Monday, August 22, 2016

En la clausura de los olímpicos de Río

Los olímpicos siempre son un evento maravilloso. Por su compromiso con la excelencia humana, por el sentimiento de unidad planetaria a pesar de las diferencias culturales, por el respeto a una tradición heredada de los antiguos griegos. No hay nada más emocionante que ver llorar a un atleta olímpico cuando logra un desempeño asombroso, o cuando suena el himno de su país. Uno sabe que él celebra por su gente, pero, independientemente de dónde sea, uno siente que su triunfo es también un poco de uno. Puede que uno tenga unos kilos de más, o unas articulaciones ya muy oxidadas, o, simplemente, unos años de más, pero ver a esos muchachos intentando hacer lo imposible es francamente conmovedor. Los olímpicos son una gran fiesta de la juventud, la paz mundial y la humanidad.

El triunfo de Estados Unidos, con 46 medallas de oro y 121 medallas en total, fue contundente e inobjetable. Lo de Gran Bretaña, destacadísimo. China, con su tercer lugar, quizás estuvo por debajo de las expectativas. Rusia, golpeada por su escándalo de dopaje en su atletismo, con su cuarto lugar, muestra que ya no es lo que era antes. Resulta que predecir los resultados de los Olímpicos es un poco aburrido, porque son altamente predecibles. Desde un punto de vista agregado, casi todo lo que uno tiene que saber es cuál es la población del país y cuál es su ingreso per cápita. Lo anterior sugiere que Estados Unidos sigue siendo la primera potencia del planeta; que Gran Bretaña sigue pegando por encima de su peso; y que la promesa china aún está por realizar. El día de China llegará algún día, pero todavía no. Los 10 primeros países en los olímpicos son todos potencias mundiales: Estados Unidos, Gran Bretaña, China, Rusia, Alemania, Japón, Francia, Corea del Sur, Italia y Australia.

Los olímpicos sugieren que un país es grande también por su deporte. Los países socialistas tuvieron eso claro. Por eso Cuba, aún hoy, sigue siendo una potencia deportiva, aunque cada vez menos. Un país grande tiene un deporte grande. Tener un deporte grande es una consecuencia de ir logrando la grandeza. La grandeza se mide en la industria, en la ciencia, en las artes y, por supuesto, también en el deporte.

En ese contexto, lo de Colombia, con sus tres medallas de oro y sus ocho medallas en total, fue extraordinario. Con ese resultado, Colombia, en América Latina, solo queda detrás de Brasil, una gran potencia emergente y el país sede, y Cuba, una potencia deportiva que empieza a demostrar sus fragilidades. Con nuestro puesto 23 entre más de 200 países, fuimos más grandes que México, que fue un absoluto fracaso, y que Argentina, que tuvo unos juegos aceptables. Los olímpicos van señalando que Colombia, en el contexto latinoamericano y mundial, se abre paso, y no solo en el aspecto deportivo. Los triunfos deportivos nos convencen de que la excelencia también está a nuestro alcance, y de que un futuro mejor es posible para nuestro país.

Gloria a nuestros medallistas. Gloria a Mariana Pajón, a Caterine Ibargüen y a Óscar Figueroa. Gloria a Yuri, a Yuberjen, a Carlos Alberto, a Luis Javier, a Ingrit. Gloria, en general, a nuestros deportistas olímpicos, que nos recuerdan que la gloria no siempre está en ganar, sino en intentarlo, en tener siempre la ambición de superarse a sí mismo. Gloria a la mujer colombiana; a nuestras minorías étnicas, que han visto en el deporte una posibilidad cierta de redención; a nuestros nombres raros, que identifican una nueva Colombia, que busca y merece nuevas oportunidades.

Es imposible ver a los atletas olímpicos y no considerarlos un poco superhumanos. En un cierto sentido lo son. ¿Cómo hace alguien para correr 100 metros en menos de 10 segundos, o saltar por encima de dos metros, o correr 42 km en el filo de las dos horas? Eso es extraordinario, y es el fruto de esfuerzos constantes, de años de entrenamiento y privaciones. Uno se pregunta: ¿cuál es el límite?, y se abren paso especulaciones filosóficas: ¿Pueden seguir cayendo indefinidamente las marcas olímpicas y mundiales? ¿Qué pasará cuando el dopaje sea tan sofisticado que sea indetectable? ¿Qué pasará cuando los humanos sean genéticamente modificados? ¿Qué es más meritorio: atletas extraordinariamente dotados para una especialidad, como Usain Bolt o Michael Phelps, o atletas que, como los decatlonistas, no son extraordinarios en ninguna prueba específica, pero que son grandes deportistas de conjunto? El hecho de que probablemente sabemos quién es Usain Bolt o Michael Phelps, pero no sabemos el nombre del ganador de la medalla de oro en decatlón, sugiere que el signo de los tiempos es la especialización. La pasión por la excelencia ha terminado por enterrar el ideal olímpico del amateurismo. En los olímpicos queremos ver a los mejores, y para ser el mejor en algo tienes que dedicar tu vida a ello. El deporte olímpico ya no es de aficionados.

Los juegos olímpicos también son una vitrina para celebrar al país organizador y la diversidad humana en un marco de respeto. Ayer fue la hora de Brasil, antes de Gran Bretaña y de China. Ojalá, en un futuro no muy lejano, Colombia pueda celebrar unos juegos olímpicos. Sería un deseable reconocimiento mundial. Mientras eso ocurre, tenemos que seguir trabajando en reconocernos nosotros mismos. Ojalá no tengan que pasar muchas olimpíadas antes de llegar a ser lo que podemos ser como pueblo y como país.

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