiedad.

Una pregunta de fondo es quién debe ser dueño de qué. Responder mal esa pregunta conduce a injusticias sin nombre. Por ejemplo, cuando los españoles llegaron a América, introdujeron una noción de propiedad privada de la tierra que es la raíz de muchas de las fracturas sociales de la América Latina de hoy. ¿Era justo que los españoles fueran los dueños de la tierra, y que los indios y los negros fueran los que la trabajaban? A mi modo de ver, la respuesta es claramente no. La discusión con el capital físico y financiero será seguramente más intensa, pero no deja de llamar la atención que, incluso en Estados Unidos, la idea de que las ideas no deben ser propiedad de nadie va ganando la partida. Yo creo que es de discusiones como ésta de donde van a venir las reformas radicales al funcionamiento de los mercados.